La palabra hebrea traducida santidad o santificación aparece más de 600 veces en el Antiguo Testamento. Tanto la palabra hebrea como la griega para santo básicamente significan ser apartado, dedicado a un propósito. Algo santificado se aparta de un uso anterior para un nuevo propósito específico. Note varias cosas que fueron dedicadas y consideradas santas en el Antiguo Testamento:
Tierra Santa. Dios apartó un terreno como lugar de encuentro con Moisés (Éxodo 3:5).
Santo Tabernáculo y Templo. Muchas cosas santas estaban asociadas con el Tabernáculo y el Templo, incluidas las vestiduras del sacerdote (Levítico 16:32), el pan (Éxodo 29:34) y los muebles (Éxodo 40:9). Estos fueron apartados para la adoración de Dios.
Días Santos. El día de reposo fue apartado como santo (Génesis 2:3; Éxodo 20:8). Otras festividades judías como el Día de la Expiación también eran especiales (Levítico 23:26-29). Estos días fueron apartados para el descanso, la reflexión y la adoración.
Santo Dios. El mayor ejemplo de santidad en la Biblia es Dios mismo. Todo acerca de Dios es santo. Su nombre es santo (Levítico 22:2); sus palabras son santas (Jeremías 23:9); sus caminos son santos (Salmo 77:13). Santidad significa que Dios está totalmente apartado de cualquier cosa pecaminosa, impura, común, ordinaria o inapropiada para su persona y posición divina.
En el Nuevo Testamento se hace referencia a Jesús como santo (Juan 17:19; Hechos 4:27, 30) y sin pecado (2 Corintios 5:21). Los ángeles (Marcos 8:38) y los apóstoles y profetas (Efesios 3:5) son descritos como santos. Todos estos fueron apartados para un propósito especial.
La Biblia llama al pueblo de Dios a ser santo (Levítico 11:44-45; 1 Corintios 1:2; 1 Pedro 1:15-16). Esta lección explicará la santidad que Dios espera de nosotros.
Los santos adoradores de Dios
► Lean juntos el Salmo 119:33-40. ¿Qué nos dice este pasaje sobre la forma en que Dios transforma a un creyente?
Cuando Dios comenzó a revelarse, su primer propósito fue mostrar qué clase de Dios es. Dios se describió a sí mismo principalmente como santo. Isaías a menudo se refería a Dios como "El Santo de Israel".
La santidad de Dios fue el tema de la adoración:
Alaben Tu nombre grande y temible; Él es santo. Exalten al Señor nuestro Dios, y póstrense ante el estrado de Sus pies; Él es santo (Salmo 99:3, 5).
La santidad de Dios es la base de sus requisitos para el hombre. Porque él es santo, llama a sus adoradores a ser santos. Él dijo: “Serán, pues, santos porque Yo soy santo” (Levítico 11:44-45, Levítico 19:2, Levítico 20:26, Levítico 21:8).
El Dios de Israel era diferente de los dioses falsos de los paganos y requería un tipo diferente de adoración.
¿Quién subirá al monte del Señor? ¿Y quién podrá estar en Su lugar santo? El de manos limpias y corazón puro, el que no ha alzado su alma a la falsedad ni jurado con engaño (Salmo 24:3-4).
La pregunta aquí es: "¿La adoración de quién acepta Dios?". No todo el mundo es aceptado como adorador de Dios. Los adoradores de Dios deben ser santos.
La santidad que Dios espera no es sólo ceremonial o fingida; es verdadera santidad. La norma de santidad para los adoradores de Dios se repite en el Nuevo Testamento:
Así como Aquel que los llamó es Santo, así también sean ustedes santos en toda su manera de vivir. Porque escrito está: Sean santos, porque Yo soy santo (1 Pedro 1:15-16).
Manera de vivir se refiere al comportamiento y al estilo de vida completo de una persona. Dios no pide sólo que sus adoradores sean ceremonialmente santos, o que sean llamados santos cuando en realidad no lo son. Espera que sus adoradores vivan vidas santas.
► ¿Cuáles son algunas de las razones por las que la santidad está relacionada con la adoración?
