En este curso, aprenderemos principalmente sobre las familias que conviven en una única vivienda. Muchas combinaciones diferentes de personas conforman los grupos que conviven en un hogar y a los que denominamos familias. Hay familias con un solo progenitor, familias divididas a causa del divorcio, ensambladas debido a un segundo matrimonio, aquellas que han adoptado niños, familias con varias generaciones y las que acogen temporalmente a otros niños o adultos.
Cada uno de nosotros tiene un concepto mental de lo que la palabra familia significa. Las conversaciones sobre la familia evocan distintas emociones en nosotros en función de nuestras experiencias personales.
Cómo nos afecta la niñez
Quizás tienes recuerdos maravillosos de tu niñez o quizás tengas problemas con la ira debido a experiencias durante la infancia. Tal vez tus familiares a menudo se ayudan y animan entre sí o tal vez se evitan y solo hay conflictos cuando están juntos. Puede que sientas que tu familia ha sido una base y una ayuda importantes en tu vida o quizás tu hogar se sentía como un entorno restrictivo y doloroso del que ansiabas escapar. Tal vez cuando ves familias que parecen mejores que la tuya sientes que tu familia te ha fallado.
Nuestro entendimiento de nuestras familias es importante porque influye en nuestra comprensión de la vida y en nuestro entendimiento de quién es Dios. La Biblia dice que Dios es el Padre de su pueblo. Nuestras relaciones con nuestros progenitores (en especial con nuestros padres) influyen en el concepto que tenemos de nuestro Padre celestial. Si nuestro padre humano no estaba presente, era abusivo, negligente, demandante, manipulador, pasivo o hiriente de alguna manera, es probable que nuestro concepto de Dios como Padre se vea dañado. Si no logramos conocer a Dios a través de su Palabra, a través de la vida de Jesús y a través de nuestro caminar personal con él, probablemente nos cueste considerarlo un Padre bueno. Sin duda, es un padre bueno que activamente protege a sus hijos y provee para ellos. Los escucha y habla con ellos, los guía y se deleita en su bienestar. Dios puede ayudarnos a tener otro entendimiento de él a medida que lo conocemos.[1]
Cómo nos afectan las diferencias espirituales
Algunos hemos sido rechazados por nuestras familias debido a que seguimos a Cristo. Jesús dijo que, a causa de nuestra devoción a él, debemos esperar la persecución de nuestros familiares no creyentes. En muchos lugares, los propios familiares que han rechazado a Cristo traicionan, avergüenzan, abandonan, abusan y matan a los creyentes.
► Pide a un estudiante que lea Mateo 10:21-22, 28, 32-39. Después de leer estos versículos, debatan las siguientes preguntas:
Según este pasaje, ¿qué deben esperar los creyentes?
¿Qué promesas se hacen en él?
¿Cómo deben considerar los creyentes la persecución?
Posiblemente, otros no experimentamos la persecución por parte de nuestra familia, pero, aun así, tenemos dificultades en las relaciones debido a nuestra fe. Quizás nuestras relaciones familiares son tensas, distantes o limitadas porque, como creyentes, nuestras vidas son muy distintas a las de nuestros familiares. Es posible que no nos entiendan, nos falten el respeto y, a veces, intenten obstaculizar nuestro ministerio. Incluso Jesús tuvo estas dificultades (Marcos 3:21, Juan 7:3, 5), por lo que no debería sorprendernos si nos sucede a nosotros.
[1]Par aprender cómo puedes renovar tu entendimiento de quién es Dios, consulta la Lección 4 de Formación espiritual, de Shepherds Global Classroom.
Tú y tu familia
En unos minutos, te presentarás a tus compañeros, pero no dirás tan solo tu nombre, sino que les contarás quién eres en el contexto de tu familia.
Primero, piensa en todos los títulos diferentes que posees dentro de tu familia, como hijo o hija, esposo o esposa, padre o madre, tío o tía, abuelo o abuela. ¿Puedes pensar en otros títulos? Probablemente tengas varios.
