Vida y ministerio de Jesús
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Lesson 5: Predicando Como Jesús

33 min read

by Randall McElwain


Objetivos de la Lección

Al finalizar esta lección, el estudiante deberá ser capaz de:

(1) Reconocer las cualidades que hicieron de Jesús un predicador efectivo.

(2) Apreciar el rol del Espíritu Santo en la predicación efectiva.

(3) Hacer un compromiso con la fidelidad en su ministerio como pastor.

(4)Preparar un sermón que siga el modelo de predicación de Jesús.

Principio para el Ministerio

La predicación efectiva no es el resultado del esfuerzo humano únicamente; la predicación efectiva es empoderada por el Espíritu Santo.

Introducción

Considere la respuesta de las multitudes a la predicación de Jesús:

  • “Y cuando terminó Jesús estas palabras, la gente se admiraba de su doctrina.”[1]
  • “Todo el pueblo estaba admirado de su doctrina.”[2]
  • “Y gran multitud del pueblo le oía de buena gana.”[3]

La predicación de Jesús era poderosa. Miles se reunían para oírlo predicar. Ciertamente, su estilo de predicación debería ser un modelo para nosotros hoy. Recuerde que mientras estuvo en la tierra, Jesús ministró en su humanidad. No debemos decir, “Claro, Jesús era Dios; por eso era un predicador poderoso.” Más bien, deberíamos pensar que Jesús – como hombre – predicó de tal forma que comunicó el evangelio con poder y autoridad. Su predicación llevó a sus oyentes a la verdad. ¿Qué podemos aprender de Jesús que nos ayude a ser más efectivos como predicadores del evangelio?

► Imagine que usted vivió en el año 30 d. C. y escuchó a Jesús predicar. ¿Qué habría esperado ver y escuchar?

 


[1] Mateo 7:28.

[2] Marcos 11:18.

[3] Marcos 12:37.

Jesús Predicaba con Autoridad

► Lea 2 Corintios 4:1-6

Cuando Jesús predicó en Capernaum, las personas “se admiraban de su doctrina, porque su palabra era con autoridad.”[1] Después del Sermón del Monte, “la gente se admiraba de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.”[2] Los escribas citaban a otros rabinos para respaldar sus teorías, pero Jesús predicaba con autoridad.

Como pastores, debemos predicar con autoridad. Nuestra autoridad es diferente de la autoridad de Jesús. Su autoridad era inherente a sí mismo; nuestra autoridad nos es dada como representantes de Jesucristo; nuestra autoridad se deriva del mensaje que predicamos.

Predicamos con autoridad como representantes de Jesucristo.

Jesús dijo, “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.” En el siguiente versículo, Jesús comisionó a sus seguidores, “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones… y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.”[3] Tenemos autoridad porque hemos sido comisionados como representantes de Jesús.

En 1783, representantes de los Estados Unidos de América y representantes del Rey Jorge III de Gran Bretaña se reunieron para firmar el Tratado de París, que puso fin a la guerra de independencia de los Estados Unidos. El Rey Jorge III no viajó a París para firmar el tratado. George Washington tampoco firmó el tratado. Los representantes de cada país tenían autoridad para firmar el tratado en nombre de su respectivo gobernante.

De manera similar, nosotros predicamos como representantes de Jesucristo. Pablo escribió, “Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús.”[4] La autoridad de Pablo no provenía de sí mismo. Él era un “siervo,” pero también era un representante de “Jesucristo como Señor.”

Predicamos con autoridad por causa del mensaje que hemos recibido.

Nuestra autoridad está basada en el mensaje que predicamos. Pablo escribió, “Renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino por la manifestación de la verdad recomendándonos a toda conciencia humana delante de Dios.”[5] Pablo se rehusó a hacer cualquier cosa deshonesta o cualquier cosa que pudiera debilitar su proclamación de la Palabra de Dios.

En los Estados Unidos, muchos pastores han perdido su confianza en la autoridad de la Biblia. Algunos han estudiado en universidades de gran prestigio, pero ya no predican con autoridad. Más bien, están llenos de dudas. ¿Por qué? Porque dudan de la autoridad de la Biblia y confían únicamente en la sabiduría humana. Como siervos de Dios, nuestra autoridad debe estar basada en la Palabra de Dios.

En una ocasión escuché a un pastor liberal predicar sobre la historia de Jesús caminando sobre el agua.[6] Marcos dice que los discípulos se asombraron en gran manera. Este pastor no creía que Jesús caminó sobre el agua. Él dijo que Jesús estaba caminando sobre agua poco profunda a lo largo de la costa.