La santidad es importante para adorar porque
1. Amamos a Dios y queremos ser como Él. Adorar a Dios es ver que es el ser más maravilloso que existe y venerarlo tal como es. Adorar es apreciar las características de su naturaleza. La naturaleza de Dios es esencialmente santa, por lo que si realmente adoramos la naturaleza de Dios, odiaremos el pecado y la impureza, incluso si los vemos en nosotros mismos.
2. Amamos a Dios y queremos agradarle. El requisito de Dios no nos sorprende si entendemos qué es realmente la adoración. No lo adoramos por miedo. No lo adoramos sólo porque nos bendice. Lo adoramos porque lo amamos.
Santificación en la conversión
La Biblia usa la palabra santificación para referirse a lo que ha sucedido en la vida de cada creyente. Pablo escribió “a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los que han sido santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos” (1 Corintios 1:2). Pablo escribió: “…fueron lavados, pero fueron santificados, pero fueron justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios” (1 Corintios 6:11). Los corintios ya habían sido santificados aunque no habían alcanzado la madurez espiritual y todavía eran personas de la carne, como niños en Cristo (1 Corintios 3:1).
La palabra santificar, cuando se refiere a estos corintios, se usa en su sentido más general. Los corintios habían sido llamados a salir del pecado y del mundo y habían sido apartados para Dios. Ciertamente no eran maduros en la santificación, pero habían sido apartados de la antigua vida y ahora eran parte de la familia de Dios.
Cuando encontramos a Dios por primera vez, el pecado es el obstáculo para nuestra relación con él. Es por eso que nuestra relación con Dios no puede comenzar hasta que nos arrepintamos, seamos perdonados y se nos dé un corazón nuevo.
Al mismo tiempo que somos reconciliados con Dios, somos transformados (Tito 3:5). Espiritualmente, somos hechos nuevas criaturas. Somos liberados del poder del pecado y deseamos agradar a Dios. La santidad cristiana comienza cuando una persona es salva.
[1]La Biblia nos enseña que la salvación conduce inmediatamente a una vida santa. La gracia de Dios que trae salvación nos enseña a vivir una vida sobria, justa y piadosa en este siglo (Tito 2:11-12). El propósito de la salvación es liberarnos del pecado y hacernos santos, para que podamos vivir en relación con Dios (Lucas 1:74-75, Romanos 6:2, 11-16).
Un anciano hindú le preguntó a Amy Carmichael: “Hemos oído mucha predicación,
¿Puedes mostrarnos la vida de tu Señor Jesús?”
Creciendo en santificación
Mientras vivimos en relación con Dios, continuamos creciendo en santidad a medida que entendemos más de su verdad. Caminar en la luz significa continuar obedeciendo a Dios a medida que aprendemos más de su verdad (1 Juan 1:7). A medida que entendemos mejor lo que le agrada y lo que le desagrada, su verdad y el poder del Espíritu Santo nos cambian.
Una persona que ama a Dios deseará ser completamente santa. No quiere cambiar sólo sus acciones. Quiere que sus motivos sean completamente puros. David oró para poder vivir en completa victoria sobre el pecado, luego oró para que sus palabras e incluso la meditación de su corazón agradaran a Dios. (Salmo 19:12-14. Véase también Salmo 119:7, 34, 36, 69, 80 y 112.)
Todo el proceso de madurez espiritual se llama santificación. La santificación es un proceso de por vida de estar cada vez más separados del pecado y del mundo, y cada vez más dedicados a Dios. Esto se ilustra con la advertencia de Pablo en contra de conformarse al modelo del mundo y su exhortación a “transfórmense [continuamente] mediante la renovación de su mente” (Romanos 12:2). La separación del mundo y la transformación de la mente no son experiencias que se completan en un momento específico de la vida de un cristiano. El creyente experimenta constantemente desarrollo y crecimiento mientras camina con el Señor. Todo esto está incluido en la palabra santificación.
Depravación heredada y santificación
Depravación heredada es la corrupción de la naturaleza moral de una persona que la inclina al pecado desde su nacimiento. Los teólogos a veces lo llaman “pecado original”, porque es la pecaminosidad de nuestra naturaleza con la que nacemos debido al pecado de Adán.