¿Qué otros roles o lugares ocupas en tu familia? ¿Eres el más grande o el más pequeño? ¿Eres quien provee económicamente? ¿Eres la persona que se encarga del hogar? ¿Eres el que cuida de una persona mayor o con discapacidad? Piensa en otros roles y otras responsabilidades que tengas dentro de tu familia.
► Preséntate a tus compañeros y enumera varios de tus títulos y roles dentro de tu familia.
► Ahora, tómate un momento para pensar en cómo esos títulos y roles influyen en (1) tu visión de ti mismo y en (2) el concepto que tienes de los demás miembros de tu familia.
A pesar de cómo te sientas sobre tu familia directa o extendida, se trata de tu familia. Tal vez, tu familia está rota y llevas marcas de heridas y de dolor. O quizás las personas sienten envidia de tu familia porque ustedes parecen ser perfectos: tienen un buen matrimonio, hijos inteligentes y sanos, y un hogar repleto de amor, paz y risas.
Ya sea que tu familia parezca débil o fuerte,Dios se interesa por y se compromete con ella. Él tiene un plan para tu familia.
► Escribe los nombres de tus familiares (al menos 3 o 4 generaciones de familiares). Por ejemplo, los nombres de tus abuelos (1.a generación), de tus padres (2.a generación), tu nombre y el de tus hermanos (3.a generación) y de tus hijos y sobrinos (4.a generación).
Dibuja una estrella junto a los nombres de los familiares con quienes tienes una relación buena y estrecha. Dibuja un triángulo junto a los nombres de los familiares con los que tienes una relación limitada y un cuadrado alrededor de los nombres de los familiares con los que no tienes relación por algún motivo.
¿Hay personas a las que consideras parte de tu familia, aunque no estén realmente emparentadas contigo, que asisten a todas las reuniones y celebraciones familiares como si fueran familia? Escribe sus nombres y enciérralos con un círculo.
La primera familia humana
► Ten tu Biblia abierta en Génesis mientras estudiamos las vidas de Adán y Eva, y de Abraham y Sara.
La primera boda
Adán y Eva fueron la primera familia humana: un esposo y una esposa, un hombre y una mujer unidos en matrimonio. En la primera boda, Adán dijo: «Esta es ahora hueso de mis huesos, y carne de mi carne. Ella será llamada mujer, porque del hombre fue tomada» (Génesis 2:23).
El siguiente versículo brinda la definición bíblica del matrimonio: «Por tanto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne» (Génesis 2:24). Lo mismo se repite en el Nuevo Testamento en Mateo 19:5 y Efesios 5:31. La unión de un hombre y una mujer en una sola carne es un compromiso incondicional, una promesa ante Dios y ante las personas que debe durar toda la vida.
El matrimonio es un milagro en tres aspectos. Es un milagro biológico, a través del cual dos personas se convierten en una sola carne; es un milagro social, a través del cual dos familias se injertan para formar una; es un milagro espiritual, ya que la relación matrimonial refleja la unión de Cristo y su novia, la iglesia.[1]
El matrimonio refleja las relaciones en la Trinidad
El matrimonio está diseñado para ser un reflejo del carácter de Dios y de sus relaciones. Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo siempre han estado y siempre estarán relacionados entre sí. Cada uno es único en su rol, pero todas las personas de la Trinidad son uno para siempre y uno en esencia. En la relación entre las personas de la Trinidad, vemos unidad, intimidad, fidelidad y amor inquebrantable. El matrimonio bíblico sigue el patrón de esta maravillosa relación. El plan de Dios es que cada esposo y esposa tenga un amor puro y se comprometan entre sí para toda la vida.[2]
La relación del matrimonio humano debe reflejar las relaciones dentro de la Trinidad de estas maneras:
El matrimonio debe ser un compromiso incondicional y exclusivo con el otro.
El matrimonio debe ser una relación de amor sacrificial.
El matrimonio debe ser una relación fecunda.
