Repaso de la Lección 1
Repase los puntos principales de la lección 1. Pregunte a los estudiantes si algunos están dispuestos a compartir sus oraciones personales de la lección 1.
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by Tim Keep
Repase los puntos principales de la lección 1. Pregunte a los estudiantes si algunos están dispuestos a compartir sus oraciones personales de la lección 1.
Al finalizar esta lección, el estudiante deberá ser capaz de:
(1) Entender y explicar los tres componentes principales de la formación espiritual.
(2) Apreciar el ministerio del Espíritu Santo en la formación espiritual.
Mientras estaba trabajando en este curso, un joven abrió su corazón conmigo. Él es un cristiano sincero. Tiene un claro testimonio de conversión y cree que ha rendido su voluntad por completo al señorío de Cristo. Este joven estudia la Biblia, tiene una vida devocional bastante consistente, y veo en él evidencia clara de que conoce y teme a Dios. Sin embargo, estaba luchando para vencer por completo un pecado recurrente en su vida. “¿Por qué esta tentación no se ha ido? Yo oro, leo la Biblia, y aun así no logró la victoria. ¿Hay algo malo conmigo?” Continuó, “Me siento tan aislado, tan sólo con mi problema. ¡Me siento como un cristiano de segunda categoría!”
Compartimos juntos durante algunas semanas, y en ese tiempo me quedó claro que mi amigo era un creyente sincero, pero necesitaba renovar su mente en algunas áreas. Su pensamiento acerca de Dios y de la vida cristiana no estaba completamente alineado con la Palabra de Dios. Además, me pareció que mi amigo creía que si su corazón en verdad era santo, la pureza y la obediencia no debían requerir tanto esfuerzo. A este joven le hacían falta algunas salvaguardias espirituales y algunas disciplinas, y por esa razón no estaba experimentando la victoria total.
► ¿Cómo aconsejaría usted a mi amigo? ¿Cómo puede un creyente verdadero derrotar un pecado recurrente?
Sabemos que el Espíritu Santo puede transformar, y efectivamente transforma nuestro corazón de forma instantánea en ciertos momentos de nuestro peregrinaje espiritual; pero también sabemos que él nos lleva a la madurez plena a través de procesos – procesos que involucran la renovación de la mente, la disciplina espiritual, y una relación sana con otros creyentes.
Enseñar que la formación espiritual es un proceso no niega la existencia de esos momentos extraordinarios de avivamiento. Muchos seguidores devotos de Jesús han experimentado “momentos divinos” después de su nuevo nacimiento. Estos momentos son definidos de varias formas, tales como: “bautismo del Espíritu Santo,” “entera santificación,” “descanso de la fe,” “amor perfecto,” “llenura del Espíritu Santo,” entre otros. Así como los milagros no anulan las leyes normales de la naturaleza, estos momentos o épocas extraordinarios en nuestra travesía, en los que el crecimiento espiritual es acelerado, no descartan los procesos normales de maduración que Dios ha establecido.
Por lo general, el crecimiento espiritual se asemeja al crecimiento físico. Los bebés no se convierten en adultos de la noche a la mañana, sino que siguen un proceso de maduración ordenado por Dios. Lo mismo sucede con nuestro crecimiento espiritual. Los niños, tanto físicos como espirituales, tienen períodos de crecimiento acelerado.
La formación a la imagen de Jesucristo debe ser construida sobre un fundamento bíblico sólido. En esta lección procuraremos establecer un fundamento sólido sobre el cual construir una vida que agrade a Dios y una vida que refleje la imagen de Dios, tanto interna como externamente. Muchos creyentes son espiritualmente débiles porque carecen de este fundamento.
La Formación Espiritual Es Más Que Un Cambio Superficial
Gran parte de lo que llamamos transformación es meramente un cambio superficial, como poner una pequeña venda sobre una herida profunda e infectada. Durante ciertos períodos de tiempo podemos ser capaces de “actuar” correctamente y de suprimir las conductas y actitudes malas; pero eventualmente, alguien o algo nos golpea esa herida, la tentación se vuelve demasiado fuerte, y dejamos ver quiénes somos en realidad.
