Repaso de la Lección 5
Mencione las cinco verdades esenciales de la lección anterior. Pregunte a los estudiantes quiénes desean compartir sus oraciones personales de la lección 5. Repase también los componentes básicos de la formación espiritual.
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by Tim Keep
Mencione las cinco verdades esenciales de la lección anterior. Pregunte a los estudiantes quiénes desean compartir sus oraciones personales de la lección 5. Repase también los componentes básicos de la formación espiritual.
Al finalizar esta lección, el estudiante deberá ser capaz de:
(1) Entender verdades espirituales esenciales para conocernos a nosotros mismos.
(2) Entender los resultados del quebrantamiento bíblico.
(3) Explicar cómo la vida de Jesús puede manifestarse en un creyente espiritualmente quebrantado.
(4) Saber cómo cultivar la semejanza de Cristo.
Mi suegro tiene un hermoso árbol de pera en el jardín frontal de su casa. Un árbol hermoso… con un tronco ligeramente inclinado. Recuerdo que poco después de que lo plantaron, hace 15 años, mi familia y yo fuimos de visita. Lo primero que noté fue que la persona que lo plantó no tuvo el cuidado de plantarlo derecho. Pensé que se podía cavar alrededor de las raíces para tratar de enderezarlo, pero nunca lo intenté. El árbol creció y se hizo bastante grande, pero se quedó inclinado, tal como lo plantaron. El tiempo no lo ha enderezado. Años de sol, viento y lluvia no han hecho que se enderece. A medida que el árbol siga creciendo y las ramas se vayan extendiendo, el peso podría hacer que eventualmente el hermoso árbol se caiga. Quizás no suceda. Quizás simplemente siga siendo un árbol ligeramente inclinado.
Las personas, al igual que los árboles, a menudo crecen tal como fueron plantados. Nuestras áreas torcidas pueden ser enderezadas y nuestras asperezas pueden ser limadas. ¡De eso se trata la gracia! Nada es más importante en nuestra vida cristiana que cultivar un corazón sensible, un espíritu enseñable y una actitud humilde de obediencia a la Palabra de Dios. Las personas inclinadas, como los árboles inclinados, son más difíciles de enderezar cuando han permitido que la tierra de su corazón se endurezca a lo largo de las etapas de la vida.
Al inicio de la lección anterior dijimos que para ser los hombres y mujeres llenos del Espíritu que Dios nos ha llamado a ser, debemos estar convencidos de ocho verdades esenciales. En esta lección vamos a continuar desarrollando este tema.
La auto-conciencia – el conocimiento de uno mismo – es absolutamente esencial para la formación a la imagen de Cristo. Conocerse verdaderamente a uno mismo es saber que el “yo” no santificado es el mayor enemigo del creyente.
Debemos asegurarnos de entender que morir a uno mismo es una obra de gracia. Demasiados cristianos están tratando de alcanzar la justicia mediante esfuerzos para hacer morir su naturaleza pecaminosa. Sin embargo, no podemos hacer morir nuestra naturaleza pecaminosa por nosotros mismos. Tampoco podemos vivir la vida de santidad en nuestras propias fuerzas. Sólo Dios puede hacer esto en nosotros. Nuestra disciplina y nuestra fuerza de voluntad no son ni remotamente suficientes para derrotar el orgullo, con todas sus manifestaciones egocéntricas.[1] El yo, como las raíces de un árbol gigante, envuelve cada decisión, cada buena obra, cada acción, cada sacrificio, y cada relación en mi vida. Sólo la gracia puede romper su atadura. ¿Dónde se encuentra esta gracia?
[1] Colosenses 2:23.
Sólo la cruz puede romper el egocentrismo. Este es el mensaje contundente del Nuevo Testamento. Veamos nuevamente Gálatas 5:24. Pablo habla de la cruz y de su rol esencial para una vida victoriosa y llena del Espíritu cuando dice, “Los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos” (énfasis agregado). La palabra “crucificado” hace referencia a la cruz.
Anteriormente en su carta a los gálatas, Pablo testificó que Cristo hizo provisión en la cruz para obtener la victoria sobre el egocentrismo, y que él estaba viviendo en esa realidad:
“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.”[1]
Aquí parece haber una contradicción. ¿Cómo puede una persona estar viva y muerta al mismo tiempo?
► Comenten: ¿En qué sentido puede una persona estar espiritualmente viva y espiritualmente muerta al mismo tiempo? ¿Cuán importante es la fe en este pasaje?
