Mientras Jesús caminaba junto al mar de Galilea, pasó junto a un recaudador de impuestos. Como trabajaba para los romanos, Levi era rechazado por los rabinos judíos. Para sorpresa de Levi, Jesús le dijo: “Sígueme” (Marcos 2:14). Los demás rabinos solo veían a un recaudador de impuestos; Jesús veía a una persona a quien amar.
[1]Más tarde, Jesús comió con un grupo de recaudadores de impuestos y pecadores en la casa de Leví. Los fariseos se escandalizaron. Se suponía que Jesús era santo; ¿por qué pasaba tiempo con pecadores? Jesús respondió: “Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores” (Marcos 2:17).
El ejemplo de Jesús conmocionó a sus contemporáneos. Los fariseos eran considerados las personas más santas de la época de Jesús. Decían: “Somos santos, por eso nos alejamos de los pecadores”. Jesús dijo: “Yo soy santo, por eso paso tiempo con los pecadores”.
A Jesús le encantaba pasar tiempo con los pecadores. Al seguir a Jesús, los pecadores se convirtieron en personas santas. Jesús nos dio un modelo de amor santo que transforma el mundo. La santidad es el amor perfecto a Dios y el amor perfecto a las personas. La verdadera santidad transforma nuestro mundo.
¡Señor, haz de mí un instrumento de tu paz!
Que allí donde haya odio, ponga yo amor;
donde haya ofensa, ponga yo perdón;
donde haya duda, ponga yo fe;
donde haya desesperación, ponga yo esperanza;
donde haya tinieblas, ponga yo luz;
donde haya tristeza, ponga yo alegría.
¡Oh, Maestro!,
que no busque yo tanto
ser consolado como consolar;
ser comprendido, como comprender;
ser amado, como amar.
Porque dando es como se recibe;
perdonando, como se es perdonado;
muriendo, como se resucita a la vida eterna.
- San Francisco de Asís
La santidad en el mundo de Jesús
► ¿Cómo miden la santidad las personas de tu mundo? ¿Cómo se compara esta norma con la forma en que vivió Jesús?
¿Qué creían sobre la santidad las personas que vivían en el mundo de Jesús? ¿Cómo esperaban que viviera una persona santa? Al ver la respuesta a estas preguntas, comprenderemos por qué la gente se sorprendió tanto por la vida y las enseñanzas de Jesús.[1]
Lo que creía la gente del mundo de Jesús
La gente de la época de Jesús sabía que Dios es un Dios santo. Sabían que el pueblo de Dios debía ser santo. Un Dios santo exige que su pueblo sea santo. Dios envió a Israel al exilio porque su pueblo no era santo.
La gente de la época de Jesús sabía que la santidad requiere separarse de todo lo que es impuro. El llamado del Antiguo Testamento a ser santos exigía que el pueblo de Dios se mantuviera alejado de todo lo que era pecaminoso.
La gente de la época de Jesús conocía la promesa de Dios de escribir un nuevo pacto en el corazón de su pueblo. Dios prometió dar a su pueblo un corazón nuevo y un espíritu nuevo que les permitiría guardar el pacto (Ezequiel 36:26). La gente de la época de Jesús esperaba que se cumpliera esta promesa.
La gente de la época de Jesús sabía que un Dios santo cumple sus promesas. Dios es fiel a su pacto. Aunque Israel había roto el pacto, Dios siguió siendo fiel. El pueblo judío creía que la gloria de Dios volvería a Israel si su pueblo era santo.
Lo que practicaba la gente del mundo de Jesús
Los religiosos de la época de Jesús creían en estos principios, pero no vivían según el modelo de Dios para la verdadera santidad. No tenían corazones santos.
Los líderes sacerdotales ponían su fe en el templo. Creían que, si los sacrificios se realizaban correctamente, la gloria de Dios volvería. Jesús respondió: “Vayan, y aprendan lo que significa: Misericordia quiero y no sacrificio” (Mateo 9:13). Jesús mostró que los rituales por sí solos no son suficientes.
Los esenios creían que podían ser santos viviendo apartados de los demás. Se trasladaron a comunidades junto al mar Muerto. Jesús respondió: “Les digo que de la misma manera, habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentimiento” (Lucas 15:7). “No he venido a llamar a justos, sino a pecadores” (Mateo 9:13). Jesús tocó a los leprosos; comió con los pecadores. Mostró que podemos ser santos en un mundo pecador.
Los fariseos obedecían los detalles externos de la Ley, pero ignoraban la impureza interior. Jesús comparó a los fariseos con sepulcros que “por fuera lucen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. Así también ustedes, por fuera parecen justos a los hombres, pero por dentro están llenos de hipocresía y de iniquidad” (Mateo 23:27-28). Jesús mostró que la santidad debe comenzar en el corazón. No se pueden tener manos santas si el corazón no es santo.
Estas personas del mundo de Jesús se conformaban con rituales en lugar de la verdadera santidad. En lugar de amar a Dios, medían la santidad con normas. En lugar de amar su mundo, Israel construyó muros para excluir a un mundo necesitado. Jesús mostró que una persona santa ama a Dios y ama a su prójimo.
[1]Gran parte de este material está basado en Kent Brower, Holiness in the Gospels (Kansas City: Beacon Hill Press, 2005).
La vida de Jesús fue un modelo de santidad
Cuando leemos sobre la santidad en el Antiguo Testamento, podemos sentir la tentación de decir: “Es una bonita teoría, pero ¿cómo se ve en la vida real?”. Jesús vino a mostrarnos cómo es la santidad en la vida cotidiana. La genealogía de Lucas mostraba que Jesús era “[hijo] de Adán, [hijo] de Dios” (Lucas 3:38). Cuando miramos a Jesús, el hijo de Adán, vemos el modelo perfecto de una persona santa. Los Evangelios muestran la santidad en la vida de Jesús de Nazaret.
La santidad es caminar con Dios
En Jesús vemos el modelo de la relación del hombre con Dios. La vida de oración de Jesús demostró su íntima relación con su Padre. Jesús se apartaba regularmente de las multitudes para estar a solas con su Padre. En su humanidad, Jesús buscó una relación cercana con su Padre celestial. Caminó con Dios.
Quizás la imagen más grande de la relación de Jesús con el Padre se ve en su grito desde la cruz. Mientras llevaba nuestros pecados en la cruz, “Jesús exclamó a gran voz, diciendo... ‘Dios Mío, Dios Mío, ¿por qué me has abandonado?’” (Mateo 27:46). Al morir en nuestro lugar y llevar el castigo que merecíamos por nuestro pecado, Jesús se sintió abandonado por su Padre.
