Vida y ministerio de Jesús
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Lesson 1: Preparación para el Ministerio

38 min read

by Randall McElwain


Mapa de Israel

Objetivos de la Lección

Al finalizar esta lección, el estudiante deberá ser capaz de:

(1) Reconocer que Jesús es nuestro modelo para el ministerio.

(2) Apreciar la soberanía de Dios en la preparación de aquellos a quienes él llama.      

(3) Rendirse al llamado de Dios, ya sea en una posición de liderazgo o en un rol secundario.

(4) Seguir los pasos de Jesús hacia la victoria sobre la tentación.

Principio para el Ministerio

Dios prepara a quienes él llama para el ministerio al cual los ha llamado.

Introducción

► Antes de empezar esta lección, por favor lea Mateo 1-4, Lucas 1-3 y Juan 1. En el transcurso de la lección se hará referencia a estos capítulos.

En el curso Vida y Ministerio de Jesús vamos a estudiar a Jesús como el modelo para el ministerio en la actualidad. Jesús dijo, “Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.”[1] La vida terrenal de Jesús fue un modelo para sus seguidores.

Pablo comprendió este principio. Cuando se enteró de que había conflictos entre algunos creyentes en Filipos, Pablo señaló el ejemplo de Jesús. “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús.”[2] Pablo sabía que si estos creyentes seguían el ejemplo de Jesús, su humildad resolvería el conflicto en la iglesia.

Durante un viaje a África, un periodista judío llamado David Plotz se quedó varado en un aeropuerto en Malawi. Ahí conoció a un pastor africano que lo llevó a su casa, lo alimentó durante dos días, y le dio testimonio acerca de Jesús, el Mesías. Tiempo después David Plotz escribió, “Yo no creo en nada de lo que este hombre cree, pero estoy impresionado por su convicción. Él siente a Cristo viviendo dentro de él, y eso explica por qué invitó a un extraño a su casa, lo alimentó y lo vistió.” Este pastor africano comprendió que hemos sido llamados a seguir el ejemplo de Jesús.

Este curso no es un estudio exhaustivo de la vida de Jesús. Más bien, vamos a concentrarnos en aspectos específicos de la vida de Jesús que proveen un modelo para el ministerio hoy en día. Vamos a aprender a conformar nuestro ministerio al ejemplo de Jesús.

En esta primera lección veremos la preparación de Jesús para el ministerio, la cual ilustra el principio de que Dios prepara a quienes él llama para el ministerio al cual los ha llamado.

 


[1] Juan 13:15.

[2] Filipenses 2:5.

Dios Preparó el Contexto Familiar de Su Siervo

► Piense en su propio contexto familiar y en sus primeros años de vida. ¿Cómo ha usado Dios su trasfondo para prepararlo para el ministerio?

Las genealogías en los Evangelios revelan que un Dios soberano preparó el camino para su siervo con siglos de anticipación al nacimiento de Jesús. Mucho tiempo antes de que Jesús naciera, Dios preparó el camino para su venida.

Las genealogías responden la pregunta, “¿Quién era Jesús?” Las genealogías reflejan la importancia de Abraham y de David. Abraham es importante en la línea ancestral de Jesús por la promesa que Dios le hizo a Abraham, “Serán benditas en ti todas las familias de la tierra.”[1] Esta promesa se cumplió por medio de Jesús de Nazaret.

David es importante en las genealogías por la promesa que Dios le hizo a David, “Tu trono será estable eternamente.”[2] Al momento del nacimiento de Jesús, habían transcurrido más de 500 años desde que un rey del linaje de David se sentó en el trono de Israel. Mateo y Lucas demuestran que Jesús es el cumplimiento de la promesa hecha a David.

Jesús era el Hijo de David (Mateo 1:1-17)

En el Nuevo Testamento en griego, las dos primeras palabras del evangelio de Mateo son biblios genesis, una frase que habría traído a la memoria de los primeros lectores de Mateo el libro de Génesis.[3] Tal como Génesis demuestra la soberanía de Dios sobre la creación, Mateo demuestra la soberanía de Dios sobre la historia. La genealogía en Mateo revela que toda la historia de Israel estaba orientada hacia el nacimiento del Mesías.

La genealogía que presenta Mateo registra tres grupos de catorce nombres. Esta era una práctica judía común para ayudar a recordar. Estos grupos regulares ayudaban a los estudiantes a memorizar largas listas de nombres. Los lectores de la genealogía de Mateo debieron de haber sabido que esa lista no incluía el nombre de cada ancestro entre Abraham y José. La frase de Mateo, “… engendró a” podría referirse a cualquier ancestro. Era común en las genealogías judías saltarse algunas generaciones. Mateo se concentra en los miembros importantes de la genealogía de Jesús y omite otros nombres.

Dado que Mateo omite algunas generaciones, los nombres que incluye son de especial interés. Mateo eligió esos nombres con un propósito. Por ejemplo, Mateo menciona los nombres de cuatro mujeres. Esto era inusual en una genealogía judía. Cada una de esas mujeres tenía un trasfondo cuestionable. Rahab y Rut eran extranjeras. Tamar, Rahab y Betsabé estaban asociadas con la deshonra sexual.