Cuando Pablo dijo, “…estoy juntamente crucificado,” estaba diciendo simplemente que el viejo yo, que está espiritualmente muerto – el viejo Pablo, orgulloso y egoísta – fue conquistado en la cruz, al identificarse con Jesús en su muerte. El “yo” que resucitó y que ahora vive es el “yo” resucitado y victorioso en el cual Jesús vive y reina. Esta es la vida bajo el control del Espíritu Santo. Esta es la vida en la cual los intereses propios son descartados y los intereses de Cristo están en primer lugar. El testimonio de Pablo revela que participar por la fe en la muerte y la resurrección de Jesús es la clave, no sólo para el perdón de los pecados, sino también para la muerte del yo.[2]
Muchos cristianos están viviendo vidas derrotadas porque están tratando en sus propias fuerzas de vencer a un enemigo que sólo puede ser derrotado en la cruz. Siempre están mirando hacia adentro, pero pocas veces miran a Jesús. Se cuenta la historia verídica de Hiroo Onoda, un soldado japonés que estuvo en la isla de Lubang, Filipinas, hasta 1974, veintinueve años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, porque no recibió la noticia de que Japón se había rendido.[3] Durante esos años, el señor Onoda realizó ataques contra los habitantes de la isla, en los cuales mató a treinta personas. La gente trató de hacerle entender que la guerra había terminado, pero Onoda no se convenció sino hasta que su antiguo oficial superior vino a verlo y le entregó órdenes oficiales.
Al igual que Hiroo, demasiados creyentes están peleando batallas perdidas con la carne porque a su corazón no ha llegado la noticia de que el viejo yo, orgulloso y egoísta, ha sido derrotado en la cruz. ¡Uno de los secretos de la gracia es regocijarse en la cruz!
La Gracia SE Encuentra en la Presencia de Jesús Que Habita en El Creyente
En Gálatas 2:20-21, Pablo dice claramente que la crucifixión con Cristo es sólo parte del remedio de Dios. Estar crucificados juntamente con Cristo nos prepara para la plenitud de Cristo, el único lleno de amor humilde y sacrificial: “Vive Cristo en mí… el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” Pablo describe su vida ahora diciendo “Vive Cristo en mí.” ¡Este es el secreto de la vida de santidad! Dennis Kinlaw afirma, “Llegar a ser como Cristo es una obra de gracia. Ocurre sólo porque Cristo vive en nosotros, no porque nosotros procuremos ser como él.”[4]
Tristemente, muchos hoy en día no están experimentando la vida de Jesús, porque no están viviendo con la conciencia de que su presencia habita en ellos. Otros no están cultivando la comunión con él como deberían y están viviendo en sus propias fuerzas.
► En Juan 15, ¿qué dijo Jesús que era el “secreto” de una vida fructífera? Comenten qué significa permanecer en Cristo.
La Gracia Se Encuentra en la Presencia Del Espíritu Santo Que Habita en El Creyente
Vaciarse del yo hace espacio para que la presencia del Espíritu Santo habite plenamente en el creyente y tome control de su vida. Esto es lo que Efesios 5:18 significa: “No os embriaguéis con (bajo el control de) vino… antes bien sed llenos del Espíritu.” Jesús vive en nosotros por medio del Espíritu Santo, pero puede operar plenamente en nosotros sólo en la medida en que morimos a nosotros mismos.[5] De acuerdo con Gálatas 5 y muchos otros pasajes del Nuevo Testamento, su presencia habitando en nosotros es la clave para una vida victoriosa y semejante a la de Cristo. Observe cómo lo expresa Pablo: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia…”[6] El punto aquí es que el fruto espiritual es suyo (del Espíritu), ¡no mío! Usted y yo somos semillas que caen en la tierra y mueren[7]; pero cuando morimos, y seguimos muriendo, él nos da vida y nos hace crecer y dar fruto. En ocasiones olvidamos esto y nos desgastamos tratando de ser buenos. Pero sólo Dios puede hacernos buenos.
La forma en la que Dios nos hace buenos a menudo es dolorosa. Como impurezas mezcladas con el oro, el orgullo y todas sus manifestaciones se han arraigado en mi naturaleza; sólo el Espíritu Santo puede refinarla. ¿Cómo lo hace? Juan el Bautista proclamó que Jesús bautizaría “en Espíritu Santo y fuego.”[8] El corazón del creyente, al igual que el oro, no puede ser limpiado desde afuera porque las impurezas están adentro, mezcladas con la justicia de Dios. Tiene que ser fundido y refinado por el fuego del Espíritu Santo.
De acuerdo con el testimonio de Pedro, esta es la purificación que experimentaron los discípulos en Pentecostés:
“Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros; y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones.”[9]
Gocémonos por la presencia del Espíritu Santo que habita en nosotros y que continuamente santifica nuestro corazón.
