Pedro: la piedra que tropezaba y se convirtió en roca
Jesús preguntó a sus discípulos: “¿Quién dicen que soy Yo?”. Pedro respondió: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Jesús respondió: “Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo reveló carne ni sangre, sino Mi Padre que está en los cielos. Yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré Mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:15-18). Este fue uno de los días más brillantes de la vida de Pedro.
[1]Poco tiempo después, Jesús dijo a sus discípulos que moriría en Jerusalén. Cuando Pedro le reprendió, Jesús le respondió: “¡Quítate de delante de Mí, Satanás! Me eres piedra de tropiezo” (Mateo 16:23). Jesús primero llamó a Pedro roca; ahora le llamaba piedra de tropiezo. Este fue un día oscuro en la vida de Pedro.
La historia de Pedro se vuelve aún más oscura la noche en que arrestaron a Jesús. Después de prometer que nunca abandonaría a su Maestro, Pedro negó a Jesús y huyó asustado. La “roca” falló en la hora de la prueba.
Tras tal fracaso, quien lee los Evangelios podría suponer que Pedro nunca tendría un papel en la Iglesia. Para nuestra sorpresa, Pedro se convierte en un líder de la Iglesia primitiva. ¿Qué provocó un cambio tan drástico? La respuesta es Pentecostés.
Después de su resurrección, Jesús prometió a los discípulos: “Pero recibirán poder cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes; y serán Mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra” (Hechos 1:8). Esta promesa se cumple en Hechos 2. Los discípulos se llenan del Espíritu Santo y comienzan a predicar. A través del poder del Espíritu, 3,000 personas se convierten en el primer Pentecostés.
Pedro fue transformado por el Pentecostés. La piedra de tropiezo se convirtió en la roca que guio a la iglesia en sus cruciales primeros días. Simón Pedro evangelizó por todo el Imperio Romano, escribió dos cartas del Nuevo Testamento y finalmente fue crucificado por su fe.
¿Qué provocó este cambio? A través del poder transformador del Espíritu Santo, un pescador galileo se convirtió en un líder de la iglesia del siglo I. Pedro aprendió que ser santo significa vivir en la plenitud del Espíritu Santo.
► Pide a los miembros de tu clase que den testimonio de la transformación que el Espíritu Santo ha obrado en su vida. ¿Cómo te da el Espíritu poder para el ministerio, la victoria sobre el pecado y el gozo en la vida cristiana?
“Sopla en mí, Espíritu Santo,
para que piense lo que es santo.
Muéveme, Espíritu Santo,
para que haga lo que es santo.
Atraeme, Espíritu Santo,
para que ame lo que es santo.
Fortaléceme, Espíritu Santo,
para que pueda guardar lo que es santo.
Guárdame, Espíritu Santo,
para que pueda conservar lo que es santo”.
- Agustín de Hipona
El Espíritu Santo y Pentecostés
Pedro no fue el único discípulo que cambió en Pentecostés. Todos los discípulos fueron transformados por el Espíritu Santo. Tomás, el incrédulo, se convirtió en un misionero fiel. El “Hijo del Trueno” se convirtió en el “Apóstol del Amor”. Los seguidores de Jesús pasaron de ser discípulos temerosos a una poderosa fuerza para el evangelio. Hechos muestra el impacto del Espíritu Santo en estos primeros creyentes. La iglesia primitiva fue eficaz no por los dones extraordinarios de los apóstoles, sino por el poder extraordinario del Espíritu Santo. Los discípulos aprendieron que una vida santa se vive en la plenitud del Espíritu.
El Espíritu Santo prometido
Sin duda, esta fue una de las cosas más sorprendentes que los discípulos oyeron decir a Jesús: “Pero Yo les digo la verdad: les conviene que Yo me vaya” (Juan 16:7). Estos discípulos lo habían dejado todo para seguir a Jesús. Imaginen su conmoción cuando Jesús les dijo: “Si no me voy, el Consolador no vendrá a ustedes; pero si me voy, se lo enviaré”.
En la Última Cena, Jesús explicó cómo el Espíritu ministraría a los creyentes. El Espíritu Santo:
Será un ayudador (Juan 14:16-17)
Será un Maestro (Juan 14:26)
Dará testimonio del Hijo (Juan 15:26)
Condenará al mundo (Juan 16:7-11)
Revelará toda la verdad (Juan 16:13-15)
Después de la resurrección, Jesús repitió su promesa de enviar al Espíritu Santo:
Y reuniéndolos, les mandó que no salieran de Jerusalén, sino que esperaran la promesa del Padre: “La cual”, les dijo, “oyeron de Mí; porque Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo dentro de pocos días....pero recibirán poder cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes; y serán Mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra” (Hechos 1:4-8).
El ministerio terrenal de Jesús no terminó en la cruz, en la tumba vacía, ni siquiera en la ascensión. El ministerio de Jesús se cumplió en Pentecostés. Una marca identificativa del ministerio de Jesús era que bautizaría con Espíritu Santo y fuego (Lucas 3:16). El don del Espíritu Santo fue la culminación del ministerio terrenal de Jesús.