Un pastor asiático confesó en una ocasión que el Señor le reveló esto a través de uno de sus más férreos perseguidores. Durante años, un malvado hombre de una tribu había hecho todo lo que podía para estorbar la obra de Dios. Había arrojado rocas durante los servicios de adoración, había disparado balas contra las paredes de la iglesia, y había saqueado la iglesia. En medio de esto, mi amigo pastor y su congregación estaban orando por este hombre que los atormentaba, y soportaban su persecución. “Yo pensaba que tenía un amor genuino y una verdadera disposición de perdonar” – me dijo este pastor – “hasta que un día, en un encuentro sorpresivo en un camino peligroso a través de la montaña, mi enojo se desbordó. Me da vergüenza decirlo, pero ¡embestí su motocicleta con mi camioneta y lo amenacé! En ese momento supe que no tenía tanto amor como yo pensaba. En ese momento supe que estaba confiando demasiado en mis propia capacidad, y que no había rendido una parte de mi vida al control del Espíritu Santo. El Señor usó este incidente para humillarme y cambiarme. Cuando me humillé ante mi congregación y ante mi perseguidor (incluso le compré una motocicleta nueva), el Señor llenó mi corazón con verdadero amor y poder.”
Dios quiere hacer más por nosotros que sólo poner una pequeña venda sobre nuestras heridas. Él tiene más para nosotros que un simple cambio superficial.
Ser formados a la imagen de Jesucristo es tener su carácter – su virtud – profundamente grabado en nuestra alma. Dennis Kinlaw nos recuerda que “Ser formados a la imagen de Cristo no es simplemente aprender a imitarlo, sino tener su mente o actitud.”[1] Dios quiere transformarnos de tal manera que nuestra respuesta natural en cualquier circunstancia sea su respuesta.
Cuando el amor de Cristo sea formado plenamente en nosotros, la obediencia no será una carga. Cuando su justicia sea plenamente formada en nosotros, hacer lo que sabemos que es correcto no representará un gran esfuerzo. Cuando su paz y su gozo sean formados en nosotros, permaneceremos firmes a través de las tormentas más feroces de la vida.
El Cambio Duradero Es Posible
La buena noticia es que el cambio siempre es posible – no simplemente deseándolo, sino siguiendo el proceso para el cambio que Dios nos ha revelado. Cuando aprendemos a pensar de un modo diferente, adoptamos prácticas diferentes y aprendemos a interactuar de un modo distinto con las personas, el cambio espiritual tiene lugar de forma natural.
[1] Dennis Kinlaw, La Mente de Cristo (Wilmore: Francis Asbury Press), 14.
En este curso vamos a estudiar tres componentes básicos de la transformación espiritual a la imagen de Cristo:[1]
► Lea estos pasajes y trate de explicar las siguientes frases: “Haya en vosotros este sentir,” “Ejercítate” y “hasta que todos lleguemos… a un varón perfecto.” ¿Qué significan estas frases?
Una mente renovada involucra la seguridad de la salvación, el conocimiento de Dios, conocimiento de nosotros mismos, y la obra del Espíritu Santo. La disciplina espiritual involucra la adversidad, la práctica de las disciplinas espirituales y la disciplina personal. La comunidad cristiana incluye (al menos) la comprensión de quiénes somos como familia de Dios y la relación unos con otros para la edificación, la mutua aceptación y la rendición de cuentas. Todo esto es posible por medio de la obra del Espíritu Santo en nosotros.
Haga clic aquí para descargar el siguiente gráfico. (También se encuentra en el apéndice). Como prueba para esta lección, volverá a crear esta tabla, por lo que querrá descargarla para estudiarla en preparación.
