[1] "Map of the NT World" was created by SGC with open data from NED and Bible Geocoding (CC BY 4.0), available from https://www.flickr.com/photos/sgc-library/52344115203, public domain (CC0).
[1] “Map of Israel” was created by SGC with open data from NED, SRTM, NASA, and Bible Geocoding (CC BY 4.0), available from https://www.flickr.com/photos/sgc-library/52344178339, public domain (CC0).
Objetivos de la Lección
Al finalizar esta lección, el estudiante deberá ser capaz de:
(1) Conocer la geografía de Palestina y su importancia para el Nuevo Testamento.
(2) Entender el contexto histórico del Nuevo Testamento.
(3) Reconocer la influencia romana, griega y judía sobre el Nuevo Testamento.
(4) Apreciar las costumbres antiguas del Nuevo Testamento.
Lección
► Lea Mateo 1:1-7; Lucas 1:1-5; 2:1-5
► Memorice Gálatas 4:4-5
La Importancia de la Historia y la Geografía para el Nuevo Testamento
► ¿Es la verdad histórica de la Biblia importante para la fe cristiana? ¿Por qué?
La fe cristiana está basada en hechos históricos. Nuestra fe tiene sus raíces en los hechos de Dios, que está activo en la historia humana, y en la vida de Jesús, quien «fue hecho carne, y habitó entre nosotros…».[1] Por esta razón, el contexto histórico del Cristianismo es importante para el Nuevo Testamento. Los pasajes de Mateo y Lucas al inicio de esta lección muestran el énfasis de los autores en el contexto histórico de la vida de Jesús.
El Cristianismo es muy diferente a muchas de las religiones del mundo. Los estudiosos de las religiones orientales han comprobado que el Budismo es esencialmente lo mismo con o sin Buda; El Hinduismo sigue siendo lo mismo sin muchos de sus dioses. Sin embargo, el Cristianismo sería vacío sin la vida, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret. «Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe».[2]
El Cristianismo es una fe histórica; la Biblia es un libro histórico. No relata leyendas y mitos; es un registro de eventos históricos. Algunos eruditos contemporáneos afirman que la Biblia es una colección de admirable enseñanza ética ilustrada con mitos pre-científicos. No obstante, la Biblia no nos da esta opción; las Escrituras claramente profesan ser verdad histórica.
El Nuevo Testamento está arraigado en un tiempo, un lugar y culturas específicos. El tiempo es el siglo primero d.C.; el lugar es Palestina y el mundo romano; las culturas son judía, griega y romana. Dada la importancia de este contexto histórico y geográfico, vamos a iniciar este curso con un estudio del mundo de Jesús y de la iglesia primitiva.
La tierra de Palestina es central en la historia de Israel y en el ministerio terrenal de Jesús. De hecho, el título «Jesús de Nazaret» indica la importancia que tuvo en su vida este lugar en particular.
Palestina tiene una extensión aproximada de 75 kilómetros de ancho por 235 kilómetros de largo.[1] Aunque es pequeña, esta área se encuentra en una ubicación estratégica para los eventos de la historia antigua. Su ubicación entre Egipto al suroeste, Siria al norte, Asiria al noreste y Babilonia al este, hizo de esta región un puente para el comercio y un punto estratégico de gran relevancia militar.
Accidentes Geográficos de Oeste a Este
Al desplazarse de oeste a este (desde el Mar Mediterráneo hasta el Río Jordán), el viajero encontraba a su paso por Palestina tres tipos distintos de terreno. Primero, la Planicie Costera a lo largo del Mediterráneo. De ahí el relieve se eleva a través de la Cordillera Central hasta un punto de aproximadamente 800 metros[2] sobre el nivel del mar. Jerusalén era el punto más alto de Israel, tanto en términos geográficos como espirituales.
Más hacia el este se encuentra el Desierto de Judea, una zona desolada de montañas y terreno escabroso. Esta región era peligrosa para los viajeros e inhóspita para sus habitantes.
Después de esta zona montañosa se encuentra el Valle del Jordán, a 415 metros[3] bajo el nivel del mar, siendo el punto más bajo de la geografía del planeta. El Río Jordán recorre 100 kilómetros[4] desde las montañas al norte del Mar de Galilea hasta el Mar Muerto en el sur. Una secta judía conocida como los esenios escondieron su biblioteca en las cuevas cercanas al Mar Muerto cuando los romanos atacaron Judea en el año 66 d.C. Estos Rollos del Mar Muerto fueron descubiertos en 1946 y entre ellos se encuentran los manuscritos más antiguos del Antiguo Testamento.