De modo similar, algunos de los hombres en la lista cayeron en desgracia. Judá trató a Tamar de forma vergonzosa. A Jeconías le fue negado el trono de Israel.[4] Aún más notorio es que Mateo identifica a David no por sus grandes logros, sino como el padre de Salomón: “el rey David engendró a Salomón de la que fue mujer de Urías.”

Estos nombres identifican a Jesús con la humanidad pecadora. Dios envió a su Hijo al mundo no a través de un linaje familiar intachable, sino como descendiente de pecadores ordinarios. Los líderes judíos despreciaban a Jesús por las circunstancias asociadas con su nacimiento, pues les parecían cuestionables, y lo rechazaron como indigno.[5] Mateo demuestra que “si el Mesías puede nacer de esta clase de ancestros, puede ser un libertador para todo tipo de personas, incluso las más despreciables.”[6]

Jesús era el Hijo de Adán (Lucas 3:23-38)

Mateo rastrea la genealogía del “Rey de los Judíos” hasta Abraham. Lucas rastrea la genealogía de Jesús hasta Adán. Esto concuerda con el énfasis de Lucas en Jesús como el “Hijo del Hombre.” La genealogía de Lucas enfatiza la humanidad de Jesús. Lucas coloca la genealogía justo antes del relato de la tentación de Jesús. Esto le recuerda al lector que Jesús, el segundo Adán, triunfó donde antes Adán había fracasado.

 


[1] Génesis 12:3.

[2] 2 Samuel 7:16.

[3] Génesis 2:4; 5:1.

[4] Mateo 1:12; Jeremías 22:30.

[5] Juan 8:41, 48.

[6] Craig L. Blomberg, Jesus and the Gospels (Jesús y los Evangelios) Nashville: Broadman & Holman, 1997. P. 199.

Una Mirada Más de Cerca: Las Genealogías de Mateo y Lucas

Mateo 1 y Lucas 3 presentan dos genealogías de Jesús distintas. Mateo va desde Abraham, pasando por el Rey Salomón, hasta José. Lucas rastrea la genealogía de José, pasando por Natán (otro de los hijos de David), hasta Adán.

Las genealogías son iguales entre Abraham y David. Sin embargo, entre David y José, las dos genealogías rastrean líneas diferentes. Una explicación probable de esta diferencia es que Mateo registra la línea ancestral de José y Lucas registra la línea de ancestros de María.[1]

El linaje de José en Mateo es un linaje “real” que se remonta hasta Salomón. Esto concuerda con el tema de Mateo de Jesús como Rey. Esta es la ascendencia legal de Jesús – la cual debe venir a través de José.

La línea ancestral de María en Lucas es una genealogía “física” que se remonta hasta Natán, hijo de David. Esta genealogía concuerda con el énfasis de Lucas en Jesús como el “Hijo del Hombre.” Para este propósito, Lucas rastrea la genealogía física de Jesús a través de María.

El linaje de María provee la conexión sanguínea con David. El linaje de José provee el derecho al trono a través de Salomón.

 


[1] Para consultar otras posibles explicaciones, visite http://www.gotquestions.org/Jesus-genealogy.html

Dios Preparó el Contexto Familiar de Su Siervo (continuación)

Jesús era el Hijo de Dios (Juan 1:1-18)

El Evangelio de Juan empieza con una genealogía divina; Jesús era el Hijo de Dios. “La vida de Jesús no comenzó… en el momento de su nacimiento. Él vino al mundo desde un estado preexistente para cumplir una misión específica.”[1]

En el Antiguo Testamento, la gloria de Dios (shekinah) habitaba en medio de Israel en el tabernáculo. Ahora, la gloria de Dios habita en medio nuestro en la persona de Jesucristo.[2] La gloria divina de Dios se reveló en forma humana.

El Verbo era eterno: “El Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.”[3] El Padre y el Hijo vivían en eterna comunión.[4] ¿Para qué vino Jesús a nuestro mundo? Para revelarnos al Padre. Nadie ha visto al Padre, pero Jesús “le ha dado a conocer.”[5] Cuando vemos a Jesús, vemos al Padre.

 En la actualidad, muchas personas describen a Jesús como un amigo amoroso, y al Padre como un juez duro. Sin embargo, Juan 1 enseña que el carácter de Jesús es idéntico al carácter del Padre. Cuando vemos a Jesús, vemos al Padre.

 


[1] J. Dwight Pentecost, The Words and Works of Jesus Christ (Palabras y Obras de Jesucristo) Grand Rapids: Zondervan, 1981. P. 28.

[2] Juan 1:14.

[3] Juan 1:1.

[4] Juan 1:3 refuta la afirmación de los Testigos de Jehová de que Jesús fue un ser creado. Jesús estaba presente en la creación. “Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.”

[5] Juan 1:18.

Dios Preparó a Su Siervo a Través de un Nacimiento Milagroso

Jesús nació en Belén de Judea, aproximadamente en el año 5 a. C.[1] José había viajado a Belén para cumplir con el censo ordenado por las autoridades romanas. El propósito del censo era mantener registros para la recolección de impuestos en las provincias que estaban bajo el control de Roma.