Jesús mostró la intimidad de su relación con Dios. La santidad sugerida por Abraham y David se cumplió en la vida de Jesús de Nazaret.
La santidad es separación
Ser santo significa estar separado del pecado y apartado para Dios. En su humanidad, Jesús fue un modelo de separación del pecado. Él no conoció pecado (2 Corintios 5:21). El discípulo más cercano a Jesús durante su ministerio terrenal testificó: “En Él no hay pecado” (1 Juan 3:5).
En su humanidad, Jesús fue un modelo de estar apartado para Dios. Vivió en voluntaria sumisión al Padre. Jesús testificó: “Aquel que me envió está conmigo; no me ha dejado solo, porque Yo siempre hago lo que le agrada” (Juan 8:29). Jesús fue apartado para su Padre.
La santidad es la imagen de Dios
Ser santo es reflejar la imagen de Dios. Cuando miramos a Jesús, vemos la imagen perfecta del Padre. “El Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos Su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14). Cuando Felipe le pidió a Jesús “muéstranos al Padre”, Jesús respondió: “El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre” (Juan 14:8-9). En Jesús vemos la imagen perfecta de Dios.
La santidad es un corazón indiviso
Una persona santa tiene un corazón indiviso; está completamente dedicada a Dios. En el huerto de Getsemaní, Jesús oró: “Padre, si es Tu voluntad, aparta de Mí esta copa; pero no se haga Mi voluntad, sino la Tuya” (Lucas 22:42). El corazón de Jesús estaba completamente rendido a la voluntad del Padre. Jesús muestra lo que significa tener un corazón indiviso.
La santidad es justicia
La verdadera santidad requiere un comportamiento justo. Una persona santa se caracteriza por la justicia, la misericordia y la humildad. En la vida de Jesús vemos el ejemplo perfecto de la justicia.
La imagen definitiva de la justicia se ve cuando Jesús soportó la justa ira de Dios en la cruz. Jesús no negó la justicia del castigo por el pecado; en cambio, pagó el castigo en nuestro lugar.
Jesús demostró misericordia en su trato con los leprosos, las mujeres, los niños y los pobres. Mostró misericordia a la mujer adúltera, a Zaqueo y al ladrón en la cruz. Una y otra vez, Jesús respondió con misericordia a aquellos que habían sido rechazados por los demás.
Más de 700 años antes del nacimiento de Jesús, Isaías describió la humildad del Mesías. “No tiene aspecto hermoso ni majestad para que lo miremos, ni apariencia para que lo deseemos” (Isaías 53:2). Isaías profetizó: “No clamará ni alzará Su voz, ni hará oír Su voz en la calle. No quebrará la caña cascada, ni apagará la mecha que casi no arde” (Isaías 42:2-3).
Jesús mostró su misión de justicia, misericordia y humildad en su primer sermón público. En la sinagoga de Nazaret, leyó la profecía de Isaías sobre un Siervo que vendría:
El Espíritu del Señor está sobre Mí, porque me ha ungido para anunciar el evangelio a los pobres. Me ha enviado para proclamar libertad a los cautivos, y la recuperación de la vista a los ciegos; Para poner en libertad a los oprimidos; Para proclamar el año favorable del Señor (Lucas 4:18-19, de Isaías 61:1-2).
Isaías previó el año de gracia del Señor, un tiempo de justicia para todos los pueblos. Jesús anunció que había venido a cumplir esta promesa: “Hoy se ha cumplido esta Escritura que han oído” (Lucas 4:21). El ministerio terrenal de Jesús proporcionó un modelo de justicia.
La santidad en los Evangelios: amar al prójimo
En la lección 7, vimos que ser santo es amar a Dios con un amor indiviso. Ser santo es también amar a nuestro prójimo. Jesús dio estos dos mandamientos, “Ama a Dios” y “Ama a tu prójimo”, como resumen de toda la ley (Marcos 12:29-31).
El verdadero amor a Dios siempre traerá consigo el amor a los demás. Si amamos a Dios, amaremos a las personas que Dios ama. La santidad nunca es solitaria; una vida santa se vive en relación con nuestro prójimo. La santidad es amor perfecto a Dios y amor perfecto a los demás. El amor perfecto a Dios no puede separarse del amor a nuestro prójimo.
Jesús lo expresó así: “En verdad les digo que en cuanto lo hicieron a uno de estos hermanos Míos, aun a los más pequeños, a Mí lo hicieron” (Mateo 25:40). Juan relacionó nuestro amor a Dios con el amor al prójimo:
Si alguien dice: “Yo amo a Dios”, pero aborrece a su hermano, es un mentiroso. Porque el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto. Y este mandamiento tenemos de Él: que el que ama a Dios, ame también a su hermano (1 Juan 4:20-21).
En su raíz, el pecado es el egocentrismo. En el jardín, Satanás le prometió a Eva que ella podría ser como Dios (Génesis 3:5). En Babel, las personas estaban decididas a hacerse famosas (Génesis 11:4). En contra de los deseos de Dios, Israel pidió un rey para poder ser como todas las demás naciones (1 Samuel 8:5). En cada caso, el pecado es egocentrismo.
Si el pecado es egocentrismo, entonces la santidad (lo contrario del pecado) incluirá el altruismo. Si el pecado nos lleva a buscar nuestro propio bien, entonces la santidad nos llevará a buscar el bien de los demás. Si el pecado es amor propio, entonces la santidad es amor por los demás. Ser santo es amar a los demás. El mandamiento que se repite con más frecuencia en el Nuevo Testamento es el mandamiento del amor. Se repite al menos 55 veces.
Jesús enseñó que la santidad es amor compasivo hacia los demás. Jesús mostró que una persona santa atraerá a los pecadores hacia un Dios santo a través de una vida de amor santo.
La obediencia al mandato de Dios “santos serán porque Yo, el Señor su Dios, soy santo” nos exige amar a nuestro prójimo. Jesús demostró un amor perfecto por los demás y enseñó a sus seguidores a amar a los demás de manera perfecta.
Jesús demostró un amor perfecto por los demás
Al principio del ministerio de Jesús, Juan el Bautista envió a sus seguidores a preguntarle: “¿Eres Tú el que ha de venir, o esperamos a otro?” (Lucas 7:19). Un fariseo habría esperado que Jesús respondiera señalando su vida separada y sus sabias enseñanzas. En cambio, Jesús señaló su servicio amoroso a los demás:
Vayan y cuenten a Juan lo que han visto y oído: los ciegos reciben la vista, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos son resucitados y a los pobres se les anuncia el evangelio (Lucas 7:22).
