Los principios de esta lección son fundamentales para el estudio de las Escrituras. Son principios que los sabios maestros de la Biblia han desarrollado para guiar su estudio. Estos principios deben ser la base de sus métodos de estudio de la Biblia. Por favor, tómese el tiempo para entender estos principios y luego aplíquelos en su estudio.
Considere la intención del autor
El autor pretendía decir algo a sus lectores. Esa intención es el verdadero significado del texto. La interpretación es el trabajo de tratar de entender el mensaje del autor. Nunca debemos utilizar las Escrituras como material para un mensaje que sea diferente del significado que pretendía el escritor.
Una afirmación bíblica puede significar más de lo que el autor pretendía. Cuando Abraham le dijo a Isaac que "Dios proveerá para Sí el cordero..." (Génesis 22:8), puede que no entendiera que Dios cumpliría sus palabras de una forma mayor en la venida de Jesús. Cuando Moisés escribió esas palabras de Abraham, también pudo no haber entendido el significado completo de la declaración. Sin embargo, aplicar la declaración a la venida de Jesús no es un significado completamente diferente de la intención de Moisés; es un significado más amplio y completo del principio de que Dios provee lo necesario para nuestra salvación.
Cada escritor bíblico pretendía también que los primeros lectores aplicaran su mensaje de forma práctica. Nuestra aplicación del mensaje puede ser diferente de la aplicación de los primeros lectores, pero sigue el mismo principio. Como estamos aplicando el principio bíblico a una situación diferente, nuestra acción puede ser distinta. Por ejemplo, al pueblo de Israel se le dijo que pusiera una barandilla alrededor del tejado de su casa (Deuteronomio 22:8). El tejado de una casa en aquella época era plano, y el tejado se utilizaba como parte de la zona habitable. Si usted no vive en una casa con un tejado plano por donde pasa la gente, entonces no necesita una barandilla alrededor del borde para que sea un lugar seguro. Sin embargo, debemos seguir aplicando el principio de hacer que nuestras propiedades sean seguras para las personas.
El intérprete no debe desarrollar interpretaciones imaginarias de los detalles del pasaje. He aquí un ejemplo de interpretación imaginaria de la historia de Jesús sobre el samaritano que ayudó al hombre herido (Lucas 10:30-35):
El samaritano es un evangelista, el herido es un pecador que se convierte, el hotel es la iglesia y las dos monedas son el bautismo y la comunión.
Esta interpretación ignora lo que Jesús quiso decir sobre el amor al prójimo (Lucas 10:27-29, 36-37): Debemos mostrar amor a los que nos encontramos y tienen necesidades.
Las interpretaciones imaginarias plantean tres problemas:
1. Proceden de las opiniones del intérprete.
2. No se guían por buenos principios interpretativos.
3. No pueden evaluarse con ningún método habitual y razonable.
Empezar por el texto, no por la conclusión
Caleb miró un mapa para encontrar el camino a su destino, pero entonces Caleb dijo: "Este mapa está equivocado". El pasajero de Caleb preguntó: "¿Cómo sabes que el mapa está mal?". Caleb respondió con seguridad: "Conozco la ruta a seguir. El mapa está equivocado". Unas horas más tarde, completamente perdido, Caleb admitió su derrota y empezó a intentar entender y seguir el mapa. ¿Cuál era su error? Había empezado por la conclusión. Estaba seguro de tener la respuesta correcta, así que se negó a escuchar un mapa que diera una respuesta diferente.
Algunas personas leen la Biblia de esta manera. Una vez un predicador leyó un versículo de la Escritura que no le gustó. Dijo: "No sé qué significa esto, pero no significa lo que dice". Había comenzado con su conclusión ("No estoy de acuerdo con esta enseñanza") y luego leyó la escritura. No pudo encajar la escritura en su conclusión, así que simplemente decidió ignorar la escritura ("No significa lo que dice").