Cada persona nace con una voluntad egocéntrica e inclinada hacia el pecado. Nuestra voluntad no es libre de elegir lo correcto a menos que Dios nos dé el deseo y la fuerza (Romanos 6:16-17). La depravación heredada motiva pecados internos como el orgullo, la envidia, el odio y la falta de perdón. También motiva acciones de pecado.
► Después de que una persona es salva, ¿todavía tiene la depravación heredada?
Una persona que es salva ya no está bajo el control de la depravación heredada. Si todavía estuviera controlado por ella, estaría viviendo en pecado y no sería salvo. La Biblia nos dice que una persona controlada por la mente carnal está condenada (Romanos 8:6-8, 13). La persona salva no está bajo el control de la depravación heredada y puede vivir en victoria sobre el pecado por el poder del Espíritu Santo (Romanos 8:1, 9, 13).
Sin embargo, una persona salva todavía tiene la influencia de la depravación heredada dentro de él hasta que sea limpiada de ella. Pablo les dijo a los creyentes corintios que todavía eran carnales y tenían actitudes como personas del mundo, a pesar de que habían sido salvos. (Lea 1 Corintios 3:1-3.) Incluso dio a entender que era normal que un nuevo cristiano estuviera en esa condición. Dijo que ser carnal era ser como un niño en Cristo.
Un creyente en esta condición ama a Dios, pero no puede amar a Dios con todo su corazón, alma, mente y fuerzas (Mateo 22:37). No puede decir, como Pablo, que tiene un solo motivo para seguir el llamado de Dios (Filipenses 3:13-15). Sabe que algunas de las meditaciones de su corazón no son aceptables ante Dios (Salmo 19:14).
[1]Dios no nos deja en esta condición. Incluso en la antigüedad Dios prometió a Israel que haría una obra de gracia que les haría capaces de amarlo con todo su corazón. (Lea Deuteronomio 30:6.)
David oró por una obra de gracia que estaba más allá del perdón. Había caído en pecado y se dio cuenta de que había sucedido por un problema en su corazón. Él sabía que el pecado estaba en su naturaleza, pero creía que Dios exigía que fuera completamente santo. Oró por una limpieza completa. (Lea Salmo 51:5-10.)
Los creyentes en el Nuevo Testamento fueron llamados a otro evento especial después de la conversión. Los creyentes tesalonicenses fueron ejemplos maravillosos de creyentes que aceptaron el evangelio, se alejaron de los ídolos, soportaron persecución, tuvieron gozo en el Espíritu Santo y esperaron el regreso de Jesús (1 Tesalonicenses 1:6-10). Sin embargo, todavía faltaba algo en su fe. No era algo que se proporcionaría en un proceso largo o en el momento de la muerte, porque Pablo dijo que podría suceder en su visita a ellos. (Lea 1 Tesalonicenses 3:10.) Oró:
Y que el mismo Dios de paz los santifique por completo; y que todo su ser, espíritu, alma y cuerpo, sea preservado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es Aquel que los llama, el cual también lo hará (1 Tesalonicenses 5:23-24).
Pablo oró para que estos creyentes fueran santificados por completo. El resultado sería que los creyentes serían irreprochables en cuerpo, alma y espíritu cuando el Señor regresara.
Los discípulos de Jesús experimentaron una obra especial de gracia en Pentecostés. Sabemos que ya eran salvos antes de ese tiempo, porque Jesús dijo que no eran del mundo, que de él y del Padre eran, y que sus nombres estaban escritos en el cielo (Juan 15:3, Juan 17:14, 9-10; Lucas 10:20). Pero eran egocéntricos y no tenían las prioridades de Dios. Jesús los corrigió repetidamente por sus actitudes pecaminosas. (Lea Marcos 9:33-34; Marcos 10:35-41; Lucas 9:54-55.)
Después de la resurrección de Jesús, justo antes de regresar al cielo, les dijo a sus discípulos que iban a ser sus testigos ante el mundo. Pero les dijo que primero debían ser bautizados con el Espíritu Santo. (Lea Lucas 24:49; Juan 20:22; Hechos 1:2-5, 8.) Ya les había contado mucho acerca de la obra del Espíritu Santo, particularmente en Juan 14-16.