El pastor dijo, “Marcos 6 no es el relato de un milagro; es sólo una hermosa historia que refleja cuán impresionados se sentían los discípulos con Jesús.” Después del servicio, escuché a alguien decir, “¿Por qué estaban tan maravillados? ¡Jesús sólo caminó por la playa! Eso no es asombroso.”

Este pastor no confiaba en su Biblia; no tenía confianza en la autoridad de las Sagradas Escrituras. No tiene sentido predicar la Palabra de Dios si no creemos su mensaje. Sólo podemos predicar con autoridad cuando confiamos en el mensaje de la Palabra de Dios.

Reconocer que nuestra autoridad se deriva de Jesús y del mensaje que predicamos nos ayuda a evitar dos peligros que acechan a los pastores.

(1) El primer peligro es una arrogancia que dice, “Yo soy el pastor. ¡Soy el que manda! Nadie me puede cuestionar.” Esta arrogancia aleja a las personas del evangelio. Pablo dijo, “No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo.” Nuestra autoridad se deriva de Jesús y de la Palabra de Dios.

Debemos tener la humildad para admitir cuando nos equivocamos. Un pastor me dijo en una ocasión, “Cuando cometo un error, yo nunca se lo digo a la iglesia. Si lo hago, perderán confianza en mi autoridad.” Este pastor ha olvidado que nuestra autoridad no está basada en nuestra infalibilidad. Nuestra autoridad está basada en la Palabra de Dios. Debemos guiar a nuestra congregación a la autoridad suprema de la Palabra de Dios. Mis palabras no son importantes; la Palabra de Dios es de suprema importancia.

(2) El segundo peligro es una falsa humildad que dice, “Yo sólo soy un pastor. No tengo autoridad. Los consejeros profesionales saben más de sicología; los científicos saben más sobre los orígenes de la tierra; los sociólogos tienen más conocimiento sobre los deseos sexuales de los seres humanos. Yo no puedo hablar sobre necesidades emocionales, ni sobre la creación o la moral, porque no soy un experto.”

Pablo dijo, “Somos siervos, pero tenemos autoridad como representantes de Jesucristo.” Como siervos, debemos vivir con humildad. Pero como representantes de Jesucristo, debemos predicar con seguridad. Debemos servir con la autoridad del Rey del universo.

 


[1] Lucas 4:32.

[2] Mateo 7:28.

[3] Mateo 28:18-20.

[4] 2 Corintios 4:5.

[5] 2 Corintios 4:2.

[6] Marcos 6:45-52.

Los Sermones de Jesús Llevaban las “Buenas Nuevas” a los Necesitados

Jesús hablaba a las necesidades de sus oyentes. Mientras “recorría Jesús todas las ciudades y aldeas… predicando el evangelio del reino,” tuvo compasión de las multitudes “porque estaban desamparadas y dispersas.”[1] Los judíos vivían bajo la opresión de Roma; los pobres tenían pocas esperanzas de salir de la pobreza; los leprosos eran marginados; los recaudadores de impuestos eran rechazados por la sociedad. A cada uno de estos grupos, Jesús les ofreció esperanza.

Cuando usted habla a las necesidades de las personas, capta su atención. Si yo viviera en el desierto y usted dijera, “Hoy voy a predicar sobre el agua de vida,” ¡yo escucharía atentamente! Si yo me sintiera cansado y débil y usted dijera, “Hoy voy a predicar sobre el Dios que nos da fuerzas como las águilas,” ¡yo pondría mucha atención!

Jesús siempre tuvo presente que “evangelio” significa “buenas noticias.” Él vino a traer buenas noticias a todos aquellos que necesitaban esperanza. La predicación efectiva debe traer esperanza a quienes nos escuchan. Tal como Jesús, debemos preguntar, “¿A quiénes les estoy predicando? ¿Cuáles son sus necesidades?”

[2]

Imagine que usted tiene un accidente de tránsito y está en peligro de morir a causa de una hemorragia. En el hospital, el doctor le muestra un gráfico a todo color con estadísticas de accidentes de tránsito. Luego le explica el desarrollo histórico del estetoscopio. Finalmente, le advierte sobre el peligro de conducir irresponsablemente.

Todo lo que el doctor le dice es verdad, pero no es lo que usted necesita. Usted necesita a alguien que cure sus heridas y le dé medicina para el dolor. La predicación debe ir más allá de una exposición de hechos; la predicación debe hablar a las necesidades de nuestros oyentes.