El primer mandamiento
Durante la primera boda, que Dios mismo ofició,
Él bendijo a los esposos y les dijo: «Sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra y sométanla. Ejerzan dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra» (Génesis 1:28).
Ser fecundos y multiplicarse es el primer mandamiento que Dios estableció en la Biblia. El matrimonio está diseñado para ser una relación fecunda de amor sacrificial. La reproducción en el matrimonio glorifica al Creador, ya que el esposo y la esposa juntos impulsan la obra creativa de Dios e incluyen a más personas en la relación familiar. ¡Qué privilegio y responsabilidad!
► Pide a un estudiante que lea Salmos 127:3-5 al grupo. Este pasaje emplea descripciones gráficas para referirse a los hijos. ¿Cuáles son? En función de estas descripciones gráficas, ¿qué concepto deberíamos tener de los hijos?
La Biblia nos muestra que los hijos son un regalo, una posesión preciosa. No se los debe considerar simplemente el resultado de una relación sexual. Sean o no deseables o justas las circunstancias que rodean la concepción de un niño, el Dador de Vida es intencional en la concepción y el nacimiento de cada niño, incluidos tú y yo. Él tiene un propósito para cada persona, sin importar las circunstancias de su nacimiento.
Sí, los hijos son un regalo de Dios, pero también son el regalo de los padres para Dios.
Pero ninguno que tenga un remanente del Espíritu lo ha hecho así. ¿Y qué hizo este mientras buscaba una descendencia de parte de Dios? Presten atención, pues, a su espíritu; no seas desleal con la mujer de tu juventud (Malaquías 2:15).
Los hijos que Dios nos confía son sagrados. Él espera que los padres críen a sus hijos para que cumplan los propósitos que él estableció. Quiere que nuestros hijos sean un medio para hacer avanzar su reino (Génesis 18:19). Dios ha confiado en nosotros para que preparemos a nuestros hijos para una vida de servicio a él (Deuteronomio 6:2). No los criamos para que nos sirvan o para cumplir nuestros sueños. Debemos considerarlos flechas que se dispararán para dar en el blanco que Dios ha preparado para ellos.
La caída y la insuficiencia de la familia humana
En Génesis 3, la única familia perfecta que alguna vez existió cayó en un estado de insuficiencia y necesidad absoluta de un Salvador. Adán y Eva pecaron, y la maldición de la muerte cayó sobre toda la humanidad. La relación que tenían entre sí quedó dañada para siempre y quedaron separados de Dios.
Tanto el hombre como la mujer sufrieron maldiciones adicionales:
El plan perfecto que Dios tenía para la familia se vio distorsionado porque las personas aceptaron las mentiras de Satanás.
Luego, en Génesis 4 se revela la insuficiencia de la familia humana caída.
Lee Génesis 4:1: el primer embarazo y nacimiento. Este versículo abarca un período de nueve meses, el tiempo entre la concepción de un niño y su nacimiento. Haz una pausa para imaginar lo que habrán sido esos nueve meses de embarazo para Eva, mientras intentaba compartir sus miedos y alegrías con Adán. Nadie podía aconsejarla; nadie podía responder sus preguntas. Su barriga que crecía y crecía, las pataditas del bebé y el proceso de nacimiento con sus contracciones y el dolor fueron las primeras experiencias que cualquier otra madre humana viviría. No es de extrañar lo que Eva expresó sobre el nacimiento de Caín: «He adquirido varón con la ayuda del SEÑOR» (Génesis 4:1).
Pasó el tiempo y en el siguiente versículo vemos que hubo un segundo embarazo y nacimiento. Adán y Eva ya tienen una familia de cuatro personas. En la segunda mitad del mismo versículo, encontramos un resumen de las profesiones de sus hijos. En el versículo 3, los jóvenes ya son hombres adultos y en los siguientes versículos, leemos la trágica historia del primer asesinato. El hijo mayor de Adán y Eva mató a su hermano en un acto de ira y envidia. ¿Puedes imaginar la conmoción, la aflicción, las preguntas, el sufrimiento y el dolor?
