Repaso de la Lección 8
Comenten los puntos principales de la lección 8. Pregunte a los estudiantes quiénes desean compartir sus oraciones personales de la lección 8.
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by Tim Keep
Comenten los puntos principales de la lección 8. Pregunte a los estudiantes quiénes desean compartir sus oraciones personales de la lección 8.
Al finalizar esta lección, el estudiante deberá ser capaz de:
(1) Aprender a orar como Jesús oraba.
(2) Practicar la oración siguiendo el modelo que Jesús estableció.
Un joven le escribió la siguiente carta a mi amigo, el Dr. Phil Brown:
“Siento que no estoy orando lo suficiente por la sanidad física de un miembro de mi familia. Lo tengo siempre en mis pensamientos y constantemente lo presento delante de Dios en oración. Sin embargo, siento que mi oración es inadecuada. Una de mis grandes luchas es que no sólo siento que jamás seré lo suficientemente bueno, sino que además no leo la Biblia ni oro ‘lo suficiente.’ …¿Cómo puedo encontrar un balance entre el sentimiento de culpa por una ‘oración inadecuada’ con el hecho de que sé que Dios puede sanarlo, el hecho de que yo quiero que se haga la voluntad de Dios, y el hecho de que no sé cuál es la voluntad de Dios?”
Una noche durante un estudio bíblico, mi amigo Danny, un creyente recién convertido, habló por la mayoría de nosotros cuando confesó, “¡Orar es muy difícil para mí! Simplemente no sé cómo tener una buena vida de oración.”
Muchos cristianos luchan con la oración. Muchos están insatisfechos con su vida de oración. Como no podemos ver a la Persona con la que hablamos, nos cuesta concentrarnos, o incluso creer que Dios está escuchando. A veces no sabemos qué decir. Algunos cuestionan la importancia de la oración, puesto que Dios ya conoce nuestras preocupaciones y necesidades antes de que oremos. Nos preguntamos cuánto deberíamos orar. Nos preguntamos por qué no vemos más resultados. Todas estas luchas son comunes.
¿No sería maravilloso que Jesús pudiera ser nuestro maestro en la escuela de la oración? A través de su ejemplo, a través de su Palabra y a través de su Espíritu, ¡lo es! Si tomamos el tiempo para escuchar, muchas de nuestras preguntas acerca de la oración pueden empezar a ser respondidas estudiando la vida de oración de Jesús.
► Dé a los miembros del grupo la oportunidad de compartir sus luchas con respecto a la oración y las preguntas que tengan en relación con la oración.
La formación espiritual a la imagen de Cristo está directamente relacionada con una vida de oración efectiva.
En esta lección vamos a dejar que Jesús nos enseñe a orar. Su sencillo modelo de oración, “El Padre Nuestro,” ha instruido a los creyentes durante casi 2,000 años y no puede ser superado. Sin embargo, no se trata de una fórmula para orar. Es un modelo que nos ayuda a establecer un orden y prioridades correctas para orar, especialmente para la oración privada: 1) Empezar con adoración, 2) Continuar con intercesión, 3) Finalizar con petición. En esta lección trataremos de ajustar nuestras oraciones privadas a este modelo y al mismo tiempo, veremos a Jesús como el ejemplo en la aplicación de este modelo.
El Evangelio de Lucas nos abre muchas ventanas a la vida de oración de Jesús. En esta lección vamos a mirar a través de estas ventanas. Observar la vida de oración de Jesús y escuchar sus enseñanzas acerca de la oración nos permitirá entender mejor cómo tener una vida de oración más profunda, más satisfactoria y más efectiva.
Lucas nos dice que había algo tan fascinante – tan atractivo – sobre la vida de oración de Jesús, que sus discípulos querían orar como él: “Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos.[1]
► Reciten juntos El Padre Nuestro. Si no se lo sabe, memorícelo.
“Y les dijo: ‘Cuando oréis, decid: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal”’” (Lucas 11:1-4).
[1] Lucas 11:1.
Hay Poder en El Acto de Orar
Al parecer muchos cristianos creen esto. Sin embargo, no hay poder en el acto de orar, sino sólo poder a través de la oración. Y no de cualquier clase de oración, sino de la oración que agrada a Dios. Todo el poder le pertenece a Dios. Los 400 profetas de Baal pusieron su fe en el acto de orar, mientras que Elías puso su fe en el Dios que contesta la oración.[1] Nuestro enfoque no debería estar en la oración en sí misma, sino en el Dios al que oramos.
