Si queremos ministrar como Jesús, debemos orar como Jesús.
Introducción
En un mensaje sobre la oración, el Profesor Howard Hendricks hizo esta asombrosa afirmación:
«A Satanás no le importa si usted lee la Biblia, siempre y cuando usted no ore, porque así la Palabra nunca va a transformar su vida. Usted incluso podría desarrollar un caso severo de orgullo espiritual por conocer la Biblia tan bien.»
«A Satanás no le importa si usted comparte su fe, siempre y cuando usted no ore, porque sabe que es mucho más importante hablar con Dios acerca de las personas que hablarles a las personas de Dios. »
«A Satanás no le importa si usted participa en el ministerio de una iglesia local, siempre y cuando usted no ore, porque así usted estará activo, pero en realidad no estará logrando mucho.»[1]
La oración fue esencial para el ministerio terrenal de Jesús. Nada tenía mayor prioridad que la oración. El ministerio de Jesús estaba cimentado en su relación con su Padre celestial. Esta relación se sustentaba a través de la oración y la comunión íntima con Dios.
► Antes de estudiar esta lección, evalúe el rol de la oración en su vida y ministerio. Pregúntese:
¿Soy constante en mi vida de oración?
¿Cuándo fue la última vez que vi una respuesta específica a la oración?
¿Cuáles son los principales desafíos para mi vida de oración?
¿Estoy creciendo en mi vida de oración?
[1] Citado de Howard G. Hendricks, “Prayer – the Christian’s Secret Weapon” (La Oración – el Arma Secreta del Cristiano) Reimpreso en Veritas, Enero 2004.
[2]La oración es el gimnasio del alma.
- Samuel Zwemer, “Apóstol al Islam”
El Ejemplo de Oración de Jesús
Al estudiar el ministerio de Jesús, podemos ver cómo él oraba en momentos cruciales. Los Evangelios registran quince instancias específicas en las que Jesús oró. La oración jamás fue algo secundario; la oración jugó un papel esencial en su vida.
Más que cualquier otro de los autores, Lucas resalta el papel de la oración en el ministerio de Jesús. Sólo Lucas relata que Jesús oró toda la noche antes de elegir a los doce discípulos.[1] Sólo Lucas registra que la transfiguración tuvo lugar cuando Jesús llevó a Pedro, Santiago y Juan a un monte para orar.[2] Este énfasis continúa en Hechos, donde Lucas se refiere treinta y cinco veces al papel de la oración en la iglesia primitiva.
La Oración en el Ministerio Cotidiano de Jesús
► Lea Marcos 1:32-39
Esta historia del inicio del ministerio de Jesús enseña cómo se relacionan la oración y el servicio. Observe cómo se desarrolla la narración. La noche anterior la gente se reunió afuera de la casa donde Jesús se estaba quedando, y él sanó a muchos de ellos.
Muy temprano en la mañana, Jesús “se fue a un lugar desierto” para orar. Simón Pedro salió a buscarlo porque “Todos te buscan.” Jesús le respondió, “Vamos a los lugares vecinos, para que predique también allí; porque para esto he venido.” El patrón para el ministerio de Jesús era oración acompañada de servicio.
Este debe ser el patrón para el ministerio. Sin la oración, nuestro servicio se vuelve espiritualmente extenuante. Sin el servicio, nuestra oración se vuelve egocéntrica, pues no procuramos servir a las necesidades de los que nos rodean. Jesús enseñó que la oración y el servicio deben ir de la mano.
La Oración en Tiempos de Decisión
► Lea Lucas 6:12-16
Una de las decisiones más importantes del ministerio de Jesús fue la elección de los doce apóstoles. De los miles de personas que escucharon a Jesús predicar, muchos fueron lo bastante cercanos para ser llamados “discípulos.”[3] Setenta y dos de ellos fueron lo bastante cercanos para representar a Jesús en un viaje de predicación.[4] Pero Jesús sólo escogió a doce hombres para ser “apóstoles.”