Posiblemente, tus respuestas a estas preguntas sean: «¡Sí! Puedo imaginarlo. De hecho, ¡he experimentado algo similar!». Permíteme animarte: no estás solo. ¡Tu familia puede experimentar la redención! Hay buenas noticias para cada familia.
Gordon Wenham escribe:
«El mensaje de Génesis (…) es una historia de la gracia triunfante a pesar del pecado humano, de la gracia triunfante incluso en familias destrozadas por el pecado. El libro comienza con la maravillosa creación del mundo, que alcanza su punto culminante con la creación de la humanidad a imagen de Dios, quien declara que todo lo que había hecho era muy bueno. (…) Es en el capítulo 3 que las cosas empiezan a salir mal con la desobediencia, el [conflicto] y la muerte, que sustituyen la obediencia, la armonía y la vida. Todo empeora en el capítulo 4 (…) y alcanza su [punto más bajo en] el capítulo 6, donde se dice que la tierra estaba llena de violencia (Génesis 6:11, 13)».[4]
[1]Biblia de estudio para la mujer, (Grupo Nelson, 2015).
[2]«El matrimonio es (…) una demostración del carácter de Dios como aquel que establece y guarda los pactos. En un pacto, los elementos fundamentales son la fidelidad y la integridad, no la emoción».
Robertson McQuilkin, An Introduction to Biblical Ethics
[3]Cabe destacar que el parto no formaba parte de la maldición. El dolor durante el parto es el resultado de la maldición, pero el parto en sí siempre ha sido el plan maravilloso de Dios para producir la siguiente generación. Tampoco el trabajo fue una maldición, sino que su dificultad lo fue. De hecho, ¡las demás instrucciones que Dios les dio a Adán y a Eva en Génesis 1:28 indican que fuimos creados para trabajar! El trabajo es una de las maneras en que reflejamos la imagen de Dios.
[4]Gordon Wenham en Family in the Bible, editado por Richard S. Hess y M. Daniel Carroll R., Grand Rapids, MI: Baker Academic, 2003, p. 29
La insuficiencia en la familia de Abraham
Más adelante en Génesis, leemos sobre Abraham, el padre de la nación hebrea (Génesis 11:27–25:11).[1] Fue a través de su familia que Dios traería al Salvador a la familia humana.
En Génesis 11 se incluye la genealogía de Abram, que era descendiente de Sem, hijo de Noé. Génesis 11:30 nos cuenta que la esposa de Abram, Sarai, no podía tener hijos. Ese versículo es un versículo de lágrimas, angustia, desolación, frustración, inutilidad, ira y dolor para muchos que lo leen. Si puedes reemplazar el nombre de Sarai por el tuyo en este versículo, debes saber que no estás sola.
A quienes les encantaría tener hijos, pero padecen infertilidad, leer pasajes como Génesis 1:28 y Salmos 127:3-5 les causa mucho dolor y aflicción. Es normal sentir que no poder tener hijos es un castigo o una maldición.
Lo cierto es que no tener hijos no te resta importancia ante Dios. No has sido olvidada. Tu esterilidad no significa que tu familia sea imperfecta. Otras personas han experimentado esta misma aflicción profunda.
La manera en que una pareja transita la infertilidad, tanto juntos como individualmente, es muy importante. Las decisiones insensatas pueden causar más problemas, como veremos en la vida de Abram y Sarai.
A la espera de una promesa
Tras la muerte de su padre, Abram se convirtió en el patriarca de su familia. Dios prometió hacer de él una gran nación (Génesis 12:2) y prometió darle descendientes en la tierra de Canaán (Génesis 12:7). En ese entonces, Abram tenía 75 años (Génesis 12:4) y Sarai, diez años menos (Génesis 17:17). Ella era una mujer de 65 años inusualmente hermosa (Génesis 12:11); continuaba siendo estéril y había superado hacía ya muchos años la edad fértil habitual.
