Repaso de la Lección 13
Repasen los puntos principales de la lección 13. Pregunte a los estudiantes quiénes desean compartir sus oraciones personales de la lección 13.
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by Tim Keep
Repasen los puntos principales de la lección 13. Pregunte a los estudiantes quiénes desean compartir sus oraciones personales de la lección 13.
Al finalizar esta lección, el estudiante deberá ser capaz de:
(1) Aprender a atesorar la iglesia, la comunidad de Cristo.
(2) Entender cuán importante es esta comunidad espiritual para nuestro crecimiento espiritual.
(3) Hacer un compromiso de una mayor participación en la vida de la iglesia.
Obstaculizada por la hipocresía
Gracia, una joven latina, fue lastimada por “hipócritas” en su iglesia y se ha vuelto un poco cínica. Le cuesta confiar en las personas. Todavía asiste a la iglesia una vez por semana, pero pocas veces se relaciona con alguien aparte del servicio semanal de los domingos. Siente que su propia relación personal con Dios es suficiente.
Obstaculizado por el ajetreo
Evan, un hombre de negocios en Asia, asiste a un servicio de adoración en su ciudad, pero piensa que está demasiado ocupado para servir en la iglesia. Da sus diezmos, pero nada más. Casi no conoce a nadie por nombre en su iglesia.
Obstaculizado por la autosuficiencia
Akachia es un evangelista muy buscado en África que siempre está dando, pero pocas veces recibe gracia de la familia de Dios. Se está volviendo solitario y espiritualmente débil, porque no da oportunidad para que otros creyentes hablen a su vida.
Obstaculizado por un espíritu crítico
Jim y Lisa son norteamericanos que han cambiado de iglesia varias veces en la última década. Aún no han encontrado una en la que se sientan completamente a gusto, por lo que no se han comprometido con ninguna congregación. Son rápidos para expresar lo que no les gusta y lo que les “preocupa” de cada congregación a la que asisten, pero nunca se involucran en ningún ministerio y pocas veces se relacionan con los hermanos o asisten a grupos pequeños. ¡No saben de lo que se están perdiendo!
Totalmente comprometido
Cristianos de la Iglesia del Nuevo Testamento:
«Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo.»[1]
Aunque todas excepto la última historia son ficticias, describen la actitud que muchos cristianos tienen hacia la iglesia. Alrededor del mundo, hay un vasto número de creyentes que no se están relacionando con otros miembros del cuerpo de Cristo en formas profundas, significativas y transformadoras.
► ¿Por qué cree usted que tantos cristianos no están participando en la familia de Dios? ¿Qué rol juega la pereza? ¿La indiferencia? ¿El egoísmo? ¿El temor? ¿Por qué los cristianos temen desarrollar relaciones profundas con otros creyentes?
[1] Hechos 2:46-47a.
El Espíritu Santo forma en nosotros la imagen de Cristo a través de nuestra participación en la comunidad cristiana. ¡Esta verdad es vital! No podemos ignorarla si queremos madurar espiritualmente. El propósito de Dios para cada iglesia cristiana es que provea la aceptación, edificación, responsabilidad y oportunidades para el ministerio necesarias para el crecimiento espiritual.
En esta lección vamos a estudiar por qué la participación y el compromiso con la vida de la iglesia – a través de la adoración, el servicio, la comunión, los grupos de discipulado, las reuniones de oración, el testimonio, etc. – son tan vitales. Vamos a explorar el poder que tiene la participación en la comunidad cristiana para formarnos a la imagen de Cristo.
► Lean Efesios 4:11-13 y Romanos 12:4-16. De acuerdo con estos pasajes, ¿cuáles son algunas formas de servirnos unos a otros como hermanos en Cristo? De acuerdo con Efesios 4:13, ¿cuál es el objetivo final?
Es importante entender que el objetivo de todo lo que hacemos en amor y servicio unos a otros (Romanos 12) debe ser edificarnos unos a otros para que, poco a poco, cada uno refleje más y más la imagen de nuestro perfecto Salvador (Efesios 4). Esta verdad, arraigada en nuestro corazón, le dará significado incluso a las acciones más pequeñas.