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Los Componentes Básicos de la Transformación |
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|---|---|---|---|
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Componentes |
Una Mente |
Disciplina |
Comunidad |
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Pasaje(s) de las Escrituras |
Filipenses 2:5; Romanos 12:1-2 |
1 Timoteo 4:7; |
Efesios 4:13 |
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Que esta involucrado |
Seguridad de la salvación Conocimiento de Dios Conocimiento de nosotros mismos |
Sufrimiento/adversidad Disciplinas espirituales Disciplina personal |
Comprensión de la naturaleza de la iglesia y relación unos con otros para edificación. Aceptación Rendición de cuentas |
|
Manera |
Por medio del Espíritu Santo |
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El Primer Componente Básico de la Transformación Es Una Mente Renovada
La formación espiritual debe iniciar con una mente renovada, “Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él.”[2] Note que el corazón es donde el hombre piensa. La mente y el corazón son uno en la Biblia. Es aquí donde la transformación debe empezar. La mente es el centro de control de toda la vida de una persona. Todo lo que somos y lo que llegamos a ser fluye de este cuatro de control.[3] Jesús dijo, “Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios.”[4] Él también dijo, “El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él.”[5] En la primera sección de este curso, vamos a trabajar en conformar nuestros pensamientos acerca de la salvación, de Dios y de nosotros mismos a lo que enseña la Palabra de Dios. Esta renovación de nuestra mente es vital para ser conformados a la imagen de Dios.
“…y renovaos en el espíritu de vuestra mente.”[6]
“…y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno.”[7]
El Dr. Dennis Kinlaw enseña que “Las tres leyes del discipulado cristiano son: (1) Descubrir quién es Jesús. Entender que él es suficiente para cada necesidad humana. (2) Descubrir quién es usted. Reconocer su incapacidad para servir en el reino de Dios, sin importar con cuanta sinceridad lo intente. (3) Descubrir el poder del Espíritu Santo para reemplazar sus debilidades humanas con la plenitud de Cristo. Cuando hacemos estas cosas, empezamos a pensar de un modo diferente; tenemos emociones diferentes; nuestra perspectiva cambia por completo.”[8]
Romanos 12:2 nos manda, “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento” (énfasis agregado). Todo lo que somos y lo que llegamos a ser fluye de este cuatro de control.
El conocimiento bíblico es vital para la transformación.
La Biblia nos desafía constantemente a buscar el conocimiento y a recibir instrucción. Debemos crecer “en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.”[9]
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“La memorización de textos bíblicos ha sido una disciplina espiritual que Dios ha usado grandemente en mi vida y en la vida de mis amigos que también la están practicando, ya sea para exponer y renovar mi forma de pensar sobre ciertos temas, para enfrentar la tentación, o para prepararme para desafíos futuros.”
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Es por eso que Pablo oraba sin cesar por los efesios para que los ojos de su entendimiento fueran alumbrados.[10]
Cuando estudiaba en el instituto bíblico, nuestro presidente, el Dr. Robert Whitaker, a menudo les hablaba a los estudiantes acerca de desarrollar una mentalidad cristiana. Con frecuencia nos exhortaba: “¡Piensen como cristianos!” Él sabía que éramos cristianos, pero también sabía que la mente de sus estudiantes seguía estando moldeada por el mundo en algunas áreas, aunque no estábamos conscientes de ello.
Para que nuestra mente sea debidamente formada, hay cosas que debemos aprender y cosas que debemos desaprender. Debemos recibir buena información y desechar la información errónea. Esto por lo general es un proceso – un proceso de llenar mi mente con la verdad. También es un proceso de limpiar mi mente de pensamientos impropios y destructivos acerca de Dios, de mí mismo, del mundo que me rodea y de la vida cristiana. No es fácil escuchar la voz de Dios y la voz de la verdad por encima del ruido de la cultura, o en ocasiones incluso de la iglesia, o del ruido de mi propio corazón. Cada voz en mi mente y mi corazón que no esté hablando la verdad debe ser silenciada.