Los Doce pasaron mucho tiempo con Jesús. Estuvieron con él hasta el final de su ministerio terrenal. Después de su ascensión, once de los apóstoles se convirtieron en líderes de la iglesia primitiva. La elección de los Doce fue una decisión crucial. Jesús no escribió libros ni estableció escuelas. Su legado se preservó en estos hombres.
¿Qué hizo Jesús antes de escoger a los Doce? Oró. Al enfrentarse a una decisión de importancia crítica, Jesús pasó la noche en oración. Si el Hijo de Dios oró intensamente antes de tomar una decisión importante, ¡cuánto más debería la oración jugar un papel central en nuestra toma de decisiones!
La Oración Ante el Sufrimiento
► Lea Mateo 26:36-46
Pocas horas antes de su arresto, Jesús fue a Getsemaní para orar. Se preparó para el sufrimiento a través de la oración. Jesús nunca usó su divinidad para escapar de los dolores de su humanidad. Por el contrario, recurrió a la oración para obtener fortaleza para enfrentar el sufrimiento.
La oración de Jesús en el huerto es un modelo para nosotros hoy. Su oración no fue artificial; Jesús enfrentó la realidad del sufrimiento. Es reconfortante darnos cuenta de que Jesús respondió al sufrimiento de una manera muy humana. Al enfrentar el sufrimiento, Jesús oró pidiendo liberación:
«En el huerto no oró, "Oh, Señor, estoy tan agradecido de que me hayas escogido para sufrir en tu nombre. ¡Me alegro por este privilegio!" No, experimentó pena, temor, abandono y algo que se acercó incluso a la desesperación. Con todo, lo soportó porque sabía que en el corazón del universo vivía su Padre, un Dios de amor en el que podía confiar no importaba cómo se presentaran las cosas en ese momento.»[5]
En medio del sufrimiento, no debemos fingir ser más fuertes de lo que somos. Tal como lo hizo Job, podemos llorar en medio de nuestro dolor. En su humanidad, ¡Jesús hizo lo mismo! Sin embargo, tal como Jesús, podemos permanecer fieles porque sabemos que nuestro amoroso Padre celestial es quien en última instancia tiene el control.
Es en oración que podemos aceptar la voluntad de nuestro Padre. La clave de la oración de Jesús al enfrentar el sufrimiento, y la clave de nuestra oración en medio del dolor, es la rendición a la voluntad del Padre: “No sea como yo quiero, sino como tú.”
[5] Philip Yancey, El Jesús que Nunca Conocí (Nashville: Editorial Vida, 2000), 164.
La Enseñanza de Jesús Acerca de la Oración
Jesús no sólo demostró la importancia de la oración con su ejemplo, también dedicó gran parte de su enseñanza a la oración. Jesús sabía que la vida espiritual de sus seguidores requiere una vida de constante oración. Por esa razón, Jesús les enseñó a sus discípulos a orar.
La Enseñanza de Jesús en el Sermón del Monte
► Lea Mateo 6:1-18
En el Sermón del Monte, Jesús enseñó sobre tres áreas de actividad espiritual: ayudar a los pobres, orar y ayunar. Su enseñanza deja claro que Jesús espera que éstas sean actividades normales para sus seguidores. Jesús no dijo, “Si ustedes ayudan a los pobres,” o “si ustedes oran,” o “si ustedes ayunan.” Él espera que sus seguidores sean discípulos generosos, constantes en la oración y disciplinados.
Jesús enseñó que estas buenas acciones pierden todo significado cuando nacen de motivaciones corruptas. En el mundo antiguo, un “hipócrita” era un actor que usaba diferentes máscaras para representar distintos roles en una obra. Es posible representar un “rol religioso” en frente de otros.
Es posible ayudar a los pobres para impresionar a otros con nuestra generosidad. Jesús dijo, “Ya tienen su recompensa.”
Es posible orar para impresionar a los que nos escuchan con nuestras palabras sofisticadas. Jesús dijo, “Ya tienen su recompensa.”
Es posible ayunar para impresionar a otros con nuestra espiritualidad y autodisciplina. Jesús dijo, “Ya tienen su recompensa.”