Más Oración Conduce a Más Resultados
No siempre. Jesús dijo que no debemos ser como los paganos, que piensan que sus oraciones serán escuchadas porque oran mucho.[2] Dios no es una máquina expendedora de la que podemos obtener todos los “dulces” que queramos siempre y cuando pongamos suficientes monedas de oración. La oración no funciona así. Cuando viajo alrededor del mundo, me doy cuenta de que este es el pensamiento de cada una de las grandes religiones del mundo, incluyendo el Budismo, el Hinduismo, el Islam y el Judaísmo. He estado en varios santuarios donde he visto a monjes budistas e hinduistas orando, girando sus ruedas de plegaria y pasando entre sus dedos las cuentas de sus rosarios. Ellos creen que recibirán ayuda cuando acumulen gran cantidad de oraciones. La cantidad de oraciones debe ir de la mano con la calidad de nuestras oraciones. Más tiempos de oración por sí solos no van a traer la bendición de Dios.
► Comenten en grupo las ideas falsas acerca de la oración. ¿Han observado otros conceptos erróneos?
[1] 1 Reyes 18:36-38.
[2] Mateo 6:7.
Jesús enseñó que la primera prioridad de la oración privada es la comunión íntima con Dios: “Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.’”[1]
El secreto de una vida de oración más efectiva y satisfactoria es deleitarnos en nuestra relación con Dios. “Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón.”[2] Así es como Israel debía venir a la presencia de Dios,[3] y así es como Dios quiere que cada uno de sus hijos se acerque a su presencia. Las peticiones que no surgen de una genuina comunión con Dios son egoístas y equivocadas.[4]
Lucas nos muestra que la comunión con su Padre era una prioridad para Jesús. Jesús a menudo se apartaba del ajetreo del ministerio para orar: “Mas él se apartaba a lugares desiertos, y oraba.”[5] Jesús permanecía en la presencia de su Padre en oración y escuchaba su voz. En oración, a solas con su Padre, los pensamientos, las palabras y la conducta de Jesús fueron formados.[6] Incluso sus peticiones fueron formadas en oración. En oración, Jesús alineó su voluntad con la de su Padre celestial, de modo que todo lo que pedía estaba en armonía con los planes y propósitos de Dios. En esto consiste la oración. A menos que la comunión íntima con el Padre sea la prioridad de la oración, nuestro tiempo de oración carecerá de gozo y nuestras oraciones serán egoístas y vacías.
Cuando a George Mueller, un hombre que fue usado por Dios para rescatar a miles de niños huérfanos de las calles de Bristol, Inglaterra, le preguntaron acerca de la efectividad de su vida de oración, él respondió:
“Como nunca antes, vi con mayor claridad que el principal y más grande asunto que debía atender cada día era el que mi alma estuviera feliz en el Señor. Lo primero por lo que debía preocuparme no era cuánto podía servir al Señor, ni cómo podía glorificarlo, sino cómo podía lograr que mi alma alcanzara un estado de felicidad, y cómo podía nutrir mi hombre interior.”
De la comunión con Dios surge el deseo de que su nombre sea honrado y que su reputación sea protegida. A esto se refería Jesús cuando dijo, “santificado sea tu nombre.” Dios honrará nuestras oraciones si ponemos siempre su gloria y su reputación por encima de todo. Uno de los primeros principios de la oración es que cuando nos ocupamos de las cosas que son importantes para Dios, él se ocupa de las cosas que son importantes para nosotros.
Muchos se preguntan: ¿Cómo podemos saber cuándo hemos orado lo suficiente por una petición en particular? ¿Cuánto tiempo debemos pasar en oración con el Señor cada día? Esta clase de preguntas revela un enfoque incorrecto de la oración. Mi amigo, el Dr. Phil Brown, responde muy bien estas preguntas:
“Si ‘orad sin cesar’[7] significa que cada pensamiento de cada día debe ser ocupado con oración, entonces nadie, ni siquiera Jesús mismo, lograría orar ‘lo suficiente.’ El ejemplo de Jesús incluye breves oraciones de acción de gracias,[8] oraciones de madrugada,[9] tiempos de oración en la noche,[10] oración durante el día,[11] y una noche entera de oración.[12] Sin embargo, ni Jesús ni ninguno de los autores bíblicos establece un parámetro en relación con la cantidad de tiempo que se puede considerar como ‘suficiente’ para la oración…
“Lo que a mí me ayuda (y me produce convicción) es medir mi vida de oración en términos de relación y responsabilidad. Yo tengo una relación con mi esposa, pero no me cuestiono si he pasado ‘suficiente’ tiempo hablando con ella. Lo importante en las relaciones es la comprensión y la intimidad. Tengo el compromiso de conversar con mi esposa como un medio para comprenderla y que ella me comprenda a mí. Cuando nos entendemos el uno al otro en un momento dado, eso es ‘suficiente.’ Por supuesto, crear un entendimiento mutuo el día de hoy no significa que no vamos a necesitar comunicarnos mañana. Estamos en una relación con Dios, y la oración es el medio designado por él para que desarrollemos la relación. Debemos orar con tanta frecuencia y cuanto sea necesario para poder seguir creciendo en nuestra relación con Dios. Eso puede ser más en ciertos momentos y menos en otros.