Es fácil ver las “malas noticias” de nuestro mundo caído. El evangelio hace más que eso; trae esperanza a un mundo quebrantado. Jesús siempre llevó esperanza a sus oyentes. Jesús nunca comprometió la verdad y nosotros jamás debemos comprometer la verdad. Pero Jesús sabía que la verdad, predicada apropiadamente, trae esperanza. Un viejo predicador solía decir, “Usted debe rascar donde a la gente le pica.” Usted debe hablar a las necesidades de aquellos a los que está tratando de alcanzar.

 


[1] Mateo 9:36.

[2]“Los predicadores deben rascar donde a la gente le pica.”

Los Sermones de Jesús Traían Convicción

Jesús partió de las necesidades de sus oyentes, pero su propósito era más profundo que simplemente poner una venda temporal en sus heridas. La predicación de Jesús traía convicción a la conciencia y transformaba vidas.

Jesús no tenía temor de confrontar a sus oyentes con un mensaje de juicio por su pecado. Jesús le dijo a la mujer sorprendida en adulterio, “Ni yo te condeno”; pero también le dijo, “Vete, y no peques más.”[1]

Una de mis historias favoritas del ministerio de Jesús es la historia del hombre paralítico en el estanque de Betesda. Después de sanarlo, Jesús le dijo, “Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor.”[2] Jesús no tenía temor de confrontar el pecado.

Cuando Jesús predicaba, su predicación traía convicción a su audiencia. A diferencia de muchos predicadores contemporáneos, Jesús proclamó la necesidad de una vida recta. En ningún momento Jesús dijo, “Mi Padre no espera que ustedes cumplan sus mandamientos.” Más bien, Jesús dijo, “Si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.”[3] Jesús demandó más que los líderes religiosos de su tiempo. La predicación de Jesús traía convicción a todo aquel que lo escuchaba.

 


[1] Juan 8:11.

[2] Juan 5:14.

[3] Mateo 5:20.

Los Sermones de Jesús Transformaban Vidas

Durante la Guerra Civil de los Estados Unidos, el Presidente Abraham Lincoln asistía a una iglesia cuyo pastor era el Dr. Phineas Gurley. En una ocasión, al finalizar el servicio, un amigo le preguntó, ¿Qué le pareció el sermón?” Lincoln dijo, “Estuvo bien presentado y expuso muchos pensamientos hermosos.”

[4]

El amigo dijo, “Entonces, ¿le gustó?” El señor Lincoln pensó por un momento y dijo, “No. Pienso que el Rev. Gurley no lo hizo bien esta noche.” El amigo se quedó desconcertado. “¿Por qué dice eso?” Lincoln respondió, “Porque no nos pidió que hiciéramos nada relevante.” El Presidente Lincoln creía que un sermón debía provocar una respuesta. Él creía que un sermón debía transformar vidas.

► Lea Mateo 18

Jesús predicaba para cambiar vidas. Su predicación era práctica. Mateo 18 registra un sermón de Jesús sobre “Las Relaciones en el Reino de los Cielos.” En ese sermón Jesús enseñó acerca de:

  • La importancia de la humildad (18:2-6)
  • Cómo actuar ante la tentación (18:7-9)
  • Alcanzar a los perdidos (18:10-14)
  • Cómo responder a los que pecan contra nosotros (18:15-20)
  • La necesidad de perdonar (18:21-35)

Estos son asuntos prácticos de la vida diaria. Jesús habló a las necesidades reales de sus oyentes. Predicó para cambiar vidas.

A un hombre que había nacido ciego, Jesús le dio sanidad – y luego le dio el mensaje que transformaría la vida de ese hombre por la eternidad.

Jesús le dijo, “¿Crees tú en el Hijo de Dios?”

Él respondió, “¿Quién es, Señor, para que crea en él?”

Jesús le dijo, “Pues le has visto, y el que habla contigo, él es.”

Él dijo, “Creo, Señor,” y le adoró.[1]

A las personas que estaban hambrientas, Jesús les dio pan – y luego les predicó la verdad que transformaría sus vidas por la eternidad. “Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.”[2]

La predicación que cambia vidas relaciona la verdad de la Palabra de Dios con las necesidades de las personas. La predicación eficaz habla la verdad de Dios a las necesidades de la gente.

Cuando Jesús predicaba, hablaba a la mente, las emociones y la voluntad. Todo cambio verdadero involucra estos tres elementos.

Jesús hablaba a la mente

Juan usó el término “Verbo” para describir a Jesús. “Verbo” era un término griego que sugería sabiduría y discernimiento. Cuando leemos el sermón de Jesús en Mateo 18, estamos leyendo la enseñanza más sabia que se ha impartido acerca de las relaciones humanas. Imagine una sociedad en la cual las personas se trataran unas a otras con humildad. Imagine una sociedad en la cual el perdón fuera la norma. Jesús habló sabiduría a la mente de sus oyentes.