¿Qué es la Iglesia? Usted y yo fuimos comprados con la preciosa sangre de Cristo y bautizados por el Espíritu Santo como parte de la iglesia de Cristo – su cuerpo, su novia, su templo, su familia redimida. ¡Juntos somos la iglesia! La iglesia no es un edificio; ¡la iglesia es usted! Somos nosotros. Son nuestros esposos, esposas, hijos y amigos. No debemos pensar en la iglesia simplemente como el lugar al que vamos los domingos o las personas que vemos allí. Todos los que somos redimidos formamos parte de la iglesia universal de Dios; y relacionarnos unos con otros, con el propósito de edificarnos, es esencial para nuestra madurez espiritual.
¿Por qué la participación en la comunidad cristiana es tan importante? Las siguientes son sólo algunas de las razones.
Fuimos creados a la imagen de un Dios trino – Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Estas personas de la Trinidad han estado en íntima y gozosa comunión por toda la eternidad. Fuimos creados con la misma capacidad y necesidad. Fuimos creados para tener comunión. Fuimos creados para estar “unos con otros.”[1] Fuimos creados para tener relaciones espirituales profundas y significativas. Cuando la comunidad no es parte de nuestra vida espiritual, somos más débiles, más egoístas, más vulnerables al pecado, más vulnerables a los ataques del enemigo, más solitarios, más quebrantados, y más deformados personal y espiritualmente. El Dr. Dennis Kinlaw escribe, “Una persona no es capaz de darse cuenta de esta inclinación egocéntrica mientras viva en aislamiento. Necesitamos vivir en comunidad para darnos cuenta de los problemas de nuestra propia alma.”[2]
El aislamiento es la estrategia de Satanás. La Biblia lo describe como un “león rugiente, buscando a quién devorar.”[3] Quienes viven en África saben cómo los leones cazan a sus presas. Persiguen a una manada hasta que alguno empieza a quedarse atrás, hasta que el más débil queda aislado del escudo protector del resto de la manada. Entonces, es sólo cuestión de tiempo para que el león lo atrape y lo devore.
Dios determinó desde la fundación del mundo poner a las personas en pequeñas comunidades llamadas familias. Bebés, niños, jóvenes y adultos de todas las edades necesitan una familia a la cual pertenecer. Imagine a un bebé que es abandonado por su madre al nacer. Puesto que no puede alimentarse o abrigarse a sí mismo, va a morir. Imagine a niños y jóvenes que no disfrutan del amor, la guía, la disciplina y la instrucción de sus padres. Van a sufrir. Imagine a personas ancianas que no tienen quien las cuide. Su vida por lo general termina de una forma muy triste.
Sin importar en cuál etapa de la vida se encuentre, usted necesita una familia. Si usted no ha tenido una familia terrenal sana, es muy probable que le sea difícil llegar a ser un cristiano espiritual, emocional y socialmente saludable. Pero Dios ha provisto otra familia para usted - ¡la familia de Dios!
La necesidad de participación en la comunidad se expresa a lo largo del Nuevo Testamento. La Biblia enseña claramente que nos necesitamos unos a otros – que no fuimos creados para vivir vidas independientes. La frase “unos a otros” se encuentra al menos cincuenta y cinco veces en el Nuevo Testamento, lo cual da testimonio de la importancia que Dios le ha dado a la comunidad espiritual. Veinticinco de esos pasajes nos dicen que debemos amarnos “unos a otros.” Pero hay muchos otros:
¡El Cristianismo se vive en familia! Debemos vivir vidas interdependientes e interconectadas. Debemos estar tan conectados espiritual y emocionalmente con otros creyentes que cuando ellos lloran, nosotros lloramos, y cuando ellos se alegran, nosotros nos alegramos.[4] Cuando vemos a un hermano o hermana en necesidad, hacemos todo lo posible para ayudarlos.[5] De acuerdo con Santiago, en esto consiste el verdadero Cristianismo.