Los discípulos fueron llenos del Espíritu Santo el día de Pentecostés (Hechos 2:4). Esta llenura cambió sus motivaciones, prioridades y acciones. A lo largo del resto de los acontecimientos del Nuevo Testamento, los discípulos demostraron actitudes y prioridades cristianas, aunque todavía tuvieron malentendidos y cometieron errores. Las epístolas [2]escritas por Pedro y Juan reflejan el mensaje y el corazón de Cristo. La llenura del Espíritu Santo les permitió amar al Señor su Dios con todo su corazón, alma, mente y fuerzas y amar a su prójimo como a sí mismos (Mateo 22:37-39). Debido a que estaban completamente rendidos al Espíritu Santo, él vivió a través de ellos, tal como había vivido a través de Cristo (Lucas 4:1, 14, 18; Hechos 2:22).
Algunos maestros cristianos se centran en el proceso de santificación y otros se centran en un evento de crisis. La experiencia de Pentecostés y el bautismo del Espíritu Santo es un ejemplo de personas que experimentan un evento específico de santificación. El hecho de que algo pueda llegar a ser completo o experimentado de principio a fin implica que se hace en un momento determinado. Es importante que no limitemos lo que el evangelio puede hacer, ni siquiera en un momento de fe y entrega total (Romanos 12:1-2). Todo lo que Jesús proporcionó a través de su muerte y resurrección está disponible para todos los que:
1. Se consideran muertos al pecado con Jesús (Romanos 6:11)
2. No dejen que el pecado reine en sus cuerpos (Romanos 6:12)
3. Presentar sus cuerpos como instrumentos de justicia (Romanos 6:13)
A lo largo de la historia, grandes cristianos han testificado de momentos en los que entraron en una vida llena del Espíritu y en una relación más profunda con Dios, incluidos hombres y mujeres como John Bunyan, Hudson Taylor, Dwight L. Moody, Sammy Morris, Oswald Chambers, Frances Ridley Havergal. y Amy Carmichael.[3]
Si bien es importante que no limitemos lo que Dios puede hacer en un momento, también es importante que no olvidemos la obra del Espíritu Santo a través de los procesos. Aunque este tipo de santificación a veces se describe como completa, este nivel no implica que no pueda haber mayor desarrollo. Por ejemplo, haber aprendido a hablar francés no significa que no se pueda seguir aprendiendo a hablar francés aún mejor. Aquellos que son santificados de principio a fin han llegado a un punto en el que experimentaron una santificación que no habían experimentado antes. Sin embargo, ésta no es una condición absoluta de perfección. Es una vida de santidad donde un creyente continúa desarrollándose.
“La santificación no es mi idea de lo que quiero que Dios haga por mí; la santificación es la idea que Dios tiene de lo que Él quiere hacer por mí, y Él tiene que llevarme a una actitud de mente y espíritu en la que, a cualquier costo, dejaré que Él me santifique por completo”.
“La iglesia tiene una doble responsabilidad en relación con el mundo que nos rodea. Por un lado debemos vivir, servir y testificar en el mundo. Por otro lado, debemos evitar ser contaminados por el mundo. Así que no debemos buscar preservar nuestra santidad escapando del mundo ni sacrificar nuestra santidad conformándonos al mundo”.
-John Stott
[3]Puedes leer muchas de estas historias en el curso Doctrina y práctica de la vida santa de Shepherds Global Classroom.
Santificación y madurez cristiana
La Biblia describe la vida de un creyente maduro. El Espíritu Santo obra en la vida del creyente para desarrollar cualidades cristianas. La obra del Espíritu incluye momentos especiales de limpieza o unción y también procesos graduales. Un creyente no debe estar satisfecho con una vida espiritual que no coincida con la descripción bíblica de un creyente maduro.
El escritor de Hebreos dijo que algunos de sus lectores todavía eran como niños (Hebreos 5:12). Los instó a dejar la doctrina elemental de Cristo y pasar a la madurez (Hebreos 6:1).
Las oraciones de los apóstoles por los creyentes nos muestran la voluntad de Dios para nosotros.