La motivación para estas actividades espirituales debe ser agradar a nuestro Padre celestial. Ya sea que ayudemos a los pobres, que oremos o que ayunemos, nuestra recompensa es Dios mismo. No debemos realizar estas actividades espirituales para que la gente nos aplauda. Por el contrario, debemos hacerlas motivados por un profundo deseo de honrar a Dios.
Jesús enseñó a sus discípulos a orar de una manera sencilla y directa:
«Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal.»[1]
Esta no es una oración para repetir sin pensar, como las “vanas repeticiones” que Jesús condenó en Mateo 6:7-8. Por el contrario, esta oración modela las actitudes que deberían guiar nuestras oraciones:
Relación
La frase “Padre nuestro que estás en los cielos” hace referencia a una relación cercana con Dios. En lugar de una deidad distante, reconocemos a Dios como un Padre que ama dar cosas buenas a sus hijos.[2] Esta frase sugiere intimidad (“Padre nuestro”) y autoridad (“que estás en los cielos”). Dios es a la vez majestuoso y personal.
Respeto
La frase “santificado sea tu nombre” muestra la distancia entre nosotros y nuestro Padre que está “en los cielos.” Dios es un Padre amoroso, pero él también es santo.[3] Tal como lo entendió el hombre sabio de Eclesiastés, jamás debemos ignorar la distancia que separa al ser humano de un Dios santo.[4] Entramos en su presencia con reverencia y respeto.
Sumisión
“Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.” Estas frases representan nuestra sumisión voluntaria a su autoridad. Debemos orar para que la voluntad de Dios se cumpla en la tierra, así como se cumple perfectamente en el cielo.
Provisión
“El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.” Esta frase tenía especial importancia en un mundo anterior a la refrigeración y la electricidad. La comida se obtenía día a día. Esta frase hace referencia a nuestra confianza diaria en el Padre. Como sus hijos, confiamos en que él provee para nuestras necesidades.
Confesión
“Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.” En Lucas 11:2-4, esta misma oración se expresa con distintas palabras: “Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben.” Puesto que nuestro pecado es una “deuda” que tenemos con Dios, el significado es el mismo en Mateo y Lucas.[5]
Al asociar nuestro perdón hacia los demás con el perdón que recibimos de Dios, Jesús no estaba enseñando que tenemos que “ganar” su perdón. Más bien, quienes hemos sido perdonados estamos dispuestos a perdonar a los que nos han ofendido. La parábola de Jesús del siervo que no perdonó demuestra la relación entre el perdón que recibimos y nuestra disposición de perdonar a otros.[6]
Victoria
“Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal” es una oración pidiendo victoria sobre la tentación y la prueba. Dios nunca tienta a sus hijos,[7] pero cada uno de nosotros va a enfrentar tiempos de prueba y de tentación.[8] En esos momentos, Dios jamás va a permitir que seamos tentados más allá de lo que podemos soportar.[9]
La Enseñanza de Jesús Sobre la Oración Audaz
► Lea Lucas 11:1-13
Después de la Oración del Padre Nuestro, Lucas presenta una parábola que nos enseña a orar con audacia a un Padre que ama dar cosas buenas a sus hijos. En el Medio Oriente era común pedir cosas prestadas a los vecinos para atender a un huésped. Si una persona pedía con audacia, su vecino le daba lo que necesitaba. En esa cultura era grosero decir “No” a un pedido de ayuda. Aun cuando el vecino no quería perturbar a su familia, no se habría negado a brindar la ayuda solicitada.
De una manera aún más decidida, Dios quiere dar cosas buenas a sus hijos que le piden con audacia. Así como el hombre en la parábola pidió con audacia, podemos acercarnos a nuestro Padre celestial con confianza. ¿Por qué? No porque a Dios le dé pena negarse a contestar nuestra petición, sino porque él nos ha dado permiso de “pedir, buscar y llamar.”