[1] Una frase que se repite más de 50 veces en el Nuevo Testamento.
[2] Dennis Kinlaw, La Mente de Cristo (Wilmore, KY: Francis Asbury Press, 2000), 65.
[3] 1 Pedro 5:8.
[4] Romanos 12:15.
[5] Santiago 2:15.
Sin duda alguna, la razón por la que muchos cristianos no se relacionan con otros creyentes – en la adoración, la confesión, la comunión espiritual y la oración – es porque nunca han aprendido el valor de la iglesia.
Jesús está edificando su iglesia
Si usted le pregunta al típico miembro de iglesia por qué Jesús sufrió y murió, le responderá, “Para salvarme de mis pecados,” o “Para que pudiera tener una relación personal con él.” Estas respuestas son verdaderas, pero no son toda la verdad. Jesús declaró la verdad completa en Mateo 16:18, “Edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.” La palabra “iglesia” significa una comunidad o asamblea. Juntos conformamos esta iglesia. Jesús vino a sacarnos del mundo y del pecado para hacernos uno con Dios y con nuestros hermanos en Cristo, “para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.”[1]
Decir que no necesitamos la iglesia y actuar con esa mentalidad – que no nos necesitamos unos a otros – es despreciar el plan de Jesús. Criticar su pedacito de iglesia global (su comunidad local) – sin orar, amar y hacer todo lo que esté a su alcance para sanarla y embellecerla – es pisotear la posesión más preciada de Jesús y el sacrificio que él hizo por ella.
(1) La iglesia es su preciosa novia.
A la iglesia se le llama la “novia de Cristo.” Juntos somos la novia de Cristo, por la cual él dio su vida, “para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.”[2] ¡Tenga cuidado de cómo habla de la novia de Jesús! Cualquier novio se enojaría mucho si escuchara a la gente decir cosas hirientes acerca de su novia, burlarse de sus defectos y reírse de sus debilidades. Cuán dolido y enojado debe sentirse Jesús cuando los cristianos señalamos las faltas y defectos de su novia – una novia por la cual él derramó su preciosa sangre – pero ponemos excusas para no comprometer nuestro tiempo y recursos para ayudar a que sea cada vez más hermosa espiritualmente.
(2) La iglesia es una familia que lleva el nombre de Cristo.
Pablo dice, “Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra.”[3] Debemos aprender a amarnos y atesorarnos unos a otros como familia. ¡Y debemos tener cuidado de cómo tratamos a la familia de Jesús!
(3) La iglesia es el cuerpo de Cristo, compuesto por muchos dones diferentes, interdependientes unos de otros.[4]
Debemos desarrollar nuestro aprecio por la diversidad de dones que Dios nos ha dado, en lugar de crear divisiones entre nosotros. No debemos despreciar el cuerpo de Cristo, sino hacer sacrificios para ayudarnos unos a otros a alcanzar la madurez.[5]
(4) La iglesia es un templo habitado por el Espíritu Santo[6] y edificado por Jesús con piedras vivas llamadas cristianos.
Estamos siendo “edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.”[7] Como piedras vivas en el santuario espiritual que Jesús está edificando, estamos interconectados y somos interdependientes. Y somos “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable.”[8] ¡Esto es más asombroso y profundo de lo que podemos comprender!
¿Cómo podemos entonces separarnos unos de otros y apartarnos a nuestro rincón privado con Dios? ¡No podemos! Debemos involucrarnos en la pequeña porción local de su santuario, invertir nuestra vida en otras “piedras vivas,” para que todos podamos llegar a ser un templo lleno de la presencia de Dios.
