El ministerio efectivo se fundamenta en la cruz y la resurrección.
Introducción
El clímax de los Evangelios es el relato de la pasión. Treinta de los ochenta y nueve capítulos que conforman los Evangelios se dedican a los eventos ocurridos desde la entrada triunfal a Jerusalén hasta la resurrección. Casi la mitad del Evangelio de Juan se concentra en esa semana. Este es el clímax al que apuntaba toda la vida y el ministerio de Jesús. En esta lección vamos a estudiar la última semana del ministerio terrenal de Jesús para aprender lecciones para nuestra vida y ministerio.
► Antes de continuar con la lección, comenten dos preguntas:
¿Qué significa para mí la crucifixión, teológica y personalmente?
¿Qué significa para mí la resurrección, teológica y personalmente?
Respuestas a Jesús: La Semana Final del Ministerio Público de Jesús
Uno los principales énfasis de los evangelistas es la respuesta de quienes se encontraron con Jesús. Por ejemplo, al inicio de la vida de Jesús, Mateo contrasta la adoración de los sabios con la respuesta de Herodes, quien trató de matar a este Rey rival. Juan contrasta la respuesta de Nicodemo, un rabino judío, con la de una mujer samaritana sin instrucción en el pozo.
► Lea Mateo 10:32-39
Nadie puede permanecer neutral ante el mensaje de Jesús; o lo aceptamos o lo rechazamos. Jesús describió su ministerio como una espada que divide a estos dos grupos. Familias fueron divididas por su respuesta a Jesús; incluso la propia familia de Jesús enfrentó esta prueba.[1] Nadie puede permanecer neutral.
Las respuestas contrastantes se tornan más dramáticas en la semana final del ministerio público de Jesús. Este contraste continúa hasta la misma cruz, con las distintas respuestas de los dos ladrones.
Respuestas a la Resurrección de Lázaro
► Lea Juan 11:1-57
Aún antes de la resurrección de Lázaro, los líderes religiosos se oponían a Jesús. Cuando Jesús visitó el templo durante la Fiesta de la Dedicación, al inicio del invierno, los líderes judíos lo acusaron de blasfemia y trataron de apedrearlo. Dado que aún no era el tiempo de su sacrificio, Jesús escapó y viajó a través del Jordán para alejarse del centro religioso de Jerusalén.[2]
Cuando llegó la noticia de la muerte de Lázaro, los discípulos sabían que era peligroso que Jesús regresara a Judea. Los lectores a menudo se burlan de la duda y el pesimismo de Tomás, pero a mí me impresiona su lealtad hacia su Maestro. Él asume (correctamente) que a Jesús lo van a matar en Judea, pero Tomás permanece leal. Cuando Jesús insiste en regresar a Judea, Tomás les dice a sus compañeros, “Vamos también nosotros, para que muramos con él.” A pesar de las dudas posteriores de Tomás, no debemos olvidar la lealtad de este discípulo temeroso. No es ninguna sorpresa que después de la resurrección, Tomás haya muerto como mártir llevando el evangelio a la India.
En una aldea pequeña como Betania, la resurrección de Lázaro no podía ocultarse. No había forma de que los líderes religiosos ocultaran un evento tan dramático. Juan muestra las distintas respuestas ante este milagro.
La Respuesta de la Multitud
Cuando se esparció la noticia de la resurrección de Lázaro, el público estaba convencido de que Jesús derrocaría a los romanos y restablecería el trono de David en Jerusalén. Estaban convencidos de que Jesús era el Mesías prometido. “Entonces muchos de los judíos que habían venido para acompañar a María, y vieron lo que hizo Jesús, creyeron en él.”[3] Tantas personas creyeron en Jesús que los fariseos dijeron, “Mirad, el mundo se va tras él.”[4] Esto inspiró el entusiasmo de la multitud cuando Jesús entró en Jerusalén cabalgando sobre un asno.
La Respuesta de los Líderes Religiosos
La resurrección de Lázaro destruyó cualquier posibilidad de que los líderes religiosos ignoraran la afirmación de Jesús de ser el Mesías. Con la multitud volviéndose a Jesús, los líderes religiosos tenían sólo dos opciones:
Admitir que Jesús era quién decía ser. Sin embargo, esto habría requerido que rindieran su ambición de poder. Jesús ya había condenado su conducta hipócrita. Si admitían que Jesús era el Mesías, perderían su posición como líderes del pueblo judío.
Arrestar y matar a Jesús. Si se negaban a aceptar a Jesús como el Mesías, tenían que matarlo.
Los líderes religiosos defendieron su decisión de matar a Jesús alegando que era lo mejor para la nación. Al igual que otros líderes débiles a lo largo de la historia, trataron de justificar su decisión. “¿Qué haremos? Porque este hombre hace muchas señales. Si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación.[5]
“Nuestro lugar” probablemente se refiere al templo y “nuestra nación” se refiere a la libertad que los romanos les otorgaban a los judíos.[6] Aunque Judea estaba bajo el control de Roma, a los judíos se les permitía adorar en el templo, observar sus leyes religiosas y, a través del Sanedrín, mantener cierto gobierno civil. Todo esto se perdería si Roma tenía que detener una rebelión.
Caifás le aseguró al Sanedrín que era mejor que un solo hombre muriera a que la nación entera tuviera que sufrir.[7] Irónicamente, después de la muerte de Jesús, los temores del Sanedrín se hicieron realidad. Cuarenta años después de la muerte de Jesús, los romanos aplastaron una rebelión judía destruyendo el templo, quitando los derechos del pueblo judío y haciendo todo lo que Caifás trató de evitar.
Dado que no podían ocultar este milagro sin destruir toda la evidencia, el Sanedrín decidió asesinar a Jesús y a Lázaro, para “proteger a la nación.”[8] Los milagros no necesariamente convencen a los incrédulos. A menudo pensamos, “Si tan sólo Dios hiciera un milagro para ‘demostrar’ su poder, todos creerían.” Sin embargo, un milagro puede hacer que el corazón de un escéptico se endurezca en su incredulidad.
En la historia del hombre rico y Lázaro (no el Lázaro al que Jesús resucitó), el hombre rico le rogó a Abraham que enviara a Lázaro para advertir a sus hermanos. Abraham le dijo, “Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán, aunque alguno se levantare de los muertos.”[9] La Biblia misma es testimonio suficiente a la verdad. Si rechazamos las Escrituras, otra evidencia no nos va a convencer.