Una Mirada Más de Cerca: Estilos de Enseñanza Hebrea
En Lucas 11:1-13, Jesús cuenta la historia de un hombre que no quiere levantarse de su cama para ayudar a su vecino que necesita tomar prestado un poco de alimento para un huésped inesperado.
Para comprender esta parábola, necesitamos entender un estilo de enseñanza hebrea conocido como el argumento “de menor a mayor.” Esta forma de enseñanza dice, “Si A (el menor) es verdadero, entonces cuánto más B (el mayor) debe ser verdadero.” Nosotros hoy podríamos decir, “Si una persona está dispuesta a alimentar a un extraño hambriento (A), cuánto más un padre amoroso va a alimentar a sus hijos (B).”
Cuando lea esta parábola, no piense que “Dios es como el vecino renuente. Debo persuadirlo para que conteste mis oraciones.” Por el contrario, Jesús contrasta al vecino renuente con un Padre celestial dispuesto a responder al llamado de sus hijos. Si un vecino terrenal responde a una petición audaz, ¡cuánto más el Padre celestial va a responder a sus hijos!
La Enseñanza de Jesús Acerca de la Oración
La Enseñanza de Jesús Sobre la Oración Audaz
Oración es una Relación.
Si Dios quiere responder las oraciones de sus hijos, ¿por qué en ocasiones su respuesta se demora? “Pedid, buscad y llamad” son mandatos en tiempo presente. Implican que debemos seguir pidiendo, buscando y llamando. ¿Por qué?
Una razón es que la oración es más que entregar una lista de peticiones. La oración es una relación continua con nuestro Padre celestial. Así como Pablo nos exhortó a orar “sin cesar,”[1] Jesús nos manda a seguir pidiendo, buscando y llamando. A través de esta conversación continua con Dios, nuestra relación con él se profundiza. La oración es más que una lista de peticiones; la oración es una relación.
Una Parábola Sobre la Oración Persistente
En Lucas 17, los fariseos le preguntaron a Jesús cuándo vendría el reino de Dios. Él les respondió que no debían esperar señales espectaculares. Más bien les dijo, “el reino de Dios está entre vosotros.”[2] El reino de Dios ya estaba presente en aquellos que estaban siguiendo a Jesús.
Entonces Jesús se volvió a sus discípulos y les enseñó sobre el reino de Dios. Ellos esperaban que Jesús estableciera un reino político inmediato, pero Jesús los preparó para esperar aun después de su muerte. Mientras esperaban, debían persistir en la oración y “no desmayar.” Entonces Jesús contó una historia acerca de orar fielmente.
► Lea Lucas 18:1-8
En muchas ciudades antiguas, los jueces eran deshonestos. Nadie podía obtener una audiencia si no pagaba antes un soborno. Había una viuda que no tenía dinero para pagarle un soborno al juez, por lo que éste se negó a escuchar su caso. Sin embargo, la persistente mujer no se dio por vencida. Finalmente, el juez injusto dijo, “Porque esta viuda me es molesta, le haré justicia.”
Esta parábola usa el mismo estilo de enseñanza “de menor a mayor” que se usa en la parábola del vecino audaz. Al leer esta parábola entendemos que:
Dios no es un juez injusto. Nuestro Padre quiere hacer “justicia a sus escogidos.”
Nosotros no somos la viuda. Ella era una extraña; nosotros somos hijos de Dios.
Ella no podía obtener acceso al juez; por medio de Jesús, tenemos acceso Dios.
Esta es una parábola de contrastes. Si un juez injusto le responde a una viuda persistente, cuánto más nuestro Padre celestial responderá las oraciones de sus hijos.
Una Parábola Sobre la Oración Humilde
► Lea Lucas 18:9-14
La siguiente parábola de Jesús sobre la oración fue dada “a unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros.” Esta parábola enseña cuál es la actitud correcta al orar.
El tema de la parábola se encuentra al final: “Cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.” Los fariseos creían que sus oraciones eran respondidas debido a su justicia. Jesús enseña que la oración es respondida por la gracia de Dios hacia aquellos que no tienen justicia en sí mismos. Nadie merece que Dios responda sus oraciones; Dios responde la oración por su gracia hacia aquellos que no merecen nada.