¡Tenga cuidado! Desmantelar un concepto enfermizo de Dios y de nosotros mismos puede ser un proceso peligroso, a menos que se realice en estricto apego a las Escrituras y en absoluta humildad. En este proceso, la arrogancia nos tienta a formar ideas acerca de Dios que nosotros mismos fabricamos. El orgullo puede llevarnos a rechazar una imagen de Dios que se asemeja a algo que despreciamos. Y así, seguimos sin tener la imagen correcta de Dios.
La humildad es la clave para el entendimiento.
En nuestra búsqueda de un entendimiento correcto acerca de Dios, los miembros del pueblo de Dios son nuestros compañeros, la Biblia es nuestra autoridad, la humildad debe ser nuestra actitud, y el Espíritu Santo nuestro ayudador. “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.”[11]
Humildad significa que entrego el control y me rindo a la revelación de Dios, sin importar lo que me cueste. Este es en realidad el único camino hacia la transformación espiritual. En nuestra travesía espiritual hay grandes tentaciones a rechazar la verdad por lo que podríamos perder en el proceso. Tenemos temor de ofender a nuestra familia, cultura o tradiciones. No queremos ser etiquetados, rechazados o excluidos. Nos vemos tentados a ceder para agradar a las personas en vez de a Dios. Recuerde, la Biblia dice que “El temor del hombre pondrá lazo.”[12]
La fe es la clave para experimentar la verdad.
Apropiarnos de (recibir) la Palabra de Dios por fe hace que la Palabra cobre vida en nosotros. El verdadero conocimiento bíblico impacta toda nuestra vida.
La fe bíblica es mucho más que conocimiento; es confianza y compromiso. En este momento usted probablemente esté “confiando” en una silla. Eso significa que usted ha aprendido bastante acerca de las sillas en general, y quizás incluso de “su” silla en particular, y que está dispuesto a confiar todo el peso de su cuerpo sobre ella. Esto es a lo que la Biblia se refiere cuando habla de la fe. A esto se referían los autores de los Evangelios cuando escribieron cosas como: "Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados.”[13] ¿Qué vio Jesús cuando vio “la fe de ellos”? ¿Cómo se veía esa fe? Jesús vio que los amigos del hombre paralítico tenían la suficiente confianza en él para llevar a su amigo ante él con la expectativa de que lo sanara. Jesús vio hombres comprometidos con lo que sabían que era verdad acerca de él. Vio la acción de ellos y ¡respondió con gracia perdonadora, sanadora y transformadora! Este es el poder de la fe.
Cuando confiamos en la Palabra de Dios, él nos transforma a la imagen de Cristo por el poder del Espíritu Santo. Ciertamente no podemos conformarnos a nosotros mismos a la imagen de Cristo. Robert Mulholland Jr. afirma:
“La Biblia también es clara en su testimonio al hecho de que sólo Dios puede librarnos de nuestra esclavitud, sanar nuestro quebranto, limpiarnos de nuestra impureza y llevarnos de muerte a vida. No podemos hacerlo por nosotros mismos. Por lo tanto, la formación espiritual es la experiencia de ser moldeados por Dios hacia la santidad… La autosuficiencia está profundamente arraigada en nosotros… Dios es quien da inicio a nuestro crecimiento hacia la integridad, y debemos ser barro moldeable en las manos de Dios.”[14]
Somos incapaces de producir amor, gozo y paz en nuestro propio carácter. Para que el proceso de formación espiritual tenga lugar en nuestra vida, debemos confiar y comprometernos con lo que Dios ha prometido y declarado. Esta es la fe que agrada a Dios (Hebreos 11:6). La fe abre la puerta a las bendiciones y privilegios de la expiación de Jesucristo y se apropia de ellos. La fe hace que todo lo que Jesús ha provisto para nosotros sea no sólo accesible, sino real en nosotros. La fe verdadera responde a la verdad que ha recibido y de ese modo activa las promesas de Dios. A través de la confianza en y el compromiso con la Palabra de Dios, el Espíritu Santo empieza a transformar nuestro carácter y a empoderarnos para vivir como Cristo.
