Ningún libro de la Biblia ha tenido mayor impacto en la iglesia que la Epístola de Pablo a los Romanos. Tres grandes avivamientos surgieron a través del estudio de Romanos.
En los tiempos oscuros que rodearon la caída del Imperio Romano, hubo un avivamiento en la iglesia cristiana, encabezado por Agustín. Agustín atribuyó su liberación de la esclavitud del pecado a la lectura de Romanos. Romanos le enseñó a Agustín el poder de Dios para librarnos del pecado.
En una época cuando el Catolicismo Romano tenía a la iglesia sujeta a rituales y a una falsa doctrina, Martín Lutero descubrió en Romanos 1:17 que «la justicia de Dios es aquella por la cual Dios nos justifica en su gracia y pura misericordia… Este pasaje de Pablo se convirtió para mí en una entrada al cielo».[1] Romanos le enseñó a Martín Lutero el poder de Dios para justificar por medio de la fe.
En la Inglaterra del siglo XVIII, pocos cristianos creían que fuera posible tener una seguridad personal de la salvación. A través del estudio de Romanos, John Wesley descubrió que sí es posible tener esta seguridad, y comenzó un avivamiento cuyo impacto en el mundo llega hasta nuestros días. Romanos le enseñó a John Wesley el poder de Dios para salvación.
[1] Citado por Roland H. Bainton en Lutero. (Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1955), 26.
[2][Romanos] es el evangelio más puro. Es digna de que todo cristiano, no sólo la sepa de memoria palabra por palabra, sino también de que se ocupe en ella como su pan cotidiano del alma. Pues nunca puede llegar a ser leída o ponderada lo suficiente; y cuanto más se la estudia, tanto más preciosa y apetecible se vuelve.
- Martín Lutero Prefacio a la Carta a los Romanos
Trasfondo de Romanos
Fecha
La Epístola a los Romanos fue escrita durante el tercer viaje misionero de Pablo, alrededor del año 57 d.C. Probablemente, Pablo estaba en Corinto. Aunque Pablo aún no había visitado Roma, la conclusión de la carta da a entender que Pablo conocía a muchos de los miembros de la iglesia en Roma. Él esperaba visitar Roma, pero planeaba viajar primero a Jerusalén para entregar una ofrenda que las iglesias de Asia Menor habían recogido.[1] Estando en Jerusalén, Pablo fue arrestado y llevado como prisionero a Roma.
Propósitos
El propósito de Pablo al escribir la Epístola a los Romanos incluye tres motivaciones: inquietudes inmediatas relacionadas con la iglesia en Roma; una inquietud personal en relación con el futuro ministerial de Pablo; y un propósito supremo de enseñar cómo somos justificados ante Dios.
1. El propósito inmediato era atender las inquietudes de una iglesia que incluía creyentes judíos y gentiles. La iglesia en Roma fue fundada por judíos, probablemente nuevos convertidos que habían viajado a Jerusalén durante Pentecostés. En el año 49 d.C. el Emperador Claudio expulsó a los judíos de Roma.[2] Pocos años después, cuando los judíos regresaron a Roma, la iglesia estaba compuesta por dos grupos: cristianos judíos que observaban la Ley Mosaica y cristianos gentiles que estaban acostumbrados a vivir libres de las restricciones de la Ley Mosaica. Pablo se refirió a los temas que preocupaban a una iglesia compuesta por judíos y gentiles:
¿La salvación se obtiene por medio de la obediencia a la ley?
¿Cuál es el futuro de Israel como pueblo de Dios?
¿Cómo deberían los cristianos manejar las distintas convicciones en cuanto a temas como las leyes sobre los alimentos?
2. El final de Romanos revela la motivación personal de Pablo al escribir esta carta. España se había convertido en una parte cada vez más importante del Imperio Romano, despertando el interés de Pablo, cuya pasión era alcanzar los centros estratégicos del mundo romano. Romanos revela el plan de Pablo de hacer de Roma la base de operaciones para una campaña evangelística a España.[3]
3. El propósito supremo de Pablo era enseñar cómo somos justificados. Los cristianos judíos aprendieron que la justificación no se obtiene a través de la obediencia a la ley; es solamente por gracia, por medio de la fe. A los cristianos gentiles Pablo les recordó que Dios escogió trabajar a través del pueblo judío, por lo que no debían menospreciar a sus hermanos y hermanas judíos. Todos los creyentes, sean judíos o gentiles, son justificados por gracia.
