Jesús vino como el Renuevo Justo que traería salvación a Judá (Jeremías 23:1-8).
Como Jeremías, Jesús fue rechazado por su pueblo.
Como Jeremías, Pablo vio la gracia de Dios en el mensaje del alfarero y el barro.
Jeremías, el segundo libro más extenso de la Biblia, presenta una imagen de los últimos días antes de la caída de Jerusalén. Jeremías es conocido como “el profeta llorón” debido a sus lamentos por el pecado del pueblo de Dios y la destrucción de la ciudad de Dios.
En el libro de Jeremías vemos la lucha del profeta para llevar el mensaje de Dios al pueblo de Judá. En el libro de Lamentaciones vemos el sufrimiento del profeta al ver su amada ciudad destruida a manos de Babilonia.
Trasfondo de Jeremías
Contexto Histórico de Jeremías y Lamentaciones
Jeremías era hijo de Hilcías, un sacerdote de la ciudad de Anatot, ciudad levítica situada cinco kilómetros al norte de Jerusalén. En lugar de seguir los pasos de su padre en el sacerdocio, Jeremías fue llamado a servir como profeta. El resto de su vida estuvo dedicada a llevar el mensaje de Dios sobre el juicio inminente contra Judá. Como señal de la tragedia que estaba por venir sobre Jerusalén, Dios le ordenó a Jeremías que no se casara.[1]
Jeremías sufrió gran oposición, incluyendo intentos de asesinato, golpizas, acusaciones de traición y encarcelamiento. Después de la caída de Jerusalén, Jeremías fue llevado a Egipto en contra de su voluntad.[2]
Jeremías profetizó durante los cuarenta años anteriores a la caída de Jerusalén. Probablemente inició su ministerio durante el reinado de Josías, el último rey bueno de Judá. Josías fue asesinado mientras peleaba contra el Faraón egipcio Necao en Meguido, en el año 609 A.C. Con esto dio inicio un período de decadencia en Judá. El hijo de Josías, Joacaz, reino sólo tres meses antes de ser llevado a Egipto. El Faraón Necao puso a Joacim, hermano de Joacaz, en el trono. En el año 605 A.C. Babilonia atacó Jerusalén y llevó al primer grupo de cautivos judíos al exilio.[3]
En el año 598 A.C. Joacim se rebeló contra Babilonia, pero murió cuando Babilonia sitió la ciudad de Jerusalén. Su hijo Joaquín reinó sólo tres meses, antes de ser derrotado por Nabucodonosor. Joaquín fue llevado cautivo a Babilonia junto con el segundo grupo de exiliados en el año 597 A.C.[4] Nabucodonosor puso a Sedequías, otro hijo de Josías, en el trono. Sedequías reinó hasta el año 586 A.C., pero éste fue un período de declive constante para Judá. Sedequías se negó a escuchar las advertencias de Jeremías, e incluso puso al profeta en prisión.
En un intento por derrocar el gobierno babilonio, Sedequías buscó hacer alianzas con otros reyes.[5] En respuesta, Nabucodonosor invadió Judá en 587-586 A.C. En esta tercera invasión, Nabucodonosor saqueó Jerusalén y puso a Gedalías como gobernador.[6] Desde entonces Judá jamás volvió a tener un rey del linaje de David.
El ministerio de Jeremías se puede dividir en tres etapas:
627-605 A.C. Profetizó mientras Judá estuvo amenazada por Asiria y Egipto.
605-586 A.C. Profetizó durante los ataques de Babilonia a Judá.
586-580 A.C. Ministró en Jerusalén y Egipto después de la caída de Judá.
Propósito
Jeremías muestra las pacientes advertencias de Dios hacia Judá. Dado que no quisieron arrepentirse, el juicio de Dios era inminente. Jeremías también trajo la promesa de restauración a un remanente que fue fiel a Dios. Aunque los oyentes de Jeremías no respondieron a su mensaje, el libro que dejó provee un registro de la fidelidad de Dios durante los últimos días de Judá.
Jeremías no sigue un orden cronológico. Carece de una estructura clara, lo que se puede asociar con la gran tensión del tiempo en que vivió Jeremías.