[1] Gálatas 2:20-21 (énfasis agregado).
[2] Observe también Gálatas 6:14-15.
[3] “Japan WW2 Soldier Who Refused to Surrender Hiroo Onoda Dies.” Publicado el 17 de enero de 2014. Obtenido de http://www.bbc.com/news/world-asia-25772192 12 de septiembre de 2020.
[4] Dennis Kinlaw, “La Mente de Cristo,” High Calling, Enero-Febrero 2017, 1, 9.
[5] Juan 14:16.
[6] Gálatas 5:22 (énfasis agregado)
[7] Juan 12:24.
[8] Mateo 3:11.
[9] Hechos 15:8-9, (énfasis agregado)
Morir a nosotros mismos no es el fin sino el comienzo de una vida de entrega a Cristo. La razón por la cual las semillas se entierran en el terreno no es sólo para que mueran, ¡sino para que vivan de un modo que jamás soñaron!
La vida cristiana es una vida en la que el carácter de Jesús se vuelve cada vez más radiante en nosotros. Esto es lo que significa ser santo. Cualquier enseñanza sobre la santidad que no sea consistente con la vida y la enseñanza de Jesús no es verdadera santidad. “La única manera en que el mundo va a conocer a Cristo es a través de nosotros. Por lo tanto, debe haber concordancia entre nuestra vida y la de aquel a quien representamos.”[1]
Todo lo anterior es fruto de la santidad, pero la verdadera justicia es la vida de Jesús. El resultado de morir a nosotros mismos siempre será la vida de Jesús manifestada en y a través de nosotros. A continuación se mencionan sólo algunas de las características de la vida de Jesús creciendo en nosotros:
Si me encontrara en una situación donde tuviera que elegir una página de la Biblia de la cual aprender sobre el carácter de una vida santa, creo que Filipenses 2 sería mi elección. Este es en verdad unos de los capítulos más reveladores de la Biblia acerca de la mentalidad que debemos tener y la vida que debemos vivir.
► Con base en Filipenses 2, haga una lista de las cualidades de la santidad que se observan en Jesús. Comparta su lista con sus compañeros.
Una persona dominada por el interés personal es esclava de las apariencias y la reputación, y no puede servir a sus semejantes de manera humilde.
El Dr. Dennis Kinlaw cuenta la siguiente historia acerca de Samuel Brengle, un hombre que se convirtió en un poderoso evangelista y uno de los líderes más influyentes del Ejército de Salvación:
“Durante su último año en la Universidad de Boston, a Samuel Brengle le ofrecieron el puesto de pastor de una congregación adinerada en South Bend, Indiana. Era una oportunidad de empezar su ministerio en la cima del escalafón social. Sin embargo, él sentía que Dios lo estaba llamando a unirse al Ejército de Salvación, así que cruzó el Atlántico para ir a presentarse ante el General William Booth (el fundador de este ministerio).
“‘No lo queremos. Usted es peligroso,’ dijo Booth. ‘¿Peligroso? ¿Qué quiere decir con eso?’ preguntó Brengle. ‘Usted tiene un nivel educativo muy alto. No estaría dispuesto a subordinarse a la autoridad de oficiales que antes de convertirse a Cristo fueron borrachos y prostitutas.’ ‘Por favor deme una oportunidad,’ respondió Brengle. De ese modo, Brengle empezó a trabajar como limpiabotas para el Cuerpo del Ejército de Salvación en Londres. En un sótano a medio construir, con un piso sucio parcialmente sumergido en agua, Brengle empezó su ministerio limpiando el barro de las botas de indigentes convertidos que ahora eran soldados en el Ejército.
“Un día Brengle escuchó una voz interna que le decía, ‘¡Eres un tonto!’ ‘¿Qué quieres decir?’ preguntó Brengle. ‘¿Recuerdas al hombre que enterró su talento en la tierra?’ dijo la voz interna. ‘Piensa en toda la educación que has recibido. La estás desperdiciando.’ Brengle se hundió en la depresión y empezó a orar, ‘Señor, ¿te he fallado? ¿Confundí tu llamado?’ Y el Señor le respondió, ‘Recuerda Sam, ¡yo lavé sus pies!’ Aquel sótano lodoso se convirtió en la antesala del cielo cuando Brengle sintió la presencia del Señor reafirmando su llamado. Desde ese día en adelante, supo que había sido llamado a dar su vida para servir a los demás. Sólo el Espíritu Santo puede hacer posible esta clase de mentalidad sacrificial.”[10]
Tenga cuidado con cualquier idea de santidad que no concuerde con la vida de humildad del Señor Jesús.