Esta perspectiva de la iglesia ha sido una de las más transformadoras en mi vida. Me gradué del instituto bíblico en 1993 y tres semanas después fui nombrado pastor de una pequeña iglesia. Al principio me costó apreciar el valor de la iglesia local que Dios me había asignado, especialmente porque tenía bastantes problemas. Sin embargo, una noche fría y nevada de invierno en 1996, mientras conducía por el pueblo escuchando en la radio un sermón del Dr. John MacArthur, empecé a ver a la iglesia de un modo como nunca antes lo había hecho. El título de su mensaje era, “Por qué Amo a la Iglesia”; mientras escuchaba, empecé a enamorarme de mi iglesia. Lloré de gozo porque el Espíritu Santo abrió mis ojos al asombroso plan de Dios para la iglesia. El siguiente es sólo un extracto de la enseñanza del Dr. MacArthur:
«En el misterio de la Trinidad, vemos que hay un amor eterno y maravilloso entre los miembros de la Trinidad… Ese amor debe encontrar una expresión. El verdadero amor siempre buscar dar. Y en demostración de su perfecto amor por su Hijo, el Padre le hizo una promesa al Hijo… Le prometió un pueblo redimido – justificado, santificado y glorificado. Le prometió traer a los redimidos a su gloria, para que pudieran habitar en el mismo lugar donde el Padre y el Hijo han habitado desde antes del inicio de los tiempos… Y este cuerpo de los escogidos – un pueblo para su nombre (Hechos 15:14) de toda tribu y pueblo y lengua y nación (Apocalipsis 13:7) – formaría un templo vivo para el Espíritu Santo, convirtiéndose en el lugar donde Dios habita…»
«El significado pleno del propósito eterno de Dios lo vemos claramente a través del libro de Apocalipsis. Allí vemos un destello del cielo, ¿y qué supone usted que la iglesia triunfante está haciendo allí? ¿En qué se ocupan los santos glorificados a través de la eternidad? Adoran y glorifican al Cordero, lo alaban – e incluso reinan con él (Apocalipsis 22:3-5). El cuerpo de los creyentes es descrito como su novia, pura y sin mancha y vestida de lino fino (19:7-8). Habita con él eternamente donde no hay noche, ni lágrimas, ni tristeza, ni dolor (21:4). Glorifican y sirven al Cordero por siempre. Esta es la plenitud del propósito de Dios; y es la razón por la que la iglesia es el regalo del Padre para su Hijo.”»[9]
¡Aquella noche nevada me di cuenta de que por gracia he sido hecho parte de algo más maravilloso de lo que podría imaginar! ¡La novia de Cristo es un regalo de amor del Padre para su Hijo! Una convicción nació en mi corazón de que a pesar de cuán dañada una iglesia local pueda estar, a pesar de cuán seca sea su predicación o cuán pobre sea su música, a pesar de cuán insatisfactoria sea su comunión, o cuán carnales sean sus miembros, ¡yo debo amarla!
► ¿Le ha ayudado esta sección a cambiar su forma de ver a la iglesia? Explique de qué manera.
[1] Juan 17:21.
[2] Efesios 5:26-27.
[3] Efesios 3:14-15.
[4] 1 Corintios 12:12-27.
[5] Colosenses 1:28-29.
[6] 1 Corintios 3:16.
[7] 1 Pedro 2:5.
[8] 1 Pedro 2:9.
[9] John MacArthur, “Por qué Amo a la Iglesia” (énfasis agregado).
Cada vez que leemos en el Nuevo Testamento que el Espíritu Santo fue derramado, sucedió cuando un grupo de discípulos estaban reunidos, orando con corazones unidos. El Día de Pentecostés, mientras los discípulos “perseveraban unánimes en oración y ruego… estaban todos unánimes juntos… Y fueron todos llenos del Espíritu Santo.”[1] El Espíritu fue derramado sobre un grupo, no sobre un individuo. Por supuesto, sabemos que el Espíritu Santo también es derramado sobre los creyentes de manera individual; pero algo único y maravilloso sucede cuando creyentes que tienen un mismo sentir se reúnen en unidad, amor y oración.
Más tarde, ante el peligro de la persecución, los creyentes se reunieron y oraron, y “cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios.”[2] Si usted quiere más del Espíritu Santo en medio de circunstancias desesperadas, ore, adore y sirva con otros creyentes.
En tiempos difíciles, necesitamos la comunidad cristiana.