Jesús hablaba a las emociones

En treinta y cuatro ocasiones los Evangelios mencionan que los oyentes de Jesús se “asombraron,” o se “maravillaron.” Los discípulos en el camino a Emaús dijeron, “¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?”[3] Quienes escuchaban a Jesús sentían gozo por sus palabras llenas de misericordia, dolor por sus pecados, y sobre todo, esperanza para el futuro.

Jesús hablaba a la voluntad

Jesús nunca se conformó con tener oyentes; él buscaba seguidores. Jesús nunca se conformó con un cambio externo solamente; él quería corazones  y vidas transformadas. Ya fuera una mujer samaritana con un pasado lleno de pecado o un joven rico que obedecía la Ley al pie de la letra, Jesús llamó a sus oyentes a rendir su voluntad a Dios. Si queremos predicar como Jesús, debemos llamar a nuestros oyentes a un nuevo patrón de vida.

 


[1] Juan 9:35-38.

[2] Juan 6:35.

[3] Lucas 24:32.

[4] “La Biblia no nos fue dada para aumentar nuestro conocimiento, sino para cambiar nuestra vida.”
- D.L. Moody

Una Mirada Más de Cerca: ¿Está Usted Predicando el Evangelio?

En una ocasión, un pastor predicó un sermón basado en Romanos 1 en contra del pecado de la homosexualidad. El pastor predicó la verdad. Pero algo le hizo falta… Sentado cerca de mí estaba un joven que luchaba con una atracción por personas del mismo sexo. Este joven sabía que la homosexualidad es pecado y había empezado a orar por liberación. Conocía la verdad sobre su pecado; necesitaba escuchar las buenas noticias (el evangelio) de que Dios puede dar la victoria sobre la tentación.

Otro pastor citó la advertencia de Jesús en contra del divorcio. Lamentó el hecho de que las leyes permitan divorciarse con facilidad. El pastor predicó la verdad. Pero algo le hizo falta… Esa semana una joven pareja que tenía dos hijos pequeños se había reunido con un abogado para tramitar su divorcio porque no podían resolver el conflicto que estaba destruyendo su matrimonio. Ellos sabían que el divorcio es pecado; necesitaban escuchar las buenas noticias (el evangelio) de que Jesús puede traer sanidad a los matrimonios quebrantados.

Un pastor afirmó enfáticamente que “el aborto es el asesinato de un bebé inocente.” El pastor predicó la verdad. Pero algo le hizo falta… En su congregación había una mujer que lloraba cada vez que recordaba el día en que entró a una clínica para que le practicaran un aborto, cuando era una adolescente soltera. Veinte años más tarde, ella aún dudaba si Dios perdonaría su pecado. Ella sabía que el aborto es pecado; necesitaba escuchar las buenas noticias (el evangelio) de que Dios le ofrece perdón por su pasado.

Jesús nunca comprometió la verdad, pero jamás olvidó dar esperanza. Él sabía que el evangelio cambia vidas. A un joven que lucha con una atracción por el mismo sexo, Jesús le diría, “Mi gracia es suficiente para darte la victoria sobre la tentación.” A una pareja que está al borde del divorcio, Jesús le diría, “Yo puedo restaurar un corazón de amor por ese cónyuge al que crees que ya no puedes amar.” A una mujer que pecó contra su hijo en gestación, Jesús le diría, “Yo perdono el pecado del aborto así como perdono otros pecados. Vete y no peques más.”

El evangelio incluye un mensaje de juicio por el pecado. Debemos predicar este mensaje con autoridad. Pero para predicar como Jesús, no debemos olvidar el poder de la gracia para transformar vidas. Debemos llevar las buenas nuevas de la gracia de Dios a un mundo quebrantado.

El evangelio siempre incluye dos aspectos de las buenas nuevas. Primero, el evangelio nos dice lo que Dios ha hecho por nosotros. Lleva esperanza a un mundo sumido en la desesperación.

Segundo, el evangelio nos dice lo que podemos llegar a ser a través del poder del Espíritu Santo. El evangelio nunca nos deja en el mismo lugar donde estábamos; nos desafía a un caminar más profundo con Dios.

Los Sermones de Jesús Eran Sencillos y Fáciles de Recordar

El Dr. Howard Hendricks solía decir, “¡Es un pecado aburrir a la gente con la Biblia!” Jesús nunca aburrió a la gente con la verdad. Él sabía cómo predicar de una forma sencilla y directa. Su predicación era profunda, pero podía ser comprendida por cada uno de sus oyentes. Jesús comunicó verdades profundas, pero a la vez supo mantener el interés de las personas menos instruidas de su audiencia.