Respuestas a Jesús: María
► Lea Mateo 26:6-13 y Juan 12:1-11
Durante todo el ministerio terrenal de Jesús, María, la hermana de Lázaro y Marta, fue una de las más devotas seguidoras de Jesús. En un relato anterior, Marta se quejó porque María se sentó a escuchar a Jesús mientras ella servía. En ese relato, Jesús elogió a María porque había “escogido la buena parte, la cual no le será quitada.”[10]
Menos de una semana antes de su muerte, Jesús y sus discípulos visitaron el hogar de Simón el leproso. Lázaro y sus hermanas también fueron invitados. Durante la comida, María derramó un costoso perfume sobre la cabeza y los pies de Jesús. El perfume costaba trescientos denarios, equivalente al salario por un año de trabajo. En una época donde no había bancos, esto probablemente representaba los ahorros de María.
Los discípulos se enojaron porque pensaban que María había desperdiciado mucho dinero,[11] pero a María sólo le importaba la opinión de una persona, Jesús. Ella actuó movida por un amor que la hizo ignorar las opiniones de todos los demás. No le importó el costo del perfume y no le importó lo que pensaran los demás. Ella estaba adorando a su Maestro y eso era lo único que importaba.
Cuando los discípulos protestaron por las acciones de María, Jesús los reprendió: “Dejadla, ¿por qué la molestáis? Buena obra me ha hecho.”[12] Sabiendo que en cuestión de días enfrentaría la cruz, Jesús reconoció el simbolismo de la acción de María: “Se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura.” Jesús honró a esta mujer que dio lo mejor que tenía en un acto de amor y adoración.
Al leer el relato de cuando María ungió a Jesús, deberíamos preguntarnos, “¿Cuánto amo a Jesús? ¿Me importa más lo que él piensa o la opinión de los demás?” María verdaderamente amaba a Jesús.
Respuestas a Jesús: La Entrada Triunfal
► Lea Mateo 21:1-11 y Juan 12:12-19
El domingo, Jesús viajó a Jerusalén cabalgando sobre un burro. En un día ordinario, no habría habido nada inusual en este evento; un maestro galileo acompañado por un pequeño grupo de seguidores viajando a Jerusalén para la Fiesta de la Pascua. Pero esta no fue una ocasión ordinaria. La resurrección de Lázaro transformó esta peregrinación de Pascua en una declaración política y religiosa.
Mateo resalta las implicaciones religiosas de la llegada de Jesús a Jerusalén. Señala que la llegada de Jesús cumplió la profecía de Zacarías. Las palabras de la multitud vienen del Salmo 118, un salmo para el tiempo de la Pascua que describe una procesión triunfal hacia Jerusalén.[13]
Esta procesión estuvo llena de implicaciones políticas:
La multitud extendiendo sus mantos sobre el camino representaba la sumisión a un rey.[14]
Desde el período de los Macabeos, las ramas de palmera simbolizaban la victoria sobre un ejército enemigo.[15]
“¡Hosanna!” significa “sálvanos,” un clamor por liberación.
“Hijo de David” era un título real y mesiánico.
El pueblo creía que Jesús había llegado a Jerusalén para derrocar al gobierno romano y establecer su reino. La larga espera por un rey davídico había terminado. Las promesas anunciadas por los profetas pronto serían cumplidas.
Tan sólo unos días después, muchas de esas mismas personas gritarían, “¡Crucifíquenlo!” ¿Por qué? Porque estaban aclamando a Jesús por las razones equivocadas. Ellos pensaban que Jesús iba a derrocar a Roma, pero él no tenía intenciones de liderar una revuelta militar. Ellos buscaban un reino político, pero Jesús había venido a traer un reino espiritual. En su decepción, esta multitud rápidamente se volvió en contra de Jesús.
Los miembros de la política y socialmente poderosa élite del Sanedrín ya habían decidido matar a Jesús; el pueblo pronto se volvería en contra de él. Sabiendo lo que sucedería, Jesús lloró por el destino de la ciudad que pronto le daría la espalda.[16] Nosotros llamamos a este evento “la entrada triunfal”; Jesús sabía que era “el camino a la cruz.” La multitud citó el Salmo 118:26, “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!” Jesús conocía el verso siguiente del salmo, “¡Aten las ofrendas a los cuernos del altar!”[17] Jesús entró en Jerusalén como el sacrificio que pronto sería atado en el “altar,” una cruz romana.
Cada uno de los Evangelios Sinópticos relata que, durante la última semana de su ministerio público, Jesús maldijo una higuera estéril. Jesús maldijo la higuera el lunes al llegar a Jerusalén, después de haber pasado la noche en Betania. El martes, los discípulos vieron que el árbol se había marchitado en sólo veinticuatro horas.
Aunque “no era tiempo de higos” (Marcos 11:13), las hojas significaban que el árbol debía haber tenido higos verdes. El fruto de la higuera aparece poco tiempo después de las hojas. Cuando una higuera tenía hojas, pero los higos no habían brotado, era señal de que el árbol no daría fruto ese año.
Este relato es una “parábola actuada” sobre el fracaso de Israel, que no dio fruto.[1] Israel había sido escogido por Dios para bendecir a las naciones.[2] Por el contrario, Israel había deshonrado el nombre de Jehová.
El templo debía ser un lugar de oración “para todos los pueblos.”[3] Sin embargo, el templo se había convertido en una “cueva de ladrones,” donde los poderosos líderes religiosos engañaban a los pobres.
La higuera era estéril; Israel era estéril. La higuera fue desechada; Israel pronto sería desechado.
La maldición de la higuera es parte de una serie de mensajes de juicio proclamados por Jesús durante los últimos días de su ministerio público:
La parábola visual de la higuera estéril (Marcos 11:12-14, 20-25).
La purificación del templo (Marcos 11:15-19).
La parábola de los labradores malvados (Marcos 12:1-12).
Las controversias con los líderes religiosos (Marcos 12:13-40).
Jesús predice la destrucción del templo (Marcos 13:1-37).
[1] En el Antiguo Testamento, la figura de la higuera a menudo representa a Israel (Jeremías 8:13; Oseas 9:10; Joel 1:7).
Respuestas a Jesús: La Semana Final del Ministerio Público de Jesús (continuación)
Respuestas a Jesús: Los Líderes Religiosos
► Lea Mateo 21:23-22:46
Después de la resurrección de Lázaro, los líderes religiosos decidieron matar a Jesús. Sin embargo, su popularidad entre la gente común lo hacía difícil, por lo que trataron de encontrar la manera de desacreditar a Jesús ante los ojos de la multitud. En los días posteriores a la entrada triunfal de Jesús, los líderes religiosos idearon una serie de confrontaciones en el templo. Querían atrapar a Jesús en un error, pero fallaron vez tras vez. La multitud más bien fue testigo de cómo Jesús hizo quedar mal a los líderes religiosos con su sabiduría y conocimiento.