Para interpretar la Escritura, debemos partir de la Escritura y luego encontrar nuestra conclusión. Todos partimos de ciertos supuestos. Partimos de un punto de vista particular. Eso está bien. El problema es cuando nuestras suposiciones nos hacen ignorar la clara enseñanza de las Escrituras. Debemos asegurarnos de que partimos del texto, no de nuestras conclusiones. No debemos permitir que nuestras suposiciones nos hagan ignorar el texto.
Un ejemplo
" Por tanto, sean ustedes perfectos como su Padre celestial es perfecto" (Mateo 5:48).
Algunos dicen: "¡Nadie es perfecto!". Así que ignoran el mandato de Jesús. Han partido de su conclusión ("¡Nadie es perfecto!") y ni siquiera intentan comprender lo que Jesús quiso decir.
Al estudiar Mateo 5:48, debemos preguntarnos: "¿Qué quiere decir Jesús con 'perfecto'? ¿En qué debemos parecernos a nuestro Padre celestial?". Los versículos que preceden a Mateo 5:48 nos dan la respuesta: Debemos amar a nuestros enemigos y hacerles el bien del mismo modo que nuestro Padre celestial "... hace salir Su sol sobre malos y buenos..." (Mateo 5:45).
Las enseñanzas de las Escrituras no contradicen las enseñanzas de las Escrituras
Cuando leemos un libro de un autor humano, es posible que se contradiga en algún punto. Es probable que dos autores humanos se contradigan en algunas cuestiones. Sin embargo, la Biblia es la Palabra de Dios; no se contradice.
Dios no cambia (Santiago 1:17). Por eso, su Palabra es coherente aunque haya sido escrita a lo largo de cientos de años por múltiples autores humanos. La Palabra de Dios no se contradice.
Este principio es un resultado necesario de la doctrina de la inspiración: "Toda Escritura es inspirada por Dios..." (2 Timoteo 3:16-17). Si la fuente última de la Escritura es Dios, la Biblia no puede contradecirse. Esto es importante para una buena interpretación de la Biblia. Cuando dos pasajes parecen contradecirse, debemos preguntarnos si hemos entendido mal una de las escrituras. Cuando comprendamos plenamente cada pasaje, veremos que ambos son verdaderos.
Un ejemplo
"Porque concluimos que el hombre es justificado por la fe aparte de las obras de la ley" (Romanos 3:28).
"... para que seamos justificados por la fe en Cristo, y no por las obras de la ley" (Gálatas 2:16).
"Ustedes ven que el hombre es justificado por las obras y no solo por la fe" (Santiago 2:24).
Algunos lectores creen que Pablo y Santiago discrepaban sobre el papel de la fe y las obras. Pablo insiste en que el hombre es justificado sin las obras de la ley. Santiago escribe que el hombre es justificado por las obras, y no sólo por la fe.
Sin mirar los contextos de estos versículos una persona podría pensar que Santiago contradecía a Pablo. Sin embargo, el contexto de cada uno de los pasajes muestra lo que Pablo y Santiago estaban diciendo. Pablo esta hablando de como una persona es salvada y hecha justa. Una persona llega a ser justa por fe. Santiago habla de como una persona muestra que es salva. Una persona muestra su justicia por obras. Tanto Pablo como Santiago estarían de acuerdo en que una persona es hecha justa por la fe, y luego muestra su justicia por las obras.
La Escritura es el mejor intérprete de la Escritura
Este principio está estrechamente relacionado con el anterior. Puesto que la Escritura no se contradice, podemos utilizar pasajes con un significado claro para ayudarnos a entender pasajes cuyo significado es menos claro. Utilizamos versículos que son claros para explicar versículos más difíciles; no tergiversamos versículos sencillos para adaptarlos a nuestra interpretación de versículos más difíciles.