[2] Hechos 18:2. El historiador Suetonio escribió que este decreto fue promulgado debido a revueltas que surgieron entre los judíos acerca de «Christos». Dado que «Christos» es la forma latina de Cristo, es probable que los conflictos fueran entre judíos y cristianos.
Introducción: El Poder del Evangelio para Salvación (Romanos 1:1-17)
Muchos lectores tienden a obviar la introducción de un libro y van directo a la parte principal. Sin embargo, en la Biblia, hasta la introducción es importante. Toda la Biblia es la Palabra inspirada de Dios y es «útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia».[1] Las introducciones de Pablo a menudo dan información esencial para comprender su propósito al escribir. En la introducción a Romanos aprendemos que:
El evangelio fue profetizado en el Antiguo Testamento.
El evangelio proclama a Jesús como el Mesías. Él era:
El Hijo de David
El Hijo de Dios
Quien resucitó de entre los muertos
El evangelio es el poder de Dios para salvación a todos los que creen, tanto judíos como gentiles.
El evangelio revela la justicia de Dios a todos los que creen.
La Justicia de Dios Revelada en Juicio (Romanos 1:17-3:20)
► ¿Se puede decir que el juicio es parte de las «buenas nuevas» del evangelio?
Pablo inicia con las «malas noticias» de condenación; toda la humanidad está condenada ante un Dios justo.
En Romanos 1:17-32, Pablo escribe sobre el pecado de los gentiles, específicamente de los paganos que «cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible».[2] En esta sección Pablo habla de los pecados que sus lectores judíos calificarían como pecados «de los gentiles»: idolatría, homosexualidad, homicidio, crueldad, etc. Pablo advierte que estos pecados merecen la muerte.
En 2:1-16, Pablo habla sobre los moralistas. Estos son «buenas personas» que condenan a los gentiles paganos del capítulo 1, pero también son culpables de pecado.
En 2:17-3:8, Pablo se dirige a su audiencia judía. A través de una serie de preguntas retóricas, Pablo defiende la justicia de Dios al juzgar a los judíos que han «pecado bajo la ley».
En 3:9-20, Pablo concluye, «No hay justo, ni aun uno».[3] Toda la humanidad está condenada ante un Dios santo.
La Justicia de Dios Revelada en la Salvación (Romanos 3:21-8:39)
Después de las malas noticias de condenación, Pablo da las buenas noticias («evangelio») de que somos justificados delante de Dios, no por obras, sino a través de «la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él».[4] Pablo muestra que la justicia de Dios se revela en la salvación y la transformación del creyente.
Justificación por medio de la fe (Romanos 3:21-5:21)
Así como Abraham fue justificado sólo por la fe, somos justificados por medio de la fe, no por obras. Tenemos paz con Dios por medio de la expiación provista por la muerte de Jesucristo. Por medio de Él, nos regocijamos en la esperanza de gloria. Por medio de Él, tenemos vida. Pablo muestra que ni judíos ni gentiles tienen razón alguna para jactarse excepto en la gracia ofrecida por Dios a través de Jesucristo. La justicia de Dios se revela en Su gracia, ofrecida libremente a la humanidad.
Justificación y pecado (Romanos 6:1-23)
Al leer el gozoso testimonio de Pablo acerca del poder de la gracia, algún lector podría preguntar, «¿Deberíamos seguir pecando, para que la gracia abunde?». Otro podría atacar la doctrina de la gracia de Pablo, diciendo que induce a las personas a seguir viviendo en el pecado voluntario. Pablo responde con un enfático «En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?». Cuando fuimos bautizados en Cristo, morimos al pecado. Por su gracia, ya no vivimos bajo el poder del pecado. Nuestros cuerpos ya nos son instrumentos de iniquidad; por el poder de la salvación, nuestros cuerpos han sido entregados a Dios como instrumentos de justicia. «Libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia». La justicia de Dios se revela en Su poder para librarnos del pecado.