“En términos de responsabilidad, todos tenemos responsabilidades espirituales en la oración. La Biblia nos dice que debemos orar por todas las personas,[13] ‘por los reyes y por todos los que están en eminencia,’[14] para que el Señor de la mies envíe obreros,[15] por los que nos persiguen,[16] para que el nombre de Dios sea santificado, para que venga su reino, para que se haga su voluntad, por nuestras necesidades diarias, para pedir perdón por cualquier pecado cometido y protección del maligno,[17] y por todos los santos.[18] Además de estas responsabilidades de oración, también tenemos la responsabilidad de orar por aquellos sobre quienes ejercemos supervisión e influencia espiritual. Samuel afirmó que dejar de orar por aquellos sobre quienes Dios lo había puesto como autoridad espiritual sería pecar contra Dios.[19] Lo mismo aplica para nosotros.”
Cuando el enfoque de la oración es la relación y la responsabilidad, no vamos a estar pensando tanto en el tiempo.
[1] Lucas 11:2.
[2] Salmo 37:4.
[3] Deuteronomio 12:18; 14:26; 16:11, 15; 1 Reyes 1:40.
[4] Santiago 4:3.
[5] Lucas 5:16.
[6] Juan 5:20, 30.
[7] 1 Tesalonicenses 5:17.
[8] Mateo 15:36.
[9] Marcos 1:35.
[10] Mateo 14:25.
[11] Lucas 9:18.
[12] Lucas 6:12.
[13] 1 Timoteo 2:1.
[14] 1 Timoteo 2:2.
[15] Lucas 10:2.
[16] Mateo 5:44.
[17] Mateo 6:9-11.
[18] Efesios 6:18.
[19] 1 Samuel 12:23.
Lucas registra un detalle fascinante de la escena del bautismo de Jesús que los otros autores de los Evangelios no mencionan:
“Aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado; y orando, el cielo se abrió, y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia.”[1]
No sabemos qué dijo Jesús en esa oración, pero después de ser bautizado él se puso de pie en medio del río Jordán y oró en voz baja. Su Padre lo honró, lo afirmó, lo respaldó y lo llenó del Espíritu Santo.
Al Orar, Jesús Recibió de Su Padre Aliento y Gracia
Juan Wesley señala que los Evangelios registran tres ocasiones distintas en las que una voz habló desde el cielo “mientras Jesús estaba orando, o poco después de orar.”[2]
Los hombres y mujeres que disfrutan de tiempo de comunión con Dios diariamente a través de la oración son más seguros, valientes y victoriosos porque viven en la plenitud del Espíritu Santo. El Espíritu de Dios da testimonio a su espíritu de que son hijos de Dios; y por el Espíritu de Dios, ellos claman ¡Abba, Padre!
Los hombres y mujeres que no oran con frecuencia son inseguros, y por lo tanto, buscan afirmación en las personas. Sus temores los mantienen atrapados.[3] Cuando empiezo a sentirme inseguro y temeroso, sé que hay un problema en mi vida de oración. Cuando la pasión, el fervor, la convicción y el amor se alejan de mi corazón y mi voz, sé que hay un problema en mi vida de oración. Cuando empiezo a preocuparme demasiado por lo que piensan los demás, hay un problema en mi vida de oración. Cuando me siento tentado a promoverme a mí mismo, sé que hay un problema en mi vida de oración. Cuando tiendo a imponer mi enseñanza, cuando mi espíritu se vuelve crítico, cuando mis oraciones en público son fingidas, sé que hay un problema en mi vida de oración. El valor y la confianza vienen a través de la oración.
La Plenitud Del Espíritu Vino a Jesús a Través de la Oración y Lo Guió a la Oración
Lucas nos dice que el Espíritu Santo descendió como paloma y se posó sobre Jesús mientras él oraba.[4] (Este también sería el testimonio de los apóstoles pocos años después.)[5] Entonces el Espíritu llevó a Jesús al desierto,[6] de donde regresó a Galilea después de cuarenta días, “en el poder del Espíritu.”[7] Los desafíos humanamente imposibles que le esperaban requerían una presencia y poder más allá de su propia capacidad humana. Jesús necesitaba la llenura del Espíritu Santo, y esta llenura vino a través de la oración.
No es posible ser grande en el reino de Dios sin la oración, porque es en oración que el Espíritu Santo llena, dirige, equipa y empodera a los creyentes. Charles Spurgeon dijo, “Si puedes ser grande sin la oración, tu grandeza será tu ruina. Si Dios quiere bendecirte grandemente, te ayudará a orar grandemente.”