Amor
Pablo oró: “Que el Señor los haga crecer y abundar en amor unos para con otros, y para con todos…” (1 Tesalonicenses 3:12-13). También oró por los efesios:
… También ruego que arraigados y cimentados en amor, ustedes sean capaces de comprender con todos los santos cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, y de conocer el amor de Cristo que sobrepasa el conocimiento (Efesios 3:17-19).
Pablo estaba orando para que estos creyentes aumentaran y abundaran en amor. En 1 Corintios 13, Pablo describió cómo debería verse ese amor en un creyente maduro. La vida de santificación es simplemente amar a Dios con todo tu corazón, alma, mente y fuerzas y amar a tu prójimo como a ti mismo (Lucas 10:27). Ese es el tipo de relación que las personas santas tienen con Dios y con sus semejantes.
Irreprensibilidad
Pablo oró por los tesalonicenses, para que Dios afirme sus corazones irreprensibles en santidad (1 Tesalonicenses 3:12-13). Dos capítulos más tarde, ora para que sean tan santificados que todo su espíritu, alma y cuerpo se mantengan irreprensibles para la venida del Señor Jesucristo (1 Tesalonicenses 5:23). Irreprensibilidad no significa perfección en todos los sentidos. Una persona irreprensible comete errores, pero tiene el carácter y comportamiento que debe tener.
Fortaleza interior
Pablo oró para que los creyentes de Éfeso fueran fortalecidos con poder por su Espíritu en su hombre interior (Efesios 3:15-16). El carácter interior se fortalece a medida que uno avanza en la fe. La fuerza interior es la capacidad de tomar decisiones adecuadas y rechazar decisiones equivocadas.
Cristo habitando en nosotros
Pablo continuó la oración de Éfeso orando para que Cristo habite en sus corazones (Efesios 3:17). La palabra traducida “habitar” en este pasaje significa morar permanentemente, no simplemente quedarse temporalmente en algún lugar. Esta imagen verbal sugiere que Jesús quiere vivir con nosotros y no sólo visitarnos. Cristo se siente cómodo y contento con quienes viven una vida espiritual coherente.
La plenitud de Dios
Pablo concluye la parte de petición de la oración de Efeso orando para que sean llenos de toda la plenitud de Dios (Efesios 3:14-19). Se trata de utilizar una ilustración física para describir una realidad espiritual. Significa que Dios quiere controlar completamente todas las partes de nosotros: nuestra mente, voluntad, emociones, actividades, actitudes, apetitos y reacciones. De todas las descripciones de la vida santa que se encuentran en la Biblia, esta puede ser la más grande: estar tan lleno de piedad que no haya impiedad.
Los siguientes dos versículos concluyen esta oración:
Y a Aquel que es poderoso para hacer todo mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que obra en nosotros, a Él sea la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos. Amén (Efesios 3:20-21).
Esta bendición afirma que Dios puede hacer más de lo que podemos pedir o pensar. Pablo no está hablando de abundancia financiera sino de la vida espiritual. No debemos subestimar los niveles de santidad y madurez que el poder que actúa dentro de nosotros puede ayudarnos a alcanzar.
Prácticas cristianas
El Nuevo Testamento nos brinda prácticas para avanzar hacia la santidad y la madurez.
Mantén una buena conciencia. Pablo informa a Timoteo que la manera de ganar la buena batalla (una ilustración de la vida cristiana victoriosa) es manteniendo la fe y una buena conciencia (1 Timoteo 1:18-19).[1] Pablo también dijo: “Me esfuerzo por conservar siempre [2]una conciencia irreprensible delante de Dios y delante de los hombres” (Hechos 24:16). Escuchar nuestra conciencia puede hacer que nos arrepintamos, hagamos restitución, nos reconciliemos con alguien o cambiemos nuestro comportamiento. Tener una buena conciencia significa que las personas confesarán sus pecados y se arrepentirán de ellos cada vez que se den cuenta de que han hecho mal.
Dedícate a Dios. En la poderosa exhortación de Romanos 12:1, Pablo escribe: “Por tanto, hermanos, les ruego por las misericordias de Dios que presenten sus cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es el culto racional de ustedes”. Los creyentes romanos ya se habían presentado a Dios cuando se convirtieron. Sin embargo, aquí Pablo insta a una devoción más completa a Dios.