El pecado y la ley (Romanos 7:1-25)
► Lean Romanos 7. ¿A quién se describe en este capítulo?
Puesto que hemos sido justificados por medio de la gracia de Dios, ahora «estamos libres de la ley… de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra».[5] Un lector judío podría preguntarle a Pablo, «¿Qué estás diciendo? ¿La ley es pecado?». Pablo responde, «En ninguna manera». La ley define el pecado. Y al hacerlo, nos despierta a la realidad del pecado, y despierta en nuestros corazones rebeldes el deseo de pecar. La ley, que fue dada por Dios para nuestro bien, se convierte en un instrumento para el mal.
Pablo ilustra este principio en un pasaje que se ha convertido en una de las secciones más polémicas de Romanos. Hay tres formas básicas de interpretar Romanos 7:7-25:
Una descripción de la vida cristiana normal. Muchos en la tradición reformada afirman que Pablo está describiendo la vida de un creyente que desea obedecer la ley de Dios, pero es incapaz de hacerlo. Sin embargo, es difícil reconciliar la gloriosa imagen de la vida justificada que se presenta en Romanos 4-6 («tenemos paz para con Dios...»; «libertados del pecado...») con la esclavitud de Romanos 7 («¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?»).
Una descripción de un creyente no santificado. Algunos en la tradición wesleyana han sugerido que Pablo está describiendo la vida de un creyente que ha sido justificado, pero no enteramente santificado. Nuevamente, encontramos dificultades para reconciliar esta posición con la imagen de Pablo de un creyente victorioso que vive en paz con Dios.
Una descripción de un pecador que despierta a la realidad de su pecado. Los padres de la iglesia primitiva veían este capítulo como una imagen de la condición de Pablo antes de su conversión, cuando trataba de guardar la ley en sus propias fuerzas. Es la imagen de un pecador que toma conciencia de su necesidad, pero que aún no ha sido justificado por gracia por medio de la fe. Esta persona busca la justicia de algún modo, pero aún no ha experimentado el gozo de Romanos 8:1, «Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu».
Santificación: La vida en el Espíritu (Romanos 8:1-17)
La respuesta a las luchas de Romanos 7 es el poder del Espíritu. «Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte».[6] En lugar de intentos frustrados de obedecer la ley en nuestras propias fuerzas, somos empoderados por el Espíritu para hacer «morir las obras de la carne».[7] El tono victorioso de Romanos 8 presenta un marcado contraste con las luchas de Romanos 7. ¿Por qué? «El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios». Esta vida victoriosa, no Romanos 7, es el modelo de Pablo para la experiencia cristiana.
Una vida victoriosa no se vive en nuestras propias fuerzas, sino en el poder del Espíritu Santo. El Espíritu Santo nos libera de la esclavitud del pecado[8]; el Espíritu Santo nos da seguridad de nuestra salvación[9]; el Espíritu Santo guía nuestras oraciones[10]; la vida del creyente se vive enteramente en el poder del Espíritu Santo.
La seguridad de nuestra esperanza (Romanos 8:18-39)
El punto culminante de la enseñanza de Pablo acerca de la salvación es su celebración de la gloria que nos espera a todos los creyentes. Pablo escribe «que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse». Pablo anima a sus lectores con la promesa de que Dios trabaja de tal modo que «a los que aman a Dios todas las cosas les ayudan a bien… a los que conforme a su propósito son llamados». Y nos recuerda que nuestra esperanza viene de Dios, quien hizo posible nuestra salvación. «Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?».
Dios es quien nos justifica; Dios es quien nos guarda. Pablo celebra la confianza que como hijos de Dios tenemos:
«Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro».
La Justicia de Dios se Revela en la Elección (Romanos 9:1-11:36)
Otra pregunta que podría plantear alguien que oye la enseñanza de Pablo es, «¿Qué pasa con Israel? ¿Le ha fallado Dios en sus promesas a su pueblo escogido?». En Romanos 9-11, Pablo explica que la descendencia de Abraham está basada en la fe, no en el origen étnico.[11] Dios no ha abandonado a Israel; por el contrario, Dios está trabajando a través de Israel para bendecir a todas las naciones. La bendición de las naciones le fue prometida a Abraham[12]; fue anunciada por los profetas[13]; y ahora se está cumpliendo entre los gentiles.[14] La bendición de Dios sobre los gentiles no es el rechazo final de Israel. Su propósito para Israel será cumplido.