El método comúnmente utilizado por Roma era registrar a las personas en la ciudad donde vivían y trabajaban. Sin embargo, para mantener la paz con una población judía propensa a las revueltas, Roma permitió que la provincia de Judea siguiera el método judío de registrar a las personas en el lugar de origen de su tribu y sus antepasados. Como resultado, José y María viajaron 100 kilómetros desde Nazaret hasta Belén. Aunque sólo el hombre cabeza de hogar debía registrarse, José llevó a María con él a Belén. Es probable que José no haya querido dejar a María al cuidado de vecinos chismosos en el pequeño pueblo de Nazaret.

A primera vista, el censo fue idea de Roma. Sin embargo, Dios estaba preparando el camino para su siervo. Dios trabaja a través de los acontecimientos mundiales para llevar a cabo sus propósitos. La soberanía de Dios hizo que un emperador pagano “eligiera” un censo judío para cumplir los propósitos de Dios. “Como los repartimientos de las aguas, así está el corazón del rey en la mano de Jehová; a todo lo que quiere lo inclina.”[2] Como obreros en el reino de Dios, esto debería darnos certeza de que Dios cumple sus propósitos incluso cuando parece que los malvados están en control.

Este censo es uno de los muchos ejemplos que demuestran cómo Dios preparó el mundo para el nacimiento de Jesús. Dios trabajó a través del contexto cultural del Imperio Griego, el sistema legal del Imperio Romano, y los principios religiosos de la fe judía para preparar nuestro mundo para la venida del Mesías. Para estudiar este contexto, por favor vea la Lección 1 del curso Introducción al Nuevo Testamento, de Shepherds Global Classroom.

La Visita de los Pastores (Lucas 2:8-20)

Las primeras personas en recibir el anuncio del nacimiento de Jesús fueron unos pastores en las afueras de Belén. Esto es sorprendente, pues los pastores eran rechazados por la mayoría de los judíos del primer siglo. Los pastores tenían un estatus social tan bajo que su testimonio no era aceptado en las cortes judías. Al enfocarse en los pastores, Lucas implica, “Si los pastores son bienvenidos, ¡entonces cualquiera es bienvenido en el reino de Dios!” El ángel les dijo a los pastores, “He aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo.”[3]

El evangelio no está limitado a una sola nación (Israel) o a una sola clase social; el evangelio es para todas las personas. Este tema se observa a lo largo del Evangelio de Lucas. Lucas presta especial atención al ministerio de Jesús hacia las mujeres, los samaritanos y los marginados como Zaqueo.

La Visita de los Sabios (Mateo 2:1-12)

El Evangelio de Mateo estaba dirigido a una audiencia judía. Mientras que Lucas se enfoca en el mensaje de Jesús para todas las personas, el énfasis principal de Mateo es el mensaje de Jesús sobre un reino celestial. En lugar de pastores, Mateo se refiere a la visita de los sabios. Esta visita ocurrió después de que la familia de Jesús se mudó a un hogar permanente, probablemente unos cuantos meses después de su nacimiento.[4] Esto es insinuado por la orden de Herodes de matar a todos los niños varones menores de dos años de edad.

Los sabios eran estudiosos del firmamento, el cual observaban en busca de patrones inusuales. En una época en la que viajar era peligroso, estos hombres recorrieron una larga distancia para investigar la extraña señal que vieron en el cielo.

Los sabios fueron primero a Jerusalén, el lugar lógico para buscar a un rey judío. Cuando las noticias sobre un posible rival llegaron a oídos de Herodes, éste “se turbó, y toda Jerusalén con él.”[5] La frase “toda Jerusalén” presagia el posterior rechazo de Jesús por parte de los líderes religiosos de Jerusalén.

La visita de los sabios fue la primera presentación del Mesías a los gentiles. En contraste con aquellos en Jerusalén que se turbaron con la señal, los sabios respondieron con fe. Jesús vino como Rey de todas las naciones, no sólo como Rey de los judíos.

Mateo no dice cuántos eran los sabios que viajaron para adorar a Jesús. La tradición de los “tres reyes magos” está basada en los tres obsequios que se mencionan en Mateo 2:11. Cada regalo representaba algunos aspectos del ministerio de Jesús.

  • El oro es un obsequio para un rey. Sin embargo, Jesús no reinaría desde un trono, sino desde una cruz.
  • El incienso es un regalo para un sacerdote. En los sacrificios, el incienso era usado como perfume. Jesús vino como el sacerdote que hizo posible para los seres humanos entrar en la presencia de Dios.
  • La mirra se utilizaba para embalsamar a los muertos. Jesús nació para morir por toda la humanidad.

 


[1] El calendario gregoriano no se implementó sino hasta 1852. Este calendario es aproximado, no preciso. Herodes el Grande murió aproximadamente en el año 4 a.C. Con base en esta fecha, el nacimiento de Jesús puede ubicarse aproximadamente entre el año 5 y 6 a.C.

[2] Proverbios 21:1.

[3] Lucas 2:10.

[4] Mateo 2:11.

[5] Mateo 2:3.

Dios Protegió a Su Siervo

Antes del nacimiento de Jesús, un ángel le habló a José en un sueño para revelarle el plan de Dios. Después de la visita de los sabios, un ángel le advirtió a José que huyera a Egipto. La familia permaneció en Egipto hasta la muerte de Herodes (aproximadamente en el año 4 a.C.).