Se puede obtener una idea general de la vida de Jeremías y de la caída de Jerusalén leyendo los siguientes capítulos en este orden:
Capítulo
Fecha Aproximada
Tema
1
627 A.C.
Llamamiento de Jeremías
7
609-597
El Sermón del Templo
11-13
Incierta
Oposición al ministerio de Jeremías
26
608
Amenaza de muerte a Jeremías
25
605
Setenta años de cautividad
36
605
Joacim quema el rollo de Jeremías
29
597
Carta a los exiliados
20
597-586
Oposición de Pasur el sacerdote
27-28
594
Confrontación con Hananías
32
588
Jeremías compra una heredad
37-38
588
Jeremías es encarcelado
39 y 52
586
Caída de Jerusalén
40-41
586
Gedalías como gobernador
42-43
586/585
Jeremías es llevado a Egipto
Los capítulos restantes registran los mensajes de Jeremías al pueblo de Dios, mensajes que fueron en su mayoría ignorados por sus oyentes.
Bosquejo de Jeremías
Llamamiento de Jeremías (Jeremías 1)
►Describa cómo fue su llamado al ministerio. ¿De qué modo este llamado ha sido confirmado en su ministerio?
Antes del nacimiento de Jeremías, Dios lo escogió para que fuera profeta a las naciones. Cuando Dios lo llamó a ser un profeta, Jeremías respondió que aún era muy joven y que no estaba listo para tal responsabilidad. Dios respondió con tres señales para confirmar el llamado de Jeremías:
Dios tocó la boca de Jeremías para poner sus palabras en su boca (Jeremías 1:9-10).
Dios le dio a Jeremías una visión de una vara de almendro, y le dijo que Dios estaba vigilando el cumplimiento de su Palabra (Jeremías 1:11-12).[1]
Dios le dio a Jeremías una visión de una olla hirviendo, que representaba el juicio que caería sobre la tierra (Jeremías 1:13-14).
Infidelidad de Judá al Pacto (Jeremías 2–10)
A través de sermones, ilustraciones y parábolas, Jeremías describe la infidelidad de Judá al pacto. Judá es como una esposa infiel que va tras otros amantes. En el “Sermón del Templo” de Jeremías 7, el profeta condena a los adoradores que creen que se van a salvar por estar en el templo. Así como Dios permitió que Silo (el antiguo lugar de adoración de Israel) fuera destruido, también permitiría que el templo fuera destruido.[2] La casa de Dios se había convertido en una cueva de ladrones y ya no era santa, porque los adoradores no eran santos.
Jeremías Lucha con Dios y con Judá (Jeremías 11–20)
Esta sección, llamada “Confesiones de Jeremías,” incluye oraciones en las que Jeremías se queja con Dios por la obstinación de sus oyentes. Jeremías fue enviado a predicar a un pueblo que rechazó su mensaje y conspiró para matar al profeta.
Jeremías sufre al predicar un mensaje de tanta desesperanza. Dios le dice a Jeremías, “Si Moisés y Samuel se pusieran delante de mí, no estaría mi voluntad con este pueblo.”[3] Puesto que Judá no quiere arrepentirse, no queda nada más que el juicio. Falsos profetas le habían dicho al pueblo que Dios traería paz; pero en su lugar ellos iban a morir o serían llevados cautivos.[4] No habría paz para el Judá apóstata.
Confrontaciones de Jeremías con los Gobernantes y los Profetas de Judá (Jeremías 21–29)
Jeremías confrontó al rey Joacim, quien no siguió los pasos de su padre en obediencia a Dios. En lugar de los elaborados rituales acostumbrados para el funeral de un rey, Jeremías profetizó que Joacim sería arrastrado fuera de las puertas de la ciudad y enterrado en sepultura de asno.
Jeremías también confrontó a los profetas mentirosos que daban falsos mensajes de esperanza a un pueblo que estaba condenado delante de Dios.
En un tiempo en que la ciudad estaba sitiada, Jeremías confrontó al pueblo frente al templo con un mensaje de juicio. Les dijo que iban a enfrentar setenta años de cautividad. La copa de la ira de Dios estaba llena; Jerusalén bebería de la copa, junto con todas las naciones que le dieron la espalda a Dios.
Jeremías usó un yugo alrededor de su cuello como símbolo de la futura sumisión de Jerusalén a Babilonia. Hananías, un falso profeta, rompió el yugo, y dijo que Dios pronto liberaría a la nación de Nabucodonosor. En juicio, Dios tomó la vida de Hananías.