Romanos 9-11 se refiere al problema de la incredulidad de Israel con tres verdades:[15]
Las promesas de Dios siempre fueron dirigidas a los creyentes. Las promesas a Israel en el pasado eran para todos los que creen – tanto para los gentiles como para el remanente fiel de Israel (9:6-29).
Israel ha sido rechazado por su incredulidad. En el presente, los gentiles han alcanzado la justicia que es por fe, mientras que Israel no ha alcanzó la justicia porque iba tras ella no por fe, sino por las obras de la ley (9:30-10:21).
El rechazo de Israel es temporal, no definitivo. Dios no ha olvidado sus promesas. En el futuro, todo Israel será salvo al volverse a Dios en fe (11:1-36).
Pablo termina esta sección de Romanos con una doxología en la que alaba a Dios por su sabiduría insondable, su conocimiento, sus juicios y sus caminos.[16] Aunque no podemos entender totalmente los caminos de Dios, le alabamos porque confiamos en su bondad y su justicia, y sabemos que «de él, y por él, y para él, son todas las cosas».[17] Sus caminos son dignos de nuestra alabanza.
La Justicia de Dios Vista en la Vida del Creyente (Romanos 12:1-15:13)
La teología de Pablo siempre es práctica. Varias de las cartas de Pablo se dividen en dos grandes secciones. En la primera sección, Pablo enseña lo que creemos; en la segunda sección enseña cómo debemos vivir. Este patrón se puede ver en Romanos:
Doctrina. Pablo enseña cómo una persona es justificada delante de Dios (Romanos 1-11).
Aplicación. Pablo enseña cómo una persona justificada debe vivir (Romanos 12-16).
Romanos 12-15 muestra cómo los principios que se enseñan en Romanos 1-11 se aplican en la vida diaria. En Romanos 12, Pablo llama a sus lectores a entregarse a sí mismos como sacrificio vivo y santo a Dios. La justicia de Dios en la justificación y la santificación transforma todas las áreas de la vida. Alguien que anda en el Espíritu y no en la carne mostrará la justicia de Dios en la vida cotidiana. Pablo identifica algunos aspectos prácticos de esta nueva manera de vivir:
Usamos nuestros dones espirituales para servir a otros (Romanos 12:3-8).
Tratamos a los demás en formas que demuestran el Cristianismo verdadero (Romanos 12:9-21).
Nos sometemos a las autoridades gobernantes (Romanos 13:1-7).
Cumplimos la ley a través del amor (Romanos 13:8-14).
Practicamos el principio de libertad al no juzgar a nuestros hermanos (Romanos 14:1-12).
Practicamos el principio de amor al no ejercer nuestra libertad en formas que sean de tropiezo para nuestros hermanos más débiles (Romanos 14:13-14:23).
Seguimos el ejemplo de Cristo «…para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo» (Romanos 15:1-13).
Conclusión (Romanos 15:14-16:27)
En su conclusión, Pablo comparte su plan de visitar Roma en camino hacia España. Espera que Roma se convierta en base de operaciones para llevar el evangelio a España. Manda saludos a algunos consiervos y, como es común en las cartas de Pablo, concluye con una doxología. Esta doxología alaba a Dios por «la revelación del misterio» que «ha sido manifestado ahora».[18] El misterio que ha sido revelado es la gozosa noticia de que el evangelio es para todas las personas. La justicia de Dios ha sido revelada «por fe y para fe»; todos los que creen son salvos.
[19]Predicando el Juicio «El primer deber del predicador del Evangelio es proclamar la Ley de Dios, porque ella le instruirá y le guiará a la vida eterna, la cual está en Jesucristo». - Martín Lutero «Antes de que pueda predicar el amor, la misericordia y la gracia, tengo que predicar el pecado, la ley y el juicio final». John Wesley «Jamás aceptarán la gracia hasta que hayan temblado ante un Dios justo y santo». - Charles Spurgeon «No podemos venir a Cristo para ser justificados sin antes haber pasado por Moisés para ser condenados».