Mi familia ha pasado por tiempos muy difíciles y a menudo hemos buscado refugio en el cuerpo de Cristo para recibir ánimo, consejo y fortaleza. En medio del diagnóstico de cáncer de nuestro hijo recién nacido, Jesse, y a lo largo de cuatro años de tratamiento, acudimos al cuerpo de Cristo y descubrimos cuán preciosa es en verdad la familia de Dios. Fuimos llenos del Espíritu de gracia a través de sus oraciones y de la forma como atendieron las necesidades de nuestra familia. Como misioneros, hemos experimentado tiempos de soledad, temor, enfermedad, guerra espiritual y dolor, y hemos sido llenos del Espíritu de paz, sanidad, victoria y liberación en medio de cada crisis a través de nuestra familia espiritual. Esta lección no es sólo buena teología; es verdad práctica para los desafíos de la vida. Hay un poder especial derramado por el Espíritu Santo cuando la iglesia se une.
¡Muchos cristianos son débiles y vulnerables por causa de su deseo egoísta de privacidad!
► ¿Por qué es tan difícil para muchos cristianos ser transparentes con respecto a sus necesidades, sus faltas y fracasos espirituales y sus cargas? ¿Cómo podemos crear un ambiente más seguro para ser sinceros unos con otros?
Por medio del Espíritu Santo somos empoderados para ser testigos de Cristo.
Jesús les dijo a sus discípulos: “Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos.”[3] Pienso que cuando leemos esto tendemos a pensar en nosotros siendo empoderados para testificar de manera individual; pero Jesús estaba hablando a su iglesia de manera colectiva. Juntos serían testigos llenos del Espíritu Santo.
Hay un derramamiento especial sobre los creyentes para ser testigos del evangelio cuando lo hacen en conjunto. Recuerdo una congregación en México que a través de mucha planificación, oración y el aporte de sus miembros, sale a ministrar en comunidades paganas en los alrededores de su pueblo, donde comparten el evangelio y sirven a los pobres. Hacen esto semanal y mensualmente. Y Dios los está premiando con almas. También recuerdo un grupo de jóvenes en México que va a los hospitales en el nombre de Jesús y provee comida para los pobres cuyas familias no pueden ayudarles. Juntos, son sus testigos, y el Espíritu Santo está siendo derramado en su ministerio.
La responsabilidad de ganar almas no es de un solo cristiano, sino de todos en conjunto. Cada uno de nosotros tiene un don, un testimonio, un llamado. Cada uno tiene una pequeña parte en la tarea de testificar, pero ninguno de nosotros puede hacerlo todo. Algunos plantan y otros riegan. El crecimiento lo da Dios.[4]
En la primera lección de este curso, compartí acerca de nuestros vecinos que aceptaron a Cristo. Ha pasado un año desde que escribí ese testimonio. Durante los últimos meses, Danny y Kim han seguido creciendo en su fe. Todos los que los rodean lo han notado, y ambos son una gran bendición para nuestra comunidad local.
Recientemente, una amiga no creyente de Kim, llamada Hettie, a quien Kim ha conocido por cuarenta años, expresó un sincero deseo de estar en paz con Dios. Esta amiga nunca había tenido un encuentro personal con Cristo, aunque había escuchado el evangelio algunas veces; y había tenido una vida muy difícil. Así que Danny, Kim, Becky y yo fuimos a visitarla. Cuando le pregunté a Hettie por su interés en las cosas espirituales, esto fue lo que ella dijo: “No puedo creer el cambio que ha ocurrido en Danny y Kim. Los he conocido por cuarenta años y la diferencia en sus vidas es simplemente increíble.” Más adelante en la conversación ella dijo, “Quiero ser salva.” Compartí un estudio bíblico del evangelio, y juntos llevamos a Hettie a un encuentro con Jesús. Si yo hubiera tratado de evangelizar a Hettie sin el testimonio de Danny y Kim, dudo que hubiera tenido el mismo efecto. Juntos somos los testigos de Cristo.
[1] Hechos 1:14; 2:1, 4.
[2] Hechos 4:31.
[3] Hechos 1:8.