El objetivo de un predicador eficaz no es impresionar a la audiencia con su profundo conocimiento. El objetivo del predicador debe ser comunicar la Palabra de Dios de una manera sencilla y poderosa – y permitir que el Espíritu Santo convenza a los oyentes con la verdad de la Palabra de Dios.

¿Cómo lograba Jesús que sus sermones fueran sencillos e interesantes?

Jesús contaba historias

Quienes escucharon los sermones de Jesús lo oyeron decir muchas veces estas palabras, “Voy a contarles una historia.” Sus historias cautivaron a su audiencia y abrieron sus oídos a su mensaje.

La mayoría de nosotros puede recordar una historia por mucho más tiempo que un bosquejo de tres puntos. Una buena historia ilustra un sermón de una manera que nos ayuda a recordar el punto principal del sermón. Una gran historia resume el mensaje que el predicador está tratando de comunicar.

► Comenten acerca de una historia que hayan escuchado recientemente en un sermón. ¿Comunicó eficazmente el mensaje del predicador? ¿Recuerdan el propósito de la historia? ¿Habría sido el sermón igualmente efectivo y fácil de recordar sin la historia? 

Jesús utilizó un lenguaje sencillo

Yo enseño un curso para maestros de piano. Como parte de la clase, asigno un concepto y le pido a cada uno de los maestros que se lo explique a un estudiante de piano. Cuando el maestro entiende bien el concepto, puede explicarlo de manera sencilla a un estudiante. El maestro que usa palabras complicadas para enseñar un concepto a menudo está tratando de disimular su falta de comprensión. Mientras mejor entienda usted algo, más capaz será de comunicarlo de forma sencilla.

Jesús sabía cómo traducir la verdad al lenguaje de su audiencia. A los agricultores les predicaba acerca de sembrar semillas. A los pastores les predicaba sobre las ovejas. A los pescadores les predicaba sobre la pesca. Muchas personas rechazaron el mensaje de Jesús, pero nadie se aburrió con sus sermones.

El mensaje de Jesús podía ser comprendido por pescadores, agricultores y amas de casa. También podía ofender a eruditos, líderes religiosos y autoridades políticas. Su predicación hablaba a todos los niveles de la sociedad. Sencillo no significa superficial. Nuestros sermones deben comunicar las grandes verdades del evangelio con claridad y sencillez.

Jesús utilizó la repetición

Una vez visité a un pastor que estaba frustrado con su congregación. Él me dijo, “Ellos ya deberían saber esto; prediqué sobre eso hace dos años.” Le recordé que Jesús predicó el mismo mensaje muchas veces antes de que sus discípulos llegaran a comprenderlo.

Le pregunté a este pastor: “¿Cree usted que su predicación es mejor que la de Jesús?” “¡Claro que no!”

“¿Piensa que los miembros de su iglesia son más sabios que los discípulos?” “¡No!”

“Entonces usted va a tener que repetir las verdades como Jesús lo hizo.”

Jesús predicó las mismas verdades repetidamente. Una y otra vez, les enseñó a los discípulos acerca de su muerte y su resurrección. Predicó el mensaje del reino muchas veces. Jesús sabía que estas verdades eran vitales, así que predicó el mensaje tantas veces como fuera necesario para alcanzar a su audiencia.

Una Mirada Más de Cerca: ¿Sus Oyentes Entienden su Mensaje?

Lea este sermón.

Estos son los primeros doce versículos del Sermón del Monte. Este es un sermón poderoso, pero a menos que usted pueda leer árabe, el extracto anterior de nada le va a servir. ¿Por qué? Porque no está traducido a su idioma. Es posible predicar la verdad sin traducirla a un lenguaje sencillo que nuestros oyentes puedan entender. Para predicar como Jesús, debemos predicar de una forma sencilla y fácil de recordar.

Los Sermones de Jesús Eran Genuinos

La predicación de Jesús era genuina. Su vida era coherente con su mensaje. Jesús no sólo predicó sobre una vida santa; él vivió una vida santa. Nadie podría señalar una contradicción entre el mensaje de Jesús y su vida. Jesús vivía lo que predicaba.

Imagine que usted quiere aprender a conducir. Encuentra a dos personas que ofrecen lecciones de manejo. Una de ellas nunca ha conducido un automóvil, pero ha leído muchos libros sobre cómo conducir. La otra persona tiene un record como conductor responsable desde hace muchos años. ¿A cuál de ellos elegiría?