El Río Jordán fue el límite oriental de los viajes de Jesús durante la mayor parte de su ministerio. Sin embargo, en ocasiones Jesús cruzó el Mar de Galilea para ir a la región de Transjordania. Esta región incluía la Decápolis («Diez Ciudades» fundadas durante el período de la dominación griega) y Perea. Para sorpresa de sus seguidores, Jesús estaba dispuesto a ministrar a los gentiles en estos lugares. En Decápolis y Perea los discípulos de Jesús vieron indicios de la posterior comisión de predicar «en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra».[5]
Accidentes Geográficos de Norte a Sur
Al desplazarse de norte a sur, el viajero iba de Galilea, pasando por Samaria, hasta Judea, centro político y religioso de Palestina. Galilea era una zona comercial rodeada por el Mar de Galilea, un lago de agua dulce. Nazaret era uno de los muchos pueblos pequeños en esta hermosa región. Galilea gozaba de una abundancia de pescado del Mar de Galilea, así como de frutas y vegetales que se producían durante todo el año en la Llanura de Genesaret, una zona de clima templado al margen noroccidental del Mar de Galilea.
La región de Samaria separaba a los judíos que habitaban el norte de Israel del Templo de Jerusalén. Los samaritanos eran descendientes de judíos que se habían casado con gentiles después de la invasión asiria en el año 722 a.C. Los samaritanos observaban la Ley del Antiguo Testamento, practicaban la circuncisión, celebraban las festividades judías, y esperaban la venida del Mesías. Sin embargo, los samaritanos tenían su propio lugar de adoración en el Monte Gerizim, y eran considerados impuros por los judíos. Muchos judíos preferían cruzar el Río Jordán y viajar a lo largo del margen oriental del Jordán, para evitar pasar por Samaria. Jesús, en cambio, viajó a través de Samaria para ministrar a la mujer en el pozo. Esta mujer samaritana escuchó la primera afirmación directa de Jesús en la que se declara a sí mismo como el Mesías.[6]
Judea y su ciudad principal, Jerusalén, se situaban en el sur. Visible desde lejos, el Monte de Sion era el centro religioso de la fe judía. Cada año, durante la Pascua, cientos de familias judías visitaban el Templo. La familia de Jesús hizo este viaje cuando él era un niño, y fue en la casa de su Padre donde lo encontraron sentado entre los maestros de la ley.[7]
Desde la caída de Jerusalén en manos de Babilonia en el año 586 a.C., la historia de Palestina se ha caracterizado por la agitación y el conflicto. Judá nunca recuperó su gloria de antaño.
El Imperio Babilónico controló Palestina hasta su caída en manos del Emperador Ciro de Persia, en el año 539 a.C. Ciro permitió a los judíos regresar a Jerusalén. Durante el siguiente siglo, la ciudad fue reconstruida bajo el liderazgo de Esdras, Zorobabel y Nehemías. No obstante, Jerusalén seguía estando bajo el dominio persa. Debido a esta influencia persa, la gente común en los tiempos de Jesús hablaba arameo, el idioma del Imperio Persa.
En el año 334 a.C. Alejandro Magno derrotó a los persas. Palestina pasó a formar parte del Imperio Griego. Después de la muerte de Alejandro en el año 323 a.C., su imperio se dividió entre cuatro generales. Palestina se convirtió en un campo de batalla entre dos de estos generales y sus seguidores, los ptolomeos y los seléucidas. Este fue uno de los períodos más oscuros de la historia judía. Durante este tiempo, Antíoco Epífanes (gobernante de la dinastía Seléucida) profanó el templo cuando edificó un altar al dios griego Zeus en el Templo de Jerusalén.
La tiranía de Antíoco Epífanes inspiró la revuelta de los Macabeos. Los Macabeos retomaron el control de Judea y establecieron la dinastía Asmonea. Del año 166 al 63 a.C. Palestina fue gobernada por la familia de los Macabeos y sus sucesores. Desafortunadamente, este fue un período de inestabilidad nacional debido a las rivalidades familiares y la apostasía religiosa. Para el año 67 a.C. se había desatado una guerra civil entre bandos de la familia gobernante.