[4] 1 Corintios 3:6.
Es importante reconocer que no toda iglesia local es parte de la iglesia universal de Cristo. Hay congregaciones de creyentes donde la muerte y la decadencia predominan, y el Espíritu Santo se ha ido. Estas no son congregaciones en las que deberíamos participar.
También debemos reconocer que no toda iglesia verdadera es igualmente fiel a las Sagradas Escrituras, igualmente favorecida por Dios, igualmente llena del Espíritu Santo, o igualmente activa en la obra redentora. Debemos orar y buscar discernimiento para determinar cuál comunidad es más saludable para nosotros y nuestras familias. Luego, debemos convertirnos en participantes activos en los tiempos buenos y malos. Es así como el fruto del Espíritu es formado en nosotros. Es así como Cristo es formado en nosotros.
Hace muchos años en las Filipinas, la enseñanza de uno de los predicadores invitados a nuestro campamento bíblico de verano fue muy decepcionante. Su enseñanza era aburrida, seca y sin poder. Algunos de los presentes empezaron a murmurar y a quejarse. Pero nunca olvidaré lo que uno de nuestros pastores nos dijo a un grupo de nosotros que nos reunimos después de uno de los servicios: “Bueno hermanos,” dijo con toda humildad, “esta es nuestra oportunidad de crecer aún más en amor.” Fue una palabra sencilla pero poderosa de parte de Dios a mi corazón. Cuando adoramos, servimos y tenemos comunión con otros creyentes, siempre hay cosas que nos decepcionan. Dios usa esos momentos de incomodidad para edificarnos en amor.
Frecuentemente observo que cuando los cristianos hablan de su iglesia como si estuviera muerta, probablemente están hablando de su propia vida espiritual. Esto me recuerda a un pastor que estaba tan desanimado con su congregación, que publicó un anuncio en el periódico informando que el domingo siguiente iba a oficiar un funeral para su iglesia. Por pura curiosidad, ese domingo en la mañana llegaron personas que no habían asistido a la iglesia en años. El edificio estaba abarrotado. ¡Y al frente había un ataúd!
El pastor dio inicio al servicio abriendo el ataúd. Entonces invitó a la congregación a hacer fila para ver a la iglesia muerta. Cuando se acercaron y miraron dentro del ataúd, lo que había era un espejo ¡y cada uno se vio a sí mismo!
Muchos creyentes han sido heridos por su iglesia local, y por eso han abandonado la iglesia en general; han decidido no comprometerse con ninguna iglesia. Quizás asisten ocasionalmente, pero no se involucran activamente. Lo que a menudo no se dan cuenta es que al abandonar la comunidad cristiana, están alejándose del medio que Dios usa para santificarlos.
Si usted desea ser cada vez más generoso, más gozoso, más afectuoso, más como el Señor, usted debe conectarse con su familia frecuentemente. A través de la adoración congregacional, el discipulado en grupos pequeños y la responsabilidad mutua, seremos gradualmente transformados en las personas que Dios diseñó que fuéramos. Pero, ¿cuál tipo de iglesia o comunidad espiritual es la más transformadora?
Las comunidades transformadoras son receptivas.[1]
La iglesia del Nuevo Testamento tenía sus conflictos. En Romanos 14, por ejemplo, leemos que había divisiones en la iglesia de Roma en torno a “opiniones.”[2] Algunos no podían comer otra carne que no fuera kosher, mientras que otros sí podían. Algunos sentían la obligación de observar las festividades judías, mientras que otros no. Ambos lados estaban juzgándose entre sí,[3] a lo cual Pablo se refiere 3 veces en 13 versículos. La adoración y la comunión se estaban poniendo tensas. ¡Las cosas se estaban poniendo muy desagradables! ¿Cuál era la solución?