[3] La oración no es para cambiar los planes de Dios. Es para confiar y descansar en su soberana voluntad.
- Martín Lutero
[4] La oración no se trata de pedir cosas y recibir lo que queremos. La oración se trata de buscar a Dios y recibir lo que necesitamos.
- Philip Yancey
Aplicación: La Oración en la Vida del Cristiano
Las personas semejantes a Cristo son personas de oración. J.C. Ryle, Obispo de Liverpool en el siglo XIX, estudió la vida de grandes cristianos a lo largo de la historia. Dijo que algunos fueron ricos y otros pobres. Algunos fueron muy instruidos; otros fueron iletrados. Algunos fueron calvinistas; otros arminianos. Unos usaban la liturgia, otros no. “Pero una cosa tenía todos en común. Todos fueron hombres de oración.”[1]
A lo largo de la historia de la iglesia, las personas semejantes a Cristo han sido personas de oración. E.M. Bounds, un gran líder cristiano, oraba cada mañana de 4:00 a 7:00 am. Él escribió, “El Espíritu Santo no fluye a través de métodos sino a través de hombres. No desciende sobre maquinaria sino sobre hombres. No unge planes sino hombres – hombres de oración.”[2]
George Müller dirigió orfanatos para miles de niños. Él decidió que nunca iba a pedir dinero a ninguna persona, sino que dependería únicamente de la oración. A través de la oración recibió más de $7,000,000. Con eso no sólo pudo sostener sus orfanatos, sino que además donó miles de dólares a otros ministerios. George Müller conocía el poder de la oración.
¿Por qué oramos?
Oramos porque dependemos de Dios
En su humanidad, Jesús dependió de la oración para comunicarse con su Padre. La oración es un acto de dependencia de Dios. Demuestra que no confiamos en nosotros mismos, sino en Dios.
► Lea Mateo 26:31-46
La caída de Simón Pedro demuestra la importancia de la oración. Jesús advirtió a sus discípulos, “Todos vosotros os escandalizaréis de mí esta noche.” Más directamente, Jesús le advirtió a Pedro, “Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo.”[3] Pedro cayó por causa de dos debilidades.
1. Pedro era demasiado confiado. Él insistió, “Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré… Aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré.”[4] El orgullo le dio a Pedro un exceso de confianza en sus propias fuerzas.
2. Pedro falló en la oración. Su confianza estaba en sus propias fuerzas; por eso no dependió de Dios. En lugar de unirse a Jesús en oración, Pedro se durmió. Cuando reconocemos nuestra completa dependencia de Dios, oramos más fervientemente. Dick Eastman escribió, “Sólo en oración rendimos nuestros problemas enteramente a Dios.”[5]
Una de las grandes debilidades de la iglesia moderna es nuestro conocimiento superficial de Dios. Muy a menudo, nuestras oraciones consisten únicamente en peticiones relacionadas con nuestras necesidades materiales y nuestra realización personal. Muchos de nosotros pasamos más tiempo orando, “Dios, por favor ayuda a mis hijos a encontrar un buen trabajo” que “Dios, por favor moldea a mis hijos a tu imagen.” Oramos más fervientemente por sanidad física que por sanidad espiritual. Esto demuestra lo poco que entendemos el verdadero significado de la oración.
Uno de los propósitos principales de la oración es conocer a Dios más plenamente. En oración nos ponemos en sintonía con el corazón de Dios. La oración no consiste en hacer que Dios haga lo que queremos. La oración nos da un conocimiento del corazón de Dios que nos lleva a querer lo que él quiere.
Cuando llegamos a este punto, Jesús nos promete, “Todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá.”[6] Cuando nuestro corazón está en sintonía con el corazón de Dios, no vamos a hacer peticiones basadas en motivos equivocados u opuestos a la voluntad de Dios.[7] Este conocimiento del corazón de Dios se obtiene a través de la oración constante.