Hace más de cien años, un joven pastor inglés llamado Samuel Chadwick inició una búsqueda sincera del poder de Dios. Lo que descubrió fue mucho mejor de lo que habría podido imaginar: la plenitud del Espíritu Santo. Este es su testimonio:
“Al inicio del año 1882 vino a mí una experiencia que elevó mi vida a una nueva esfera de entendimiento y poder. Recibí el don del Espíritu Santo. Fui guiado en formas que no conocía, pues hasta entonces no había escuchado siquiera que tal experiencia fuese posible. Las demandas de una tarea imposible despertaron en mí un sentido de necesidad. Carecía de poder y fuerza en el servicio y en la oración. Empecé a orar por poder para servir… Era poder lo que yo deseaba. Quería poder para tener éxito, y la razón principal por la que deseaba poder era el éxito que traería. Quería el éxito que llenaría mi iglesia, salvaría a las personas y derribaría las fortalezas de Satanás con un estruendo. Yo era joven, y estaba ansioso. Doce de nosotros empezamos a orar juntos, y la respuesta llegó… Dios nos llevó a Pentecostés. La clave de toda mi vida se encuentra en esa experiencia. Despertó mi mente y purificó mi corazón. Me dio un nuevo gozo y un nuevo poder, un nuevo amor y una nueva compasión. Me dio una nueva Biblia y un nuevo mensaje. Sobre todo, me dio un nuevo entendimiento y una nueva intimidad en la comunión y el ministerio de la oración.”[8]
► Lean Hechos 1:14; Hechos 2:42; Hechos 3:1; Hechos 4:31; y Hechos 6:4. De acuerdo con estos versículos, ¿cuál era la prioridad de la iglesia del Nuevo Testamento? ¿Cuáles fueron los resultados de sus oraciones?
[1] Lucas 3:21-22, énfasis agregado.
[2] Lucas 9:35; Juan 12:28.
[3] Proverbios 29:25.
[4] Lucas 3:21-22.
[5] Hechos 4:31.
[6] Lucas 4:1.
[7] Lucas 4:14.
[8] Samuel Chadwick, The Path of Prayer (La Senda de la Oración), publicado originalmente en 1938, (Ver Capítulo 7.) Obtenido de http://www.justbychrist.org/images/PDF/The_Path_of_Prayer_by-Samuel_Chadwick.pdf 12 de septiembre de 2020.
Venga a Su Presencia Con Reverencia
(1) Venga con adoración.
Empiece siempre su oración mirando hacia arriba en lugar de mirar hacia adentro, a usted mismo, o hacia afuera, a sus problemas. Adore a Dios por quien él es. Medite en su grandeza. Diga sus nombres y sus atributos en voz alta. Luego agradézcale por todo lo que ha hecho. ¡Que su motivación sea siempre glorificar a Dios!
(2) Venga a su presencia con regocijo.
A esto se refería el salmista cuando dijo,
“Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra. Servid a Jehová con alegría; venid ante su presencia con regocijo. Reconoced que Jehová es Dios; él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; pueblo suyo somos, y ovejas de su prado. Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con alabanza; alabadle, bendecid su nombre. Porque Jehová es bueno; para siempre es su misericordia, y su verdad por todas las generaciones.”[1]
Venga a orar gozosamente, aún si no se siente gozoso. Recuérdele a su alma quién es Dios y su cuidado y amor hacia usted, ¡y alégrese! ¡Sea agradecido! Ilumine su espíritu y su lugar de oración con canciones e himnos de alabanza a Dios. Cante una nueva canción. Aprenda a regocijarse siempre en Dios primero, y su vida de oración será transformada. Haga esto y habrá momentos cuando su alma experimentará los gozos del cielo y cuando el cielo descenderá a su mundo y a sus problemas. ¡Digo esto porque lo he experimentado!
(3) Venga a su presencia con humildad pero también con confianza.
La invitación de Dios para usted y para mí es ésta: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:16). ¡Gloria a Dios!
Si para acercarnos a la santa presencia de Dios necesitáramos una vida perfecta y totalmente libre de pecado, ninguno de nosotros podría estar en su presencia. ¡Pero nos acercamos por medio de la perfección y los méritos de Jesucristo! Podemos acercarnos con confianza – no mirando primero hacia adentro, sino hacia arriba. Es así como recibimos gracia y misericordia.
(4) Venga a su presencia con manos limpias y corazón puro.
Una vez más el salmista canta, “¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón; el que no ha elevado su alma a cosas vanas, ni jurado con engaño (Salmo 24:3-4).