Pronto Roma aprovechó la división entre los líderes judíos para tomar el control de Palestina. En el año 63 a.C. el general romano Pompeyo conquistó Jerusalén. Pompeyo designó a su representante, Hircano II, como sumo sacerdote y lo hizo gobernador de facto sobre Judea. En los tiempos de Jesús, Palestina estaba gobernada por Roma.
En el año 37 a.C. Herodes el Grande fue nombrado rey de Judea por el Senado Romano. Herodes era un idumeo, descendiente de los edomitas. Los edomitas eran antiguos enemigos de Israel. No permitieron que el pueblo de Israel pasara por su territorio en camino hacia Canaán.[1] La cooperación de Edom con Babilonia en la destrucción de Jerusalén llevó a la profecía de Abdías del juicio sobre Edom.[2]
Alrededor del año 30 a.C. Herodes había conquistado a sus enemigos y era el único gobernante de Judea. Herodes tenía una compleja mezcla de cualidades positivas y negativas. Por una parte, respetaba a los judíos – reconstruyó el templo y permitió la observancia de las leyes judías relativas a su dieta. Por otra parte, era terriblemente celoso, al punto de matar a varios de sus hijos cuando alcanzaron edad suficiente para convertirse en rivales por el trono. Para Herodes, la masacre de Belén era un pequeño precio a pagar para proteger su posición. Jesús fue librado cuando un ángel le advirtió a José que huyeran a Egipto.
Después de la muerte de Herodes el Grande en el año 4 a.C., su reino fue dividido entre tres de sus hijos. Estos gobernantes tuvieron un impacto directo en la historia del Nuevo Testamento y en el ministerio de Jesús.
Herodes Arquelao recibió el control de Judea. A causa de la reputación de Arquelao por su brutalidad, a su regreso de Egipto, José y María fueron a Nazaret y no a Belén.[3] La crueldad de Arquelao motivó que una delegación judía apelara a Roma en busca de auxilio. Arquelao fue desterrado y Judea fue puesta bajo el gobierno de procuradores nombrados por Roma.
Cuando Jesús fue juzgado, Poncio Pilato era el procurador romano. Pilato residía en Cesarea y viajaba a Jerusalén durante las festividades importantes.[4] El procurador tenía la poco envidiable tarea de mediar entre Roma y el liderazgo judío. Pilato debía velar por que se cumplieran las demandas de Roma y a la vez evitar que los judíos se sublevaran. Para lograrlo, Pilato permitió que el Sanedrín gozara de gran libertad para la toma de decisiones religiosas y culturales para la nación. Caifás, el Sumo Sacerdote, temía que esa libertad les sería quitada si las acciones de Jesús provocaban la ira de Roma.[5]
Herodes Filipo fue el más generoso de los hijos de Herodes. Gobernó la región al noreste de Galilea. Jesús pasó tiempo en esta región para evitar el peligro de ser arrestado por los líderes religiosos judíos en Jerusalén. Jesús llevaría a cabo el sacrificio por nuestros pecados en el tiempo de Dios, no en el de los dirigentes del Templo.
Herodes Filipo reconstruyó la ciudad de Banias y la llamó Cesarea de Filipo. Fue allí donde Pedro hizo su gran confesión, «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente».[6]
Herodes Antipas gobernó Galilea y Perea del año 4 a.C. al 39 d.C. Antipas encarceló y mató a Juan el Bautista.[7] Puesto que Herodes Antipas tenía autoridad sobre Galilea, Pilato trató de evitar responsabilidad por la suerte de Jesús, enviándolo ante Antipas para que lo juzgara.[8] Sin embargo, Herodes se negó a juzgarlo y envió a Jesús de vuelta ante Pilato para ser sentenciado.
El contexto cultural del Nuevo Testamento es tan importante como el contexto histórico. Dios envió a Jesús a un mundo influenciado por tres culturas distintas. Cada una de estas culturas tuvo un impacto importante en el mundo del Nuevo Testamento.
El Contexto Griego del Nuevo Testamento
La influencia de Alejandro Magno perduró por largo tiempo después de su muerte en el año 323 a.C. Probablemente su aporte más duradero al Nuevo Testamento fue el idioma griego. Este idioma proveyó un lenguaje común para la expansión del evangelio.