No te adaptes al mundo (Romanos 12:2). Adaptarse al mundo es dejarse moldear por la perspectiva de la sociedad incrédula, hasta el punto de compartir sus valores y comportarse como se comportan los incrédulos. La gente del mundo encuentra justificación para ser egoísta e injusto y satisfacer los deseos de la carne de manera pecaminosa. Un creyente es diferente (2 Corintios 10:3-4).
Renueva tu mente. Pablo continúa la exhortación a los romanos diciendo:
… sino transfórmense mediante la renovación de su mente, para que verifiquen cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno y aceptable y perfecto (Romanos 12:2).
Cuanto más uno rechace la manera en que piensa el mundo y abrace la manera de pensar de Dios, más será transformado.
Camina en la luz. Juan escribió: “Pero si andamos en la Luz, como Él está en la Luz, tenemos comunión los unos con los otros, y la sangre de Jesús Su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7). La luz es una figura retórica de la verdad. Por lo tanto, caminar en la luz significa continuar aprendiendo la verdad y seguirla.
Soporta el sufrimiento por fe. La bendición de Pedro en 1 Pedro 5:10 apunta al glorioso objetivo de ser un creyente restaurado, fuerte y estable, pero describe una manera bastante desagradable de llegar allí. “Y después de que hayan sufrido un poco de tiempo, el Dios de toda gracia, que los llamó a Su gloria eterna en Cristo, Él mismo los perfeccionará, afirmará, fortalecerá, y establecerá” (1 Pedro 5:10). El sufrimiento tiene una manera de purificar nuestras actitudes y corregir nuestro comportamiento. Dios permite el sufrimiento que nos desarrolla. Debemos aceptarlo y tratar de aprender lo que Dios nos está enseñando (2 Corintios 12:7-10).
► Lean juntos la declaración de creencias al menos dos veces.
[1]A Pablo le preocupaba especialmente que los pastores tuvieran una conciencia tranquila porque enfatizó este tema tres veces más en sus epístolas pastorales al pastor Timoteo, incluyendo una “buena conciencia” (1 Timoteo 1:5) y una “conciencia limpia” (1 Timoteo 3: 8-9; 2 Timoteo 1:3).
“La gracia barata es la gracia [imaginaria] que nos otorgamos a nosotros mismos. La gracia barata es la predicación del perdón sin requerir arrepentimiento, el bautismo sin disciplina eclesiástica, la Comunión sin confesión... La gracia barata es la gracia sin discipulado, la gracia sin la cruz, la gracia sin Jesucristo vivo y encarnado”.
-Dietrich Bonhoeffer
Declaración de creencias
La santidad cristiana comienza cuando un pecador se arrepiente y es transformado por la gracia de Dios. El creyente crece espiritualmente a medida que crece en su entendimiento de la voluntad de Dios y continúa obedeciendo. La santificación es la obra de Dios en la cual limpia al creyente y lo lleva a un carácter y vida santos.
Asignaciones de la Lección 11
(1) Asignación de pasaje: A cada alumno se le asignará uno de los pasajes que figuran a continuación. Antes de la próxima sesión de clase, deberán leer el pasaje y escribir un párrafo sobre lo que dice acerca del tema de esta lección.
Isaías 6:1-8
Hechos 2:1-18
1 Corintios 10:1-13
1 Tesalonicenses 5:14-24
Tito 2:11-14
(2) Prueba: La próxima clase comenzará con una prueba sobre la Lección 11. Estudie las preguntas de la prueba detenidamente en preparación.
(3) Tarea Docente: Recuerde programar e informar sus horarios de enseñanza fuera de clase.
Prueba de la lección 11
(1) ¿Cuál es el significado básico de santo?
(2) ¿Qué significa que Dios sea santo?
(3) ¿Por qué es importante la santidad en la adoración?
(4) ¿Cuándo comienza la santidad cristiana?
(5) ¿Qué significa caminar en la luz?
(6) ¿Qué le sucede a un creyente durante el proceso continuo de santificación?
(7) ¿Qué es la depravación heredada?
(8) ¿Cómo puede un creyente ser irreprensible en cuerpo, alma y espíritu cuando el Señor regrese?
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