Los puritanos decían que “debemos orar hasta que oremos de verdad.” En otras palabras, debemos orar constante y pacientemente para ir más allá de las palabras vacías y entrar en la presencia de Dios. Debemos orar hasta que aprendamos a deleitarnos en Dios.
► Comparta acerca de alguna ocasión en la que la oración la haya dado un conocimiento más profundo de Dios y su voluntad.
¿Cómo Oramos?
Al estudiar el ejemplo de oración que nos dio Jesús, aprendemos lecciones importantes acerca de la oración efectiva.
Oramos pacientemente
Jesús era el Hijo de Dios. Uno podría esperar que su vida de oración hubiera sido simplemente cuestión de decir, “Padre, ¿qué quieres que haga?” y recibir una respuesta inmediata. Por el contrario, vemos a Jesús pasando toda una noche en oración antes de elegir a los Doce. Lo vemos luchando en el huerto de Getsemaní. La oración, incluso para Jesús, requirió paciencia y tiempo. La oración es esperar en Dios.
Escribiendo acerca de la importancia de la oración, Glenn Patterson dijo, “Lo que Dios hace en nosotros mientras esperamos es tan importante como aquello por lo que esperamos. Esperar es parte del proceso de Dios para hacernos como él quiere que seamos.” Al esperar en Dios, aprendemos a conocerlo mejor.
El Salmo 37:1-9 enseña lecciones importantes sobre la oración. Veamos estos mandamientos:
Estos mandamientos sugieren una paciente confianza en un Dios que se preocupa por usted. Él “te concederá las peticiones de tu corazón.” Cuando aprendemos a orar pacientemente, nos convertimos en los hijos que Dios quiere que seamos, hijos que confían en su Padre celestial.
Un Ejemplo de Oración Persistente
Al inicio de su vida cristiana, George Müller empezó a orar por la conversión de cinco de sus amigos. Después de muchos meses, uno de ellos vino al Señor. Diez años después, otros dos se convirtieron. Pasaron veinticinco años antes de que el cuarto hombre llegara a ser salvo.
Müller perseveró en su oración por el quinto amigo hasta el día de su muerte. Durante cincuenta y dos años, nunca se dio por vencido, sino que continuó orando para que ese amigo aceptara a Cristo. Pocos días después del funeral de Müller, el quinto amigo fue salvo. Müller creía en la oración persistente.
Oramos humildemente
Jesús oró, “No se haga mi voluntad, sino la tuya.”[8] Jesús sabía que podía confiar en la perfecta voluntad de su Padre.
La oración es un acto de humildad. Oramos por otros porque no podemos ayudarlos en nuestra sabiduría; debemos depender de Dios. Oramos por nosotros mismos porque no podemos dirigir nuestra vida en nuestra propia capacidad; debemos depender de Dios.
La oración requiere que reconozcamos nuestra necesidad de la ayuda de Dios. Cuando ponemos nuestra confianza en nuestra capacidad para resolver los problemas de la vida, es poco probable que oremos fervientemente. Cuando reconocemos que no podemos dirigir nuestra vida en nuestra propia capacidad, oramos con humildad.
Debemos orar con confianza y humildad. Mientras esperamos en Dios por una respuesta, podemos tener seguridad y paz, porque estamos orando a un Padre celestial que nos ama y desea lo mejor para sus hijos. En medio de las presiones de la vida y el ministerio, la oración humilde nos da quietud y confianza en Dios.
Oramos personalmente
Jesús enseñó a sus discípulos a comenzar su oración dirigiéndose a Dios personalmente, “Padre nuestro.” La verdadera oración es personal. Paul Miller escribió, “Muchas personas luchan para aprender a orar porque se concentran en la oración, no en Dios.”[9] Muy a menudo “decimos oraciones” en vez de hablar con Dios. Este es el corazón de la advertencia de Jesús contra el uso de “vanas repeticiones” al orar.[10]
Imagine a una persona que memoriza una serie de discursos para sentarse a la mesa a cenar con su familia. Les dice, “Quiero que tengamos una conversación familiar, así que preparé y memoricé unas palabras.” ¡Eso no es una conversación genuina! Lo que esperamos es que las personas se concentren en su familia alrededor de la mesa, no en las palabras que van a usar.