Pero aún hay más.
El Segundo Componente Básico de la Transformación Es la Disciplina Espiritual
La formación espiritual definitivamente involucra disciplina espiritual. Pablo exhortó a Timoteo, “Ejercítate para la piedad.”[15] Él mismo dijo, “Pongo mi cuerpo bajo disciplina y lo hago obedecer; no sea que, después de haber predicado a otros, yo mismo venga a ser descalificado.”[16]
La disciplina espiritual debe ser añadida a la sana doctrina.
Juan Wesley creía que el objetivo de la vida cristiana era amar a Dios y al prójimo, y que la forma como crecemos en amor es a través de la disciplina espiritual. Él creía que la razón por la que el Cristianismo había “hecho tan poco bien en el mundo,” o por la que no estaba teniendo el máximo impacto, se debía a tres cosas:
► ¿Por qué cada uno de estos elementos – doctrina, disciplina y negación – es necesario para una vida cristiana y un testimonio cristiano efectivos?
Wesley dividió las disciplinas de la vida cristiana en dos secciones principales: obras de piedad y obras de misericordia.[18] El siguiente es un extracto de uno de los sermones de Wesley:
“‘Pero, ¿cuáles son esas buenas obras cuya práctica usted afirma que es necesaria para la santificación?’ Primeramente, obras de piedad, tales como la oración pública, la oración en familia, y la oración privada; recibir la Cena del Señor; escudriñar las Escrituras escuchando, leyendo, meditando; y utilizar en tal medida el ayuno o la abstinencia como nuestro cuerpo o nuestra salud lo permita.
Segundo, toda clase de obras de misericordia, sea que se relacionen con los cuerpos o con las almas de las personas, tales como alimentar a los hambrientos, vestir a los desnudos, hospedar al extranjero, visitar a los que están en prisión, o a los enfermos, o a los que padecen diversas aflicciones; o tales como esforzarse por instruir a los ignorantes, o despertar al necio pecador, reavivar a los tibios, fortalecer a los vacilantes, sostener a los débiles, socorrer a los que son tentados, o contribuir de alguna manera a salvar las almas de la muerte. Este es el arrepentimiento y estos son los frutos dignos de arrepentimiento necesarios para una plena santificación. Este es el camino que Dios ha designado para que en él sus hijos aguarden una salvación completa.”
La Palabra de Dios es clara en cuanto a que necesitamos más que una experiencia de conversión para ser conformados a la imagen de Cristo. En lecciones posteriores veremos que sin esta disciplina continua, nuestros pensamientos erróneos acerca de Dios y de nosotros mismos, nuestras actitudes y apetitos incontrolados y nuestras emociones dañadas van a derrotar nuestras mejores intenciones de ser semejantes a Cristo. En esta sección de este curso, vamos a considerar el rol que la disciplina espiritual desempeña en nuestra formación a la imagen de Cristo. Creo que usted encontrará esta sección sumamente práctica.
La disciplina espiritual viene en una variedad de formas.
Dios usa muchos medios diferentes para moldearnos. La adversidad, o el sufrimiento, es una de las herramientas más poderosas que Dios usa para moldearnos a su imagen. Además, las disciplinas espirituales clásicas – que incluyen oración, meditación, soledad, ayuno, sencillez, sacrificio, adoración, confesión y sumisión; así como las disciplinas personales – desarrollar control sobre la lengua, sujetar nuestros pensamientos, controlar nuestro apetito, administrar el tiempo y establecer convicciones personales – son medios que Dios ha dispuesto para moldear nuestro carácter. Estas disciplinas serán analizadas en lecciones posteriores.