Primero, “los principales sacerdotes y los ancianos” desafiaron su autoridad para purificar el templo y enseñar públicamente. Jesús respondió con una pregunta sobre Juan el Bautista que los líderes religiosos no pudieron contestar.
Entonces Jesús contó tres parábolas que condenaban a los líderes religiosos. La parábola de los dos hijos enseñaba que la obediencia, no la religiosidad externa, demuestra la relación en el reino de Dios. La parábola de los labradores malvados ilustraba las consecuencias de rechazar a Jesús como el Mesías. Finalmente, la parábola de la fiesta de bodas implicaba que los líderes religiosos que habían sido invitados a la fiesta serían rechazados en favor de otras personas que parecían menos dignas, pero que habían respondido a la invitación.
Decididos a desacreditarlo, los líderes religiosos vinieron a Jesús con una serie de preguntas que tenían la intención de hacer que se equivocara. Su propósito no era conocer la verdad; su propósito era destruir a Jesús. Jesús sabía que ellos no deseaban la verdad, así que desvió todas sus preguntas.
Después de varios intentos, los líderes se dieron por vencidos. Mateo concluye esta sección señalando su fracaso: “Y nadie le podía responder palabra; ni osó alguno desde aquel día preguntarle más.”[1] Marcos termina señalando el gozo de la gente común que fue testigo de estas confrontaciones, “Y gran multitud del pueblo le oía de buena gana.”[2]
► Como pastor o líder cristiano, usted va a enfrentar preguntas difíciles. ¿Cómo puede discernir entre aquellos que preguntan con un sincero deseo de aprender y quienes tratan de ponerle una trampa para que se equivoque? ¿En qué deberían diferir sus respuestas para ambos tipos de personas? (Vea Proverbios 26:4-5 para un ejemplo de este contraste.)
Veinte años después de la ascensión de Jesús, Pablo plantó una iglesia en Corinto. Esta iglesia estaba compuesta por convertidos provenientes de muchos trasfondos diferentes. La iglesia incluía tanto judíos que conocían las Escrituras hebreas, como gentiles que antes de su conversión no habían tenido ningún conocimiento del Dios verdadero.
La iglesia en Corinto estaba dividida por conflictos y amenazada por falsas enseñanzas. En respuesta a estos problemas, Pablo les recordó a los corintios el mensaje que predicó desde el inicio. Los primeros mensajes de Pablo en una ciudad mayoritariamente pagana se concentraron en cuatro eventos históricos:
Cristo murió por nuestros pecados
Fue sepultado
Resucitó al tercer día
Apareció públicamente - a Cefas, a los doce, a quinientos hermanos en una ocasión, a Santiago, a todos los apóstoles, y finalmente a Pablo.
La primera parte del mensaje de Pablo en Corinto se concentró en la cruz: “Cristo murió por nuestros pecados.” El mensaje de la cruz es central a la fe cristiana.
En el Antiguo Testamento, la persona que traía un cordero para ofrecerlo en sacrificio ponía su mano en la cabeza del cordero para identificarse con la muerte sacrificial. Al poner su mano en la cabeza del cordero, el adorador decía, “Este cordero está muriendo en mi lugar. Yo merezco la muerte por mi pecado.” Del mismo modo, nosotros merecemos la muerte por nuestro pecado, pero Cristo murió en nuestro lugar. Merecemos la muerte, pero él murió para que pudiéramos vivir.
El Arresto
► Lea Mateo 26:1-5, 14-56
El miércoles de la Semana de la Pasión, Jesús predijo su muerte “dentro de dos días.” El Sanedrín estaba planeando arrestar a Jesús después de la Pascua, una vez que las multitudes se hubieran ido de la ciudad – al menos nueve días después de esta predicción. Sin embargo, cuando Judas ofreció traicionar a su Maestro, el Sanedrín decidió arrestar a Jesús mientras contaban con la cooperación de uno de sus seguidores.
¿Por qué los principales sacerdotes necesitaban a Judas? Ellos sabían quién era Jesús y dónde encontrarlo. Él enseñaba cada día en el templo. El rol principal de Judas no fue identificar a Jesús para que los oficiales pudieran arrestarlo; su rol principal fue ser testigo contra Jesús en el juicio. Para cualquier crimen capital, Roma requería un testigo. Al traicionar a Jesús, Judas accedió a ser el testigo. Después del arresto, Judas se arrepintió de haber entregado a Jesús, y los líderes judíos perdieron a su testigo estrella contra Jesús.[1]
Después de compartir la cena de la Pascua con sus discípulos, Jesús fue al huerto de Getsemaní para orar. Anticipando el tormento físico de la cruz y la agonía espiritual de la separación del Padre, Jesús oró, “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú.” Aun en medio de esta prueba suprema, Jesús se sometió a la voluntad del Padre.
Más tarde esa misma noche, Judas vino con “mucha gente” para arrestar a Jesús.[2] Después de que Judas lo identificó con un beso, Jesús les habló a los soldados. “Cuando les dijo: Yo soy, retrocedieron, y cayeron a tierra.”[3] Este grupo grande de soldados tenía miedo de un hombre que tenía poder sobre la muerte. Jesús, no sus enemigos, estaba a cargo. Octavius Winslow, un predicador del siglo XIX, escribió, “¿Quién entregó a Jesús para morir? No fue Judas, por dinero. No fue Pilato, por temor. No fueron los judíos, por envidia. ¡Fue el Padre, por amor!”[4]
El Juicio
► Lea Mateo 26:57-27:26; Lucas 22:54-23:25; Juan 18:12-19:16
El juicio de Jesús incluyó un juicio judío y un juicio romano. La ley judía era el más humano de los sistemas legales antiguos; la ley judía hacía todo lo posible por preservar la vida. La ley romana era conocida por sus estrictas reglas y su amplitud. Estos eran los dos mejores sistemas legales del mundo antiguo, pero no evitaron que hombres pecadores mataran al Hijo de Dios.
Durante las horas posteriores a su arresto, Jesús fue sometido a seis audiencias legales o juicios. Estos incluyeron juicios religiosos judíos y juicios civiles romanos. Historiadores han demostrado que el juicio judío fue ilegal de acuerdo con la ley judía. En su apuro por condenar a Jesús, el Sanedrín:
Efectuó un juicio de noche (ilegal).
No presentó cargos formales antes de arrestar a Jesús (ilegal).
No permitió que Jesús llamara testigos para hablar en su defensa (ilegal).
Apresuró el juicio más de lo que la ley judía permitía (ilegal).