En muchas formas, Herodes el Grande fue un gobernante decente. Respetaba al pueblo judío, e incluso observaba las leyes judías en cuanto a los alimentos por consideración al pueblo al que gobernaba. Empezó la remodelación del templo, la cual continuó a lo largo de la vida de Jesús. Durante una hambruna en el año 25 a.C., usó su propio dinero para comprar comida para el pueblo hambriento de Judea.

Sin embargo, Herodes era terriblemente paranoico. Asesinó a una de sus esposas, Mariamna, y a la madre de ésta, Alejandra, por sospechas de que conspiraban en su contra. Herodes mandó a asesinar a tres de sus hijos cuando llegaron a la edad en la que podrían haber sido una amenaza para él. Tratándose de un hombre tan paranoico como Herodes, la matanza de los niños en Belén no es motivo de sorpresa. Matar a varias docenas de niños para proteger su posición no representaba más que un inconveniente menor.

La crueldad de Herodes continuó hasta su muerte. Al acercarse a su hora final, Herodes ordenó que los ciudadanos más prominentes de Jerusalén fueran arrestados y ejecutados cuando él muriera. Creyó que así podría garantizar que el día de su muerte fuera un día de lamento y luto. (Por el contrario, la viuda de Herodes liberó a los prisioneros, dando lugar a un día de celebración en toda Palestina).

Después de la muerte de Herodes, su territorio fue dividido entre tres de sus hijos. Antipas recibió el control de Galilea y Perea; Filipo recibió autoridad sobre la región del noreste de Palestina; y Arquelao fue nombrado gobernador de Judea, Idumea y Samaria. Según historiadores antiguos, Arquelao tenía todas las debilidades de su padre, pero ninguno de sus buenos atributos. Fue odiado por los judíos y fue removido de su puesto en el año 6 d.C. debido a las quejas de los judíos ante César. Después de esto, Judea fue gobernada por procuradores romanos como Poncio Pilato.

Después de la muerte de Herodes, un ángel se le apareció a José en un sueño para decirle que era tiempo de volver a Israel. Sin embargo, puesto que Arquelao era tan peligroso como Herodes el Grande, José llevó a su familia a Nazaret en lugar de regresar a Belén.

► Siendo un niño pequeño, Juan Wesley fue rescatado milagrosamente de una casa en llamas. Wesley creía que Dios lo había protegido para un propósito especial. Se refería a sí mismo como “un tizón arrebatado del incendio.” Invite a los miembros del grupo a compartir testimonios de cómo Dios los ha preservado para el ministerio – ya sea a través de una protección milagrosa o por medio de la providencia de Dios.

Una Mirada Más de Cerca: Mateo 2:23

Más que cualquier otro Evangelio, Mateo demuestra que el ministerio de Jesús cumplió las profecías del Antiguo Testamento. Al escribir a una audiencia judía, Mateo demostró que Jesús era el Mesías prometido:

  • El nacimiento virginal de Jesús (Mateo 1:22-23) cumple Isaías 7:14.
  • El nacimiento de Jesús en Belén (Mateo 2:5-6) cumple Miqueas 5:2.
  • La huida a Egipto (Mateo 2:14-15) cumple Oseas 11:1.
  • La matanza de los niños en Belén (Mateo 2:16-18) cumple Jeremías 31:15.
  • La entrada triunfal en Jerusalén (Mateo 21:1-5)  cumple Zacarías 9:9.

Uno de los ejemplos difíciles de cumplimiento profético se encuentra en Mateo 2:23. Mateo escribe, “Y vino y habitó en la ciudad que se llama Nazaret, para que se cumpliese lo que fue dicho por los profetas, que habría de ser llamado nazareno.”

La dificultad es que no hay registros de una profecía del Antiguo Testamento que diga que el Mesías sería “llamado nazareno.” Puede haber dos ideas detrás de este versículo:

1. En los tiempos de Jesús, Nazaret era una aldea carente de importancia (Juan 1:46). El pueblo judío esperaba que el Mesías vendría de Judea, no de la región comercial de Galilea (Juan 7:41, 52). El hecho de que Jesús vino de una región despreciada como Nazaret dio cumplimiento a profecías como Isaías 49:7 y 53:3.

2. Isaías 11:1 profetizó que el Mesías sería un “vástago.” La palabra hebrea que se traduce como vástago (netzer) suena muy parecido a la palabra “Nazaret.” Los lectores judíos de Mateo habrían reconocido este juego de palabras.

Dios Preparó el Camino para Su Siervo por Medio de un Precursor

Juan el Bautista era primo de Jesús. La historia de Juan empieza cuando su padre, Zacarías, estaba quemando incienso en nombre de la nación, una de las responsabilidades más importantes de un sacerdote.[1]

Mientras Zacarías llevaba a cabo esta sagrada tarea, un ángel apareció a la derecha del altar del incienso. En la tradición judía, era ahí donde Dios estaba durante la ofrenda. El ángel Gabriel le dijo a Zacarías que sus oraciones por un hijo habían sido respondidas.

Dado que Elisabet ya había superado la edad para tener hijos, Zacarías dudó de la promesa del ángel. Por su incredulidad, quedó mudo hasta el nacimiento de Juan. Por ser un sacerdote y estudioso de las Escrituras, Zacarías conocía las historias del Antiguo Testamento de mujeres como Ana y Raquel, y debió haber creído la promesa de que Dios milagrosamente abriría el vientre de Elisabet.