Un libro de texto de interpretación lo dice así "A menudo lo que es oscuro en una parte de la Biblia se aclara en otra".[1] Al estudiar toda la Escritura, permitimos que los pasajes claros arrojen luz sobre pasajes más difíciles.
Un ejemplo
"De no ser así, ¿qué harán los que se bautizan por los muertos? Si de ninguna manera los muertos resucitan, ¿por qué, entonces, se bautizan por ellos?" (1 Corintios 15:29).
Debido a este versículo, algunas personas piensan que las personas vivas deben ser bautizadas por el bien de las personas que murieron sin haber sido bautizadas. Sin embargo, la Biblia en ninguna parte nos dice que hagamos eso. Pablo mencionó una costumbre que sus lectores practicaban, pero no sabemos cuál era.
La Escritura es el mejor intérprete de la Escritura. Este principio nos guía en la interpretación de 1 Corintios 15:29. Cuando leemos Mateo 28:19, Hechos 2:41, Hechos 8:12 y Hechos 19:5, vemos que el bautismo era para creyentes vivos. Puesto que 1 Corintios 15:29 no ordena claramente el bautismo por los muertos y puesto que otros versículos muestran claramente la práctica común de la iglesia primitiva, no hay razón para creer que 1 Corintios 15 ordena el bautismo por los muertos.
[1]Walter Kaiser y Moisés Silva, An Introduction to Biblical Hermeneutics (Grand Rapids: Zondervan, 1994), 132.
Las Escrituras fueron escritas para ser entendidas
El significado de la Palabra de Dios puede encontrarse en la propia Escritura, utilizando los medios normales de interpretación. La Palabra de Dios no está escrita en códigos secretos.
Desde el principio de la iglesia, toda la verdad del evangelio ha sido revelada abiertamente a todos, no sólo a miembros especiales de la iglesia. Jesús dijo que no tenía ninguna doctrina secreta para sus seguidores (Juan 18:20). El apóstol Pablo le dijo a Timoteo que enseñara a otros la verdad que Pablo había enseñado públicamente (2 Timoteo 2:2). Pablo explicó que si la gente no puede ver la verdad, no es porque esté oculta a propósito, sino porque Satanás la ciega (2 Corintios 4:1-6). La misión de la iglesia siempre ha sido compartir abiertamente la verdad de Dios.
Es cierto que gran parte de la Escritura debe estudiarse cuidadosamente para conocer su significado, pero su verdad no se nos oculta. Las verdades esenciales de la Escritura no están enterradas en versículos oscuros. El salmista dijo: "Lámpara es a mis pies Tu palabra, y luz para mi camino" (Salmo 119:105). El propósito de la Palabra de Dios es guiarnos, no ocultar la verdad.
No se necesitan claves especiales para descifrar el mensaje de la Palabra de Dios. No crea en libros que afirman descifrar los códigos ocultos de la Biblia. Dios habló para que pudiéramos entender Su Palabra.
Un ejemplo
Cada pocos años, alguien afirmará: "Dios me ha revelado que Jesús regresará el próximo año". Un libro popular en 1987 predijo el regreso de Jesús en 1988. El autor afirmaba que descubrió este hecho a partir de un estudio de las antiguas fiestas judías. El mismo autor escribió un libro al año siguiente prediciendo el rapto en 1989. No debemos creer a alguien que basa enseñanzas importantes en formas ocultas o secretas de interpretar la Biblia. Jesús dijo: "Pero de aquel día y hora nadie sabe, ni siquiera los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino solo el Padre" (Mateo 24:36).
Un mandato bíblico implica una promesa bíblica
Este principio enseña que si Dios da una orden, hace posible la obediencia.
Imagina a un padre que dice: "Hijo, para complacerme debes correr una milla en dos minutos". Durante un tiempo, el hijo se esforzaría al máximo, pero siempre dejaría de cumplir las expectativas de su padre. Al final, el hijo se desanimaría y dejaría de intentarlo. ¿Es éste un buen padre?