Irónicamente, todo esto sucedió para que Jesús fuera crucificado y su cuerpo removido de la cruz antes de la Pascua. ¡Se apresuraron para matar al Cordero de Dios y poder así comer el cordero pascual a la hora debida!
La Secuencia de Juicios
(1) Audiencia judía ante Anás (Juan 18:12-14, 19-23)
Anás había sido nombrado sumo sacerdote de por vida. Incluso después de que los romanos sustituyeron a Anás con su yerno, Caifás, la mayoría del pueblo judío siguió llamando a Anás con el título de “Sumo Sacerdote.” Esta primera audiencia ante Anás no fue oficial. No incluyó cargos ni testigos.
(2) Audiencia judía ante el Sanedrín (Mateo 26:57-68)
Esta primera audiencia ante todo el Sanedrín pudo haber tenido lugar alrededor de las 2:00 am. Aunque la ley no permitía realizar un juicio legal antes del amanecer, los líderes judíos decidieron apresurar el proceso. Aunque un juicio formal nocturno era ilegal, el Sanedrín realizó una audiencia informal que condenó a Jesús por blasfemia y determinó que merecía la sentencia de muerte.
(3) Juicio formal judío ante el Sanedrín (Lucas 22:66-71)
“Cuando era de día,” el Sanedrín llevó a cabo un juicio formal. En este juicio, el Sanedrín condenó oficialmente a Jesús por blasfemia.
(4) Primer juicio romano ante Pilato (Lucas 23:1-5; Juan 18:28-38)
Roma no le había otorgado al Sanedrín autoridad para ejecutar criminales.[5] Para lograr que Pilato dictara sentencia de muerte, los líderes judíos cambiaron sus acusaciones, y en lugar de un cargo religioso por blasfemia, alegaron un cargo político por instigar una rebelión. Acusaron a Jesús diciendo que “pervierte a la nación, y que prohíbe dar tributo a César, diciendo que él mismo es el Cristo, un rey.”
Durante la época de la Pascua, los judíos no entraban a ningún edificio romano por temor de contaminarse y no poder comer la cena de la Pascua. Dado que ellos no entrarían al palacio, Pilato efectuó la audiencia sobre el pavimento afuera de la puerta del palacio.
(5) Juicio romano ante Herodes Antipas (Lucas 23:6-12)
Pilato sabía que Jesús era inocente, pero no quería hacer enojar a los líderes judíos. Cuando escuchó que Jesús “Alborota al pueblo, enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea hasta aquí,” Pilato identificó una forma de escapar de este dilema. Herodes Antipas, gobernador de Galilea, estaba en Jerusalén. (Durante la semana de la Pascua, todos los oficiales romanos de Palestina venían a Jerusalén para ayudar en caso de una revuelta.) Pilato envió a Jesús ante Herodes, pero Herodes se negó a intervenir.
(6) Juicio romano final ante Pilato (Mateo 27:15-26; Lucas 23:13-25; Juan 18:39-19:16)
Cuando Jesús fue llevado nuevamente a su corte, Pilato buscó otra solución. Pilato sabía que Jesús era inocente: “Habiéndole interrogado yo delante de vosotros, no he hallado en este hombre delito alguno de aquellos de que le acusáis.”[6] Pilato no quería condenar a Jesús, un hombre inocente.
Cuando los líderes judíos amenazaron con reportarlo al César por deslealtad, Pilato cedió a sus demandas. Pilato era un líder débil. En un conflicto anterior, Pilato permitió que entraran soldados a Jerusalén cargando la imagen del emperador. Una multitud de judíos protestó afuera del palacio de Pilato durante cinco días. Cuando Pilato amenazó con matar a los manifestantes, éstos dijeron que preferían morir antes que tolerar una imagen de César en la Ciudad Santa. Pilato se vio forzado a dar marcha atrás.
Debido a esta experiencia, Pilato le tenía miedo al pueblo judío. Más aun, su superior en Roma, Sejano, no confiaba en la capacidad de Pilato para controlar al pueblo de Judea. Cuando los líderes judíos amenazaron con quejarse ante César si Pilato liberaba a Jesús, Pilato “lo entregó a ellos para que fuese crucificado.”[7] Pilato condenó a Jesús a muerte no porque creía que era culpable, sino por su propia debilidad.
Durante el Juicio, Pedro Niega a Jesús
Durante la cena de la Pascua, Jesús le había advertido a Pedro, “De cierto, de cierto te digo: No cantará el gallo, sin que me hayas negado tres veces.”[8] Efectivamente, durante el juicio de Jesús, Pedro negó a Jesús tres veces.
Cuando leemos sobre la vergonzosa caída de Pedro, debemos recordar que Pedro no fue el único que le falló a Jesús esa noche. Sólo Pedro y Juan fueron al juicio. Los otros discípulos huyeron asustados.
Ciertamente, Pedro amaba a Jesús. Entonces, ¿por qué cayó? Anteriormente estudiamos la tentación de Jesús para aprender lecciones que nos ayudan a enfrentar la tentación. En la caída de Pedro podemos ver señales de advertencia que nos ayudan cuando somos tentados. Al menos dos características contribuyeron a la caída de Pedro:
(1) Exceso de confianza.
Cuando Jesús le advirtió del ataque de Satanás, Pedro alardeó, “Aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré.”[9] Cuando tenemos exceso de confianza en nosotros mismos, estamos en peligro de caer. Sólo a través del poder del Espíritu Santo podemos vivir una vida cristiana victoriosa. El exceso de confianza es el primer paso hacia el fracaso espiritual.
(2) Falta de oración.
En el huerto de Getsemaní, Jesús les advirtió a los discípulos, “Orad que no entréis en tentación.”[10] En lugar de orar por fortaleza para enfrentar la prueba que le esperaba, Pedro se durmió.
La falta de oración conduce inevitablemente al fracaso espiritual. Es imposible mantener una vida cristiana victoriosa sin una vibrante vida de oración. Satanás trata de hacer que los obreros cristianos se involucren en muchas actividades, de modo que no tengan tiempo para orar. Él sabe que, si estamos demasiado ocupados para orar, pronto caeremos.
► Reflexione en su vida cristiana y su ministerio. Piense en los momentos cuando cayó en la tentación o estuvo a punto de caer. ¿Cuáles factores contribuyeron a la caída? ¿Estaba experimentando éxito en el ministerio y eso le produjo un exceso de confianza? ¿Estaba demasiado ocupado y no estaba pasando suficiente tiempo en oración? ¿Hay otros factores que pueden servir como señales de advertencia para el futuro?