Treinta años más tarde, Juan comenzó su ministerio. En lugar de servir como sacerdote en Jerusalén, Juan ministró como profeta en el desierto de Judea. Juan fue enviado como precursor del Mesías. Al escuchar predicar a Juan, la gente se preguntó, “¿Es Juan el Mesías prometido?” Él respondió, “Viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado.”[2] Una de las tareas más bajas de un esclavo era cuidar las sandalias de su amo, pero Juan dijo, “El que viene después de mí es infinitamente superior a mí, tanto que no soy digno de hacer ni siquiera esta tarea tan baja.” Juan nos da un ejemplo de humildad en el servicio.

A lo largo de la Biblia, Dios usó personas para preparar el camino para alguien más. Veamos el ejemplo de Bernabé y Pablo. Cuando Saulo estaba persiguiendo a los cristianos, Bernabé ya era un líder respetado en la iglesia. Bernabé dio fe de la conversión de Pablo cuando pocos cristianos habrían confiado en este perseguidor de la iglesia.

Cuando salieron a su primer viaje misionero, el equipo era llamado “Bernabé y Saulo.”[3] Poco tiempo después, ya eran conocidos como “Pablo y Bernabé.”[4] Bernabé fue el “precursor,” pero estuvo dispuesto a dejar que Pablo se convirtiera en el líder.

En ocasiones su rol quizás sea como el de Juan el Bautista o el de Bernabé, preparando el camino para alguien más. ¿Está usted dispuesto a ser el “precursor,” en lugar de ser el “personaje principal”? Donde quiera que Dios elija usarlo, dé lo mejor de usted. Si Dios lo pone en un rol secundario, no rechace ese ministerio. Confíe en que Dios lo va a usar de la manera más efectiva.

Vemos la humildad de Juan el Bautista cuando guió a sus seguidores a Jesús.[5] El objetivo de un rabino era ganar discípulos que lo siguieran y lo respetaran como su maestro. Por el contrario, Juan el Bautista dirigió a sus seguidores a un maestro más grande. Él entendió que su tarea era guiar a otros hacia Aquel que era más grande que él. Juan vio cómo muchos de sus seguidores lo dejaron para seguir a Jesús. Su objetivo era el reino de Dios, no su propia gloria. Como líderes cristianos, nunca debemos olvidar que nuestro objetivo es guiar a las personas hacia Jesús, no alcanzar el éxito personal.

 


[1] Lucas 1:9.

[2] Lucas 3:16.

[3] Hechos 13:2.

[4] Hechos 13:43 y siguientes.

[5] Juan 1:35-37.

Una Mirada Más de Cerca: ¿Qué Significa Arrepentirse?

►Lean Mateo 3:1-6

Juan predicó un mensaje de arrepentimiento. Hoy en día, algunas personas dicen que arrepentirse significa cambiar de opinión. Muchos que dicen ser cristianos muestran poca evidencia de una vida transformada.

Sin embargo, la palabra “arrepentirse” significa mucho más que una decisión mental. Los autores del Nuevo Testamento usaron la palabra “arrepentirse” en el mismo sentido que los profetas hebreos. Significa un “cambio de vida” completo. En el Nuevo Testamento, “arrepentirse” significa:

  • Cambiar sus pensamientos y creencias y
  • Cambiar sus acciones y su forma de vivir.

Hace poco leí acerca de un cantante de música pop en los Estados Unidos que es muy conocido por su estilo de vida pecaminoso. Este cantante dijo, “Me convertí a Cristo y he sido lleno del Espíritu. Sigo viviendo como antes, pero ahora soy cristiano. Si muero, iré al cielo.” El “arrepentimiento” de este hombre no incluye ningún cambio en su estilo de vida. Esto no es verdadero arrepentimiento.

Juan enseñó que el arrepentimiento cambia nuestro patrón de vida. Juan les pidió a las personas que venían a bautizarse que hicieran “frutos dignos de arrepentimiento.”[1] En otras palabras, Juan les preguntó, “¿Cuáles son las evidencias de que ustedes han cambiado su forma de vivir?” El bautismo no debe convertirse en un ritual vacío: “Creo, por eso quiero bautizarme.” El bautismo debe ser un testimonio de verdadero arrepentimiento y una vida transformada.

 


[1] Lucas 3:8.

Dios Preparó a Su Siervo a Través de la Prueba

La victoria de Jesús sobre la tentación nos da un modelo para cuando enfrentamos tentaciones. “Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo.”[1] La tentación vino justo antes de que Jesús empezara su ministerio público. Antes de predicar a otros, Jesús demostró su obediencia absoluta a la voluntad del Padre.

Mateo coloca el relato de la tentación inmediatamente después del bautismo de Jesús. Nuestras mayores tentaciones a menudo se presentan después de una victoria espiritual. Inmediatamente después de la victoria de Elías en el Monte Carmelo, el profeta enfrentó la tentación de caer en la desesperación y la duda mientras huía por su vida.[2]

Lucas coloca el relato de la tentación después del registro de la genealogía de Jesús hasta Adán. Lucas muestra que donde Adán fracasó, Jesús, el Hijo del Hombre, fue victorioso.[3] Jesús se identificó a sí mismo con la humanidad y dio el ejemplo de cómo los cristianos ordinarios pueden tener victoria sobre el pecado.