Un repaso de los milagros de Jesús demuestra su amor perfecto por los demás. Un centurión romano le pidió a Jesús que sanara a su siervo. La mayoría de los rabinos judíos habrían rechazado su petición. Jesús no solo sanó al siervo, sino que alabó la fe de este gentil (Mateo 8:5-13).
Incluso cuando sus milagros le acarreaban oposición, Jesús actuaba por amor. Cuando una mujer lisiada se le acercó, la sanó en sabbat. Aunque nada en la Ley impedía esta curación, los fariseos no permitían sanar en sabbat. Por amor, Jesús se arriesgó a provocar la ira de los líderes religiosos (Lucas 13:10-21).
Jesús mostró amor incluso a aquellos que sufrían como resultado de sus propias acciones pecaminosas. Jesús mostró amor a una mujer samaritana que llevaba una vida inmoral (Juan 4). Protegió a una mujer que había sido sorprendida en adulterio. Jesús no negó su pecado, sino que le ordenó: “Vete; y desde ahora no peques más” (Juan 8:11). Jesús sabía que la santidad requiere separarse del pecado, pero también sabía que el amor perfecto es más fuerte que el poder del pecado.
Apenas unas horas antes de su muerte, Jesús demostró amor hacia los demás. Malco, el siervo del sumo sacerdote, acompañó a su amo para arrestar a Jesús en el huerto de Getsemaní. Cuando Simón Pedro le cortó la oreja a Malco, Jesús reprendió a Pedro y sanó a Malco (Mateo 26:50-52). Jesús mostró lo que significa amar al enemigo.
Mientras Jesús estaba colgado en la cruz, un ladrón le pidió misericordia. Este ladrón merecía la muerte; era un criminal violento. Jesús, que no sufría por sus propios pecados, sino por los de los demás, prometió misericordia a un ladrón moribundo (Lucas 23:39-43). A pesar de su propia agonía, Jesús amó a un hombre que parecía imposible de amar.
Jesús enseñó a sus seguidores a amar a los demás perfectamente
Jesús enseñó a sus seguidores lo que significa amar perfectamente. Jesús mostró que el amor perfecto es la norma de vida en el reino de los cielos.
Jesús enseñó el amor perfecto en el Sermón del Monte (Mateo 5-7)
El mandamiento “Por tanto, sean ustedes perfectos como su Padre celestial es perfecto” es el centro del Sermón de la Montaña. Este mandamiento sigue a una serie de ejemplos de amor hacia los demás. Ser perfectos como nuestro Padre celestial es perfecto es vivir una vida de amor indiviso hacia los demás.
Si la santidad significara solo la separación del pecado externo, los fariseos serían las personas más santas. Se les llamaba “los separados”. Jesús exigía más que la separación de los fariseos. “si su justicia no supera la de los escribas y fariseos, no entrarán en el reino de los cielos” (Mateo 5:20).
En contraste con la falsa justicia de los fariseos, Jesús mostró que los ciudadanos de su reino son personas de amor. El comportamiento externo que no se corresponde con la santidad interna es hipocresía, no es santidad. Debemos tener corazones santos y manos santas.
Una persona de amor perfecto va más allá de la obediencia al mandamiento “No matarás”. El amor busca la reconciliación con un hermano ofendido. Un hombre de amor perfecto va más allá de la obediencia al mandamiento “No cometerás adulterio”. El amor se niega incluso a mirar a una mujer para satisfacer deseos egoístas.
Un hombre de amor perfecto no busca excusas para divorciarse. Ama a su esposa lo suficiente como para buscar su mayor bien. Una persona de amor perfecto dice la verdad sin evasivas. Una persona de amor perfecto no busca venganza.
Jesús concluyó:
Amen a sus enemigos y oren por los que los persiguen, para que ustedes sean hijos de su Padre que está en los cielos; porque Él hace salir Su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos (Mateo 5:44-45).
Amar como Dios ama es amar a tu enemigo. Jesús no rebajó las exigencias de la santidad; las elevó. Tu justicia debe superar la justicia externa de los escribas y fariseos (Mateo 5:20). En lugar de conformarse con el comportamiento externo, Dios transforma el corazón. Cuando amas como Dios ama, eres perfecto, tal como tu Padre celestial es perfecto.
Jesús enseñó el amor perfecto en la parábola del buen samaritano (Lucas 10:25-37)
Un intérprete de la ley le preguntó a Jesús: “Maestro, ¿qué haré para heredar la vida eterna?”. Jesús respondió preguntándole: “¿Qué está escrito en la Ley?”. El abogado sabía la respuesta correcta: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu fuerza, y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo”.
El intérprete de la ley no quería enfrentarse a las exigencias del amor. Buscaba una excusa para no tener que poner en práctica su doctrina. “Pero queriendo él justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ‘¿Y quién es mi prójimo?’”. Jesús respondió con la parábola del buen samaritano.
Jesús enseñó que somos responsables de amar a nuestro prójimo no solo con palabras, sino con acciones. Al igual que el buen samaritano, el cristiano que ama perfectamente busca oportunidades para servir a los demás, incluso a un enemigo. Si amamos a nuestro prójimo, buscaremos oportunidades para servir. Santiago preguntó:
Si un hermano o una hermana no tienen ropa y carecen del sustento diario, y uno de ustedes les dice: “Vayan en paz, caliéntense y sáciense”, pero no les dan lo necesario para su cuerpo, ¿de qué sirve? (Santiago 2:15-16).
El amor perfecto se ve en las acciones, no solo en las palabras. Las personas santas aman como amó Jesús. Amar perfectamente es amar sacrificialmente.
Jesús enseñó el amor perfecto al lavar los pies de sus discípulos (Juan 13:1-20)
La noche en que fue arrestado, Jesús enseñó una de sus lecciones más importantes sobre el amor perfecto. Mientras comían la cena de Pascua, los discípulos comenzaron a discutir sobre cuál de ellos era el mayor.
Jesús respondió: “Cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No lo es el que se sienta a la mesa? Sin embargo, entre ustedes Yo soy como el que sirve” (Lucas 22:27). Luego tomó una toalla y comenzó a lavar los pies de los discípulos, la tarea de un sirviente. Jesús se arrodilló y lavó los pies de cada uno de los hombres que estaban en la habitación, incluso los de Judas.