Una profecía final en esta sección viene en la forma de una carta a los cautivos en Babilonia. Aunque Hananías y otros falsos profetas estaban profetizando la derrota de Babilonia, Jeremías dice a los exiliados que construyan casas, que planten huertos y que oren por paz en Babilonia, porque estarían allí por setenta años.
La Promesa de Restauración Futura (Jeremías 30–33)
A estos capítulos se les llama “El Libro de Consuelo.” Aunque buena parte del mensaje de Jeremías es un mensaje de juicio, él dice a sus oyentes que Dios restaurará a Judá en su tierra. A pesar de que Israel había sido infiel al pacto, Dios escribiría un nuevo pacto en sus corazones y no se acordaría más de su pecado.”[5]
Dios le dice a Jeremías que compre una heredad de su primo Hanameel. Esta es una orden sorprendente considerando que Jerusalén pronto sería destruida. Cuando Jeremías pide una explicación, Dios le da la maravillosa promesa de que llegaría el día en que “heredades comprarán por dinero, y harán escritura y la sellarán y pondrán testigos… porque yo haré regresar sus cautivos, dice Jehová.”[6] Dios no había olvidado a su pueblo. A pesar del juicio inminente, Dios promete restauración.
Los Últimos Días de Jerusalén (Jeremías 34–45)
Los capítulos 34-45 narran los últimos días de Jerusalén. Los líderes de Judá continuaron rechazando la Palabra de Dios hasta el último momento. Jeremías fue tratado como un traidor, y fue encarcelado por su mensaje de condenación durante el sitio. No obstante, el mensaje de juicio se cumplió: Jerusalén cayó, el rey Sedequías fue capturado, y sus hijos fueron asesinados antes de que le sacaran los ojos. Lo último que Sedequías vio fue la muerte de sus hijos.
Después de que el gobernador títere nombrado por el rey de Babilonia, Gedalías, fue asesinado, un grupo de judíos huyó a Egipto, llevando con ellos a Jeremías y a su secretario, Baruc. Aun en Egipto, muchos judíos seguían adorando ídolos. Jeremías profetizó más sufrimiento como resultado de su persistente idolatría.
Profecías Sobre Otras Naciones (Jeremías 46–51)
Aunque gran parte del libro de Jeremías consiste en mensajes de juicio sobre Judá, la soberanía de Dios se extiende a otras naciones. En una serie de oráculos proféticos, Jeremías profetizó contra Egipto, Filistea, Moab, Amón, Edom, Damasco, Cedar, Hazor y Elam. Finalmente, cincuenta años antes de que sucediera, Jeremías profetizó la caída de Babilonia en manos de los medos.[7]
Esta sección muestra que Dios es soberano sobre todos los pueblos. Dios usó a otras naciones para juzgar a Israel, pero luego Él juzgó a esas naciones y restauró a su pueblo nuevamente en Jerusalén. Dios usó a Asiria para castigar a Israel; luego permitió que Nabucodonosor derrotara a Asiria. Después del exilio, Dios restauraría y perdonaría a Judá.[8]
La Caída de Jerusalén es Narrada Una Vez Más (Jeremías 52)
Jeremías termina narrando nuevamente la caída de Jerusalén. Jeremías 52 es paralelo con 2 Reyes 24-25 y Jeremías 39. El libro concluye con una nota de esperanza. El sucesor de Nabucodonosor, Evil-merodac, liberó al rey Joaquín y le permitió comer de la mesa del rey. Esto les recuerda a los lectores de Jeremías que el linaje Davídico ha sido preservado. Dios continúa cuidando de su pueblo, aun en el exilio.
[1] La señal de la vara de almendro es un juego de palabras en hebreo. La palabra hebrea para “almendro” es shaqed; la palabra para “vigilar” es shoqed. El árbol de almendro era el primero en florecer en la primavera, por lo que el pueblo hebreo decía que el almendro “vigilaba por la primavera.” Del mismo modo, Dios le dice a Jeremías que Él está vigilando el cumplimiento del mensaje profético.
[7] Jeremías 51:11. En el año 550 A.C., los medos fueron incorporados al Imperio Persa por Ciro. Este imperio destruyó Babilonia en el año 539 A.C., y permitió que el pueblo de Israel regresara a Jerusalén.