Las Tentaciones

La Tentación a Convertir las Piedras en Pan

[4]

Satanás tentó a Jesús a usar su poder divino para convertir unas piedras en pan. Esta fue una tentación a la independencia. Satanás tentó a Jesús a usar su poder para su propio beneficio, en lugar de depender del Padre. Jesús rindió ante el Padre su “derecho” al alimento.

Enfrentado con la fruta prohibida, el primer Adán desobedeció a Dios. Enfrentado con el pan prohibido, el segundo Adán fue fiel.

La Tentación a Saltar del Pináculo del Templo

Satanás tentó a Jesús a saltar desde la cúspide del templo (91 metros de altura sobre el Valle de Cedrón). Esto habría asombrado a la gente mientras ponía a prueba la promesa de protección del Padre.

Satanás citó la promesa del Salmo 91:11-12 para tentar a Jesús a poner a prueba las promesas de su Padre. De haber caído en esta tentación, Jesús habría hecho del Padre su siervo – sujeto a sus demandas y expectativas. Esta fue una tentación a la presunción.

Jesús se negó a reclamar la promesa del Salmo 91 en una situación para la cual la promesa no aplicaba. En respuesta a Satanás, Jesús citó Deuteronomio 6:16, “No tentaréis a Jehová vuestro Dios.” Como hijos de Dios, no podemos poner a prueba a nuestro Padre celestial.

 


[1] Mateo 4:1.

[2] 1 Reyes 18-19.

[3] Lucas 3:38.

[4]Aplaudimos a aquellos que dicen, “Voy a demostrar mi fuerza haciendo valer mis derechos.” Pero el Hombre perfecto demostró que la verdadera fuerza se encuentra en el abandono de la voluntad del hombre a la voluntad de Dios.
- Citado de G. Campbell Morgan 

Una Mirada Más de Cerca: ¿Fe o Presunción?

Algunos cristianos dicen, “Cada promesa que se encuentra en la Biblia es para mí.” Si bien es cierto que cada promesa de la Biblia es verdadera, siempre debemos preguntarnos, “¿Se aplica esta promesa a esta situación?” Jesús sabía que la promesa del Salmo 91 no era la voluntad de Dios para la situación que enfrentó en el desierto. ¿Cómo podemos estar seguros de que estamos reclamando las promesas de Dios en fe y no en falsa presunción?

(1) Debemos conocer la Palabra de Dios.

Mientras más conozco acerca del contexto de una promesa bíblica y de las condiciones vinculadas con la promesa, mejor puedo analizar su aplicación a mi situación.

Algunas promesas fueron dadas a personas específicas en circunstancias específicas. En el Antiguo Testamento, Dios prometió bendiciones materiales si Israel era fiel al pacto. Su tierra produciría mucho fruto, sus graneros estarían llenos, y obtendrían victorias militares. Las promesas del Nuevo Testamento por lo general son de naturaleza espiritual. Algunos se desaniman al saber esto, pero deberíamos alegrarnos. La prosperidad material tiene un valor meramente temporal; la prosperidad espiritual es de valor eterno. La presunción lleva las promesas de Dios fuera de su contexto bíblico y las aplica a los deseos personales; la fe confía en que Dios cumplirá sus promesas a su manera.

(2) Debemos reconocer la diferencia entre promesas específicas y generales.

Cuando leemos una promesa general, debemos preguntarnos si Dios está dando la promesa para nuestra situación específica. Algunas promesas son generales, no universales.

El Salmo 103:3 alaba al Dios “que sana todas tus dolencias.” Algunos cristianos han tomado esto como una promesa universal de que Dios va a sanar cada enfermedad de cada creyente cristiano. Sin embargo, la Biblia muestra que no toda enfermedad física es sanada. Pablo oró por sanidad y Dios dijo “No.”[1] En ocasiones Dios elige sanar a sus hijos de una enfermedad; otras veces Dios elige darles la gracia para sobrellevar la enfermedad.

Nosotros deberíamos responder como los tres jóvenes hebreos. Cuando el Rey Nabucodonosor los amenazó con arrojarlos al horno de fuego, ellos dijeron, “Nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado.”[2] Ellos sabían que Dios tenía el poder para librarlos del horno de fuego; pero si Dios elegía un camino diferente, ellos seguirían estando comprometidos a servirle fielmente.

Dios puede librar a sus hijos, pero él no siempre escoge ese camino. Hasta que Dios le manifieste claramente que una promesa bíblica es para usted específicamente, confíe en que Dios hará lo que es mejor. El apóstol Juan dio esta promesa, “Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.”[3]

La presunción asume que cada promesa bíblica se aplica a mi situación específica. La fe dice, “Voy a pedir ‘conforme a su voluntad.’” Si tomo cada promesa como una promesa personal, voy a estar propenso a caer en la presunción. Por el contrario, debo analizar si la promesa fue dada para mi situación.

(3) Debemos orar “en el nombre de Jesús.”

Jesús prometió que “todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.”[4] Orar “en el nombre de Jesús” significa orar de un modo consistente con su voluntad y su carácter. Significa orar “para que el Padre sea glorificado.” La presunción busca la propia voluntad; la fe busca la gloria de Dios.