El Espíritu Santo recibido
En Hechos, el Espíritu Santo dio poder a la iglesia para el ministerio. En Pentecostés se cumplió la promesa de un Ayudador. Después de Pentecostés, el Espíritu Santo estuvo continuamente presente en la iglesia. Las señales que acompañaron la venida del Espíritu demostraron su ministerio a los creyentes.
Primero, “vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso” (Hechos 2:2). Esto indica el poder de la venida del Espíritu. En Hechos, vemos el poder del Espíritu Santo obrando a través de los creyentes. Después de Pentecostés, la iglesia sirvió con nuevo poder y eficacia. El Espíritu Santo había estado activo en el mundo antes de Pentecostés.[1] Pero después de Pentecostés, el poder del Espíritu estaba presente constantemente en el ministerio de la iglesia.
En segundo lugar, “se les aparecieron lenguas como de fuego que, repartiéndose, se posaron sobre cada uno de ellos” (Hechos 2:3). En las Escrituras, el fuego suele representar la pureza. Una marca del Espíritu Santo era un corazón puro. Pedro testificó ante el Concilio de Jerusalén acerca de la obra de Dios entre los gentiles:
Dios, que conoce el corazón, les dio testimonio dándoles el Espíritu Santo, al igual que a nosotros; y ninguna distinción hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones (Hechos 15:8-9).
En tercer lugar, los que estaban en el aposento alto “comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba habilidad para expresarse” (Hechos 2:4). Esto equipó a los discípulos para dar testimonio a todas las naciones. A través del poder del Espíritu Santo, los discípulos cumplirían la Gran Comisión de Cristo. En Babel, Dios juzgó el pecado confundiendo las lenguas de los pueblos. En Pentecostés, Dios permitió que cada oyente escuchara el evangelio en su propio idioma. En Pentecostés, Dios comenzó a revertir los efectos divisorios del pecado. Las lenguas en Pentecostés representan la promesa de Dios de que el evangelio llegará a todas las naciones y a todos los pueblos a través del poder del Espíritu Santo que obra a través de la iglesia.
En Pentecostés, los discípulos finalmente comprendieron lo que Jesús quería decir cuando dijo: “Les conviene que Yo me vaya”. El Espíritu Santo no era una “segunda mejor opción” de Jesucristo. Mientras que Jesús encarnado solo podía estar presente en un lugar, el Espíritu Santo podía estar presente en todas partes. El Espíritu Santo dio poder a los discípulos para cumplir la Gran Comisión de Jesús. El Espíritu Santo dio poder a los cristianos para vivir una vida santa que daría testimonio a todo el mundo.
[1]Algunos ejemplos de la obra del Espíritu Santo en el Antiguo Testamento son: Génesis 1:2; Génesis 6:3; Éxodo 31:3; Números 11:25-29; Jueces 3:10; Jueces 6:34; Jueces 13:25; 1 Samuel 10:6-10; 2 Crónicas 28:12; Nehemías 9:20; Isaías 63:10-14; Zacarías 4:6-9.
La santidad en la Iglesia primitiva: la vida en la plenitud del Espíritu
Hechos muestra la obra del Espíritu Santo en la vida de cada creyente. Gracias al Espíritu Santo, los cristianos tenían poder para dar testimonio (Hechos 1:8), valor ante la oposición (Hechos 4:31), victoria sobre el pecado deliberado (Romanos 8:2) y dones espirituales para el ministerio (Hechos 2:17-18; 1 Corintios 12:7-11). Los primeros creyentes eran santos porque vivían en la plenitud del Espíritu Santo.
Hechos muestra a la iglesia primitiva cumpliendo el llamado de Jesús de hacer discípulos de todas las naciones, su llamado a “ser perfectos como su Padre celestial es perfecto”, y su promesa de que “mayores [obras] que estas hará” (Juan 14:12). Esto se hizo en el poder del Espíritu Santo. El libro de Hechos muestra los resultados de la presencia del Espíritu Santo en la vida de estos primeros creyentes.
Poder para el ministerio
Así como Jesús estaba lleno del Espíritu Santo cuando se enfrentó a Satanás (Lucas 4:1), Pedro estaba lleno del Espíritu Santo cuando se enfrentó a las autoridades judías (Hechos 4:8). Lucas describe la vida de Pedro con la misma frase que utilizó para describir la vida de Jesús. La obra del Espíritu que se vio en la vida terrenal de Jesucristo era ahora un privilegio de todos los creyentes.
En el día de Pentecostés, se añadieron más creyentes a la iglesia que durante todo el ministerio terrenal de Jesucristo. A través del Espíritu Santo, los discípulos ministraron con poder y autoridad. Las sanidades milagrosas demostraron el poder de Dios a un mundo incrédulo. La gente estaba llena de asombro y admiración, y completamente atónita (Hechos 3:10-11). Mientras los apóstoles ministraban en la plenitud del Espíritu Santo, su ministerio estaba marcado por el poder divino. A través del poder del Espíritu Santo, los apóstoles pudieron cumplir la comisión de Jesús de hacer discípulos de todas las naciones (Mateo 28:19).