Jamás piense que podrá disfrutar de comunión íntima con Dios si tiene una actitud casual hacia el pecado o si su relación con alguna persona está rota y usted no está haciendo lo que está a su alcance para restaurarla.
(5) Permanezca en silencio delante del Señor.
David oró, “En Dios solamente está acallada mi alma; de él viene mi salvación.”[2] Y una vez más, “Alma mía, en Dios solamente reposa, porque de él es mi esperanza.”[3]
Una de las características de los hombres y las mujeres que oran es que dedican tiempo a escuchar al Espíritu de Dios para que les revele la perspectiva de Dios (a través de su Palabra) sobre las situaciones de la vida real. Es asombroso lo que Dios nos dice cuando le damos la oportunidad, cuando clamamos a él y esperamos su respuesta.
► Moisés y los apóstoles sirven de ejemplo de cuán importante es la comunión con Dios para la vida de oración del creyente. Tomen unos minutos para comparar Éxodo 33:11, 17 y Juan 15:14-16. Comenten el rol de la amistad con Dios en nuestra vida de oración.
Ore Por El Avance Del Reino de Dios en la Tierra
“Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.”[4]
Jesús les enseñó a sus discípulos que en sus oraciones diarias siempre debían poner los intereses de Dios antes que los suyos. Les enseñó que a través de la comunión con él, sus pensamientos y oraciones serían conformados a lo que él quiere hacer en nuestra familia, nuestra comunidad, y entre los pueblos del mundo.
¿Cuál es la voluntad de Dios? No es que pecadores o santos vivan vidas fáciles, confortables, libres de dolor y tentación, sino que a través de todas las adversidades de esta vida, su amor redentor y su gracia se hagan visibles en nuestros hogares, nuestras iglesias, nuestras comunidades, y alrededor del mundo entero. Esta es la voluntad de Dios por la cual deberíamos orar. ¡Esto es el cielo en la tierra!
La voluntad de Dios es que las virtudes y los valores de su reino espiritual[5] se manifiesten en todos los creyentes y que a través de ellos se extiendan a todo el mundo. Su voluntad es que la humildad de su reino, la mansedumbre de su reino, la justicia de su reino, la misericordia de su reino, la pureza de su reino, la paz de su reino, la paciencia y el amor de su reino se extiendan a través del mundo entero.
En este punto en nuestro tiempo de oración, debemos orar por nuestro matrimonio, por nuestros hijos y nietos, por los siervos cristianos alrededor del mundo, por la salvación de las almas, por la iglesia sufriente, y por la nación en la que vivimos y sus gobernantes. Nuestras oraciones no deben estar centradas en las personas, sino en que la gracia salvadora, santificadora y sustentadora de Dios los alcance.
Es casi increíble que a través de la oración podamos participar con Dios en el avance de su reino espiritual alrededor del mundo, aun cuando no podamos ver todos los resultados. A través de la oración combatimos por las almas de los hombres, y esas oraciones son “poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas.”[6] A medida que Dios pone en nosotros una carga por las cosas que él quiere hacer, las personas que él quiere alcanzar y el servicio que él quiere que realicemos, oramos por cada necesidad. Y al dirigir nuestras oraciones hacia las prioridades de su reino, Dios bendice nuestra vida de oración y extiende su dominio en los corazones y vidas de hombres y naciones.
Ore en armonía con el reino y la voluntad de Dios.
Una de las cosas más importantes que necesitamos entender aquí es que para tener éxito en nuestra vida de oración debemos orar por aquellas cosas que están en armonía con la voluntad de Dios. A medida que Dios le trae a la mente cosas que usted sabe que son su voluntad – la salvación de los pecadores, la sanidad y restauración de relaciones rotas, la unidad de su iglesia, el llamado de obreros cristianos, el hacer discípulos en todas las naciones – ore por esas cosas.
En ocasiones los creyentes se sienten confundidos en cuanto a la voluntad de Dios. El primer paso para aclarar nuestra confusión es orar por, y hacer, todo lo que sabemos claramente que es la voluntad de Dios; entonces Dios nos ayudará a discernir el resto.
Cosas que sabemos claramente que son la voluntad de Dios
Dos de mis hijos tocan la guitarra. Una cosa que he notado acerca de los guitarristas es que cada vez que quieren tocar música con su instrumento, primero deben hacer una pausa para afinarlo. Tensan y aflojan las cuerdas hasta que la disonancia se convierte en armonía. Esta es una buena ilustración de lo que debería suceder en la oración. La oración privada es una forma de afinar nuestra voluntad con la voluntad de Dios y de renunciar a cada pensamiento que no esté en armonía con el propósito y el plan de Dios.