Orar “para que el Padre sea glorificado” significa que nos sometemos a los propósitos de Dios para nuestra vida. Dios le prometió a Israel, “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.”[5] Debemos recordar que esta promesa fue dada a Israel mientras se encontraba en cautividad en Babilonia. Incluso la cautividad en Babilonia habría de servir para el bien del pueblo de Dios; en medio de su aflicción, si Israel clamaba a Dios, él los escucharía.

¿Se aplica esta promesa a nosotros hoy? ¡Sí! El carácter de Dios no ha cambiado; él obra para el bien de sus hijos. No todo lo que sucede en la vida es bueno, pero podemos orar confiadamente “en el nombre de Jesús” porque sabemos que Dios está cumpliendo su propósito en todo lo que ocurre en nuestra vida.

 


[1] 2 Corintios 12:7.

[2] Daniel 3:17-18.

[3] 1 Juan 5:14-15.

[4] Juan 14:13.

[5] Jeremías 29:11.

Dios Preparó a Su Siervo a Través de la Prueba (continuación)

Las Tentaciones

La Oferta de los Reinos del Mundo

La tentación final que formuló Satanás proponía una alternativa, una forma de lograr el reinado futuro de Jesús sin la cruz. Para ello había que hacer concesiones. Si Jesús se arrodillaba ante Satanás, podría evitar la agonía de la cruz. Jesús respondió citando Deuteronomio 6:13, “A Jehová tu Dios temerás, y a él solo servirás.”

La Victoria de Jesús sobre la Tentación

Para beneficiarnos del ejemplo de Jesús con respecto a la tentación, debemos recordar que Jesús era plenamente humano. Él fue “tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.”

► Lea 1 Corintios 10:13 y Hebreos 4:15. ¿Qué enseñan estos pasajes acerca de la tentación?

En 1 Juan 2:16, el apóstol identifica tres fuentes de tentación: “los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida.” Jesús fue tentado en cada una de estas áreas.

  • Satanás tentó los deseos de la carne cuando Jesús sintió hambre.
  • Satanás tentó los deseos de los ojos al mostrarle a Jesús los reinos de la tierra.
  • Satanás apeló a la vanagloria de la vida al tentar a Jesús a realizar un acto dramático que asombraría a la multitud.

La victoria de Jesús sobre la tentación no fue ganada por el ejercicio de su poder divino. Jesús era plenamente humano y derrotó la tentación en su humanidad. Su victoria nos da un modelo a seguir en momentos de tentación. Observe las tres herramientas que Jesús usó para obtener la victoria sobre la tentación.

El Poder del Espíritu

Jesús actuaba bajo la dirección del Espíritu Santo. Él hacía lo que el Espíritu le decía que hiciera. “Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto.”[1]

Durante todo su ministerio terrenal, Jesús actuó en el poder del Espíritu Santo. Echó fuera demonios por el poder del Espíritu.[2] Dios “ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret… éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.”[3]

Jesús llevó a cabo su ministerio terrenal en el poder del Espíritu Santo. Si queremos ser fuertes para enfrentar la tentación, debemos vivir en el poder del Espíritu Santo.

El Poder de la Oración

Jesús fue tentado después de pasar cuarenta días en ayuno y oración. La oración lo preparó para la batalla espiritual. En una lección posterior, veremos la centralidad de la oración en la vida y el ministerio de Jesús. Si Jesús dependía de la oración, ¿cómo podemos esperar nosotros obtener victorias espirituales sin depender de la oración?

Satanás a menudo nos ataca cuando hemos descuidado nuestra vida de oración. Él sabe que si no mantenemos una vida de constante oración, estaremos débiles ante la tentación.

El Poder de la Palabra

Jesús respondió a cada tentación citando las Escrituras. ¿Cómo conocía Jesús las Escrituras? Los niños judíos memorizaban la Torah como parte de la educación que recibían en su infancia. Cuando Jesús fue tentado, las palabras de las Escrituras rápidamente vinieron a su mente.

Como cristianos, debemos sembrar la Palabra de Dios en nuestro corazón. En tiempos de prueba, la Biblia nos dará las fuerzas para enfrentar la tentación.

Cuando enfrentó la tentación, Jesús utilizó sólo estas herramientas a las que nosotros tenemos acceso. Debemos enfrentar las tentaciones como lo hizo Jesús, con el poder del Espíritu, el poder de la oración y el poder de la Palabra. Sin estas armas, caeremos ante los ataques de Satanás.

 


[1] Lucas 4:1.

[2] Mateo 12:28.

[3] Hechos 10:38.

Una Mirada Más de Cerca: La Encarnación

Los primeros cristianos concordaban unánimemente en que Jesús era divino. Aunque algunos herejes como Arrio negaron la deidad de Jesús, los cristianos ortodoxos enseñaban que Jesús era divino.

El Cristianismo ortodoxo también enseña que Jesús era plenamente humano. Esta doctrina fue negada por algunos herejes. Incluso en nuestros días, muchos evangélicos no toman con seriedad la humanidad de Jesús. Muchos cristianos asumen que Jesús era plenamente divino, pero que su humanidad no era real. Piensan que Jesús “tomó prestado” un cuerpo humano, pero no era plenamente humano.