En el Pentateuco, vimos la importancia del pacto en la historia de Israel. La ley mosaica era mucho más que un conjunto de reglas que gobernaban a Israel. El pacto de Dios con Israel estaba basado en una relación de amor. La desobediencia de Israel quebrantó el pacto que unía a Dios y a Israel.
Los profetas a menudo señalaban a la ley mosaica para mostrar que Israel había quebrantado los términos de su pacto con Dios. A estos cargos se les llama la “juicio profético,” una lista de acusaciones contra Judá. Jeremías muestra que Judá violó el pacto y debe sufrir las maldiciones que eran parte del pacto. El siguiente cuadro muestra los elementos del juicio profético en Jeremías.
El Juicio Profético
Jeremías
Convocatoria a la parte ofensora
“Oíd la palabra de Jehová, casa de Jacob, y todas las familias de la casa de Israel.” (Jer. 2:4)
Recordatorio de la bondad de Dios hacia Judá
“Y os introduje en tierra de abundancia, para que comieseis su fruto y su bien.” (Jer. 2:5-7)
Acusaciones contra Israel
“Por tanto, contenderé aún con vosotros, dijo Jehová, y con los hijos de vuestros hijos pleitearé… mi pueblo ha trocado su gloria por lo que no aprovecha… porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua.” (Jer. 2:9-13)
Llamado a testigos contra Judá
“Espantaos, cielos, sobre esto, y horrorizaos; desolaos en gran manera, dijo Jehová.” (Jer. 2:12)
Lamento por la infidelidad de Judá
“¿Se olvida la virgen de su atavío, o la desposada de sus galas? Pero mi pueblo se ha olvidado de mí por innumerables días.” (Jer. 2:31-32)
Promesa de restauración si Judá se arrepiente
“Convertíos, hijos rebeldes, dice Jehová… En aquel tiempo llamarán a Jerusalén: Trono de Jehová, y todas las naciones vendrán a ella.” (Jer. 3:13-17)
Lamentaciones
Trasfondo y Estructura de Lamentaciones
Aunque el libro de Lamentaciones no identifica un autor, las tradiciones judía y cristiana atribuyen el libro a Jeremías. Fue escrito poco después de la caída de Jerusalén, tema principal del libro. Probablemente Jeremías escribió Lamentaciones antes de ser llevado cautivo a Egipto.
Lamentaciones consiste en cinco poemas que son lamentos por la destrucción de Jerusalén. Estos poemas expresan el sufrimiento personal del poeta.
Cada capítulo, excepto Lamentaciones 5, tiene un formato especial llamado acróstico. El alfabeto hebreo contiene veintidós letras. En Lamentaciones 1, 2 y 4 cada letra inicia un verso. Lamentaciones 1:1 empieza con aleph, la primera letra del alfabeto hebreo. Lamentaciones 1:2 inicia con beth y el patrón continúa hasta el final del capítulo. Lamentaciones 3 contiene sesenta y seis versículos, veintidós grupos de tres versículos cada uno. El uso de esta forma poética da estructura a la expresión del dolor de Jeremías.
Propósito de Lamentaciones
Estos poemas dan cuenta del gran dolor del autor por la caída de Jerusalén. Dejan claro que el sufrimiento de Jerusalén fue el resultado del pecado de Judá, no una falla de Dios. El libro de Jeremías mira hacia adelante, a la futura caída de Jerusalén; Lamentaciones mira hacia atrás a la caída de la ciudad.
Mensaje de Lamentaciones
Lamentaciones avanza del dolor a la oración. Inicia con un lamento que describe el trágico fin de Jerusalén. La que una vez fue una gran ciudad se había convertido en una viuda. Fue infiel a Dios, y Dios “la afligió por la multitud de sus rebeliones.”[1] La teología de Lamentaciones es consistente con la de Reyes y Jeremías. Este libro muestra que Jerusalén cayó:
Por los pecados del pueblo (Lamentaciones 1:18)
Por los falsos profetas y los sacerdotes pecaminosos (Lamentaciones 4:13)
Lamentaciones 3 continúa el luto por Jerusalén, pero introduce el tema de la misericordia de Dios. Lamentaciones 3:19-39 es una reflexión sobre la bondad de Dios y su constante amor.