Durante el Juicio, Judas Comete Suicidio
Inmediatamente después del relato de la negación de Pedro, Mateo cuenta la historia del suicidio de Judas. Viendo las consecuencias de su traición, Judas “devolvió arrepentido las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos, diciendo: Yo he pecado entregando sangre inocente.’”[11] Judas arrojó las monedas de plata que había recibido como pago por su traición y “fue y se ahorcó.”[12] Judas eligió suicidarse en lugar de vivir con culpa el resto de su vida.
El relato de Mateo coloca lado a lado el arrepentimiento de Pedro y el remordimiento de Judas. Tanto Pedro como Judas lamentaron sus acciones. Sin embargo, en el caso de Judas, Mateo usa una palabra que expresa la idea de un cambio de opinión, no la palabra que usualmente denota el verdadero arrepentimiento.[13] Esta diferencia es importante para entender la respuesta de las personas a la convicción de pecado.
Pablo escribió acerca de la diferencia entre el remordimiento (dolor por las consecuencias del pecado) y el arrepentimiento (dolor por el pecado mismo y un cambio de dirección). El apóstol escribió: “Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte.”[14]
“La tristeza que es según Dios” produce el verdadero arrepentimiento, que conduce a la salvación y la vida. “La tristeza del mundo” produce remordimiento, el cual sólo lleva a la culpa y la muerte. Tanto Pedro como Judas lamentaron sus acciones, pero sólo Pedro se arrepintió de verdad.
Judas vio el resultado de su traición y escogió la muerte sobre la vergüenza y la culpa; sintió remordimiento, pero no se arrepintió. Pedro vio el resultado de su negación y escogió el verdadero arrepentimiento. El resultado del remordimiento de Judas fue la muerte; el resultado del arrepentimiento de Pedro fue una vida de ministerio fructífero.
► ¿Ha conocido usted personas que sienten remordimiento pero no se han arrepentido? ¿Cuál ha sido el resultado? En nuestra predicación, ¿Cómo podemos guiar a las personas a un punto de verdadero arrepentimiento?
La Crucifixión
► Lea Mateo 27:27-54
Judea era una ubicación terrible para un soldado romano. El pueblo odiaba a los soldados romanos y los zelotes conspiraban para asesinarlos. Durante la Pascua, el ejército estaba en alerta constante por la amenaza de revueltas. No había peor asignación para un soldado. Cuando un prisionero judío era condenado a muerte, los soldados desquitaban su odio con el hombre condenado.
El trato que recibió Jesús – las golpizas, las burlas, la corona de espinas – revela la crueldad de los duros soldados que odiaban la misión que les había sido asignada, odiaban a la gente que los rodeaba, y se deleitaban en castigar a alguien que no podía defenderse. Jesús sufrió todo esto sin pronunciar una palabra de odio hacia estos soldados.
Muchos escritores han estudiado el relato de la crucifixión observando las siete declaraciones de Jesús desde la cruz. Las últimas palabras de una persona revelan lo que es importante para esa persona. Al enfrentar la muerte, ¿qué dijo Jesús?
Palabras de Perdón
Mientras lo clavaban a la cruz, Jesús oró, “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.”[15] Hasta el final, Jesús demostró amor y perdón.
Al ladrón que merecía la muerte, Jesús le prometió, “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.”[16]
Palabras de Compasión
Jesús le encargó a Juan que cuidara de su madre cuando dijo, “Mujer, he ahí tu hijo,” y a Juan, “He ahí tu madre.”[17] Anteriormente, Jesús había enseñado que los lazos familiares más profundos son espirituales. “He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre.”[18]
En el momento de su muerte, los hermanos de sangre de Jesús no eran creyentes; no eran parte de su familia espiritual. Por esa razón, Jesús puso a su madre al cuidado de un hermano espiritual, Juan, el discípulo amado.
Palabras de Tormento Físico
Ser el Hijo de Dios no eximió a Jesús del sufrimiento físico de la cruz. Él sufrió toda la agonía física de un criminal condenado. Después de horas sin agua bajo un calor brutal, Jesús exclamó, “Tengo sed.” [19]
Palabras de Agonía Espiritual
Mateo y Marcos registran sólo una de las declaraciones, pero probablemente éstas fueron las palabras más desgarradoras desde la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”[20]
Ciertamente, la mayor agonía de Jesús fue su separación del Padre. El Padre y el Hijo habían vivido en continua comunión desde la eternidad. En la cruz, puesto que llevaba sobre él nuestro pecado, Jesús estuvo separado del Padre.
En la cruz, “Al que no conoció pecado, por nosotros [Dios] lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.”[21] En Isaías 53, el profeta habla sobre el “Siervo sufriente” que llevaría nuestros pecados.[22] Pablo enseña que esta expiación sustitutiva fue efectuada en la cruz.
Jesús fue hecho pecado por nosotros “para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.” Ya no vivimos en esclavitud al pecado; por medio de la muerte de Cristo, hemos sido justificados. Pablo no dice simplemente que “en él” somos llamados justos. Más bien, hemos sido “hechos justicia de Dios en él.” Por medio de la obra de Cristo en la cruz, una verdadera transformación tiene lugar. Cristo fue hecho pecado para que nosotros fuéramos hechos justos.
Palabras de Resignación
“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.”[23] A lo largo de su vida, Jesús vivió en fiel sumisión a su Padre. Horas antes de enfrentar la cruz, él oró, “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú.”[24] En la cruz hizo su declaración final de sumisión a la voluntad del Padre.
Palabras de Triunfo
“Consumado es.”[25] Con este clamor de victoria, Jesús proclamó que había cumplido la obra para la cual el Padre lo había enviado. El precio por el pecado había sido pagado. Satanás había sido derrotado. La expiación anunciada desde el Antiguo Testamento y prometida en Isaías 53 se había cumplido.
La Sepultura
► Lea Mateo 27:57-61
En su mensaje en Corinto, Pablo predicó que Jesús “murió por nuestros pecados” y que “fue sepultado.”[26] Para Pablo y la iglesia primitiva, la sepultura era importante.
Muchas de las costumbres religiosas que se practican en la actualidad para conmemorar la Semana de la Pasión pasan directamente del Viernes Santo al Domingo de Resurrección. Sin embargo, buena parte de la historia de la iglesia muestra que el “Sábado Santo” era reconocido como parte importante de la Vigilia de Pascua. ¿Cuál es la importancia de la sepultura?[27]
Relevancia histórica
La sepultura demuestra que Jesús en verdad murió. Contrario a la afirmación islámica según la cual Jesús sufrió una especie de desmayo del cual luego despertó, la sepultura demuestra que efectivamente Jesús estaba muerto. Los romanos sabían bien cómo matar a un prisionero condenado. De ninguna manera los soldados habrían bajado a un hombre de la cruz antes de que muriera.