Ahora imagine que usted quiere aprender a vivir la vida cristiana. Usted conoce a dos pastores. Uno de ellos predica buenos sermones, pero vive en pecado. El otro pastor vive de tal forma que refleja su íntima relación con Dios. ¿A cuál pastor elegiría usted?

[1]

Nuestra predicación debe ser genuina. Debemos vivir la vida que predicamos. Muchos pastores han demostrado que es posible fingir integridad por un tiempo. Las personas pueden ser engañadas por un predicador que habla sobre honestidad a la vez que está robando dinero de las ofrendas. Pueden ser engañadas por predicador que habla de moral al tiempo que está ocultando un amorío. Pueden ser burladas por un pastor que predica sobre el amor, pero en su casa golpea a su esposa. Sin embargo, eventualmente, la verdad saldrá a la luz. Un corazón vacío tendrá como resultado un ministerio vacío de poder espiritual. Dios trabaja a través de nosotros cuando permitimos que trabaje en nosotros.

Nunca utilice el encanto de la predicación para esconder una vida de pecado. La predicación efectiva empieza con un corazón que conoce a Dios.


[1]Jesús nunca dijo, “Por el tamaño de su ministerio los conoceréis.” Él dijo, “Por sus frutos los conoceréis” – por su obediencia a la voluntad del Padre.
- Craig Keener

Aplicación: El Pastor y Sus Ovejas

► Lea Marcos 6:30-34

La figura del pastor de ovejas es una de las mejores imágenes para representar el trabajo del pastor. Jesús “vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas.” Jesús vio una multitud de personas, pero las vio como ovejas que necesitaban un pastor.

► Trate de imaginar quiénes habrían estado entre la multitud de los 5,000 en Marcos 6. Haga una lista.

  • ¿Incluye su lista a los recaudadores de impuestos que engañaban a la gente? Ahí estaban. Habría sido fácil proclamar condenación contra estos publicanos deshonestos, pero Jesús los vio como ovejas perdidas que necesitaban ser rescatadas.
  • ¿Incluye su lista a los fariseos que estaban esperando la oportunidad de atrapar a Jesús en un error? También estaban ahí. Habría sido fácil para Jesús avergonzarlos en frente de la multitud, pero Jesús vio ovejas obstinadas que necesitaban encontrar el camino correcto.
  • ¿Incluye su lista al esposo infiel cuyo corazón lo condenaba por su adulterio? Ahí estaba. Jesús vio una oveja descarriada que necesitaba corrección y luego sanidad.
  • ¿Incluye su lista a un grupo de adolescentes rebeldes que se escaparon de la escuela y se ocultaron en el anonimato de la multitud? Ahí estaban. Jesús vio ovejas extraviadas que necesitaban ser traídas de nuevo al camino correcto antes de que se alejaran aún más.

¿Qué ve usted cuando predica? ¿Ve solamente los defectos de su congregación, o ve las profundas necesidades de sus ovejas? ¿Ve usted a un miembro de la junta que está enojado, o ve a una oveja herida que lastima a otros? ¿Ve a un hermano que vuelve a caer en el mismo pecado una y otra vez, o ve a una oveja que está sufriendo por el pecado? Jesús vio ovejas necesitadas.

► Lea Juan 10:1-18

Como pastores, hemos sido llamados a cuidar a nuestras ovejas. ¿Cómo sirve el pastor a sus ovejas? Juan 10 nos da un modelo.

El pastor guía a las ovejas

Si usted observa a un pastor, no lo verá golpeando a las ovejas con un garrote para dirigirlas. Por el contrario, un pastor va delante de las ovejas y las guía en la dirección correcta. Jesús dijo, “Las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca. Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz.”[1]

Cuando leemos los Evangelios, ¡hay muchas ocasiones en las que esperaríamos que Jesús golpeara a Pedro, a Juan o a Tomás con un garrote! Continuamente se metían en problemas. Pero en lugar de un garrote, Jesús usa un cayado para levantar a estos discípulos débiles y ponerlos de nuevo en el camino correcto.

Como pastor, ¿guía usted a las ovejas que Dios ha puesto en su iglesia o las dirige? ¿Es usted un pastor que guía a las ovejas o un gerente que les da órdenes para que obedezcan?

El pastor cuida a las ovejas

¿Le ha pasado alguna vez que ha deseado tener un trabajo con horario de 9:00 am a 5:00 pm, con fines de semana libres y sin llamadas después de las 5:00 pm? ¡A veces eso suena maravilloso! Pero esa no es la vida del pastor.

El pastor cuida a las ovejas cuando necesitan ayuda, no sólo en “horario de oficina.” Un pastor no puede decirle a una oveja herida, “Espera hasta mañana a las 9:00 am cuando empieza mi jornada.” El pastor sale en medio de la noche para rescatar a la oveja.