El problema de muchos de nosotros es que estamos demasiado preocupados por situaciones pasajeras, en lugar de ocuparnos de las cosas eternas. Por eso no debería sorprendernos el que nuestras oraciones muchas veces sean inefectivas. En lugar de alinearnos con la voluntad de Dios, oramos conforme a nuestra propia voluntad, a lo que queremos para las personas que nos rodean, y para nuestros planes y proyectos. Oramos de este modo aunque no sentimos paz y nuestro corazón está lleno de dudas. Esta no es la oración bíblica.
Si en algo consiste la oración, es en afinar nuestra alma en consonancia con el alma de Dios, con lo que es importante para él. La oración es aprender a ver lo que Dios ve, a escuchar lo que él escucha, a sentir lo que él siente, y a ser cada vez más como él. Así como los instrumentos musicales deben ser afinados continuamente, nuestra alma también necesita ser afinada constantemente a través de la oración.
Nuestras oraciones jamás llegarán más allá del techo de nuestro cuarto de oración si no están en armonía con la mente de Dios. ¿Por qué? Porque el Espíritu Santo, quien es la clave del poder en la oración, sólo respalda las oraciones que están alineadas con la voluntad de Dios. “Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.”[13] El Espíritu Santo jamás va a respaldar oraciones que no sean conformes a la voluntad de Dios. Él no puede ser manipulado, coaccionado ni engañado para bendecir al margen de esta voluntad divina; por lo tanto, debemos descubrir cuál es su voluntad y someternos a ella.
Cómo armonizar nuestra vida de oración con el reino y la voluntad de Dios
(1) Aliméntese de la Palabra de Dios.
La Palabra de Dios debe informar y moldear nuestras oraciones. Dios ama su Palabra y jamás nos guiará a orar por algo que la contradiga. Si queremos acercarnos más a Dios en oración, debemos atesorar su Palabra. Siempre inicie su tiempo de oración privada meditando en un pasaje de la Biblia. Si estudiamos la vida de oración de hombres como Abraham, Moisés, Elías y Daniel, veremos que ellos sabían cómo orar porque conocían la Palabra de Dios. Con persistencia reclamaban las promesas de Dios en oración.
Cuando una hija nuestra se apartó de Dios por un tiempo, muchas veces mi esposa, Becky, y yo oramos declarando la Palabra de Dios sobre su vida. Oramos para que Dios la rodeara con espinos que la incomodaran en su rebelión.[14] Reclamamos la promesa de Dios de bendecir el hogar del justo.[15] Oramos por convicción.[16] Oramos por la misericordia de Dios.[17] Oramos para que sus ojos espirituales fueran abiertos y que el Padre la atrajera hacia él.[18] Persistentemente oramos muchos textos de la Biblia sobre la vida de nuestra hija, y a medida que lo hicimos, nuestra fe fue fortalecida. Tomó algún tiempo, pero Dios escuchó y contestó nuestra oración. Hoy nuestra hija mayor está caminando con el Señor y su vida es motivo de gran gozo para nosotros.
(2) Siga los patrones de oración que encontramos en la Biblia.
Hay cientos de oraciones en la Biblia, muchas de ellas en los Salmos. Use estas oraciones en sus tiempos de oración privada con el Señor y aplíquelos a sus propias circunstancias.
“Descubrí que lo más importante que debía hacer era entregarme a la lectura de la Palabra de Dios y a meditar en ella.”[19]
(3) Use el discernimiento espiritual.
Hay momentos en los que Dios indica claramente que hay algo en particular por lo que él quiere que oremos, en lo cual él va a ser glorificado; la única manera de saber esto es ser guiado por el Espíritu.[20] Como misionero, esposo y padre, ha habido momentos en los que Dios me ha movido a orar por algo muy específico (como una sanidad divina), aun cuando ninguna promesa específica de la Biblia había sido dada para la circunstancia en cuestión. He aprendido que con esta fuerte confirmación interna, la fe se anima y se fortalece, y la respuesta llega. En otras ocasiones, no he podido orar por una necesidad similar con la misma medida de confianza o certeza, pero he aprendido que no debo tratar de imponerle mi voluntad a Dios. El Espíritu Santo nos ayuda a saber cómo orar en cada circunstancia.[21]
(4) Busque confirmación de otros miembros del cuerpo de Cristo.
Si Dios nos está guiando a orar por algo específico, él va a usar a nuestra familia espiritual para confirmarlo e incluso para unirse a nosotros en oración. Si no hay acuerdo, ciertamente no es el Espíritu Santo quien nos está guiando.[22]
Presente Sus Peticiones
“El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal.”[23]
Ahora que hemos cultivado un corazón de adoración, ahora que hemos buscado el avance de su reino, estamos listos para presentar nuestras peticiones. ¡Y Dios se complace en escucharnos y responder!