La solución, dice Pablo, es “recibirnos” unos a otros. Pablo también usa este término tres veces. El que es espiritualmente fuerte debe recibir “al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones.”[4] El débil también debe recibir al que come, “porque Dios le ha recibido.”[5] Y a toda la iglesia Pablo le dice, teniendo en mente el mismo problema: “Por tanto, recibíos los unos a los otros, como también Cristo nos recibió, para gloria de Dios.”[6]
La iglesia de Jesús siempre será muy diversa, y la tentación de juzgarnos unos a otros con respecto a distintos temas siempre estará presente. La respuesta es recibirnos unos a otros. Esto no significa que debamos comprometernos con doctrinas o estilos de vida claramente anti-bíblicos; significa que debemos cultivar una atmósfera en la cual los verdaderos creyentes, que muestran el fruto de la salvación, se sientan bienvenidos.[7]
Juan Wesley dijo en un famoso sermón que es consecuencia inevitable de la debilidad humana y la falta de entendimiento el que todos tengamos opiniones un tanto diferentes en asuntos espirituales. Él dijo que el punto principal en el que debemos enfocarnos es éste: “Si tu corazón es como el mío, si amas a Dios y a toda la humanidad, no pregunto nada más. Dame tu mano.”[8]
Una comunidad receptiva no es aquella que lo tolera todo o que está de acuerdo en todo; no todos tienen los mismos dones, pero están unidos por la verdad y el amor.
► ¿Cuáles son algunos de los desafíos de ser una persona o una congregación receptiva?
Las comunidades transformadoras son edificantes.
Este principio se desarrolla muy bien en nuestro curso titulado Doctrina y Práctica de la Iglesia, así que no voy a ahondar en este tema.
Las comunidades transformadoras proveen oportunidades para la mutua rendición de cuentas.[9]
Esta es una de las razones más importantes por las que debemos participar en la comunidad cristiana. Todos necesitamos rendir cuentas – especialmente los pastores y los líderes cristianos. Rendir cuentas edifica el carácter. Rendir cuentas hace que me cuide más del pecado. Saber que hay personas que dependen de mí y que esperan de mí una conducta piadosa, me ayuda a crecer en santidad.
Rendir cuentas en ocasiones lleva a una confrontación. Esto también nos santifica y debería ser bien recibido. Todos necesitamos personas que hablen a nuestra vida. Necesitamos abrir nuestro corazón a otros y confesar nuestras faltas. Necesitamos transparencia. Sin rendición de cuentas, nos volvemos espiritualmente descuidados.
El rey David necesitó un Natán que lo confrontara con la verdad.[10] Pedro necesitó a Pablo para amonestarlo por actuar de manera contraria al evangelio.[11]
(1) Debemos ayudarnos unos a otros a vivir conforme a la Palabra de Dios.
¡Siempre la Palabra de Dios!
(2) La Biblia dice que debemos “amonestarnos.”
Amonestarnos significa advertirnos, cuidarnos y guiarnos unos a otros. Pablo escribió, “Os rogamos… que amonestéis a los ociosos.”[12]
«“Mas no lo tengáis por enemigo, sino amonestadle como a hermano” (2 Tesalonicenses 3:15).»
(3) Debemos proveer disciplina. La disciplina incluye llamar la atención, corregir e instruir.
Los primeros metodistas constituyen uno de los ejemplos más puros del impacto de la rendición de cuentas. Bajo la unción del Espíritu Santo, su líder, Juan Wesley, predicó a multitudes de hombres y mujeres, la mayoría de ellos pobres y relegados en zonas marginadas, en las calles y en los campos de Inglaterra; y vio incontables conversiones a Cristo. También vio a un gran número de estos convertidos llegar a ser discípulos maduros y llenos del Espíritu. ¿Cuál fue la clave? Él insistía en que los nuevos convertidos debían comprometerse unos con otros.
«Wesley... insistía en que las personas se unieran a las llamadas sociedades metodistas, que funcionaban de una forma muy similar a iglesias en casas… Además, les pedía que asistieran a reuniones de clase en la que participaban doce personas y un líder. Cada semana tenían el desafío de venir a la clase para compartir honestamente unos con otros con respecto al estado de su alma. Wesley tomaba esto con tanta seriedad, que si las personas faltaban a una reunión, no se les permitía regresar hasta que hablaran con él y le explicaran por qué se habían ausentado.»