Del mismo modo, la oración se concentra en Dios, no en un conjunto de palabras memorizadas. La oración no es un sistema; la oración es una relación. La oración debe ser personal.
¿Cómo nos Convertimos en Personas de Oración?
En el siglo V, Anicia Faltonia Proba, una mujer perteneciente a la nobleza romana, le pidió consejos a Agustín acerca de la oración. Proba quería saber cómo podía convertirse en una persona de oración. Agustín le escribió una extensa carta con sabios consejos relacionados con la oración.[11] En esta sección vamos a examinar los principios de Agustín sobre la oración.
¿Qué tipo de personas pueden convertirse en personas de oración?
En primer lugar, Agustín dice que una persona de oración debe ser una persona que no tiene otros recursos. Una persona de oración es una persona que depende únicamente de la oración.
Proba era la viuda de uno de los hombres más poderosos y adinerados de Roma. Tres de sus hijos servían como cónsules romanos. Agustín empezó diciéndole a Proba que debía considerarse “desolada en este mundo.” Sin importar cuán ricos, poderosos o exitosos seamos, debemos reconocer nuestra impotencia delante de Dios. De otro modo, nuestras oraciones serán como la oración del fariseo en vez de ser como la oración del publicano.
¿Por qué cosas deberíamos orar?
Agustín le da a Proba una respuesta curiosa. Él dice, “Pide la vida bienaventurada.” Esto podría sonar egoísta, pero Agustín explica que la verdadera felicidad viene únicamente de Dios. Una persona en verdad bienaventurada es aquella que “tiene cuanto quiere y no quiere nada malo.”
El cristiano es feliz porque tiene a Dios, y no desea nada que Dios no quiere que tenga. Como el salmista, estamos satisfechos con la presencia de Dios.
«Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo.»[12]
Si en verdad deseamos la presencia de Dios por encima de todo lo demás, podemos pedir esa vida bienaventurada, sabiendo que Dios va a satisfacer nuestro deseo más profundo dándose a sí mismo a nosotros.
¿Cómo deberíamos orar en tiempos de dificultad?
Agustín le recuerda a Proba que Pablo reconoció que hay momentos cuando no sabemos qué hemos de pedir como conviene.[13] ¿Cómo oramos cuando llegamos a un punto en que nos sentimos impotentes?
Agustín se refiere a tres pasajes. Primero, señala el ejemplo de Pablo cuando oró por liberación de un “aguijón en la carne.” En lugar de librarlo, Dios le prometió, “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad.” Pablo testificó, “Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo… porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.”[14]
En segundo lugar, Agustín señala el ejemplo de Jesús en Getsemaní. Jesús sometió sus deseos a la voluntad de Dios. Jesús oró por liberación: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa.” Pero entonces concluyó, “No sea como yo quiero, sino como tú.”[15]
Finalmente, Agustín menciona Romanos 8:26. Cuando no sabemos cómo orar, el Espíritu Santo guía nuestro corazón. El Espíritu “nos ayuda en nuestra debilidad” e “intercede por nosotros con gemidos indecibles.” Cuando se nos agotan las palabras, el Espíritu Santo lleva nuestras oraciones al Padre, quien las recibe y hace que todas las cosas les ayuden a bien “a los que conforme a su propósito son llamados.”[16]
[1] Citado en Matt Friedeman, The Accountability Connection (El Vínculo de Rendición de Cuentas) Victor Books, 1992.
[2] Edward M. Bounds, El Poder a Través de la Oración (Buenos Aires: Peniel, 2007), p. 2.
[11] Philip Schaff, ed. Las Confesionses y Cartas de San Agustín (Padres Nicenos y Post-Nicenos, Primera Serie, Vol. 1. (Buffalo, NY: Christian Literature Publishing Co., 1886).
[17]“Si usted puede hacer algo sin la oración, ¿realmente vale la pena hacerlo?