A través de la disciplina espiritual, pensar y actuar como Cristo en cada circunstancia de la vida gradualmente se vuelve más fácil y más habitual. A través de la disciplina espiritual, la imagen de Cristo en nosotros se torna más natural y es grabada de modo permanente en nuestro carácter.
Cuando mi esposa, Becky, y yo estudiábamos en el instituto bíblico, vivíamos en un pequeño apartamento al lado de una pareja cristiana de edad avanzada, el señor y la señora Foust. ¡Qué hermoso testimonio de paciencia y gozo fueron para nosotros! La señora Foust sufría de un padecimiento que la había dejado inválida, y su salud se había venido deteriorando durante diez años, pero su esposo cuidaba de ella día tras día con ternura, afecto y un gozo radiante. En aquellos días, yo solía compararme con hombres como el señor Foust y muchos de mis profesores de gran experiencia. Su carácter parecía un estándar tan elevado que estaba fuera de mi alcance. ¿Llegaría yo algún día a poseer esa calidad de amor, valor y paciencia? Lo que yo no estaba considerando era cuántos años, e incluso décadas, estos hombres habían practicado la vida cristiana. Habían llegado más lejos porque habían estado en este proceso durante mucho más tiempo.
La disciplina espiritual es vital para el éxito en la vida cristiana, y sin ella no deberíamos sorprendernos cuando fallamos en un momento de tentación. Es por esto que Pablo le aconsejó a Timoteo que se ejercitara para la piedad. Pedro también nos exhorta, “Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.”[19] Lo que Pedro está diciendo es que las virtudes de Cristo no se van a desarrollar en nuestro carácter si no hacemos un esfuerzo diligente.
La disciplina espiritual produce libertad, y es ahí donde empieza el disfrute.
Cuando por medio del Espíritu Santo nos hemos disciplinado para estar completamente satisfechos en Dios, somos verdaderamente libres. Cuando somos liberados del deseo de seguir los impulsos de nuestro cuerpo – si hemos aprendido a someter todo apetito natural a Dios, con el fin de obtener un mayor disfrute de él – somos libres en verdad. Aun en medio de la escasez de cosas materiales, o incluso del sufrimiento, si seguimos estando satisfechos en Jesús, somos libres. La disciplina espiritual de Pablo había producido esta clase de libertad. Él escribe:
“No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.”[20]
A través de la adversidad, las disciplinas espirituales y la disciplina personal, nuestra alma será libre para ser y hacer lo que agrada a Dios. Las pinceladas de un artista se vuelven más libres y naturales a través de la práctica. El atleta compite con movimientos ágiles y diestros gracia a incontables horas invertidas en acondicionamiento físico, práctica y repetición constante. El maestro habla con facilidad y confianza gracias al tiempo que ha dedicado a la oración y a su preparación para dominar el tema. El músico toca su instrumento con libertad y belleza, gracias a años de práctica que lo han capacitado para ello. Y el creyente maduro manifiesta la vida de Cristo en medio de las circunstancias más desafiantes de la vida porque día tras día, mes tras mes, y año tras año, se disciplina y practica para lograrlo, por la gracia de Dios.
¿Qué sucede cuando falta la disciplina?
Cuando falta la disciplina, el artista pierde habilidad, los errores se vuelven más frecuentes, y su arte es menos satisfactorio; el atleta pierde agilidad, se mueve con menos facilidad, se tropieza a menudo y no logra sus objetivos. Cuando falta la disciplina en la vida cristiana, no desarrollamos las destrezas necesarias para nuestro caminar cristiano. Tropezamos con más frecuencia. Nuestra relación con el Espíritu es esporádica. Los errores se vuelven más comunes, la vida se torna menos satisfactoria, las relaciones pierden su atractivo, y nuestro caminar con Dios es menos fructífero.