Algunas ilustraciones utilizadas en sermones contribuyen a esta idea falsa. Algunos predicadores cuentan la leyenda de un rey que se hizo pasar por un campesino para viajar. Sin embargo, Jesús no estaba fingiendo ser un hombre. Él se hizo uno de nosotros.

La doctrina de la humanidad de Jesús es importante para nuestra experiencia cristiana. Si Jesús no hubiera sido plenamente humano, su vida no sería un modelo realista para nosotros. Un teólogo lo explica de este modo, “Si Jesús realmente no es como nosotros, entonces tenemos excusa para no ser como él.”[1]

Muchas personas creen que no podemos evitar caer constantemente en el pecado deliberado. Jesús demostró, en su humanidad, que los cristianos ordinarios pueden vivir en victoria sobre el pecado por medio del poder del Espíritu Santo.

Si Jesús se hizo parte de nuestra humanidad quebrantada, si experimentó nuestra necesidad del poder del Espíritu, y si fue tentado como lo somos nosotros, entonces su victoria sobre la tentación nos enseña cómo obtener la victoria en nuestra vida cotidiana. Por medio del Espíritu Santo, podemos vivir una vida victoriosa.

► ¿Cuál doctrina es más difícil de comprender para usted, la doctrina de la deidad de Jesús o la doctrina de su humanidad? Comenten en clase la importancia que cada una de estas doctrinas tiene para nosotros en nuestra vida cristiana y nuestro ministerio.

 


[1] Cherith Fee Nordling, “Open Question” (Pregunta Abierta) en Christianity Today, Abril 2015, 26-27.

Conclusión: Dios Prepara a Sus Siervos

En esta lección hemos visto cómo Dios preparó el camino para el ministerio de Jesús. A través de sus antepasados, a través del Imperio Romano, a través de un nacimiento milagroso, a través del ministerio de Juan el Bautista, e incluso a través de la tentación, Dios preparó el camino para Jesús.

Vemos esta verdad en múltiples ocasiones a través de la Biblia. Veamos el ejemplo de Pablo. Pablo creció en la ciudad romana de Tarso. Desde su infancia, tuvo amigos gentiles. A diferencia de la mayoría de los judíos, Pablo no se sentía incómodo con los gentiles.

El padre de Pablo era ciudadano romano, por lo que Pablo tenía los derechos de la ciudadanía romana. Su madre era judía, de modo que Pablo recibió instrucción temprana en las Escrituras del Antiguo Testamento. Tenía una mente brillante, y estudió la teología hebrea con el gran rabino Gamaliel. Por su trasfondo romano, Pablo estudió griego y las enseñanzas de los filósofos griegos.

Dado este trasfondo, no causa sorpresa el que Dios llamara a Pablo a ser misionero entre los gentiles. Desde su nacimiento, Dios preparó a Pablo para ser el primer Apóstol a los gentiles. Considere la preparación que Dios le dio para este ministerio:

  • La ciudadanía romana de Pablo le permitió viajar libremente.
  • Sus estudios de hebreo y griego le dieron las herramientas para escribir los libros más profundos del Nuevo Testamento.
  • El estudio de la filosofía griega lo equipó para hablar ante pensadores griegos en lugares como Atenas.

Quizás usted diga, “Dios no me dio una gran educación como la de Pablo. No tengo un gran trasfondo familiar.” ¡Está bien! Veamos a otro líder de la iglesia del primer siglo.

Simón creció como un pescador comercial. No tuvo la educación ni la brillantez intelectual de Pablo. De hecho, Pedro dijo en una ocasión que Pablo había escrito algunas cosas “difíciles de entender.”[1] Pero Dios usó a Pedro de forma poderosa. Quienes se sienten abrumados por las profundas palabras de Pablo pueden entender los sermones sencillos de Pedro.

Dios lo ha preparado a usted para el lugar en el que sirve. Si usted le entrega a Dios sus estudios, su trasfondo y todo lo que Dios le ha dado, él lo usará para cumplir su propósito. Dios prepara a quienes él llama para el ministerio al cual los ha llamado.

 


[1] 2 Pedro 3:15-16.

Lección 1 Asignación

(1) En esta lección vimos el ejemplo de la victoria de Jesús sobre la tentación. Mencione tres ejemplos bíblicos de personas que vivieron en victoria sobre la tentación. Anote un aspecto que les dio fortaleza para enfrentar la tentación.

Ejemplos de Victoria sobre la Tentación

Texto Bíblico

¿Qué les Dio la Victoria?

Ejemplo: José y la esposa de Potifar

Génesis 39

Concentrarse en Dios

(Gen. 39:9)

1.

 

 

2.

 

 

3.

 

 

Mencione tres ejemplos bíblicos de personas que cayeron en la tentación. En cada caso, identifique un factor que los llevó a caer.

Ejemplos de Fracaso

Texto Bíblico

¿Qué los Llevó a la Derrota?

Ejemplo: Pedro en el juicio de Jesús

Lucas 22:54-62

Exceso de confianza

(Lucas 22:31-34)

1.

 

 

2.

 

 

3.

 

 

(2) Con base en los ejemplos anteriores, prepare un sermón o estudio bíblico sobre la tentación.  Incluya el ejemplo de Jesús y los ejemplos que anotó en los cuadros anteriores.

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