(1) Oramos por el pan de cada día.
Esto incluye todo aquello que es esencial para la vida física y espiritual día con día. Dios quiere de nosotros esta clase de dependencia, porque esta confianza semejante a la de un niño glorifica su bondad. Cuando Jesús les enseñó a sus discípulos a orar por “el pan nuestro de cada día,” les estaba recordando a ellos, y a nosotros, que debían vivir con contentamiento.[24] En palabras de un maestro, “Debemos limitar nuestros deseos (personales) a necesidades y dejar el futuro en sus manos.”[25]
(2) Oramos diariamente por perdón, a la vez que perdonamos a otros.
Aunque los verdaderos creyentes no viven en pecado habitual y deliberado, Jesús nos enseñó a pedir perdón humildemente por el pecado. Ninguno de nosotros conoce su propio corazón. No sólo decimos y hacemos cosas que contristan al Espíritu Santo en momentos de debilidad espiritual,[26] sino que además dejamos de hacer cosas que deberíamos haber hecho. Esto también necesita ser lavado con la sangre de Jesús.[27] Por lo tanto, debemos orar con el salmista, “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno.”[28]
La siguiente oración de arrepentimiento diario tomada del Libro de Oración Común ha sido pronunciada por miles de creyentes durante más de doscientos años, y es una buena práctica que podríamos adoptar:
“Dios de misericordia, confesamos que hemos pecado contra ti por pensamiento, palabra y obra, por lo que hemos hecho y lo que hemos dejado de hacer. No te hemos amado con todo el corazón; no hemos amado a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Sincera y humildemente nos arrepentimos. Por amor de tu Hijo Jesucristo, ten piedad de nosotros y perdónanos; así tu voluntad será nuestra alegría y andaremos por tus caminos, para gloria de tu Nombre. Amén.”[29]
(3) Oramos diariamente por la victoria.
Orar diariamente, “No nos metas en tentación,” es una oración por una actitud vigilante. Hacer esta petición es decir, “Padre, tú conoces mis debilidades y dónde el Enemigo me ha hecho caer en el pasado. No me dejes caer en la vergüenza y la culpa. Ayúdame a estar vigilante ante la tentación. Pon guardia, Señor, sobre mis labios, mi mente y mis decisiones hoy. Tú conoces las sendas por las que caminaré hoy (incluyendo el internet); por eso te pido, Padre, que me ayudes hoy para elegir el camino de la santidad. Ayúdame hoy a tomar decisiones que me mantengan alejado de la derrota espiritual.”
He observado que cuando hago esta oración sincera e intencionalmente cada día, me mantengo más alerta espiritualmente, más consciente de la presencia y el poder del Espíritu Santo y, por lo tanto, más victorioso.
[1] Salmo 100.
[2] Salmo 62:1.
[3] Salmo 62:5.
[4] Lucas 11:2.
[5] Para entender en qué consiste el reino de Dios debemos estudiar el Sermón del Monte, Mateo 5-7.
[6] 2 Corintios 10:4.
[7] 2 Timoteo 2:4.
[8] 1 Tesalonicenses 4:3.
[9] 1 Tesalonicenses 5:18.
[10] 1 Pedro 4:19.
[11] 1 Pedro 2:15.
[12] Mateo 9:38.
[13] Romanos 8:27.
[14] Oseas 2:6; Proverbios 22:5.
[15] Salmo 127-128.
[16] Juan 16:8.
[17] Salmo 103:8.
[18] Juan 6:44.
[19] George Mueller
[20] Romanos 8:14.
[21] Romanos 8:26-27.
[22] Mateo 18:19.
[23] Lucas 11:3-4.
[24] Filipenses 4:11.
[25] Alexander MacLaren.
[26] 1 Tesalonicenses 5:19.
[27] En las notas de Juan Wesley sobre El Padre Nuestro, se encuentra la siguiente oración, “Danos, oh Señor, la redención en tu sangre, el perdón de nuestros pecados; así como tú nos haces capaces de perdonar, gratuita y completamente a todos, perdona tú todas nuestras faltas .
[28] Salmo 139:23-24.
[29] http://archive.episcopalchurch.org/documents/HM_Libro_de_Oracion_Comun.pdf, p. 42.
(1) Ore persistentemente.
Si la oración fue tan vital para Jesús, lo es aún más para nosotros.