Poco se habla acerca de la vida cristiana disciplinada en esta generación. ¿Por qué? Porque queremos una espiritualidad fácil y rápida. ¡Algunos creyentes quieren magia espiritual! Queremos agitar nuestras manos en el aire y obtener toda la espiritualidad que necesitamos. Como niños maleducados, tenemos muy poco apetito para todo lo que sea difícil – cualquier cosa que sea demasiado demandante, rigurosa o dolorosa. Olvidamos el llamado de Jesús a sus discípulos: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.”[21]
La desilusión con la vida cristiana no es culpa de la vida cristiana, sino de nuestras propias expectativas equivocadas. Muy a menudo esperamos que Dios nos transforme a su imagen instantáneamente. Sin embargo, Dios no está interesado en hacer magia espiritual, sino en formar soldados espirituales, obreros espirituales y atletas espirituales bien entrenados – hombres y mujeres que puedan ganar la batalla, completar las tareas asignadas por Dios y ganar la carrera. Más adelante en este curso, usted recibirá instrucción acerca de las disciplinas espirituales clásicas y la disciplina personal, y motivación para implementarlas en su diario vivir, todo con el propósito de llegar a ser más como Cristo.
El Tercer Componente Básico de la Transformación Es la Participación en Una Comunidad Cristiana
La formación espiritual debe involucrar a la comunidad cristiana (participación en la comunión de una iglesia local). Es imposible sobreestimar el rol esencial que el cuerpo de Cristo – su iglesia – desempeña en nuestra formación espiritual. Es imposible exagerar cuán empobrecidos y deformados se vuelven los creyentes que no son enriquecidos y embellecidos por el cuerpo de Cristo.
A través de la participación en la familia de Dios, nuestro carácter es formado. A través de la vida de la iglesia, obtenemos la práctica que necesitamos para llegar a ser hábiles para vivir la vida de Jesucristo. Ningún creyente es una isla; cualquiera que se aísle del cuidado, la comunión, el ministerio, la protección y la disciplina del pueblo de Dios no puede compartir plenamente la gozosa unión con Dios. Dios es una Trinidad – Padre, Hijo y Espíritu Santo. Las Personas de la Trinidad han habitado juntas en perfecta armonía y comunión por toda la eternidad. Como pueblo de Dios, hecho a su imagen, fuimos creados para vivir en comunión unos con otros. Fuimos hechos para vivir en relación. No fuimos creados para vivir aislados unos de otros, sino para cuidarnos y ayudarnos unos a otros a crecer a la imagen de Cristo.
Leí acerca de un pastor que fue a visitar a un granjero que no había asistido a los servicios de la iglesia durante varias semanas. Se sentaron a conversar frente a una chimenea, y este hombre le dijo al pastor que para él no era necesario ir a la iglesia. “Yo puedo hablar mejor con Dios en el campo,” dijo el granjero. El pastor no dijo nada; pero mientras el granjero seguía hablando de por qué no necesitaba la comunión con otros cristianos, el pastor hizo rodar un trozo de leña lejos del fuego y de los otros leños que estaban ardiendo, y lo dejó solo en un rincón de la chimenea. Muy pronto el trozo de leña empezó a enfriarse, y luego ¡el fuego se apagó! El granjero entendió el mensaje implícito en la acción del pastor ¡y fue a la iglesia el domingo siguiente!
Nunca llegaremos a ser lo que Dios quiere que seamos si tratamos de hacerlo solos. El ejemplo, el compañerismo espiritual, el consejo y los dones del cuerpo de Cristo son vitales para una formación espiritual saludable. La comunidad cristiana contribuye a nuestra formación espiritual en al menos tres maneras:
Los Componentes Básicos de la Transformación Son Colocados Por El Espíritu Santo
La conformación a la imagen de Jesucristo es posible únicamente por la obra del Espíritu Santo que habita en los creyentes.
(1) El Espíritu convence.
“Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio” (Juan 16:8).
(2) El Espíritu purifica y empodera.
“Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios” (1 Corintios 6:11).
“Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8).
(3) El Espíritu confirma nuestra fe en Cristo.
“Y el que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado” (1 Juan 3:24).
“En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa” (Efesios 1:13).