«Aunque esta práctica de Wesley quizás no funcione en todas partes en el mundo actual, ciertamente lo hizo en su tiempo. Wesley les ofreció a las personas un método (de allí el nombre “Metodista”) para crecer en la semejanza de Cristo en el contexto de comunidades.»[13]
El propósito de dichas reuniones era obedecer el mandamiento de Dios, “Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados.” En ellas se hacían preguntas como las siguientes:
Preguntas muy difíciles – pero piense en cuán transformadoras podrían ser estas preguntas para nosotros si en verdad nos preocupáramos unos por otros. Hay una nota impactante en el diario de Juan Wesley, donde él se lamenta por no haber organizado sociedades y reuniones de clase en cierto pueblo en el que había predicado. Muchas almas se convirtieron a Cristo en ese pueblo, pero cuando Wesley regresó, veinte años después, el fruto era escaso. Esto fue lo que escribió:
«Quedé más convencido que nunca que predicar como un apóstol, sin juntar a los que sean despertados y adiestrarlos en los caminos de Dios, es sólo procrear niños para el asesino. Cuánta predicación se ha hecho… Mas no hay sociedades regulares, no hay disciplina, no hay orden o conexión. Y la consecuencia es que nueve de diez de los que fueron despertados están ahora más dormidos que antes.»[14]
Sin rendición de cuentas, las iglesias se vuelven emocionales y superficiales. El Dr. Dennis Kinlaw afirma que usted y yo necesitamos rendir cuentas para poder ver las necesidades de nuestro propio corazón. Él escribe lo siguiente:
«Estoy convencido de que esta necesidad de comunidad cristiana fue el motivo detrás de la creación, por parte de Juan Wesley… de las reuniones de clase en los inicios del Metodismo. No creo que existiera una mejor forma de enseñar la santidad. Estas reuniones ponían de manifiesto la propia carnalidad y la tiranía del interés egoísta. Solemos pensar en la iglesia como un lugar para la edificación, para edificarnos unos a otros en la fe; pero también es un lugar para el examen y la revelación del verdadero yo. Esta es una parte dolorosa de la vida de la iglesia que no nos gusta; pero es una parte necesaria. En el campo misionero, los mayores problemas que enfrentan los obreros no son con los inconversos, sino con otros misioneros. Esto es parte del plan divino [para santificarnos].»[15]
Consejos prácticos para participar en la comunidad cristiana
[1] Mateo 11:34-35; 28:18-20; Romanos 15:7.
[2] Romanos 14:1.
[3] Ídem, 14:4, 10, 13.
[4] Ídem, 14:1.
[5] Ídem, 14:3.
[6] Romanos 15:7.
[7] Vea también Marcos 9:35-41.
[8] Juan Wesley, El Espíritu Católico.
[9] Colosenses 3:16; 1 Tesalonicenses 5:14.
[10] 2 Samuel 12.
[11] Gálatas 2:11.
[12] 1 Tesalonicenses 5:14.
[13] James Bryan Smith, The Good and Beautiful Community (La Comunidad Buena y Hermosa) Downers Grove: InterVarsity Press, 2010. P. 138.
[14] Ídem, 139.
[15] Kinlaw, 65-66.
Reúnase con sus compañeros de clase y compartan testimonios de lo que han aprendido en este curso y de las formas como Dios ha usado estas lecciones en su vida.
(1) ¿Qué es la iglesia?
(2) En Efesios 4:11-13, ¿con qué propósito fueron dados los dones espirituales a la iglesia?
(3) ¿Cuántas veces se usa en el Nuevo Testamento la frase “unos a otros”?
(4) Complete esta oración: “Jesús vino a ______________, no sólo a salvar __________________.
(5) Menciones tres expresiones que se usan para describir a la iglesia.
(6) ¿Cuáles son tres características de las comunidades transformadoras que estudiamos en esta lección?
(7) ¿Cuáles son cuatro preguntas que se utilizaban en las reuniones de clase de los metodistas bajo Juan Wesley?
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