En Lucas 18, Jesús enseña que los creyentes deben ser persistentes en la oración. “También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar… ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles?”[1]
En Lucas 21, Jesús nos advierte que la oración vigilante es el secreto para preservar nuestra alma de volver al pecado, y escapar así de la ira de Dios: “Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día. Porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra. Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre.”[2]
En el capítulo 22, Jesús revela que la oración es la clave para vencer la tentación. Cuando Jesús fue a orar al huerto de Getsemaní, les advirtió a sus cansados discípulos: “Cuando llegó a aquel lugar, les dijo: Orad que no entréis en tentación. Y él se apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró,” con creciente intensidad. Cuando se levantó, victorioso, al terminar de orar, reprendió nuevamente a los discípulos con estas palabras, “¿Por qué dormís? Levantaos, y orad para que no entréis en tentación.”
He notado que sin la oración, mi alma se pone inquieta e impaciente. He notado que las tentaciones se vuelven más poderosas. He notado que el temor del hombre empieza a envolverme. He notado que las debilidades de los demás se tornan más pronunciadas. He notado que los desafíos se tornan más intimidantes. He notado que los problemas de cada día empiezan a sentirse agobiantes. Pero a través de la oración persistente mi alma encuentra descanso, mi mente se renueva, y recupero el valor y la perspectiva espiritual. A través de la oración persistente, la fe se fortalece y la convicción se arraiga más profundamente en mi ser.
(2) Ore con fe y descanse en la voluntad de Dios.
Uno de los requisitos más importantes para la oración efectiva es la fe.[3] Pero, ¿qué es la fe? ¿Cómo podemos saber si tenemos “suficiente” fe? Quizás estamos orando por algo, sanidad por ejemplo, pero Dios no parece estar escuchando.
“Hay tres hechos que son cruciales para entender la oración de fe.[4] La fe bíblica es creer que Dios puede[5] y quiere[6] hacer lo que ha dicho que va a hacer. Fe no es creer que Dios hará cualquier cosa que usted le pida sin importar cuál sea su voluntad. Este es quizás el más común de los conceptos distorsionados acerca de la fe.”[7]
Nunca use la oración para manipular a Dios, sino para conocerlo y permitirle alinear su corazón, su intercesión y sus peticiones con su soberana voluntad en su presencia. Esta es la clave de la oración efectiva.
(3) Ore con otros.
Hay un enorme poder en la oración conjunta de los hijos de Dios. Cuando las madres se unen para orar por sus hijos, Dios escucha y responde. Cuando los hombres se unen en oración pidiendo pureza y victoria, Dios escucha y responde. Cuando los jóvenes se unen para orar por avivamiento, Dios escucha y responde. Cuando los creyentes se unen en oración ferviente por los perdidos y por el avance del reino de Dios, Dios escucha y responde esas oraciones.
[1] Lucas 18:1, 6.
[2] Lucas 21:34-36.
[3] Santiago 1:6.
[4] Santiago 5:15.
[5] Mateo 8:5-10.
[6] Hebreos 10:23; Tito 1:2.
[7] Notas sobre la oración del Dr. Philip Brown.
Una vida de oración consistente y bíblicamente estructurada, en la que se experimenta la intimidad con Dios, en la que la reputación y la gloria de Dios vienen antes que nuestras peticiones, en la que el reino y la voluntad de Dios se buscan con sinceridad, y en la que presentamos nuestras peticiones por nuestras necesidades diarias y oramos diariamente por perdón y victoria, ciertamente será una vida de oración efectiva. Cuando nuestra oración es moldeada conforme a la instrucción de Jesús, podemos reclamar las promesas que él nos ha dado: “Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.”[1] También,
“No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé.”[2]
Así que... “Pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido.”[3]
[1] Juan 14:13-14.
[2] Juan 15:16.
[3] Juan 16:24b.
(1) Dedique al menos treinta minutos durante la semana para repasar esta lección, incluyendo los pasajes de referencia, y pídale al Espíritu Santo que le hable y le revele su Palabra.
(2) Anote en su diario cualquier cambio específico que deba hacer en su vida, según el Señor se lo revele.
(3) Medite en al menos un salmo durante su tiempo devocional diario, y escriba en su diario lo que el salmista dice acerca de la naturaleza y el carácter de Dios.
(4) Escriba en su diario una oración personal relacionada con su crecimiento y transformación espiritual basada en lo que aprendió en esta lección.
(5) Practique usando la Guía de Oración Diaria del Dr. Brown en su tiempo de oración privada cada día.
(1) ¿Cuáles son dos conceptos falsos sobre la oración?
(2) De acuerdo con Jesús, ¿cuál es la primera prioridad de la oración?
(3) De acuerdo con el relato de Lucas, ¿cuál fue el efecto de la oración en la vida y el ministerio de Jesús?
(4) ¿Cómo podemos cultivar la intimidad con Dios en oración? Anote referencias bíblicas.
(5) ¿Cuál es el modelo sencillo para la oración privada establecido por Jesús?
(6) ¿Cuáles son cuatro maneras de armonizar nuestras oraciones con el reino y la voluntad de Dios?
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