Más aún, la pesada piedra y los guardias garantizaban que nadie fuera capaz de escapar de la tumba. Aun si los soldados romanos se hubieran equivocado y Jesús hubiera sido sepultado estando aún vivo, es inconcebible que un hombre que había sufrido horas de agonía en la cruz pudiera romper el sudario con el que envolvieron su cuerpo, empujar la pesada piedra y vencer a una compañía de guardias profesionales. La sepultura confirma la verdad histórica de que Jesús de Nazaret murió en la cruz.
Relevancia profética
Escribiendo sobre el cordero llevado al matadero, Isaías profetizó, “Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte.”[28] La sepultura de Jesús cumplió la profecía mesiánica.
Después de que Jesús murió, José de Arimatea fue a ver a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. José era miembro del Sanedrín, pero no estuvo de acuerdo con la condena de Jesús. Aunque la mayoría de los líderes religiosos se había puesto en contra de Jesús, había algunos que esperaban el reino de Dios. José era uno de esos discípulos secretos. Él y Nicodemo sepultaron el cuerpo de Jesús en la tumba de José.[29]
Piense en el valor que esto requirió. Después de que hasta los mismos discípulos habían abandonado a Jesús, José tuvo el valor de identificarse con un criminal condenado. Esta acción podía comprometer la posición de José en el Sanedrín, así como su reputación en la comunidad. Es probable que José haya sido expulsado del Sanedrín como precio por identificarse públicamente con Jesús.
Por otra parte, José se arriesgó a enfrentar la ira de Pilato. Los oficiales romanos rara vez permitían que amigos o parientes sepultaran los cuerpos de los condenados a morir crucificados. Los cuerpos se dejaban a la vista de la gente como advertencia para otros criminales. El permiso otorgado por Pilato es una evidencia más de que Pilato sabía que Jesús era inocente de cualquier crimen.
Pablo equipara nuestro bautismo con la sepultura de Jesús:
«¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.»[30]
La sepultura fue una confirmación pública de la muerte de Jesús. Del mismo modo, el bautismo es un testimonio público de nuestra participación en la muerte de Jesús. En el bautismo, somos declarados muertos a nuestra vieja forma de vivir.
La sepultura es el paso final en el reconocimiento de la muerte de una persona. En Occidente, los dolientes arrojan tierra sobre el ataúd para reconocer el carácter definitivo del “adiós” en esta tierra. Pablo enfatiza el carácter definitivo de nuestra muerte al pecado. Así como Cristo murió, estamos muertos al pecado. Volver al pecado después de haber sido sepultados con Cristo es como desenterrar un cuerpo muerto. Hemos sido sepultados con Cristo; ya no vivimos para el pecado.
[31] Reflexiones del Obispo Ryle sobre el Significado de la Cruz
¿Fue él azotado? Fue para que por sus llagas pudiéramos ser sanados.
¿Fue condenado, aunque era inocente? Fue para que pudiéramos ser absueltos, aunque éramos culpables.
¿Le pusieron una corona de espinas? Fue para que podamos recibir la corona de gloria.
¿Lo despojaron de sus vestiduras? Fue para que pudiéramos ser vestidos de justicia eterna.
¿Fue objeto de burla y humillación? Fue para que pudiéramos ser honrados y bendecidos.
¿Fue considerado como un malhechor y contado con los pecadores? Fue para que pudiéramos ser considerados inocentes y justificados de todo pecado.
¿Fue declarado incapaz de salvarse a sí mismo? Fue para que pudiera salvar a otros.
¿Por último murió, sufriendo la más dolorosa y vergonzosa de las muertes? Fue para que podamos vivir por siempre y ser exaltados en gloria.
- Bishop Ryle
[32]Jesús no buscó alivio del sufrimiento humano en su deidad; se refugió en la oración.
- T.B. Kilpatrick
[33]¡Divino amor, pasión sin par!
¡Dios encarnado muere allí!
En una cruz le vi cargar
Mis culpas todas sobre sí:
¡Murió por mí, mi Salvador
Crucificado,Dios de amor!
Él por nosotros fue a la cruz,
Para volvernos hoy a Dios;
Su vida entera dio Jesús,
Oigamos, pues, Su santa voz:
¡Perdón ofrece el Salvador
Crucificado, Dios de amor!
Miradle todos, meditad,
Si hubo dolor más grande y cruel:
El Santo Príncipe de Paz,
Por ti y por mí bebió la hiel.
¡Ven, pues, recibe al Salvador
Crucificado, Dios de amor!
-Carlos Wesley
[34]Muerte al Pecado “Volver al pecado después de haber estado unido a Cristo es como desenterrar un cuerpo muerto.”
- James Boice
La Resurrección
Pablo predicó en Corinto sobre la cruz; Cristo murió por nuestros pecados y fue sepultado. Luego Pablo predicó sobre la resurrección; Cristo resucitó al tercer día y apareció ante múltiples testigos.[1] La resurrección es esencial a la fe cristiana.
►Lea Mateo 27:62-28:15
Mateo 27:62-66 es una de mis escenas favoritas del relato de la Resurrección. Anteriormente, cuando los líderes religiosos le pidieron a Pilato que cambiara la inscripción sobre la cruz, éste se negó. Jesús fue crucificado bajo una inscripción que en tono de burla decía, “Jesús de Nazaret, Rey de los Judíos.”[2]
Después de la crucifixión, los líderes religiosos vinieron nuevamente ante Pilato, pidiendo una guardia romana para resguardar la tumba.
«Señor, nos acordamos que aquel engañador dijo, viviendo aún: Después de tres días resucitaré. Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos de noche, y lo hurten, y digan al pueblo: Resucitó de entre los muertos. Y será el postrer error peor que el primero.»
Carlos Spurgeon sugirió que Pilato nuevamente se burló de los líderes judíos cuando respondió, “‘Ahí tenéis una guardia; id, aseguradlo como sabéis.’ Pero si él verdaderamente es el Mesías, ¡no hay nada que ustedes puedan hacer para mantenerlo en la tumba!”
¿Temían realmente los líderes judíos que los discípulos robaran el cuerpo? Probablemente no. Ellos vieron a los discípulos huir asustados; sabían que los discípulos no tenían el valor para robar el cuerpo. Si ese hubiera sido su temor, el Sanedrín podría haber ordenado el arresto de los discípulos. Los discípulos no eran una amenaza.
Entonces, ¿por qué pidieron esta guardia? Ellos temían que Jesús hiciera exactamente lo que había prometido. Habían visto su poder sobre la muerte en la resurrección de Lázaro. Jesús había anunciado que resucitaría de entre los muertos. Los discípulos estaban demasiado confundidos para entender estas palabras de Jesús, pero los líderes judíos sabían lo que había querido decir – ¡y estaban asustados!