Algunas personas imaginan que Dios es un Padre irrazonable. Cuando Dios dice: "Sean santos",[1] dicen: "Dios sabe que no podemos obedecer sus mandatos".
Juan Calvino dijo que no podemos "...medir la fuerza de los hombres por los [mandatos] de Dios".[2] Calvino creía que Dios da mandamientos que no podemos obedecer con la fuerza humana, pero que Dios provee el poder para la obediencia para aquellos que son salvos. Juan Wesley enseñó que cada mandamiento en la Palabra de Dios es una promesa que el poder de Dios cumplirá en un creyente.
Una persona no puede cumplir los mandamientos de Dios con la fuerza natural, humana. Pero podemos cumplir los mandatos de Dios con su fuerza. Un Padre celestial amoroso capacita a sus hijos para obedecer sus mandatos. Un Padre amoroso no frustrará a sus hijos con mandatos imposibles. Cada mandamiento de las Escrituras va acompañado de la gracia para obedecerlo.
Jesús ordenó: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente" (Mateo 22:37). Esto es a la vez un mandato y una promesa. El mandamiento de amar a Dios con un corazón indiviso implica su promesa de darnos un corazón indiviso si confiamos en Él.
Un ejemplo
"Por tanto, sean ustedes perfectos como su Padre celestial es perfecto" (Mateo 5:48).
Por el contexto, entendemos que Jesús se refiere al amor, no a la perfección en todos los sentidos. También comprendemos que no es algo que logremos por nuestros propios esfuerzos. El Dios que nos ordena ser perfectos es el Dios que cumple el mandato. El salmista testificó: "[Es] Dios que me ciñe de poder, y ha hecho perfecto mi camino" (Salmo 18:32).
El mandamiento de Jesús debe entenderse correctamente. Debe leerse a la luz del contexto inmediato de la enseñanza de Jesús, y a la luz de la enseñanza bíblica sobre un corazón perfecto (indiviso) y un pueblo santo (apartado). Una vez que entendemos esto, el mandamiento de Jesús se convierte en una promesa de gracia, no en una norma imposible para el esfuerzo humano.
[1]Dios lo ordena varias veces, no sólo una. (Véase Levítico 11:44, 45, Levítico 20:7 y 1 Pedro 1:16.)
[2]Comentario de Juan Calvino sobre 1 Tesalonicenses 5:23 de Las Epístolas de Pablo a los Romanos y a los Tesalonicenses.
Tres lentes sobre la Biblia
Como cristianos evangélicos, aceptamos la Biblia como autoridad final para la doctrina y la práctica. La Biblia contiene todo el conocimiento necesario para la salvación.
Sin embargo, es importante reconocer que interpretamos lo que leemos a través de diversos medios. Para la mayoría de los evangélicos, hay tres lentes a través de las cuales leemos la Biblia. Estas lentes no sustituyen en modo alguno la autoridad de las Escrituras. Son simplemente las formas en que leemos y entendemos las Escrituras.
Para comprender plenamente las Escrituras, debemos utilizar las tres lentes. Si ignoramos una lente, podemos malinterpretar las Escrituras. Leer la Biblia utilizando estas lentes nos ayuda a comprender mejor el mensaje de la Palabra de Dios.
Esta imagen puede ayudarte a ver la relación de estas lentes con la Biblia. Miramos la Biblia a través de las lentes.[1]
Lente 1: Tradición
La primera lente a través de la cual miramos las Escrituras es la tradición. La lente de la tradición pregunta: "¿Cómo han entendido esta escritura los cristianos a lo largo de la historia?". La tradición pone a prueba nuestra comprensión del texto en comparación con las ideas de otros cristianos a lo largo de la historia.
La tradición incluye los credos de la Iglesia primitiva, las grandes doctrinas que han unido a los cristianos en el pasado y las enseñanzas de generaciones anteriores. La tradición muestra cómo se ha interpretado la Biblia a lo largo de la historia de la Iglesia.