Cuando terminó, Jesús preguntó: “¿Saben lo que les he hecho?”. Quería enseñar a estos discípulos ávidos de poder una lección importante:
Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy. Pues si Yo, el Señor y el Maestro, les lavé los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Porque les he dado ejemplo, para que como Yo les he hecho, también ustedes lo hagan (Juan 13:13-15).
En las últimas horas con sus discípulos, Jesús enseñó que el amor perfecto es humilde. El amor perfecto no busca una posición; el amor perfecto busca oportunidades para servir. La santidad es amor perfecto.
Una vida de amor perfecto
Jesús dijo: “Sean ustedes perfectos como su Padre celestial es perfecto” (Mateo 5:48). Muchas personas reaccionan diciendo: “¡Nadie es perfecto!”. Sin embargo, no podemos ignorar el mandato de Jesús: “Sean perfectos”. ¿Qué quiso decir? ¿Es posible que los cristianos comunes y corrientes obedezcan el mandato de Jesús?
¿Qué significa “ser perfectos”?
Hay dos cosas que nos ayudan a entender lo que Jesús quiso decir. Primero, veamos la definición de la palabra griega traducida como “perfecto” en Mateo 5:48. Teleios significa “ser completo”. Teleios viene de un sustantivo que significa “meta” o “propósito”. Ser perfecto significa alcanzar una meta.
El Antiguo Testamento muestra que una persona perfecta tiene un corazón indiviso hacia Dios. Esta idea continúa en el Nuevo Testamento. La meta de Dios para su pueblo es el amor completo, el amor de un corazón indiviso. ¿Es posible alcanzar la perfección con nuestras propias fuerzas? No. ¿Es posible amar a Dios de manera perfecta e indivisa? Jesús dice que sí.
En segundo lugar, fíjate en el contexto de Mateo 5:48. Los versículos anteriores y posteriores a Mateo 5:48 muestran que ser perfecto es amar a Dios y a nuestro prójimo con un amor perfecto. El mandamiento de Jesús resume una vida de amor hacia Dios y hacia nuestro prójimo.
El mandamiento “Sean ustedes perfectos” sigue los ejemplos de amor hacia nuestro prójimo que se encuentran en Mateo 5:21-47. En lugar de matar, cometer adulterio, divorciarse, romper votos y vengarse, las personas santas viven en el amor. El último de estos mandamientos es “amen a sus enemigos y oren por los que los persiguen” (Mateo 5:44). Las personas santas aman a quienes buscan hacerles daño. Ser perfecto significa amar como Dios ama.
Inmediatamente después de este mandamiento, Jesús dio ejemplos de lo que significa amar verdaderamente a Dios en Mateo 6:1-18. Los hipócritas dan a los pobres para recibir honra de la gente; los que aman a Dios perfectamente dan para ser vistos por su Padre, que ve en lo secreto.
A los hipócritas “les gusta ponerse en pie y orar en las sinagogas y en las esquinas de las calles , para ser vistos por los hombres”. Los que aman a Dios perfectamente entran en su habitación, cierran la puerta y oran a su Padre que está en secreto. Los hipócritas ayunan para impresionar a los demás; desfiguran sus rostros para que otros vean su ayuno. Los que aman a Dios perfectamente solo quieren ser vistos por su Padre que está en secreto.
Pablo ordenó a los creyentes de Colosas que vivieran una vida santa. Describió una vida de amor y perdón:
Ustedes como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de tierna compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia; soportándose unos a otros y perdonándose unos a otros, si alguien tiene queja contra otro... (Colosenses 3:12-13).
El punto culminante de esta lista es el amor. “Sobre todas estas cosas, vístanse de amor, que es el vínculo de la unidad” (Colosenses 3:14). Ser perfecto es vestirse de amor. Cuando Jesús dijo “Sean perfectos”, nos mandó vestirnos de amor a Dios y a nuestro prójimo. El amor perfecto es el amor que proviene de un corazón indiviso.
¿Cuán perfecto es el amor perfecto?
En el uso común, a veces utilizamos la palabra perfecto en sentido absoluto. Utilizamos perfecto para referirnos a algo que no se puede mejorar ni aumentar. Si pensamos en perfecto como un nivel absoluto de logro, mediremos la santidad por nuestras obras. Al igual que los fariseos, consideraremos la santidad como una vara de medir.
Muchas personas adoptan este enfoque de la vida santa. Al igual que los fariseos, tienen una lista de casillas que deben marcar. Si todas las casillas están marcadas, entonces piensan que son perfectos.
“¿Cumplo los mandamientos?”.
“¿Llevo la ropa adecuada?”
“¿Digo las palabras correctas?”
En la Biblia, la palabra perfecto no es absoluta. No niega un mayor crecimiento. Job era perfecto (Job 1:1), pero creció en su relación con Dios a través de las experiencias que soportó.
En la Biblia, ser perfecto significa ser completo en cada etapa del crecimiento. El autor de Hebreos escribió a los cristianos que no eran perfectos para su etapa de crecimiento. No habían logrado alcanzar la madurez espiritual.
Pues aunque ya debieran ser maestros, otra vez tienen necesidad de que alguien les enseñe los principios elementales de los oráculos de Dios, y han llegado a tener necesidad de leche y no de alimento sólido. Porque todo el que toma solo leche, no está acostumbrado a la palabra de justicia, porque es niño. Pero el alimento sólido es para los adultos (teleios), los cuales por la práctica tienen los sentidos ejercitados para discernir el bien y el mal (Hebreos 5:12-14).
El autor de Hebreos no está sugiriendo que los creyentes adultos (o perfectos) ya no necesitan alimento espiritual. Los está impulsando hacia la madurez, para que puedan comer el alimento espiritual apropiado para su edad espiritual. Ser perfecto es ser apropiadamente maduro para nuestra etapa de experiencia cristiana. Ser perfecto significa que somos completos e íntegros; somos lo que Dios quiere que seamos.
En lugar de una vara de medir, la imagen bíblica de la perfección es un círculo. Un círculo es perfecto; no se puede hacer más circular. Sin embargo, un círculo perfecto se puede hacer más grande; un círculo perfecto puede crecer y expandirse. Es perfecto, pero sigue creciendo.
Una persona santa está llena de amor perfecto por Dios y por su prójimo. A medida que maduramos, nuestra capacidad de amar aumenta. El círculo se expande. A medida que maduramos, nuestro amor abunda “más y más en conocimiento verdadero y en todo discernimiento” (Filipenses 1:9). En cada etapa del crecimiento, Dios dice: “Esta persona me ama con un amor perfecto. Es santa”.