Con la autorización de Pilato, sellaron la tumba y pusieron guardias de la compañía que había arrestado a Jesús en el huerto. De repente:
«Hubo un gran terremoto; porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella. Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve. Y de miedo de él los guardas temblaron y se quedaron como muertos.»
¡Jesús resucitó!
► Lea Juan 20:1-29
Los Evangelios registran múltiples apariciones de Jesús posteriores a su resurrección. Jesús apareció ante muchas personas en diferentes lugares.
Algunos escépticos dicen, “Las mujeres en la tumba estaban alucinando. Vieron lo que esperaban ver.” Sin embargo, estos testigos no esperaban ver a Jesús con vida; sabían que estaba muerto. No habían entendido las profecías de su resurrección.[3] Aun cuando los primeros testigos dijeron que habían visto a Jesús, los demás discípulos dudaron.[4] No esperaban que Jesús resucitara de entre los muertos.
Gradualmente, a través de las apariciones a María Magdalena,[5] a los dos discípulos en el camino a Emaús,[6] a los Doce,[7] e incluso a un grupo de quinientos,[8] los seguidores de Jesús comprendieron que en verdad había resucitado. La iglesia primitiva empezó a adorar con estas palabras, “Ha resucitado. ¡En verdad ha resucitado!”
“Asegúrenla tanto como puedan,” les dijo Pilato a los líderes judíos. Pilato pronto descubrió que ningún gobernante terrenal puede derrotar el poder de Jesús sobre la muerte. Ha resucitado. ¡En verdad ha resucitado!
Aplicación: Ministerio en el Poder de la Cruz y la Resurrección
Muchos teólogos liberales han tratado de hacer ver la resurrección como un mito. Sin embargo, la fe de los apóstoles no estaba cimentada en una “hermosa historia sobre el impacto perdurable de la vida de Jesús,” sino en los hechos sólidos de su muerte y su resurrección. Los apóstoles sabían que Jesús había muerto y que había resucitado de la muerte. Esto les dio la confianza para enfrentar la persecución e incluso la muerte. ¿De qué manera la muerte y la resurrección de Jesús impactan el ministerio en la actualidad?
Ministrando en el Poder de la Cruz
► Lea 1 Corintios 1:17-2:5
En su segundo viaje misionero, Pablo viajó a Corinto desde Atenas, donde había predicado en el Areópago. Al parecer, los resultados de su ministerio en Atenas fueron limitados.[1] Pablo no plantó una iglesia en Atenas, y la mentalidad filosófica de los atenienses se burló de su mensaje de la resurrección. Desde Atenas, Pablo viajó setenta y cinco kilómetros hacia el este hasta llegar a Corinto, la ciudad más influyente de la provincia de Acacia.
Pablo llegó a Corinto después de enfrentar oposición en tres ciudades consecutivas: Tesalónica, Berea y Atenas. Quizás fue por eso que dijo, “Estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor.” Aunque las audiencias griegas buscaban elocuencia y brillantez intelectual, Pablo decidió predicar únicamente la cruz. El poder de su mensaje no venía de su elocuencia, sino de la cruz. Pablo predicó, “no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo.”
En Corinto, Pablo se propuso “no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado.” Pablo sabía que el mensaje de la cruz ofendería a muchos.
«Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura.»
Este mensaje era una “piedra de tropiezo” o un “escándalo” para los judíos. Ellos buscaban señales que “ratificaran” al Mesías. En su mente, la idea de que un hombre que fue crucificado pudiera ser el Mesías escogido era absurda. La Ley decía, “…maldito por Dios es el colgado.”[2] Afirmar que el Jesús que fue crucificado era el Mesías era escandaloso para una audiencia judía.
El mensaje de la cruz era “locura” para los gentiles. Los griegos respetaban la noble muerte de un mártir. Si Jesús hubiera muerto en una batalla contra los romanos, los pensadores griegos lo habrían honrado por su valor. Pero la crucifixión deshonraba a la víctima; no era una muerte noble. A las víctimas de la crucifixión por lo general se les negaba la sepultura. La carne era comida por aves o ratas, y los huesos eran arrojados a una fosa común. Afirmar que un campesino judío que fue crucificado era “Señor” era absurdo para una audiencia gentil.
La cruz era un “escándalo” para los judíos y “locura” para los gentiles; sin embargo, Pablo predicó el mensaje de la cruz sin titubear. El ejemplo de Pablo sirve como modelo para nosotros hoy. En la actualidad, así como en el primer siglo, la cruz ofenderá a algunos y a otros les parecerá locura, pero sigue siendo el mensaje que debemos predicar.
Nuestra confianza como ministros y líderes de la iglesia no proviene de nuestra capacidad; nuestra confianza está basada en el mensaje de la cruz. Pablo tenía una educación maravillosa, una mente brillante, y la capacidad de debatir con los grandes intelectos de su tiempo. Pero su confianza estaba puesta en la cruz. Cuando ganamos personas únicamente por nuestros argumentos, su fe podría estar “fundada en la sabiduría de los hombres”; pero cuando los guiamos a la cruz, su fe descansa “en el poder de Dios.”
Ministrando en el Poder de la Resurrección
► Lea Hechos 2:22-36
El libro de Hechos demuestra que la resurrección era el tema central de la predicación de los primeros cristianos. En Pentecostés, Pedro señaló la resurrección como evidencia de que Jesús era el cumplimiento de las promesas hechas por los profetas.
En su defensa ante Agripa, Pablo afirmó que había sido sometido a juicio “por la esperanza de la promesa que hizo Dios a nuestros padres… promesa cuyo cumplimiento esperan que han de alcanzar nuestras doce tribus.” ¿Cuál era esa promesa? La resurrección. “¿Se juzga entre vosotros cosa increíble que Dios resucite a los muertos?”[3]
► Lea 1 Corintios 15:12-34
En 1 Corintios, Pablo demuestra que su ministerio está basado no sólo en el poder de la cruz, sino también en el poder de la resurrección. Pablo insiste en que sin la resurrección, su ministerio es en vano. “Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe.” Sin la resurrección, Jesús no sería más que otro Mesías fallido. Sin la resurrección, Jesús sería un trágico mártir, pero no el Mesías prometido.
La resurrección es el fundamento de nuestra fe cristiana. “Y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados.” En la cruz, Cristo hizo expiación por nuestros pecados, pero fue su resurrección la que comprobó el poder de Cristo sobre la muerte y el pecado. Si no hay resurrección, dice Pablo, nuestra fe es vana y seguimos siendo esclavos de nuestros pecados.