Del mismo modo, el pastor de la iglesia cuida a sus ovejas cuando necesitan ayuda. Cuidar del rebaño espiritual es mucho más que predicar. La predicación es parte importante del trabajo del pastor, pero éste también incluye aconsejar, visitar, escuchar, orar, y en ocasiones simplemente sentarse al lado de una oveja herida.

Sí, los pastores deben cuidarse a sí mismos. Usted no puede tener un ministerio efectivo como pastor si está exhausto física, emocional y espiritualmente. Jesús tomó tiempo para estar a solas, y usted debe tomar tiempo para estar a solas. Sin embargo, hubo otros momentos en los que Jesús supo que debía sacrificar su comodidad para cuidar a las ovejas.

Este balance entre ministerio y descanso es difícil de mantener. Como un pastor sabio, usted debe ser sensible a la guía del Espíritu Santo y al consejo sabio de quienes lo rodean. Escuche la voz del Espíritu cuando le dice, “Es tiempo de tomar un descanso para renovar fuerzas.” Escuche la voz de su esposa o de un colega que le dice, “Necesitas tomar tiempo para descansar.” Usted volverá renovado y con una nueva pasión para cuidar a las ovejas que Dios le ha encomendado.

El pastor protege a las ovejas

Jesús contrastó al asalariado que huye cuando el peligro asoma con el buen pastor que protege a las ovejas incluso arriesgando su propia vida. Al asalariado “no le importan las ovejas” pero el pastor “su vida da por las ovejas.”[2]

Jesús cuidó a los discípulos incluso en sus últimas horas. Durante la Última Cena, Jesús los preparó para la prueba que estaban a punto de enfrentar. En el huerto, continuó enseñando a Pedro, Santiago y Juan. En la cruz, Jesús puso a María bajo el cuidado de Juan. El Buen Pastor cuidó a sus ovejas hasta el final.

Pablo exhortó a los ancianos de la iglesia de Éfeso a servir como pastores. Debían cuidar del rebaño que había sido comprado con la propia sangre de Jesús. En el versículo siguiente, Pablo advirtió sobre los “lobos rapaces” que vendrían a atacar al rebaño. Los pastores tenían la responsabilidad de proteger al rebaño.[3]

Como pastor, ¿está usted protegiendo a las ovejas que Dios ha puesto en su iglesia? ¿Las está protegiendo del error doctrinal, de los ataques contra su matrimonio y su familia, y de otros ataques espirituales? ¿Es usted un pastor o un asalariado?

Antes de predicar este próximo domingo, pídale a Dios que le revele las necesidades de sus ovejas. Pídale que le muestre los corazones quebrantados que hay en su rebaño. Al predicar, observe las ovejas que están “agobiadas y desamparadas” y que necesitan el cuidado amoroso de un pastor.

 


[1] Juan 10:3-4.

[2] Juan 10:13, 15.

[3] Hechos 20:28-31.

Una Mirada Más de Cerca: “¡Ay de Vosotros!”

► Lea Mateo 23:1-39

Jesús usó la frase “¡Ay de vosotros!” refiriéndose a las ciudades que lo rechazaron[1], a los fariseos y los escribas que engañaban a las personas[2], y  a Judas, quien lo habría de traicionar.[3] En ocasiones leemos esta frase con una voz de enojo que olvida el amor de Jesús incluso hacia aquellos que lo rechazaron.

Hay juicio en la expresión “¡Ay de vosotros!” pero también hay dolor. Esta frase incluye juicio y también “dolor y compasión” por aquel que es juzgado. Expresa la tristeza de Jesús por “aquellos que no reconocen la verdadera miseria de su condición.”[4] “¡Ay de vosotros!” expresa un profundo dolor, así como una advertencia.

Jesús concluyó su anuncio del juicio que vendría sobre los líderes religiosos con un lamento por el destino de la ciudad que él amaba. “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! Jesús lloró por el destino de la ciudad que pronto lo habría de crucificar.[5]

Este debería ser nuestro modelo para predicar juicio. Nuestra predicación debe incluir advertencias contra el pecado y el mensaje de juicio sobre aquellos que se rehúsen a arrepentirse. Pero nuestro mensaje debe reflejar dolor por el pecado, no enojo contra el pecador.

Un adolescente rebelde regresó a su casa después de escuchar un sermón sobre el infierno. Su padre le preguntó, “Hijo, ¿qué te pareció el sermón?” El muchacho respondió, “No me gustó. De hecho, ¡me hizo enojar!” La semana siguiente, el hijo escuchó a otro predicador hablar sobre el infierno. Nuevamente su padre le preguntó, “¿Qué te pareció el sermón?” El hijo respondió, “Debo servir a Jesús. ¡No quiero ir a ese lugar tan terrible!”