El Nuevo Testamento fue escrito en griego koiné, el «griego común» que se hablaba en todo el mundo Mediterráneo durante el primer siglo. Mientras que el arameo (el idioma que se hablaba en Palestina) y el hebreo (el idioma del Antiguo Testamento) estaban limitados al pueblo judío, el griego se hablaba en todo el Imperio Romano. El mensaje de los apóstoles se entendía dondequiera que predicaban.
La precisión del griego era apropiada para los profundos conceptos teológicos de las cartas de Pablo. El hebreo es un lenguaje poético muy hermoso, ideal para las ricas imágenes de los poetas y los profetas del Antiguo Testamento. El griego es un lenguaje más preciso, lo que permitió que Pablo instruyera a los nuevos creyentes en las profundas doctrinas de la justificación y la santificación.
La Septuaginta es la traducción griega del Antiguo Testamento. Esta traducción, que data del siglo III a.C., permitió a los judíos greco parlantes leer las Sagradas Escrituras. Además, la Septuaginta permitió que el Antiguo Testamento (la Biblia de la iglesia primitiva) pudiera ser leído por los creyentes gentiles.
El Contexto Romano del Nuevo Testamento
Casi todos los libros del Nuevo Testamento muestran la influencia de su contexto romano. Jesús y los apóstoles vivieron en el mundo romano.
Los Evangelios
La influencia romana en la vida de Jesús se observa en su nacimiento. Dios usó un censo decretado por un emperador romano para cumplir la profecía de Miqueas de que el Mesías nacería en Belén.[1] Así como el gobernante persa Ciro se convirtió en instrumento de Dios para hacer a su pueblo volver del exilio, Augusto César fue el instrumento de Dios para llevar a José y María de Nazaret a Belén.
Había dos métodos para realizar un censo. Los romanos preferían registrar a cada persona en la cuidad donde vivía. Sin embargo, los judíos preferían mantener los registros tribales en el hogar ancestral de cada familia. Quizás para congraciarse con los judíos, Roma permitió que Judea realizara el censo de la manera tradicional. Esto hizo necesario que José y María viajaran 100 kilómetros[2] desde su hogar en Nazaret.
Los evangelios muestran el conflicto entre Jesús y los dirigentes romanos, que se sentían amenazados por su mensaje de un nuevo reino. Desde la masacre de los infantes por parte de Herodes hasta la inscripción de Pilato sobre la cruz («Rey de los Judíos»), el conflicto entre el Reino de Dios y el Reino de César se observa a lo largo del ministerio terrenal de Jesús. Aunque fue poco lo que Jesús dijo acerca de Roma y su política, el mensaje del Reino de Dios era un desafío para los reinos de este mundo.
El Libro de Hechos
Hechos muestra cómo Dios usó el Imperio Romano para el avance del evangelio. El término pax romana se refería a la brutalmente impuesta «paz» del Imperio Romano.[3] Si bien es cierto que Roma con frecuencia usaba su poder injustamente (como en la crucifixión de Jesús), el poder de Roma también permitió proteger a los viajeros de los bárbaros, logró la unificación del Imperio, e hizo posibles los viajes misioneros de los apóstoles. Roma construyó 85,000 kilómetros[4] de caminos, desde el Río Éufrates en el este hasta Escocia en el oeste, y estableció rutas marítimas a través del Mediterráneo. Los viajes misioneros de Pablo fueron posibles en gran medida gracias a los caminos y las rutas establecidas por Roma.
A diferencia de la cultura judía tradicional, la cual se desarrolló en torno a pequeños pueblos y zonas rurales, Roma fue un imperio de grandes ciudades. Estas ciudades fueron de gran importancia para la propagación del evangelio. Podemos seguir el rastro de los viajes de Pablo identificando las grandes ciudades del Imperio Romano. En cada región, Pablo evangelizó en las ciudades más importantes con el propósito de alcanzar al mayor número de personas. Pablo predicó el evangelio en las principales ciudades del Imperio Romano, y se propuso predicar en Roma, centro del mundo del primer siglo.[5]
Pablo hizo uso de los derechos que le otorgaba la ciudadanía romana para ayudar a la expansión del evangelio. Desde su petición de protección legal en Filipos[6] hasta su solicitud de una audiencia ante César,[7] Pablo utilizó su condición de ciudadano romano a favor de la causa de Cristo.