[1] Kinlaw, 9.
[2] Santiago 1:27; 1 Juan 3:16.
[3] Efesios 5:18; Hechos 2:4; 4:31.
[4] Santiago 3:16-17.
[5] Mateo 5:8.
[6] Salmo 37:37; Isaías 26:3; Mateo 11:28-30.
[7] I Juan 1:6-7.
[8] Hebreos 12:1.
[9] Filipenses 2.
[10] Kinlaw, 9.
La purificación del corazón no es el fin de nuestra búsqueda. Somos como pilotos que hemos alineado nuestro avión con la pista de aterrizaje, pero necesitamos hacer incontables correcciones antes de que el avión aterrice.
La muerte espiritual del cristiano al yo es una muerte en vida – un continuo morir.[1] Nuestro sacrificio es un sacrificio vivo – un sacrificio constante. Expresiones como “morir al yo” cumplen el propósito de enseñarnos realidades espirituales, pero debemos tener cuidado para no desviarnos de la Palabra de Dios. Un corazón puro y una voluntad rendida nos equipan mejor para el viaje, pero tenemos toda una vida de ascenso por delante.
La vida llena del Espíritu es una vida de crecimiento y santificación progresiva. Por el Espíritu de Dios somos transformados “de gloria en gloria.”[2] A continuación encontrará consejos prácticos para aquellos que desean una vida de santidad cada vez más profunda.[3]
En el siguiente artículo, mi amigo el Dr. Phil Brown ofrece consejos bíblicos muy útiles en la búsqueda de la santidad.
[1] Lucas 9:23.
[2] 2 Corintios 3:18.
[3] 1 Corintios 6:11.
Hebreos 12:14 nos exhorta, ¡Busquen la santidad![1] La santidad que debemos buscar es la santidad de Dios, la cual vemos perfectamente en Jesús, quien vivió una vida apartada de todo pecado, pura, justa y sin mancha.[2]
(1) Buscamos la santidad despojándonos de todo peso.[3]
Los atletas que corren maratones se deshacen de cada onza que los haga ir más lento. Si hay algo que le está estorbando en su búsqueda de la santidad, ¡debe hacerlo a un lado! Entretenimiento, dinero, música, orgullo, relaciones – no importa de qué se trate. Si le está impidiendo crecer en santidad, es tiempo de hacerlo a un lado. ¿Se ha despojado de todo peso en su búsqueda de la santidad?
(2) Buscamos la santidad despojándonos del pecado que fácilmente nos acecha.[4]
Los pesos no son lo único de lo que debemos despojarnos. El pecado que con facilidad nos asedia también debe irse. ¿Cuál es este pecado? Es aquel pecado en el que constantemente usted cae con facilidad. Todos los creyentes caen fácilmente en el egocentrismo, la manifestación principal de nuestra naturaleza corrupta. Nos despojamos de este pecado cuando venimos a Cristo para que su Santo Espíritu nos limpie y nos purifique. Aun así, incluso después de que su corazón ha sido purificado por la fe, habrá pecados que podrían acecharlo fácilmente. Nos despojamos de estos pecados haciendo todo lo que la Biblia prescribe para guardarnos del pecado: hacer uso de los medios de gracia[5]; no proveer para los deseos de la carne[6]; huir de la tentación, asociándonos con los que buscan la justicia, la fe, el amor y la paz, y con los que de corazón limpio invocan al Señor[7]; y andar en el Espíritu.[8] ¿Se ha despojado del pecado que con facilidad lo hace caer?
(3) Buscamos la santidad fijando nuestra mirada en Jesús.[9]
Todo corredor sabe que mantener la concentración fijamente en la línea final es clave para ganar. Un corredor que se distrae es un corredor que pierde. La expresión que se traduce como “puestos los ojos” significa “dirigir la atención sin distracción, fijar la mirada confiadamente” en alguien. Debemos fijar la mirada de nuestra alma confiadamente en Jesús y sin distraernos con nada. ¿Por qué? Porque él es el modelo de santidad. Una forma segura de fallar en nuestra búsqueda de la santidad es mirar alrededor y compararnos con otros. Para ser santos como lo es Jesús, debemos correr con la mirada fija en él. ¿Están sus ojos puestos en Jesús?