La tradición de la Iglesia no coincide en todas las cuestiones; la tradición más fiable es la que ha enseñado la Iglesia en todas partes y en todos los tiempos. La tradición de las distintas denominaciones debe tenerse en cuenta, pero no tiene tanta autoridad como la tradición de la Iglesia universal.
Dios habla a través de la tradición para ayudarnos a comprender su Palabra. Si su interpretación da un significado a la Escritura que nadie más ha visto, ¡debe asumir que está equivocado!
Lente 2: Razón
La razón es la segunda lente que utilizamos. Esta lente pregunta: "¿Cuál es una comprensión racional de esta escritura?". El lente de la razón nos pide que usemos nuestra mente para entender lo que leemos en las escrituras. Se da cuenta de que las Escrituras son entendidas racionalmente por la mente. Usamos la razón para entender la escritura; sin embargo, no debemos rechazar la verdad de la escritura sólo porque no podemos usar la razón para probar que es verdad. Muchas personas rechazan los registros bíblicos de milagros porque piensan que los milagros son contrarios a la razón. Sin embargo, los milagros no son contrarios a la razón porque entendemos racionalmente que Dios tiene el poder de hacer milagros.
Algunos cristianos se oponen al uso de la razón; argumentan que no se puede confiar en nuestras mentes caídas para entender la Palabra de Dios. Es cierto que los seres humanos tienen una capacidad mental limitada. Sin embargo, Pablo apela constantemente a la razón cuando expone sus argumentos. En Romanos, por ejemplo, Pablo formula una serie de preguntas que conducen a sus lectores a una comprensión lógica de las grandes verdades de la salvación. Aunque nuestra razón nunca es la autoridad final, no debemos ignorar el significado racional de las Escrituras.
Lente 3: Experiencia
La experiencia es la última lente. Esta lente pregunta: "¿Coincide mi comprensión con la experiencia de otros cristianos?". No se debe confiar en la experiencia personal por encima de la verdad absoluta. Sin embargo, la experiencia es valiosa cuando se equilibra con la tradición y la razón.
Cada una de estas lentes es importante. Si usamos sólo la tradición, caeremos en el error católico romano de considerar que la enseñanza de la Iglesia tiene la misma autoridad que las Escrituras. Si usamos sólo la razón, veremos la mente como la autoridad final. Si usamos sólo la experiencia, nuestra interpretación será limitada y se basará en sentimientos, perspectivas y opiniones personales. Estas lentes son formas de entender las Escrituras, pero no deben usarse de manera que contradigan la autoridad de las Escrituras.
Un ejemplo
"Por esta causa, pues, doblo mis rodillas ante el Padre... para que sean llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios" (Efesios 3:14, 19).
Pablo oró para que los creyentes efesios profundizaran en su relación con Dios. Oró para que fueran llenos de toda la plenitud de Dios. ¿Qué encontramos si leemos esta oración a través de estas tres lentes?
Tradición. Los cristianos de todas las generaciones han enseñado que Dios promete a los creyentes un caminar más profundo. Los cristianos no se han puesto de acuerdo en los detalles de cómo Dios cumple este propósito en los creyentes, pero a lo largo de la historia de la Iglesia, cristianos de muy diversos orígenes han coincidido en que Dios llama a sus hijos a una relación más profunda consigo mismo.
En el siglo II, Ireneo escribió que el propósito de Dios para nosotros es "que seamos hechos a imagen y semejanza de Dios".[2] Ireneo creía que cada creyente podía estar lleno de toda la plenitud de Dios. En el siglo IV, escritores orientales como Gregorio de Nisa enseñaron que el cristiano debe llenarse cada vez más de toda la plenitud de Dios. En el siglo XVII, el católico francés François Fenelon escribió que, por la fuerza de la gracia de Dios, podemos "vivir como Jesús vivió, pensar como él pensó....".[3] Por la gracia de Dios, podemos conformarnos a su imagen.