Una persona que ha caminado con Dios durante cuarenta años comprenderá mejor cómo mostrar amor a su prójimo que una persona que ha caminado con Dios durante un año. Pero ambos pueden amar a su prójimo con un corazón indiviso. Ambos pueden mostrar un amor perfecto.
Cuando una niña de cinco años le hace un dibujo a su padre, él le dice: “¡Gracias! ¡Es perfecto!”. No quiere decir que su obra de arte no pueda ser mejor. A los 15 años, esta misma niña hará un dibujo mucho mejor.
“¡Es perfecto!” significa: “Este dibujo sale de un corazón lleno de amor. Es adecuado para su etapa de madurez”.
El amor perfecto no es un estándar de rendimiento. El amor perfecto es amor incondicional por Dios y por los demás. El amor perfecto es seguir el ejemplo de Jesús, quien vino a revelar el amor perfecto en la vida cotidiana.
¿Es posible para el creyente ordinario tener amor perfecto?
Los puritanos del siglo XVII establecieron un principio importante para la interpretación de la Biblia. Afirmaban que los mandamientos bíblicos son “promesas encubiertas”. Los puritanos se referían a que un mandamiento bíblico es una promesa disfrazada. Un mandamiento bíblico implica una promesa bíblica. Si Dios ordena algo, hará posible que se cumpla. Lo que Dios exige a su pueblo, lo hará en su pueblo.
Imaginemos un padre terrenal que le da a su hijo un mandato imposible. “Hijo, si quieres complacerme, debes correr una milla en dos minutos”. Durante un tiempo, el hijo podría intentar alcanzar este objetivo, pero las expectativas de su padre son imposibles. Al final, el hijo se desanimaría o incluso se amargaría. ¿Es este un buen padre? No.
Dios es un buen Padre. No frustra a sus hijos con mandamientos imposibles. Cuando Jesús nos manda que seamos perfectos como nuestro Padre celestial es perfecto, nos da el poder para obedecer su mandato.
El Sermón del Monte muestra la vida en el reino de Dios. No se trata de una nueva ley que nos esclaviza más que la antigua. No es un conjunto de ideales inalcanzables para mostrarnos lo lejos que estamos de cumplir las exigencias de Dios. Es una imagen de la vida cotidiana en el reino de Dios. En ningún momento Jesús dice: “Este es mi mandamiento, pero no pueden obedecerlo”. En cambio, Jesús dice: “Esto es lo que deben ser”.
Si miramos el mandamiento de Jesús a través de los ojos de la capacidad humana, es imposible. Con nuestras fuerzas humanas, no podemos cumplir el mandamiento de Dios de ser perfectos. Con nuestras fuerzas humanas, no podemos amar al Señor nuestro Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con toda nuestra mente. Sin embargo, con la fuerza de Dios, podemos obedecer los mandamientos de Dios. El amor perfecto es posible a través de la gracia de Dios.
Un joven rico preguntó: “Maestro, ¿qué cosa buena haré para obtener la vida eterna?” (Mateo 19:16). Jesús respondió enumerando los mandamientos:
No matarás; no cometerás adulterio; no hurtarás; no darás falso testimonio; honra a tu padre y a tu madre; y amarás a tu prójimo como a ti mismo (Mateo 19:18-19).
Cuando el joven dijo: “Todo esto lo he guardado”, Jesús añadió un mandamiento más: “Si quieres ser perfecto, ve y vende lo que posees y da a los pobres, y tendrás tesoro en los cielos; y ven, sé Mi discípulo” (Mateo 19:20-21). Ser perfecto significa amar a Jesús más que a las posesiones.
El joven se fue triste, porque era dueño de muchos bienes. El joven rico no amaba a su prójimo perfectamente; no quería vender sus bienes y dárselos a los pobres. No amaba a Dios perfectamente; no quería dejar su casa para seguir a Jesús. Este joven tenía el corazón dividido. Quería a Dios, pero también quería sus grandes bienes.
Cuando vieron las exigencias del discipulado, los discípulos se asombraron mucho y preguntaron: “Entonces, ¿quién podrá salvarse?” La respuesta de Jesús responde a la pregunta: “¿Es posible la perfección para los creyentes comunes?” Jesús dijo: “Para los hombres eso es imposible, pero para Dios todo es posible” (Mateo 19:25-26).
Con fuerzas humanas, es imposible amar perfectamente a Dios y al prójimo. Pero con Dios todo es posible. Un Padre amoroso no frustra a sus hijos con mandamientos que no pueden cumplir. Los mandamientos de las Escrituras van acompañados de la gracia para obedecerlos. “Sean ustedes perfectos como su Padre celestial es perfecto” no es un garrote legalista para llevar a los cristianos a la desesperación. Es una promesa misericordiosa de que Dios puede hacer en nosotros lo que nunca podríamos hacer por nosotros mismos.
¿Es posible obedecer el mandato de Jesús de ser perfectos? Según el Sermón de la Montaña, la respuesta es un alegre “¡Sí!”. Ser perfecto en el reino de Dios es tener un corazón de amor perfecto. Ser perfecto en el reino de Dios es tener un amor sincero por Dios y por nuestro prójimo. ¿Es esto posible? Según Jesús, el amor perfecto es posible y necesario. El amor perfecto es el propósito de Dios para su pueblo.
La santidad en la práctica: ¿cómo puede el amor cumplir la Ley?
Jasón dice: “Amo a Dios con todo mi corazón. Y amo a la mayoría de las personas. Pero no puedo amar a los negros. Creo que todos los negros son perezosos”.
El amigo de Jasón respondió: “¡Pero los cristianos deben amar a todo el mundo! Los cristianos no pueden juzgar injustamente a otras personas”. Jasón respondió: “No creo que Dios se interese por cosas tan insignificantes como estas. ¿No es normal evitar a las personas que son diferentes a nosotros?”.
Dios dice: “Las personas santas tratan a todas las personas, incluidas aquellas que son diferentes a nosotros, con compasión y misericordia”.
Si en verdad ustedes cumplen la ley real conforme a la Escritura: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, bien hacen. Pero si muestran favoritismo, cometen pecado y son hallados culpables por la ley como transgresores (Santiago 2:8-9).