[3]Los años siguieron pasando y aún no tenían un hijo, aunque Dios había renovado claramente su promesa en Génesis 13:14-17. Abram parecía haber renunciado a la posibilidad de ser padre de su propio hijo porque, en Génesis 15:2-3, le dice a Dios que su siervo era su heredero. «Pero la palabra del SEÑOR vino a él, diciendo: “Tu heredero no será este, sino uno que saldrá de tus entrañas, él será tu heredero”» (Génesis 15:4). Luego, Dios le dio a Abram un segundo ejemplo de cómo sería su incontable descendencia, y Abram creyó en el Señor (Génesis 15:6).
Piensa en cómo habrán sido estos años de espera para Sarai:
Aunque el juicio de los demás habrá sido doloroso para ella, era la [profunda] decepción que sentía lo que más le dolía. Probablemente ansiaba no solo la satisfacción de ser madre, sino también el honor y el respeto que se concedía a las madres en una sociedad donde las mujeres no tenían mucho valor además de ese. Sabemos que la infertilidad del hombre puede ser la causa de no poder concebir un hijo, pero en los tiempos de Sarai no existía tal grado de conocimiento biológico. Su identidad como mujer, como alguien de valor, dependía de su capacidad para engendrar y amamantar bebés. Los hombres no le asignaban valor por ser una persona justa y fiel, sino por engendrar herederos varones para su esposo. Un vientre vacío significaba una vida vacía.[4]
Soluciones humanas y resultados dolorosos
[5]Cuando Abram tenía 85 años, Sarai tuvo una idea: una solución para que Abram pudiera tener un hijo. ¡La sierva de Sarai podía ser la madre biológica de su hijo!
(Génesis 16:1-4.) Pero lo que Abram y Sarai esperaban que fuera una solución perfecta destruyó la paz en su hogar cuando Agar concibió un hijo. Lo que había parecido tan correcto había resultado muy incorrecto. Su intento de ayudar a Dios a cumplir su promesa solo causó contienda y discordia. Cuando las personas no confían en el plan y en los tiempos de Dios, las relaciones dañadas y los sentimientos heridos resultan ser las consecuencias naturales.
En los años siguientes, la tensión, el dolor, los malentendidos, los problemas de comunicación, la ira, el abandono y la desesperación se multiplicaron (Génesis 16–21), no solo en el hogar de Abram y Sarai, sino también en la familia de su sobrino Lot.
Familias imperfectas
Abram había sido escogido por Dios para ser el padre de una gran nación, ¡el linaje mediante el cual nacería Jesús! Al parecer, Abram estaba arruinando el plan de Dios, ¡al igual que los demás miembros de su familia! La suya era un ejemplo de una familia muy imperfecta.
En Génesis 49:33, Abraham y Sara, Isaac y Rebeca, y Jacob y sus esposas habían fallecido. Junto con los hijos de Jacob, eran una familia repleta de errores y defectos desastrosos. Las peleas, las discusiones, el favoritismo, el engaño, el abandono, la rivalidad entre hermanos, la violación y el incesto formaban parte de la historia de su familia. ¡Ninguna de estas palabras describe una familia pacífica y próspera!
Por desgracia, esta historia se repite en toda la Biblia y en todo el mundo en los siglos posteriores. Claro que incluso en estas familias hubo momentos de gozo, historias hermosas de amor e incluso algunos hombres justos.
A pesar de todo eso, Dios jamás abandonó su plan de redimir a la humanidad. Tampoco cambió su propósito para la familia. Si continúas leyendo el Antiguo Testamento, descubrirás que un precioso tema de redención atraviesa la historia de la familia hebrea. Muchos sucesos señalaban a Jesús. La ofrenda de Isaac por parte de Abraham, la Pascua y la huida de los israelitas de la esclavitud en Egipto, la liberación de Rahab del juicio y su inclusión en el pueblo de Dios, y muchos otros acontecimientos ilustraron magníficamente la promesa de que un Salvador vendría a redimir a la humanidad.
[1]Dios cambió los nombres de Abram y Sarai a Abraham y Sara en Génesis 17:5, 15.