Las Cartas de Pablo
Las cartas de Pablo demuestran su conocimiento del mundo romano. Filipenses utiliza el lenguaje de la ciudadanía para recordarles a sus lectores que su «ciudadanía está en los cielos».[8] Pablo escribió su carta a Filemón sabiendo que la ley romana lo facultaba para ejecutar a Onésimo, un esclavo fugitivo y un convertido de Pablo. En Romanos, Gálatas y Efesios, Pablo utiliza el lenguaje legal romano para explicar conceptos teológicos como la justificación y el perdón.
Incluso la figura de la adopción utilizada por Pablo era más familiar para los romanos que para los judíos.[9] La adopción era muy común en la sociedad romana. Los romanos entendían que la adopción incluía la cancelación de deudas, la herencia de los derechos para el nuevo hijo, y el comienzo de una nueva vida. Pablo utilizó estos conceptos legales romanos para explicar el cambio que tiene lugar cuando un nuevo creyente es adoptado en la familia de Dios.
El Libro de Apocalipsis
Roma se jactaba de su tolerancia hacia otras creencias religiosas; no obstante, demandaba que todas las personas reconocieran la divinidad del Emperador. Roma no objetaba las enseñanzas judías o cristianas siempre y cuando el adorador afirmara que «César es Señor». Sin embargo, el mensaje cristiano de que «Jesucristo es Señor» era inaceptable para el gobierno romano.[10] Era cuestión de tiempo para que la iglesia entrara en conflicto con Roma.
No obstante, el mal que los hombres procuraron hacer, «Dios lo encaminó a bien».[11] La persecución vino a ser uno de los principales medios que Dios usó para el cumplimiento de la Gran Comisión. Por causa de la persecución, los creyentes «fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria». De acuerdo con el plan de Dios, «los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio».[12]
El libro de Apocalipsis fue escrito en el contexto de esta persecución romana. Las visiones de Juan dieron a los cristianos que estaban sufriendo la seguridad de que Roma (o cualquier otro poder que se opusiera a Dios) sería derrotada. Dios, no César, está en control de la historia humana.
El Contexto Judío del Nuevo Testamento
Expectativas Mesiánicas
«Cristo» es la palabra griega equivalente al término hebreo «Mesías». Las multitudes que seguían a Jesús estaban buscando al Mesías. Pablo afirmó «que Jesús, a quien yo os anuncio… es el Cristo».[13] La expectativa del pueblo acerca del Mesías que había de venir abrió sus oídos a la predicación de Jesús.
Sinagogas
Después de la destrucción del Templo en el año 586 a.C., las sinagogas brindaron un lugar de adoración para el pueblo judío. Cualquier comunidad que tuviera al menos diez hombres judíos tenía una sinagoga. La sinagoga era un lugar de adoración, una escuela, una corte civil y religiosa, y un centro para actividades sociales. El primer sermón de Jesús que registran los evangelios fue predicado en una sinagoga; Jesús sanó y enseñó en las sinagogas.[14]
Aun después de que Ciro permitió a los judíos regresar a su tierra, muchos judíos permanecieron en Babilonia, en Alejandría de Egipto, y en otras ciudades a las que habían huido después de la caída de Jerusalén. Esto tuvo gran importancia para la expansión del evangelio. Casi en todas las ciudades donde los apóstoles predicaron, encontraron poblaciones judías que se reunían en sinagogas.
Cuando Pablo visitaba una nueva ciudad, predicaba primero en la sinagoga, donde encontraba adoradores judíos, así como gentiles devotos y temerosos de Dios que buscaban la verdad.[15] Estos gentiles se mostraron abiertos al mensaje del evangelio.
Grupos Religiosos Judíos
Los fariseos eran el grupo religioso más conocido de los tiempos de Jesús. Aunque eran pocos en número (aproximadamente 6,000), eran populares entre la gente común. Este grupo era respetado por su estricta obediencia a la Ley Mosaica. Los fariseos tenían muchas creencias en común con los cristianos: la resurrección, los ángeles, la oración, y el respeto por el Antiguo Testamento. Sin embargo, añadieron muchas tradiciones orales a la Ley Mosaica. En última instancia, los fariseos no aceptaron a Jesús como el Mesías.
Los saduceos tenían poder político en los tiempos de Jesús. Por cooperar con Roma, los saduceos ganaron el control del sumo sacerdocio y el Sanedrín. Los saduceos aceptaban únicamente la Torah como autoridad.[16] Rechazaban los libros proféticos y la tradición oral. Como resultado, no creían en los ángeles, los espíritus y la resurrección. Dado que su poder estaba concentrado en la política del Templo, los saduceos desaparecieron después de la destrucción del Templo en el año 70 d.C.