(4) El Espíritu nos conforma a la imagen de Cristo.
“Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (2 Corintios 3:18).
(5) El Espíritu crucifica las obras de la carne.
“Porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis” (Romanos 8:13).
“Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne” (Gálatas 5:16).
(6) El Espíritu comunica.
“Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer por él conforme al rito de la ley…” (Lucas 2:27; ver también 4:1).
(7) El Espíritu controla.
“No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu” (Efesios 5:18).
(8) El Espíritu nos hace conscientes de nuestra adopción por parte de Dios.
“Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!” (Gálatas 4:6).
(9) El Espíritu nos hace caritativos.
Nosotros no somos capaces de amar en nuestras propias fuerzas, sino que necesitamos el amor que “ha sido derramado” por el Espíritu Santo (Romanos 5:5).
En nuestra búsqueda de ser transformados a la imagen de Jesucristo, ¡el Espíritu Santo es para nosotros lo que el océano es para los peces! Para un pez, el océano es esencial para la vida. Para un pez, el océano lo es todo – su aliento, su alimento, su hogar. El océano es donde un pez vive, crece y se reproduce. Si el pez decidiera que lo mejor para él es estar en la playa, no duraría mucho.
Vivir “en el Espíritu” significa simplemente que el Espíritu ha sido enviado a nosotros por Jesús para ser nuestra fuente de vida, poder, iluminación y sabiduría, el cual habita en nosotros y fuera de él estamos muertos – ¡así como el pez que decide vivir fuera del océano! Sin el Espíritu Santo, la imagen de Cristo jamás será formada en nosotros.
[1] Tomado de James Smith, The Good and Beautiful God (El Dios Bueno y Hermoso) Downers Grove: InterVarsity Press, 24
[2] Proverbios 23:7.
[3] Mateo 15:19.
[4] Marcos 7:21.
[5] Juan 7:38-39.
[6] Efesios 4:23, énfasis agregado.
[7] Colosenses 3:10, énfasis agregado.
[8] Dennis Kinlaw, La Mente de Cristo (Wilmore: Francis Asbury Press), 68.
[9] 2 Pedro 3:18, énfasis agregado.
[10] Efesios 1:18.
[11] Santiago 4:6.
[12] Proverbios 29:25.
[13] Marcos 2:5.
[14] Mulholland, 16.
[15] 1 Timoteo 4:7.
[16] 1 Corintios 9:27 (RVA-2015).
[17] Matt Friedman, Discipleship (Discipulado) Wilmore: Francis Asbury Press, 2017, 40.
[18] Juan Wesley, “La Vía Escrituraria de la Salvación,” Sermones de Juan Wesley, Tomo III, párrafos 9,10.
[19] 2 Pedro 1:5-8.
[20] Filipenses 4:11-13.
[21] Lucas 9:23.
Cuando estos componentes básicos coinciden, nos capacitan para ser conformados a la imagen de Cristo.
(1) Estudie el “Los Componentes Básicos de la Transformación” tabla detenidamente y prepárese para explicarlos ante sus compañeros.
Haga clic aquí para descargar un documento de Word que contiene la tabla que puede editar para usarla como prueba.
O haga clic aquí para descargar un PDF para imprimir que contiene la tabla que puede usar como prueba.
(2) Dedique al menos treinta minutos durante la semana para repasar esta lección, incluyendo los pasajes de referencia, y pídale al Espíritu Santo que le hable y le revele su Palabra.
(3) Anote en su diario cualquier cambio específico que deba hacer en su vida, según el Señor se lo revele.
(4) Medite en al menos un salmo durante su tiempo devocional diario, y escriba en su diario lo que el salmista dice acerca de la naturaleza y el carácter de Dios.
(5) Escriba en su diario una oración personal relacionada con su crecimiento y transformación espiritual basada en lo que aprendió en esta lección.
(6) Practique usando la Guía de Oración Diaria del Dr. Brown en su tiempo de oración privada cada día.
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