- John Stott
Romanos en la Iglesia Hoy
Romanos le enseña a la iglesia actual la importancia de una doctrina clara. Recuerde que Pablo escribió esta epístola para cristianos ordinarios. En una época en la que los creyentes muchas veces son tratados como niños espirituales incapaces de digerir la verdad bíblica, Romanos demuestra que a los cristianos se les puede enseñar doctrina profunda.
Romanos le enseña a la iglesia de hoy la importancia de aplicar la doctrina en la vida diaria. El interés de Pablo en la doctrina no es únicamente para el debate intelectual. Pablo enseña doctrina con el fin de transformar la vida del creyente.
Después de las grandes verdades de Romanos 1-11, Pablo prosigue, «Así que, hermanos, os ruego…».[1] La expresión «Así que» conecta lo que Pablo está a punto de decir con lo que ya ha expuesto. Podríamos parafrasear, «Por causa de estas verdades (justificación, santificación y elección), les pido que se presenten ustedes mismos como sacrificio vivo al Dios que les ha dado estas bendiciones… Así es como esta transformación debe reflejarse en su vida diaria». Pablo entonces continúa con la aplicación práctica de esta transformación en Romanos 12-15. No es suficiente con tener la doctrina correcta; debemos aplicar la doctrina día tras día.
El miércoles 24 de mayo de 1738, John Wesley asistió a una reunión morava en la calle Aldersgate, en Londres. Durante años Wesley había luchado buscando una certeza de su salvación. Como muchos de sus contemporáneos, él creía que la justificación estaba basada en la capacidad de cada uno de vivir una vida recta. Al escuchar a William Holland leer el prefacio de Martín Lutero al libro de Romanos, Wesley fue transformado. Luego Wesley escribió:
«En la noche fui de muy mala gana a una sociedad en la Calle de Aldersgate, donde alguien estaba dando lectura al prefacio de Lutero a la Epístola a los Romanos. Cerca de un cuarto para las nueve de la noche, mientras él describía el cambio que Dios obra en el corazón a través de la fe en Cristo, yo sentí un extraño ardor en mi corazón. Sentí que confiaba en Cristo, sólo en Cristo para la salvación, y recibí una seguridad de que Él me había quitado todos mis pecados, aun los míos, y me había librado de la ley del pecado y de la muerte».[1]
Aquella noche, John Wesley entendió la verdad de Romanos 1:17, «Mas el justo por la fe vivirá». Esta gran verdad inspiró un avivamiento que se extendió por toda Inglaterra y, con el tiempo, alrededor del mundo.
Demuestre su comprensión de esta lección con las siguientes asignaciones:
(1) Elija una de las siguientes asignaciones:
Prepare un sermón o un estudio bíblico sobre la justificación por la fe, con base en Romanos. Puede escribir un documento de 5 a 6 páginas, o grabar un sermón o estudio.
Escriba un bosquejo del libro de Romanos que muestre tanto la enseñanza doctrinal de Romanos 1-11 como la aplicación práctica de Romanos 12-16. Debe realizar su propio bosquejo, no copiar uno de un comentario o estudio bíblico.
(2) Haga el examen correspondiente a esta lección. La prueba incluye los versículos asignados para memorizar.
Lección 5 Preguntas de Examen
1. Mencione tres propósitos de Romanos.
2. Mencione cuatro verdades acerca del evangelio que se encuentran en la introducción de Romanos.
3. Mencione los tres grupos que están condenados en Romanos 1-3.
4. En Romanos 6, ¿cuál es la respuesta de Pablo a alguien que pregunta si podemos seguir viviendo en pecado para que la gracia abunde?
5. ¿Cuáles son tres posibles interpretaciones de Romanos 7:7-25?
6. Pablo responde al problema de la incredulidad de Israel con tres verdades. Mencione dichas verdades.
7. Con base en Romanos 12-15, anote tres formas en las que podemos vivir conforme a la justicia de Dios.
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