[2]Consulta la Lección 10 para obtener más información sobre este tema.
[3]Dios está obrando para hacernos semejantes a Jesús. A veces, nos hace esperar porque, a través de la espera, puede obrar en nuestros corazones como no es posible
de otra manera.
[4]David y Diana Garland, Flawed Families of the Bible, Grand Rapids, MI: Brazos Press, 2007, pp. 21-22.
[5]«Dios tiene motivos santos para esperar mientras rogamos, como lo hizo con Elisabet (Lucas 1:7, 13),
y para avanzar antes de que estemos listos, como lo hizo con María (Lucas 1:34).
Mientras le obedecemos y adoramos,
nos guía, nos enseña y
provee para su plan,
que jamás se ve limitado por
lo que no podemos imaginar».
Adaptado de Remarkable Advent, de Shauna Letellier
La obra redentora de Dios en las familias
Efesios 5 nos dice que Dios diseñó el matrimonio con el fin de que representara la relación entre Cristo y su novia, la iglesia. De la misma manera en que Cristo, la cabeza, se entrega por la iglesia, cada esposo, como cabeza de su esposa, debe entregarse por ella. Asimismo, cada esposa debe seguir el ejemplo de la iglesia. Así como la iglesia se somete a Cristo, cada esposa debe someterse a su esposo.
La caída de la humanidad estropeó el diseño original de Dios para las familias humanas y trajo consecuencias destructivas a la relación matrimonial. Cada familia sufre las consecuencias de la caída de la humanidad en el pecado. Sin embargo,
Jesús vino a redimir todas las cosas, incluido el matrimonio. Vino a redimir y a restaurar todo lo que el pecado ha dañado y estropeado. Donde no podíamos llevar a cabo el plan de Dios para el matrimonio, Jesús cumplió a la perfección los estándares divinos. Él amó tanto a la iglesia como para morir por ella. Se sujetó perfectamente al plan de Dios Padre. Jesús es el cumplimiento total y perfecto del diseño de Dios y de lo que nuestros matrimonios no pueden lograr: amar y someterse.[1]
► ¿De qué manera es Jesús un ejemplo de la actitud que una persona casada debería tener?
Jesús no solo cumple la voluntad de Dios con su perfecta sumisión y su perfecto amor, sino que permite que los esposos y las esposas venzan las tendencias dañinas características de la humanidad caída. Por su gracia, los esposos y las esposas pueden cumplir el diseño de Dios para el matrimonio cuando viven conforme al poder del Espíritu Santo (Efesios 5:18).
Ninguna familia es perfecta, pero Dios desea redimir a cada una de ellas. Su gracia puede obrar en las familias para que las personas se conviertan en lo que Dios inicialmente quiso que fueran. A medida que las personas que conforman las familias eligen obedecer las instrucciones de Dios, su obediencia ayuda a vencer algunos defectos y algunas carencias comunes en todas las familias. Las consecuencias de la caída que afectan las relaciones humanas disminuyen cuando nos sometemos a la voluntad de Dios.
Por ejemplo, cuando un esposo piadoso obedece las instrucciones de Dios para él que se encuentran en Efesios 5, vence su tendencia natural a abusar egoístamente de su autoridad sobre su esposa. Su obediencia a Dios es redentora porque disminuye los efectos dañinos de la caída. Esta obediencia también podría motivar a su esposa a someterse a él.
Cuando una esposa se somete a su esposo en obediencia a la instrucción de Dios (Efesios 5:24), vence su tendencia natural y pecaminosa de resistirse a la autoridad de su esposo. Su obediencia a Dios es redentora, ya que ayuda a que su relación se parezca más a lo que Dios quiso que fuera el matrimonio (1 Corintios 11:3, 1 Pedro 3:1-7).
El hecho de que Dios haya dado instrucciones redentoras a las familias cristianas nos muestra que las relaciones familiares son muy importantes para él.
En las Escrituras, hay muchos pasajes que hablan de la necesidad de que los padres y los abuelos instruyan a sus hijos y nietos en los caminos de Dios. Consideraremos tres brevemente.