Una medida de tu carácter es cómo tratas a aquellos que no pueden hacer nada por ti. Es fácil mostrar deferencia y honor a las personas que están en posición de recompensarnos con dinero, trabajo o autoridad. El amor honra a aquellos que no pueden hacer nada por nosotros: los pobres, los ancianos, los niños y otras personas sin posición. La ley real del amor influye en cómo tratamos a todos. El amor cumple la ley.
El amor cumple la ley
El tema del amor perfecto es fundamental en el mensaje de una vida santa. En la lección 7, vimos que el amor a Dios es más que una emoción. El amor a Dios cambia todo el enfoque de nuestra vida. Ahora queremos complacer a Dios más que a nosotros mismos. De la misma manera, el amor al prójimo desplaza nuestro enfoque de nosotros mismos a los demás.
Pablo escribió a la iglesia de Roma:
No deban a nadie nada, sino el amarse unos a otros. Porque el que ama a su prójimo, ha cumplido la ley. Porque esto: “No cometerás adulterio, no matarás, no hurtarás, no codiciarás”, y cualquier otro mandamiento, en estas palabras se resume: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. El amor no hace mal al prójimo. Por tanto, el amor es el cumplimiento de la ley. (Romanos 13:8-10).
Todo cristiano tiene una deuda de amor. Pablo nos asegura que, si cumplimos con la obligación del amor, habremos cumplido con todas las demás obligaciones de la ley. Si amamos a los demás, no cometeremos adulterio, ni mataremos, ni hurtaremos, ni codiciaremos. Las obligaciones de la ley se cumplirán cuando ame a mi prójimo como a mí mismo.
En los últimos capítulos de Romanos, Pablo muestra cómo el amor cumple la ley. Aquellos que están llenos del amor de Dios:
Sirven al cuerpo de Cristo en lugar de a sí mismos (Romanos 12:3-5)
Aborrecen el mal y se aferren al bien (Romanos 12:9)
Compiten en mostrar honor a los demás (Romanos 12:10)
Se preocupan por las necesidades de los demás (Romanos 12:13)
Viven en paz con los demás, incluso con sus enemigos (Romanos 12:14-21)
Se someten a las autoridades gobernantes (Romanos 13:1-7)
Respetad las convicciones de otros creyentes (Romanos 14:1-23)
Servir a las necesidades del prójimo como lo hizo Cristo (Romanos 15:1-3)
El amor a Dios cambia la orientación de nuestro corazón de nosotros mismos a Dios. El amor al prójimo cambia la orientación de nuestro corazón de nosotros mismos a los demás. Ambos forman parte de lo que significa ser una persona santa.
John Wesley resumió el significado de la perfección cristiana:
El amor es el don más elevado de Dios; el amor humilde, manso y paciente. Todas las visiones, revelaciones o dones son pequeñas cosas comparadas con el amor. No hay nada más elevado en la religión; si buscas otra cosa que no sea más amor, estás buscando fuera del blanco, te estás desviando del camino real.
Y cuando preguntas a los demás: “¿Has recibido tal o cual bendición?”, si te refieres a otra cosa que no sea más amor, te equivocas; los estás desviando del camino y llevándolos por una pista falsa. Decide entonces en tu corazón que, desde el momento en que Dios te ha salvado de todo pecado, no debes aspirar a nada más que a ese amor descrito en 1 Corintios 13. No puedes llegar más alto que esto.[1]
Amar a nuestro prójimo cristiano
Hay dos áreas que demuestran cómo es el amor perfecto en relación con otros cristianos.
El amor respeta las convicciones de otros cristianos
En su carta a los cristianos de Corinto, Pablo abordó el tema de la libertad cristiana. ¿Cómo debo responder a otro creyente que puede sentirse herido espiritualmente por mi libertad? Pablo escribió a cristianos fuertes que decían: “Sabemos que los ídolos no son nada. Comer alimentos que han sido ofrecidos a los ídolos no significa nada para nosotros”. Pablo respondió:
Pero tengan cuidado, no sea que esta libertad de ustedes de alguna manera se convierta en piedra de tropiezo para el débil. Porque si alguien te ve a ti, que tienes conocimiento, sentado a la mesa en un templo de ídolos, ¿no será estimulada su conciencia, si él es débil, a comer lo sacrificado a los ídolos? Por tu conocimiento se perderá el que es débil, el hermano por quien Cristo murió. Y así, al pecar contra los hermanos y herir su conciencia cuando esta es débil, pecan contra Cristo. Por tanto, si la comida hace que mi hermano caiga en pecado, no comeré carne jamás, para no hacer pecar a mi hermano (1 Corintios 8:9-13).
Pablo renunciará a comer carne por el resto de su vida antes que hacer caer a un hermano cristiano más débil. El amor perfecto significa que se preocupa más por la salvación de otro hermano cristiano que por sus propios derechos. Más adelante, Pablo dice: “Sufrimos todo para no causar estorbo al evangelio de Cristo” (1 Corintios 9:12).
Los corintios decían: “Somos libres de hacer lo que queramos. No tenemos que considerar las necesidades de otro creyente”. Pablo dijo: “Soy libre para servir a las necesidades de otros creyentes. No estoy esclavizado por mis propios deseos y derechos. Soy libre para amar a los demás”. Este es el amor perfecto que Dios quiere dar a todos los cristianos.
► Lee Romanos 14.
En la iglesia de Roma había cristianos débiles que solo comían verduras. Es posible que fueran cristianos judíos que seguían las leyes alimentarias judías y no querían arriesgarse a comer alimentos impuros. También había cristianos fuertes que tenían más conocimientos y sabían que las leyes alimentarias ya no eran vinculantes para los cristianos.
Pablo mostró a cada grupo lo que significa amar como Cristo amó. El cristiano débil no debe juzgar al que come carne. El amor no juzga.
Sin embargo, los cristianos fuertes no deben despreciar a los débiles ni ejercer su libertad de manera que socave la fe de los débiles. Por el contrario, los cristianos fuertes renunciarán a sus derechos para no destruir la fe de los creyentes más débiles. ¿Por qué? Por amor.
Porque si por causa de la comida tu hermano se entristece, ya no andas conforme al amor. No destruyas con tu comida a aquel por quien Cristo murió (Romanos 14:15).
Esto es lo que significa amar a tu prójimo cristiano. Debemos amar como Cristo amó. Él dio su vida por este hermano más débil; sin duda, dice Pablo, podemos renunciar a nuestro derecho a comer carne.