La resurrección es el fundamento de nuestra esperanza cristiana. “Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.” Pablo les aseguró a los corintios que tenían la esperanza de la resurrección porque Cristo resucitó de entre los muertos.
En el siglo II, un novelista griego llamado Luciano se burló de los cristianos por su creencia en la resurrección. Él dijo, “Los pobres desdichados están convencidos de que van a vivir por siempre. Por ello desprecian la muerte y están dispuestos a sacrificar su vida por su fe.” Luciano se estaba burlando de los cristianos, pero sus palabras son verdaderas. Como dijo Luciano, los cristianos del siglo II creían que vivirían por siempre. Por esta creencia, estaban dispuestos a morir por su fe.
Esto debe seguir siendo verdad para nosotros hoy. Si en verdad creemos que Cristo resucitó de la muerte, esta convicción debería darnos confianza ante la amenaza de persecución e incluso de muerte. La resurrección es el fundamento de la esperanza cristiana.
La resurrección es el fundamento de nuestra vida cristiana. Pablo hace una asombrosa aplicación práctica de la doctrina de la resurrección. “Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, porque mañana moriremos… Velad debidamente, y no pequéis.”[4] Si no hay resurrección, dice Pablo, deberíamos vivir como los epicúreos, quienes decían, “Comamos y bebamos, porque pronto moriremos.” No hay razón alguna para vivir con miras a la eternidad si no hay resurrección. Sin embargo, continúa Pablo, puesto que sí hay resurrección, debemos velar y vivir una vida libre de pecado. Nuestra victoria sobre el pecado es inspirada por nuestra certeza de la resurrección.
La historia de la resurrección debería quebrantarnos por nuestra falta de fe ante los desafíos del ministerio. ¿Cuántas veces pensamos que nuestras oraciones no van a ser respondidas? ¿Por qué? ¡Porque olvidamos el poder de la resurrección! ¿Cuántas veces enfrentamos la tentación casi sin confianza de salir victoriosos? ¿Por qué? Porque olvidamos la promesa anunciada por Pablo: “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.”[5]
Si Cristo vive en nosotros, ya no vivimos en la carne; ya no somos esclavos del pecado. Esta es la vida en el poder de la resurrección. El poder que levantó a Jesús de la tumba nos da la victoria sobre el pecado cada día. Esto es lo que significa vivir y ministrar en el poder de la resurrección.
Conclusión: Las Características de una Vida y un Ministerio Semejantes a los de Cristo
¿Se parece su vida a la de Cristo?
Lucas escribió, “A los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía.”[1] Al ver a los creyentes en Antioquía, la gente empezó a decir, “Estas personas actúan como Cristo. Deberíamos llamarlos ‘cristianos.’” Cuando leo este versículo me pregunto, “¿Pensarían mis vecinos en darme el título de ‘cristiano’ al observar mi conducta, mis palabras y mis actitudes? ¿Me parezco a Cristo?” Los creyentes en Antioquía vivían de una forma que reflejaba el carácter de Jesucristo; eran cristianos.
Después de muchos años de pastorear, el Dr. H.B. London sirve ahora como mentor de varios pastores jóvenes. Él advierte sobre los peligros espirituales que enfrentan los pastores. “Uno puede estar cerca de cosas santas sin ser santo. Es posible predicar sobre el perdón y no perdonar. Los ministros pueden poner tanto empeño en el ministerio que descuidan la salud de su alma.”[2] Es posible predicar a otros y luego ser eliminados.[3]
El Dr. London sugiere algunos consejos prácticos para ayudar a los pastores a evitar el fracaso espiritual mientras guían a otros. Estos son algunos principios que pueden ayudarnos a mantener una vida semejante a la de Cristo. Él escribió:
Viva lo que predica. Jamás predique a otros lo que usted no ha aplicado primero en su propia vida.
Cuide su alma. Hay médicos que no están saludables. Cuidan de la salud de los demás, pero ignoran su propia salud. Hay pastores que no están espiritualmente saludables. Como pastor, dedique tiempo para cuidar su propio bienestar espiritual.
Humíllese. Recuerde que el pastor es un siervo, no el presidente de un banco. Mantenga una actitud humilde.
Procure crecer a través de las decepciones.Usted va a sufrir decepciones en el ministerio. Quizás alguien en quien usted ha invertido tiempo se va a apartar del camino. Un amigo cercano se volverá en su contra. Quizás algunos miembros de su iglesia lo van a rechazar. No permita que las decepciones lo lleven a perder la esperanza. Judas traicionó a Jesús. Demas abandonó a Pablo. A través de las lágrimas, siga creciendo y continúe pastoreando el rebaño.
¿Se parece su ministerio al de Cristo?
En estas lecciones sobre la vida y el ministerio de Jesús hemos visto muchas características del ministerio de Jesús. ¿Se observan estas características en su ministerio?
Las siguientes preguntas le pueden ayudar a evaluar su ministerio:
¿Están siendo salvos los pecadores? Cuando Jesús predicaba, las personas recibían vida nueva. ¿Está usted guiando personas hacia el nuevo nacimiento?
¿Están los creyentes siendo llenos del Espíritu? Jesús prometió enviar al Espíritu a sus hijos. ¿Se está cumpliendo esta promesa entre las personas a las que usted sirve?
¿Está siendo derrotado Satanás? ¿Están siendo derribadas las fortalezas de Satanás? El ministerio de Jesús estuvo caracterizado por la autoridad espiritual.
¿Las personas que están sufriendo encuentran sanidad? ¿Las familias quebrantadas están encontrando reconciliación? ¿Las vidas quebrantadas están siendo restauradas? ¿Las relaciones rotas están siendo restauradas? Jesús sanó a quienes estaban sufriendo por heridas físicas, emocionales y espirituales.
¿Encuentran las personas gracia y verdad? ¿Estoy acercando a las personas a Jesús o las estoy alejando de Jesús? Jesús predicó la verdad con convicción y con gracia.
► Mientras comentan estas preguntas, busque áreas en las que su ministerio puede crecer en semejanza a Cristo. Recuerde que cada ministro tiene aspectos en los que puede crecer, así que tome esta lista como un desafío para crecer, en lugar de verla como una herramienta para la auto-condenación.
(1) Prepare un sermón o estudio bíblico sobre las Siete Declaraciones de Jesús en la Cruz. Enfatice el mensaje de estas palabras de Jesús para los creyentes en la actualidad.
(2) Prepare un sermón o estudio bíblico sobre el significado de la resurrección para el diario vivir del cristiano. Use la historia de la resurrección de los Evangelios y las palabras de Pablo en 1 Corintios 15:15-17 en su preparación.
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