[16]Torah significa «la Ley». Este es el término Hebreo que se usa para referirse a los cinco libros de Moisés.
Costumbres del Mundo del Nuevo Testamento
Comprender las costumbres del mundo del Nuevo Testamento nos ayuda a entender mejor el mensaje del Nuevo Testamento. En años recientes los eruditos han estudiado las costumbres y tradiciones de la antigua Judea. Algunos ejemplos demuestran el valor de estudiar las costumbres del Nuevo Testamento.
En su mayoría, las familias judías vivían en hogares de una sola habitación. Los animales permanecían en una habitación exterior, donde había pesebres para alimentarlos. Cuando María y José fueron a Belén, probablemente les permitieron quedarse en esta habitación exterior, puesto que las habitaciones para huéspedes estaban llenas por causa del censo. El dueño del mesón, lejos de ser grosero, les estaba ofreciendo el mejor hospedaje disponible durante esa época tan ocupada.
Los pastores judíos a menudo tenían varios rebaños de ovejas pastando juntos. Cuando era tiempo de separar las ovejas, cada pastor llamaba a sus ovejas y estas se reunían. Las ovejas conocían la voz de su pastor. Jesús dijo que sus ovejas «le siguen, porque conocen su voz. Mas al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».[1]
La respuesta de Jesús hacia Judas en la Última Cena a menudo se malinterpreta. Cuando Pedro le preguntó a Jesús quién lo iba a traicionar, Jesús le respondió, «A quien yo diere el pan mojado, aquél es».[2] Juan dice que entonces Jesús le dio el pan a Judas Iscariote. Muchos lectores asumen que Jesús estaba señalando a Judas como el traidor. Sin embargo, Juan escribe que los otros discípulos no entendieron que Judas era el traidor. En el mundo del Nuevo Testamento, todas las personas comían de un mismo plato. El mensaje de Jesús era sencillo, «Alguien que está aquí esta noche es el traidor». En esa hora de prueba, Jesús trató a Judas con amor.
Para más información sobre las costumbres del mundo del Nuevo Testamento, puede leer Judea en los tiempos de Jesús.[3]
[3] Christiane Saulnier, Bernar Rolland y Gérhad Billon. Judea en Tiempos de Jesús. Verbo Divino, 174.
Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo…
La frase de Pablo sugiere una mujer embarazada esperando el momento de dar a luz. En el momento preciso, Dios envió a Su Hijo a un mundo que había sido divinamente preparado para ese momento. El mundo estaba listo…
Geográficamente. Palestina era un territorio pequeño en el que convergían múltiples culturas antiguas. Esto proveyó una plataforma de lanzamiento para que el evangelio llegara a cada rincón del mundo.
Históricamente. El Imperio Romano proveyó un vehículo para la expansión del evangelio.
Culturalmente. Una síntesis única del idioma griego, el sistema político romano y las tradiciones religiosas judías brindó el contexto divinamente diseñado para el nacimiento de la iglesia cristiana.
Dios no escatimó en su esfuerzo para preparar el mundo para el evangelio. Al terminar esta lección ore y pregúntele a Dios, «Señor, ¿qué estás haciendo para preparar mi mundo para el ministerio que me has dado?».
[1]Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley…. (Gálatas 4:4)
Lección 1 Tarea
Haga el examen correspondiente a esta lección. La prueba incluye los versículos asignados para memorizar.
Lección 1 Preguntas de Examen
1. Avanzando de oeste a este, mencione las tres regiones geográficas de Palestina.
2. ¿Cuál es la importancia de Samaria para el ministerio de Jesús?
3. Describa la relación entre Herodes el Grande y los judíos.
4. ¿Cuál de los hijos de Herodes estuvo involucrado en el juicio y la crucifixión de Jesús?
5. Mencione tres contribuciones del idioma griego a la iglesia primitiva.
6. Defina la pax romana.
7. Mencione cuatro funciones que cumplía la sinagoga en la comunidad judía.
8. ¿Cuáles enseñanzas tenían en común los fariseos y los cristianos?
9. ¿Qué condenó Jesús de los fariseos?
10. ¿Cuáles eran las principales diferencias entre fariseos y saduceos?
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