► Discutan un área en la que los creyentes sinceros y piadosos difieren. Se trata de asuntos en los que no hay una clara enseñanza bíblica; son asuntos de convicciones distintas. Aplica los principios de Pablo en Romanos 14 a este tema. ¿Cómo debería abordar cada grupo (los cristianos débiles y los fuertes) esta área?
El amor cuida de un cristiano que cae en el pecado
Raquel es una cristiana que fue engañada en una transacción comercial por un miembro de su iglesia. Isaac le vendió a Raquel un coche usado, sabiendo que tenía graves problemas mecánicos. Isaac le mintió a Raquel: “Hice que un mecánico revisara el auto. Está en perfectas condiciones. Puedes confiar en mí, soy cristiano”.
Dos días después de comprar el coche, Rachel se enteró de que la transmisión del coche estaba defectuosa y que Isaac sabía de este problema.
► ¿Qué debería hacer Raquel?
¿Respondiste: “Raquel debería advertir a todo el mundo de que Isaac es deshonesto”? ¿Respondiste: “Raquel no debería decir nada para no molestar a un hermano en Cristo”? Veamos la respuesta de Jesús.
► Lee Mateo 18:15-17.
Jesús dio cuatro pasos que muestran cómo el amor perfecto trata a un compañero cristiano que cae en pecado. Por favor, entendamos que este ejemplo se refiere al comportamiento pecaminoso. Jesús no se refiere a diferencias personales de opinión. Jesús no está diciendo: “Ve y métete en los problemas de los demás”. Jesús se refiere a una situación en la que un hermano cristiano peca contra otro cristiano. Fíjate en los pasos:
1. Debo hablar con el hermano a solas. El amor perfecto no se regocija en la maldad (1 Corintios 13:6). No busca una oportunidad para dar a conocer el mal. En cambio, una persona amorosa trata de abordar el problema en privado y con discreción. Una persona amorosa trata a un hermano que ha caído en la transgresión con espíritu de mansedumbre (Gálatas 6:1). El objetivo es la restauración del hermano, no la venganza. Si no hay arrepentimiento...
2. Debo llevar a uno o dos líderes espirituales como testigos. Una vez más, el objetivo es la restauración. Estos testigos deben ser líderes espirituales de la iglesia que puedan dar buenos consejos y traer restauración (Gálatas 6:1). Si no hay arrepentimiento...
3. Debo comunicar el pecado a la iglesia. El objetivo sigue siendo la restauración. El objetivo no es la venganza ni la humillación pública. El objetivo de la disciplina de la iglesia debe ser llevar al arrepentimiento y restaurar a un hermano. Si esta persona se rebela y se niega a arrepentirse...
4. La iglesia debe disciplinar al miembro ofensor. La iglesia de Corinto tenía un miembro que era culpable de un pecado sexual atroz. Pablo ordenó a la iglesia que disciplinara a este hombre. “Expulsen al malvado de entre ustedes” (1 Corintios 5:13). No podemos ignorar el pecado en el cuerpo de Cristo.
Sin embargo, fíjate en las palabras de Jesús. Trátalo como a un gentil y a un recaudador de impuestos (Mateo 18:17). ¿Cómo deben tratar los cristianos a los gentiles y a los recaudadores de impuestos? Con amor. Incluso en este caso, el objetivo es la restauración. En 2 Corintios, Pablo abordó la situación de un creyente que había sido disciplinado por la iglesia y se había arrepentido. Pablo dijo:
Es suficiente para tal persona este castigo que le fue impuesto por la mayoría; así que, por el contrario, ustedes más bien debieran perdonarlo y consolarlo, no sea que en alguna manera este sea abrumado por tanta tristeza. Por lo cual les ruego que reafirmen su amor hacia él (2 Corintios 2:6-8).
En 1 Corintios, la iglesia toleraba el pecado manifiesto y no quería disciplinar al pecador. Pablo les recordó que el amor a Dios exige que disciplinemos a los que pecan contra el cuerpo de Cristo.
En 2 Corintios, la iglesia disciplinó a una persona que había pecado, pero cuando esta persona se arrepintió, ¡la iglesia no quiso perdonarla! Pablo les recordó que el amor al prójimo exige que perdonemos a quienes se arrepienten (2 Corintios 2:7).
El objetivo de la disciplina de la iglesia debe ser siempre el arrepentimiento y la restauración. El amor perfecto no busca venganza.
Amar a nuestro prójimo incrédulo
¿Cómo mostramos amor perfecto hacia los incrédulos, especialmente hacia aquellos que nos odian por ser cristianos? Jesús dijo:
Ustedes han oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo”. Pero Yo les digo: amen a sus enemigos y oren por los que los persiguen, para que ustedes sean hijos de su Padre que está en los cielos (Mateo 5:43-45).
Cuando amas a los que te persiguen, eres perfecto como tu Padre celestial es perfecto. Las personas santas aman como ama nuestro Padre celestial. Esto es lo que significa ser perfecto.
Las personas santas “demuestran amor por los demás, no solo hacia los creyentes, sino también hacia los no creyentes, los que se oponen a nosotros y los que cometen actos pecaminosos. Debemos tratar a los que se oponen a nosotros con amabilidad, gentileza, paciencia y humildad. Dios prohíbe provocar disputas, vengarse, amenazar o usar la violencia como medio para resolver conflictos personales u obtener justicia personal. Aunque Dios nos manda aborrecer las acciones pecaminosas, debemos amar y orar por cualquier persona que se comporte así”.[2]
Los cristianos siempre han vivido en un mundo que se opone al evangelio. Pablo exhortó a los cristianos de Roma a respetar a las autoridades y a pagar sus impuestos, a un gobierno que estaba matando a los cristianos y que pronto mataría a Pablo.
Pedro ordenó a los cristianos: “Honren a todos, amen a los hermanos, teman a Dios, honren al rey” (1 Pedro 2:17). Una vez más, se trataba de un emperador malvado que pronto ejecutaría a Pedro. Pero Pedro estaba decidido a que los cristianos debían amar a sus enemigos. Al amar incluso a nuestros enemigos, damos testimonio de la verdad del evangelio. “Porque esta es la voluntad de Dios: que haciendo bien, ustedes hagan enmudecer la ignorancia de los hombres insensatos” (1 Pedro 2:15).
Josué es un pastor nigeriano de una zona del norte de Nigeria donde los cristianos han sido brutalmente atacados por militantes islámicos. Los soldados islámicos han quemado iglesias, matado cristianos y secuestrado a niñas para venderlas como esclavas. La última vez que visité Nigeria, Josué me mostró fotos de los cadáveres de miembros de su iglesia que habían sido asesinados por atacantes islámicos.