Razón. Al leer la oración de Pablo, nuestra razón se pregunta: "¿Es coherente mi interpretación de esta oración con el resto de la Escritura?". ¿Es razonable interpretar esta oración como una promesa de una vida más profunda para el cristiano? Mirando otras escrituras, vemos que Romanos 12:1, 1 Tesalonicenses 5:23, y otros textos sugieren una vida más profunda que está disponible para el creyente. La realidad de estar lleno de toda la plenitud de Dios es razonable.
La experiencia. La experiencia de los grandes cristianos a lo largo de la historia muestra su hambre de una vida más profunda. Todo cristiano comprometido tiene hambre de más de Dios. Los testimonios de grandes cristianos muestran que esta hambre fue satisfecha por la gracia de Dios.
[1]Esta ilustración es una adaptación del weblog de Danny Coleman: https://dannycoleman.blogspot.com/2013/02/quadrilateral-lenses.html. Imagen de la Biblia por Wolfgang Eckert de Pixabay, recuperada de https://pixabay.com/illustrations/a-book-bible-literature-pages-6402285/.
[2]Citado en William M. Greathouse, From the Apostles to Wesley (Kansas City: Beacon Hill Press, 1979), 38.
Cuestiones que hay que plantearse al examinar pasajes controvertidos
Hay pasajes de las Escrituras que se interpretan de forma diferente entre las iglesias y que a veces son objeto de debate entre amigos. Cuando vea uno de esos pasajes, en lugar de limitarse a defender su opinión, considere las siguientes preguntas:
¿Empiezo por la conclusión? ¿He decidido ya lo que creo que debe decir la Escritura antes de leerla?
¿Contradice mi interpretación de esta escritura otros pasajes de las Escrituras?
¿Otros versículos permiten comprender mejor este pasaje?
¿Mi interpretación se basa en un mensaje oculto, o estoy interpretando el pasaje de la manera más clara posible?
¿Da este pasaje una orden? En caso afirmativo, ¿cuál es la promesa implícita en el mandato?
¿Qué dice la tradición de la Iglesia cristiana a lo largo de los siglos sobre este pasaje?
¿Cuál es una interpretación clara y racional de este pasaje?
¿Qué dice la experiencia de otros cristianos sobre este pasaje?
Estas preguntas no garantizan que se llegue a un acuerdo total sobre la interpretación de un pasaje. Sin embargo, pueden ayudarle a encontrar áreas de acuerdo. Si no es así, las preguntas pueden ayudar a señalar las razones por las que cristianos sinceros y comprometidos con la autoridad de la Palabra de Dios discrepan en la interpretación de ciertos pasajes de las Escrituras.
Lección 8 Puntos clave
(1) La comprensión de los principios básicos de la interpretación bíblica le ayudará a no llegar a conclusiones erróneas en el estudio.
(2) Empiece por el texto, no por su conclusión. No permita que sus presuposiciones le hagan ignorar el texto.
(3) Las enseñanzas de las Escrituras no contradicen las enseñanzas de las Escrituras. Si dos pasajes parecen contradictorios, considere si ha malinterpretado uno de los pasajes.
(4) La Escritura es el mejor intérprete de la Escritura. Permita que los pasajes sencillos expliquen pasajes más difíciles.
(5) La Escritura fue escrita para ser entendida. Busca el sentido claro del texto.
(6) Un mandato bíblico implica una promesa bíblica. El Dios que da un mandamiento faculta nuestra obediencia.
(7) La Biblia contiene todo el conocimiento necesario para la salvación.
(8) Miramos las Escrituras a través de tres lentes que nos ayudan a comprender la Palabra de Dios:
Tradición: las ideas de otros cristianos a lo largo de la historia.
Razón: comprensión racional del significado del texto.
Experiencia: la experiencia espiritual de los cristianos.
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