- Dr. Howard Hendricks
[18]Consideramos [la oracioón como] el medio para obtener cosas para nosotros, pero el propósito bíblico de la oración es que conozcamos a Dios.
- Oswald Chambers
[19]Los hombres pueden desdeñar nuestros llamados, rechazar nuestro mensaje, combatir nuestros argumentos, despreciar nuestras personas; pero están indefensos contra nuestras oraciones.
- J. Sidlow Baxter
Conclusión: Cuando Usted No Sabe Cómo Orar
En ocasiones lo mejor que usted puede hacer es guardar silencio. Usted quiere orar, pero no sabe cómo; las oraciones simplemente no fluyen. ¿Qué puede hacer? Un secreto importante es entender que Cristo es nuestro Gran Sumo Sacerdote.
Como cristianos evangélicos, creemos en el sacerdocio de todos los creyentes. Esta gran doctrina de la Reforma enseña que cada uno de nosotros tiene acceso al Padre. Sin embargo, si se malinterpreta, esta doctrina puede llevarnos a una lucha espiritual. Podemos empezar a llenarnos de dudas: “¿Oré lo suficiente? ¿En verdad hice mi parte?”
En una conferencia en el año 2013, el Profesor Alan Torrance compartió este testimonio sobre sus luchas con estas preguntas.
«En enero de 2008, mi esposa Jane murió de cáncer. Ella era la mujer cristiana, esposa y madre más maravillosa. Verla morir con dolor porque el cáncer se había esparcido por todo su cuerpo fue muy difícil, y ver a mis hijos presenciar su sufrimiento fue extremadamente duro. Hubo momentos en los que, en medio de mi dolor, luché porque no sabía cómo orar o qué pedir. No sabía cómo orar.»
«En esos momentos, el sacerdocio de Cristo se hizo más relevante de lo que puedo expresar. Mientras sostenía a Jane en mis brazos, el sacerdote ascendido (Jesucristo) estaba intercediendo a nuestro favor. Podíamos descansar en su presencia.»
«La oración a la que me aferré durante ese tiempo fue el Padre Nuestro. Yo no estaba orando solo. “Padre mío, que estás en los cielos” – esta expresión dista mucho de mi realidad. Más bien, por medio del Espíritu Santo, yo oraba, “Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino, hágase tu voluntad.”»
«Descubrir el significado del continuo sacerdocio de Cristo es descubrir el evangelio de una manera que transforma cada parte de nuestra vida y nuestra adoración.»
Malinterpretamos el sacerdocio de todos los creyentes cuando pensamos que significa que debemos venir ante el Padre en nuestra propia fortaleza espiritual. Eso es un error. El sacerdocio de todos los creyentes enfatiza que no necesitamos otro mediador además de Cristo. Él es quien intercede por nosotros, aceptando nuestros intentos fallidos al orar, y presentándolos al Padre como sacrificios aceptables. Nuestra oración es empoderada por el Espíritu y mediada por nuestro Sumo sacerdote, Jesucristo.
Cuando usted no sepa cómo orar, no se desespere. Tenemos a Aquel que ora por nosotros, que se arrodilla a nuestro lado, intercediendo con el Padre, diciendo lo que nosotros no podemos decir.
Lección 2 Asignación
(1) Usando una concordancia o un programa de búsqueda bíblica, encuentre tres ejemplos de oración en la Biblia. Compare cada oración con el Padre Nuestro. ¿Cuáles elementos del Padre Nuestro se encuentran en otras oraciones de la Biblia?
Oración Bíblica
Pasaje
Elementos en la Oración
Ejemplo: La oración de Nehemías
Nehemías 1:5-11
Relación: “guarda el pacto”
Respeto: “Dios fuerte, grande y temible”
Sumisión: “la oración de tu siervo”
Provisión: “concede buen éxito a tu siervo”
Confesión: “confieso los pecados de los hijos de Israel”
(2) Durante un mes, mantenga un diario de oración. Anote sus frustraciones al orar, sus victorias en la oración, y las respuestas de Dios a la oración. Use este diario para motivarse a crecer en su vida de oración.
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