Luego, Josué me mostró fotos de la respuesta de su iglesia a estos ataques. Su iglesia construyó una escuela en un pueblo musulmán; cavaron un pozo para proporcionar agua potable al pueblo; han proporcionado sillas de ruedas a víctimas musulmanas de la polio; están construyendo una clínica médica para este pueblo. Están mostrando amor a sus enemigos.
El pastor Josué dijo: “Muchos musulmanes están viniendo a Cristo porque ven el amor de Dios a través de los cristianos. No los estamos ganando con armas ni con venganza; los estamos ganando viviendo Mateo 5:43-48”. Este es el resultado del amor perfecto vivido en nuestro mundo hoy.
► ¿Cuáles son los mayores desafíos para amar a los prójimos incrédulos en tu mundo? Enumera algunos pasos prácticos para mostrar amor hacia los incrédulos en tu comunidad.
El autor ruso León Tolstói escribió un cuento que muestra lo que significa vivir una vida de amor perfecto. Martín era un zapatero pobre que amaba profundamente a Dios.[3] Una noche, Martín se quedó dormido mientras leía la Biblia. Soñó que Jesús le decía: “Mañana visitaré tu tienda”.
Al día siguiente, Martín esperó a Jesús. Otras personas entraron en la zapatería de Martín, pero Jesús no apareció. Un viejo soldado temblaba de frío. Martín lo invitó a entrar en la zapatería para tomar un té caliente. Una mujer pobre pasó por delante de la zapatería, tratando de mantener a su bebé abrigado. Martín le llevó sopa y una manta para el bebé. Más tarde, Martín compró comida para un adolescente hambriento.
Martin estaba decepcionado porque Jesús no había venido, pero dijo: “Solo fue un sueño. Fue una tontería pensar que Jesús vendría a una zapatería”.
Esa noche, mientras Martin leía la Biblia, volvió a quedarse dormido. Soñó que veía a gente de pie en su tienda. El soldado dijo: “Martin, ¿me reconoces? ¡Soy Jesús!”. La mujer con el bebé dijo: “Martin, yo soy Jesús”. El adolescente hambriento dijo: “Yo soy Jesús”. Martin se despertó y comenzó a leer:
Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui extranjero, y me recibieron; estaba desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; en la cárcel, y vinieron a Mí... En verdad les digo que en cuanto lo hicieron a uno de estos hermanos Míos, aun a los más pequeños, a Mí lo hicieron (Mateo 25:35-40).
En el siglo II, un grupo de cristianos fue llamado “los temerarios” porque arriesgaban sus vidas para cuidar a los que morían de enfermedades contagiosas. Los temerarios visitaban a los presos, cuidaban a los enfermos y rescataban a los bebés abandonados. Los temerarios mostraban un amor perfecto.
En el año 252 d. C., se desató una plaga en Cartago. Los médicos se negaban a visitar a los pacientes; las familias arrojaban los cadáveres a la calle; la ciudad era un caos. Cipriano, obispo de Cartago, reunió a su congregación. Les recordó que los cristianos están llamados a ser personas de amor perfecto. Los cristianos de Cartago enterraron a los muertos, cuidaron a los enfermos y salvaron la ciudad de la destrucción. Eran personas de amor perfecto; eran perfectos como su Padre celestial es perfecto.
[1]Adaptado de John Wesley, A Plain Account of Christian Perfection (Kansas City: Beacon Hill Press, 1966), 99.
[2]De Discipline of the Bible Methodist Connection of Churches, 2014.
[3]León Tolstói, “Donde está el amor, allí está Dios”.
Ella encontró el secreto: Esther Ahn Kim
Esther Ahn Kim era una profesora de música que vivió en Corea durante los años de la ocupación japonesa, que comenzó en 1937.[1] Los japoneses obligaban a todos los ciudadanos a inclinarse ante el santuario de la diosa del sol en el monte Namsan. En 1939, Esther recibió la orden de inclinarse ante el santuario. La pena por negarse a inclinarse era la cárcel y la tortura.
Algunos cristianos decidieron: “Nos inclinaremos exteriormente, pero adoraremos a Cristo en nuestros corazones”. Esther decidió que no podía inclinarse ante un dios falso. Amaba a Dios con todo su corazón. Ese día, se negó a inclinarse.
A finales de 1939, tras varios meses escondida, Esther Ahn Kim fue arrestada. Había pasado esos meses preparándose para la cárcel. Ayunó y oró, memorizó las Escrituras y preparó su mente y su cuerpo para soportar el sufrimiento.
Kim pasó seis años en prisión. Fue torturada muchas veces, pero se mantuvo fiel porque amaba a Dios. Sin embargo, Kim sabía que también estaba llamada a amar a su prójimo. En la cárcel, Esther comenzó a orar cada mañana: “Dios, ¿a quién quieres amar hoy a través de mí?”. Una vez le dio su ración de comida de varios días a una mujer que había sido condenada a muerte por asesinar a su marido. Gracias al amor de Esther Kim, esta mujer se convirtió al cristianismo antes de morir.
[1]Adaptado de Esther Ahn Kim, If I Perish (Chicago: Moody Press, 1977).
Repaso de la lección 8
(1) La gente del mundo de Jesús creía lo que enseñaba el Antiguo Testamento sobre la santidad. Sin embargo, no vivían según el modelo de Dios para un pueblo santo.
(2) El modelo perfecto de santidad se ve en la vida de Jesús de Nazaret. Él siguió todos los principios de santidad del Antiguo Testamento.
(3) Amar a nuestro prójimo perfectamente es amar como Jesús amó: con sacrificio y humildad.
(4) Ser perfecto significa ser completo. Ser perfecto no significa que no haya más crecimiento.
(5) Un mandamiento bíblico es una “promesa disfrazada”. Lo que Dios manda, lo hace posible. La santidad no se logra con la fuerza humana, sino con la gracia de Dios.
(6) El amor cumple la ley. Cuando amamos como Dios nos llama a amar, cumplimos las exigencias de la ley.
Tareas de la lección 8
(1) Prepara un sermón sobre “Amar a tu enemigo del siglo XXI”. Utiliza Mateo 5:43-48 como texto. Muestra lo que significa amar al enemigo en nuestro mundo. Asegúrate de incluir el evangelio (las buenas nuevas) de lo que Dios ha hecho a través de Cristo para hacer posible amar al enemigo.
(2) Comienza la siguiente sesión de clase citando Mateo 5:43-48.
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