Después de otro lamento que describe la condición de Jerusalén durante el sitio (Lamentaciones 4), el poeta concluye con una oración pidiendo restauración. Lamentaciones reconoce que la única esperanza de Judá es la misericordia de Dios: “Vuélvenos, oh Jehová, a ti, y nos volveremos.”[2]
Parte de la iglesia contemporánea ha sido llevada cautiva por una enseñanza que promete salud y riqueza a los cristianos, en particular a los ministros. En algunos países, los predicadores del “evangelio de la prosperidad” están entre las personas más ricas de la nación; los pobres ofrendan sacrificialmente para financiar el espléndido estilo de vida de estos líderes. Este enfoque está lejos del modelo bíblico.
Jeremías muestra que la fidelidad al mensaje de Dios tiene un alto costo. Jeremías sufrió por su compromiso hacia el llamado de Dios; Jesús sufrió por su obediencia a la misión del Padre; los ministros de nuestros días son llamados a permanecer fieles ante la oposición.
La promesa de Jeremías 29:11 debe leerse en el contexto del inminente exilio en Babilonia. Jeremías prometió al pueblo, “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.” Sin embargo, el pueblo de Dios pronto enfrentaría gran sufrimiento. El plan de Dios para su pueblo es bueno, pero eso no garantiza una vida libre de sufrimiento. Debido al pecado y sus efectos en nuestro mundo, el pueblo de Dios también sufre.
No obstante, como muestra Lamentaciones, aun en medio del sufrimiento, Dios es fiel a su pueblo. Aun en medio de las dificultades, podemos confiar en la bondad de Dios. “Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es su fidelidad.”[1]
Jeremías es citado con frecuencia por los autores del Nuevo Testamento. El libro de Apocalipsis cita a Jeremías para describir la futura destrucción de “Babilonia,” el enemigo del pueblo de Dios.[1]
Hay muchos paralelismos entre el ministerio de Jeremías y el ministerio terrenal de Jesús. Así como Jeremías lloró por la destrucción de Jerusalén, Jesús lloró por la ciudad y predijo la destrucción del templo.[2] En la purificación del templo, Jesús usó el lenguaje de Jeremías para describir cómo la casa de Dios se había convertido en cueva de ladrones.[3] Tanto Jeremías como Jesús fueron rechazados por el pueblo al que vinieron a servir.
Pablo usó el lenguaje de Jeremías al escribir sobre la soberanía de Dios al llamar a los gentiles a la salvación. El alfarero tiene poder sobre el barro y ha hecho “notorias las riquezas de su gloria… para con los vasos de misericordia.”[4]
Aún más significativo, el evangelio se observa en las promesas de Jeremías de la futura restauración del pueblo de Dios. Esta restauración no se cumplió totalmente en la historia de Israel. Por medio de la muerte y resurrección de Jesús, esta restauración se cumple en y a través de la iglesia.
Demuestre su comprensión de esta lección con las siguientes asignaciones:
(1) Elija una de las siguientes asignaciones:
Opción 1: Trabajo Grupal
Comenten las “Confesiones” de Jeremías en los capítulos 11-20. Hagan una lista de las quejas de Jeremías y las respuestas de Dios. Compare las quejas de Jeremías con las dificultades que ustedes enfrentan en el ministerio. ¿Cuáles lecciones pueden extraer del ejemplo de Jeremías? Escriban un resumen de una página sobre la discusión de grupo.
Opción 2: Trabajo Individual
Escriba un bosquejo detallado para un sermón sobre la misericordia y la fidelidad de Dios basado en Jeremías y Lamentaciones.
Escriba un bosquejo detallado para un sermón sobre el juicio de Dios basado en Jeremías y Lamentaciones.
(2) Haga el examen correspondiente a esta lección. En el examen se incluyen los versículos asignados para memorizar.
Preguntas de Examen – Lección 10
(1) ¿Por qué a Jeremías se le llama “el Profeta Llorón”?
(2) ¿Cuál era el trasfondo familiar de Jeremías?
(3) Anote las fechas en que los tres grupos de cautivos fueron llevados al exilio. Para los dos primeros grupos, nombre un profeta que fue llevado al exilio.
(4) ¿Cuáles son los propósitos principales de Jeremías y Lamentaciones?
(5) ¿Qué es un “juicio profético”?
(6) ¿Qué son las “confesiones de Jeremías”?
(7) ¿Qué es el “Libro de Consuelo” en Jeremías?
(8) ¿Cuál forma poética se usa en 4 de los 5 capítulos de Lamentaciones?
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