(4) Buscamos la santidad perseverando en la lucha contra el pecado.[10]
Estos versículos deberían sacar de nuestra mente la idea de que una carrera fácil y corta nos llevará a la victoria santa. Sí, podemos habernos despojado de todo peso y del pecado que nos asedia, pero ¡estamos peleando una batalla! En nuestra búsqueda de la santidad tenemos que combatir. El enemigo buscará contrarrestar todo avance hacia la semejanza de Cristo. No hay edad, grado de madurez o estado de gracia que nos haga estar exentos de esta lucha. El peligro de cansarnos y desmayar en nuestra mente nos asecha a todos. Perseveramos al considerar cómo Cristo perseveró. Nuestro Capitán venció al enemigo. Por su gracia, ¡nosotros también podemos vencer! ¿Está usted perseverando en la lucha contra el pecado?
(5) Buscamos la santidad sometiéndonos a la disciplina del Señor y soportándola con gratitud.[11]
Si estamos buscando la santidad, no deberíamos experimentar la disciplina del Señor, ¿correcto? ¡Incorrecto! No es así como funciona. De hecho, la soberanía de Dios permite y ordena ciertas dificultades para ayudarnos a crecer en santidad y semejanza a Cristo. La expresión que dice que sin dolor no hay triunfo se aplica totalmente a nuestra condición. Buscamos la santidad al aceptar humildemente la disciplina de Dios con acción de gracias, pues ella testifica de su amor por nosotros y su deseo de que participemos de su santidad. ¿Está usted dando gracias al Padre por su disciplina que produce en nosotros santidad?
(6) Buscamos la santidad fortaleciéndonos unos a otros.[12]
El lema del mundo es “Cada quien vela por sí mismo.” No es así en la búsqueda de la santidad. La santidad debe buscarse en comunidad. Crecemos en santidad cuando vivimos en estructuras de responsabilidad y edificación mutua. Corremos mejor la carrera hacia la santidad cuando unimos esfuerzos con otros corredores. Si uno tropieza, sus compañeros lo ayudan a levantarse y retomar el paso. ¿Ha unido usted esfuerzos con otros creyentes que también están buscando la santidad?
Conclusión
La santidad de vida y corazón es un proceso, y estos seis principios bíblicos preservarán nuestra alma a través de los vientos turbulentos de la adversidad y la tentación, y nos mantendrán alineados hacia nuestro hogar celestial.
[1] Toda esta sección fue escrita por el Dr. Phil Brown.
[2] Hebreos 1:9; 4:15; 7:26.
[3] Hebreos 12:1.
[4] Ídem.
[5] Salmo 119:11; Mateo 26:41; Efesios 6:13-18.
[6] Romanos 13:14.
[7] 2 Timoteo 2:22.
[8] Gálatas 5:16.
[9] Hebreos 12:2.
[10] Hebreos 12:3-4.
[11] Hebreos 12:5-11.
[12] Hebreos 12:12-13.
[13] “Cuando nuestro Señor y Salvador Jesucristo dijo “Arrepentíos” en Mateo 4:17, se refería a que toda la vida cristiana sea una vida de arrepentimiento.”
– Martín Lutero
Padre,
Me he dado cuenta de que el mayor obstáculo en mi caminar espiritual es el orgullo – que se manifiesta como egoísmo. Ya no voy a poner excusas. Ya no voy a culpar a otros. Me ofrezco enteramente a ti como un sacrificio vivo. Oro con el salmista, “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio.” Con Pablo miro a la cruz y creo que “con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” Creo en la purificación y la gracia capacitadora del Espíritu Santo, que fue prometido por Jesús cuando dijo: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.”
Amén.
(1) Dedique al menos treinta minutos durante la semana para repasar esta lección, incluyendo los pasajes de referencia, y pídale al Espíritu Santo que le hable y le revele su Palabra.
(2) Anote en su diario cualquier cambio específico que deba hacer en su vida, según el Señor se lo revele.
(3) Medite en al menos un salmo durante su tiempo devocional diario, y escriba en su diario lo que el salmista dice acerca de la naturaleza y el carácter de Dios.
(4) Escriba en su diario una oración personal relacionada con su crecimiento y transformación espiritual basada en lo que aprendió en esta lección.
(5) Practique usando la Guía de Oración Diaria del Dr. Brown en su tiempo de oración privada cada día.
(1) ¿Cuáles son las tres verdades esenciales para conocernos a nosotros mismos que estudiamos en esta lección ?
(2) ¿Pueden los cristianos erradicar la naturaleza pecaminosa?
(3) Complete esta frase: “Sólo la _______ puede romper el egocentrismo.”
(4) Complete esta frase: “Vaciarse del yo hace espacio para ___ __________ del ___________ __________.”
(5) ¿Cuál es el fruto de morir a sí mismo?
(6) Mencione tres de las características de la vida de Jesús en el creyente.
(7) ¿Cuáles son los seis pasos para cultivar o buscar la santidad que enseña el Dr. Brown?
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