El padre estaba sorprendido. “La semana pasada un sermón sobre el infierno te hizo enojar. Esta semana, un sermón sobre el infierno te llevó al arrepentimiento. ¿Cuál fue la diferencia?” El muchacho dijo, “Este predicador lloró cuando advirtió sobre el infierno.”

¿Llora usted cuando predica sobre el juicio? ¿Se lamenta al preparar un sermón sobre el infierno? ¿Es usted un pastor que ama a las ovejas – incluso cuando debe advertirles del juicio?

 


[1] Mateo 11:21.

[2] Mateo 23:13-29.

[3] Marcos 14:21.

[4] Martin H. Manser, Diccionario de Temas de la Biblia (London: Martin Manser, 2009). Vea también Joel B. Green y Scot McKnight, Diccionario de Jesús y los Evangelios (Westmont, Illinois: InterVarsity Press, 1992).

[5] Mateo 23:37 y Lucas 19:41.

Conclusión: El Rol del Espíritu Santo en la Predicación

Como predicadores, debemos depender del poder del Espíritu Santo para traer convicción a nuestros oyentes. Si usamos técnicas humanas para provocar una respuesta emocional, quizás veamos resultados rápidos, pero no obtendremos resultados espirituales duraderos. Sólo el Espíritu Santo puede producir un cambio duradero en nuestros oyentes.

► Lea 1 Corintios 2:1-16

Pablo sabía que el cambio espiritual ocurre únicamente a través del poder del Espíritu Santo. Después que salió de Atenas, donde había debatido con los filósofos en el Areópago, Pablo fue a Corinto.[1] En Corinto, decidió no usar “excelencia de palabras o de sabiduría” sino predicar solamente “a Jesucristo, y a éste crucificado.” Predicó “con demostración del Espíritu y de poder.”[2]

Pablo sabía que el Espíritu interpreta verdades espirituales “por medios espirituales.”[3] Pablo valoraba la educación; fue un gran erudito. Era un orador eficaz; había estudiado a los grandes oradores griegos. Sabía cómo construir un argumento lógico; la Epístola a los Romanos es una obra maestra de estructura lógica. Pero sobre todas estas cosas, Pablo valoraba el poder del Espíritu Santo. Sabía que la verdadera convicción viene solamente a través de la obra del Espíritu.

Pablo les recordó a los corintios que “tenemos este tesoro en vasos de barro para que la excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros.”[4] ¡El recipiente no es el tesoro! Nosotros, como ministros y líderes, somos vasijas rotas hechas de barro. Pero tenemos el maravilloso privilegio de llevar el tesoro, el evangelio, a aquellos a quienes servimos.

Esta es una advertencia poderosa para los líderes de ministerios. Es fácil fijar la atención en la “vasija” en lugar del “tesoro” contenido en la vasija. Podemos poner más atención a nuestra presentación personal que al mensaje; podemos darle más atención a la vasija que al tesoro.  Pablo nos recuerda que Dios intencionalmente usa vasijas de barro para demostrar que el poder le pertenece a él y no a nosotros. No debemos interponernos en el camino del poder de Dios. No debemos atribuirnos la gloria que le pertenece sólo a él. Debemos predicar en el poder del Espíritu.

 


[1] Hechos 17:16-18:1.

[2] 1 Corintios 2:1-5.

[3] 1 Corintios 2:13 (RVA-2015).

[4] 2 Corintios 4:7.

Lección 5 Asignación

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(1) El Evangelio de Mateo incluye cinco grandes sermones. Lea cada sermón e identifique una característica que hace que sea efectivo. No hay respuestas correctas o incorrectas para esta asignación. Reflexione sobre cómo Jesús lo convence, lo inspira, o le ayuda a recordar y aplicar su mensaje.

Sermón

Características

1. Sermón del Monte

Mateo 5-7

 

2. Misión de los Apóstoles

Mateo 10

 

3. Parábolas del Reino

Mateo 13

 

4. La Vida en el Reino

Mateo 18

 

5. El Discurso de los Olivos

Mateo 24-25

 

 

(2) Mientras prepara su próximo sermón, repase las características que encontró en los sermones de Jesús. Use los sermones de Jesús como modelo para la comunicación efectiva. Comparta su sermón con sus compañeros de clase. Evalúe su sermón con esta pregunta, “¿Este sermón sigue el modelo de los sermones de Jesús?”

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