► Pide a un estudiante que lea Efesios 6:4 al grupo. ¿Qué significa este versículo?
Es el plan de Dios que los padres enseñen a sus hijos a conocer y a obedecer a Dios. La manera en que los padres guían, instruyen, corrigen y capacitan a sus hijos debería reflejar la manera en que Dios hace todo esto con sus hijos.
► Pide a un estudiante que lea Salmos 78:1-8 al grupo. Responde las siguientes preguntas:
¿Cuántas generaciones de una familia se mencionan en este pasaje?
¿Cuál es la responsabilidad de cada generación?
¿Qué deben enseñar las generaciones anteriores a las más jóvenes?
Salmos 78 rebosa de la increíble gracia y misericordia de Dios. Nos cuenta de su obra en la familia de Israel desde que salieron de Egipto hasta el reinado del rey David. Este salmo debería infundir esperanza en los lectores para sus circunstancias familiares.
► Pide a un estudiante que lea Deuteronomio 6:1-9 al grupo. Según este pasaje, ¿cuáles son algunas cosas que nosotros, como pueblo de Dios, debemos hacer?
Esta cita bíblica forma parte del discurso que Moisés dio a los israelitas, justo antes de entrar en la tierra prometida que Dios les estaba otorgando. Estaban aprendiendo a ser el pueblo de Dios y lo que significa pertenecerle. Las verdades en estos versículos siguen siendo fundamentales para vivir como pueblo de Dios.
Dios nos ordena que escuchemos con obediencia su Palabra ¡para que hagamos lo que nos pide! (versículos 3-4.)
Esto es lo que nos pide:
Que amemos al Señor con todo nuestro corazón, nuestra alma y nuestra fuerza (versículo 5).
Que guardemos la Palabra de Dios en nuestros corazones (versículo 6).
Que enseñemos con diligencia a nuestros hijos a obedecer la Palabra de Dios (versículo 7).
Que guardemos la Palabra de Dios en nuestra mente y como insignia constantemente (versículos 8-9).
Observa que estos mandamientos son para cada generación (versículo 2). Dios responsabiliza a los padres y a los abuelos de enseñar a sus hijos y nietos a vivir para él. ¿Durante cuánto tiempo? Todos los días de sus vidas (versículo 2). Dios nos dice que los padres deben instruir a sus hijos en sus caminos durante el día, todos los días, dondequiera que van y en todo lo que hacen (versículos 7-9).
La educación espiritual de los hijos era la responsabilidad del padre y la madre. La enseñanza ocurría todos los días a través del ejemplo de los padres, así como de la repetición de la Ley. Hasta qué punto debían llegar los padres en la enseñanza de sus hijos marca la importancia de este mandamiento. No se trataba solamente de enseñar los hechos de la Ley; debía ser la demostración de un estilo de vida entretejido en el tapiz de la vida cotidiana. Se requería creatividad para enseñar los preceptos de Dios mientras se realizaban las tareas rutinarias del hogar.[1]
La enseñanza de los padres no debe llegar solo a la mente de sus hijos, sino también a su corazón. No solo deben enseñarles los hechos sobre Dios, sino también la aplicación práctica de cómo vivir en una relación con Dios y en obediencia a él. Los padres les enseñan con la palabra y con una vida ejemplar. Ambas son esenciales.
Puede que este pasaje parezca simple, pero es muy importante. Estas verdades y mandamientos brindan propósito y dirección a las personas y a las familias. A medida que los padres buscan siempre conocer mejor a Dios y obedecerle en todas las cosas, enseñan a sus hijos a hacer lo mismo. Los padres deben adoptar una actitud de aprendizaje y obediencia de por vida. Esto sirve de ejemplo para sus hijos y produce en ellos un hambre de Dios.
► ¿De qué maneras prácticas pueden los padres discipular a sus hijos todos los días?
La familia: el campo de entrenamiento para amar a los demás
► Pide a un estudiante que lea 1 Juan 4:7-13, 19 al grupo.
El tema de este pasaje es el amor. Para conocer a Dios en la riqueza de quién es él, debemos amarnos los unos a los otros. Los unos a los otros incluye a nuestra familia. Uno de los motivos por los que Dios nos dio una familia es para que aprendamos a amar a los demás. A medida que aprendemos a demostrar amor a nuestros familiares (aun cuando es difícil), nos parecemos más a él, ¡porque Dios es amor! (versículo 8.)
Cuando los familiares, ya sean de la familia espiritual o física, se aman los unos a los otros, prueban que han nacido de Dios (versículo 7). Al amarse entre sí, el amor de Dios se perfecciona en ellos (versículo 12).
No es que Dios simplemente nos pida que amemos a los demás; él nos amó primero (versículos 9-11, 19). Nos amó enviando a Jesús para ser la propiciación por nuestros pecados (versículo 10). Su amor por nosotros nos motiva a amar a los demás (versículo 11).
Amar a nuestra familia puede resultar sencillo para algunos y extremadamente difícil para otros, pero todos podemos tener lo que necesitamos para obedecer el mandamiento divino, ya que Dios habita en nosotros a través del Espíritu Santo (versículos 12-13).
Dios nos llama a amarnos los unos a los otros y esto incluye a nuestros padres, cónyuges e hijos. Amar a nuestra familia no significa aprobar el error o la maldad. No se trata de que no responsabilicemos a los demás por sus acciones. Significa que queremos lo mejor para nuestros familiares y que estamos dispuestos a entregarnos por su bien.
[1]Biblia de estudio para la mujer, Grupo Nelson, 2015.
Para el debate grupal
► Con tus palabras, explica algunas maneras en las que el matrimonio refleja las relaciones en la Trinidad.
► Cuenta sobre cómo Dios redimió un matrimonio dañado por el pecado.
► Explica por qué obedecer las instrucciones de Dios en el matrimonio trae redención.
Oración
Tómate un momento para orar y agradecer a Dios por tu familia. Ora por ella. Ora por las heridas y los fracasos, las celebraciones y las alegrías. Toma las palabras de Deuteronomio 6:4-9 y conviértelas en una oración propia de sumisión y súplica.
Tareas de la lección
(1) Memoriza Deuteronomio 6:4-9. Al comienzo de la próxima clase, escribe o recita el pasaje de memoria.
(2) En Deuteronomio 6:1-9, Dios nos pide cuatro cosas. Evalúate honestamente en oración en cada una de estas cuatro áreas.
Esto es lo que nos pide:
Que amemos al Señor con todo nuestro corazón, nuestra alma y nuestra fuerza (versículo 5).
Que guardemos la Palabra de Dios en nuestros corazones (versículo 6).
Que enseñemos con diligencia a nuestros hijos a obedecer la Palabra de Dios (versículo 7).
Que guardemos la Palabra de Dios en nuestra mente y como insignia constantemente (versículos 8-9).
Escribe una oración personal en forma de párrafo sobre cada área. (No es obligatorio que compartas lo que escribiste con el líder de tu clase, pero debes informarle que hiciste la tarea.)
(3) De las vidas de Abraham y Sara, aprendemos sobre los períodos de espera prolongados. Piensa en estas preguntas:
¿Cuándo has tenido que esperar los tiempos de Dios? ¿Qué aprendiste gracias a estos tiempos de espera?
¿Cuánto confías en las promesas que se encuentran en la Palabra de Dios? ¿Tienes dificultades con una promesa en este momento? ¿Esas dificultades repercuten en tu familia? ¿De qué manera?
¿Alguna vez has intentado resolver un problema tuyo o de tu familia sin confiar en Dios? ¿Cuáles fueron los resultados?
¿De qué manera la impaciencia y la falta de fe afectan negativamente a las familias?
Escribe un total de tres párrafos en respuesta a este tema. (No es obligatorio que compartas lo que escribiste con el líder de tu clase, pero debes informarle que hiciste la tarea.)
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