Valentía espiritual
Los apóstoles fueron valientes en la proclamación del Evangelio
El poder transformador del Espíritu Santo es evidente a lo largo de los Hechos. Los discípulos que solo unos meses antes habían huido del lugar donde arrestaron a Jesús, ahora predicaban con valentía.
[1]Poco después de Pentecostés, los líderes religiosos arrestaron a Pedro y Juan. Solo unas semanas antes, Pedro había negado a Cristo. Ahora, Pedro, lleno del Espíritu Santo, predicaba con valentía. Los líderes religiosos se asombraron de las palabras de estos hombres comunes y sin educación (Hechos 4:2-13).
A través de la llenura del Espíritu Santo, los apóstoles se atrevieron a predicar con poder y unción. De ser un grupo de pescadores temerosos, recaudadores de impuestos y trabajadores comunes, los discípulos se convirtieron en hombres que pusieron trastornaron el mundo (Hechos 17:6).
Los apóstoles fueron valientes ante la persecución
Cuando se enfrentaban a la oposición, los apóstoles no oraban para que los liberaran de la persecución, sino para tener valentía para proclamar a Cristo a pesar de la persecución. “Ahora, Señor, considera sus amenazas, y permite que Tus siervos hablen Tu palabra con toda confianza...”. Dios respondió a su oración. “Después que oraron, el lugar donde estaban reunidos tembló, y todos fueron llenos del Espíritu Santo y hablaban la palabra de Dios con valor” (Hechos 4:29-31).
Una marca inequívoca de la obra del Espíritu Santo en la iglesia era la valentía para proclamar el evangelio frente a la oposición. A finales del siglo I, el evangelio se había extendido desde las 120 personas reunidas en el aposento alto hasta las ciudades de todos los rincones del Imperio Romano.
Vidas victoriosas
En cada generación, los cristianos se enfrentan a la tentación de ser “cristianos de domingo”, personas que asisten a la iglesia, pero cuyas vidas no muestran un cambio profundo y duradero. La iglesia primitiva fue transformada en todos los ámbitos de la vida por el poder del Espíritu Santo.
En el Antiguo Testamento, vemos las luchas de personas que querían guardar el pacto, pero que se dieron cuenta de que no podían hacerlo porque sus corazones estaban divididos. El salmista describió al pueblo de Israel: “Pues su corazón no era leal para con Él, ni eran fieles a Su pacto” (Salmo 78:37).
A través de Ezequiel, Dios prometió un día en que su pueblo sería transformado.
Además, les daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de ustedes; quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Pondré dentro de ustedes Mi espíritu y haré que anden en Mis estatutos, y que cumplan cuidadosamente Mis ordenanzas (Ezequiel 36:26-27).
Antes de Pentecostés, los discípulos seguían el mismo patrón que los hijos de Israel. Querían seguir a Cristo, pero fracasaban constantemente. Dudaban, competían por puestos, huían con miedo. En Pentecostés, se cumplió la promesa de Ezequiel. Los discípulos fueron empoderados por el Espíritu Santo para vivir vidas victoriosas. En lugar de una obediencia a medias, caminaron en alegre obediencia a la ley de Dios. A través del Espíritu Santo, una vida victoriosa se convirtió en la norma para el pueblo de Dios.
Dirección para el ministerio
Antes de Pentecostés, la ambición y el miedo controlaban a los discípulos. Sus intentos de servir a Jesús estaban limitados por sus fallos personales. Después de Pentecostés, el Espíritu Santo guio a los apóstoles hacia un ministerio eficaz.
El Espíritu Santo guio a la iglesia en decisiones difíciles que afectaban las relaciones entre los cristianos judíos y gentiles (Hechos 10-11; 15). El Espíritu Santo dirigió la selección de los líderes de la iglesia (Hechos 13:2-3). El Espíritu Santo llevó a Pablo a Macedonia (Hechos 16:6-10). El Espíritu guió a Pablo a regresar a Jerusalén a pesar del peligro de ser arrestado (Hechos 19:21; Hechos 20:22-23). El ministerio de la iglesia primitiva fue dirigido por el Espíritu Santo.
Unidad
Quizás la evidencia más notable de la obra del Espíritu Santo en la iglesia primitiva es la unidad entre los creyentes. En su oración sumo sacerdotal, Jesús oró por la unidad de la iglesia. Él oró:
... para que sean uno, así como Nosotros somos uno: Yo en ellos, y Tú en Mí, para que sean perfeccionados en unidad, para que el mundo sepa que Tú me enviaste, y que los amaste tal como me has amado a Mí (Juan 17:22-23).
La oración de Jesús fue respondida en Pentecostés. Hechos 2:42 muestra esta unidad en la vida de la iglesia: un compromiso con la enseñanza de los apóstoles, la comunión, la celebración de la Cena del Señor y la oración. Esta unidad se veía en el cuidado mutuo de la iglesia. Lucas testificó que no había nadie necesitado entre ellos porque los cristianos se cuidaban unos a otros en lo material (Hechos 4:34).
Seis veces, Lucas se refiere a la unidad de la iglesia en Hechos.[2] Esto no significa que los cristianos estuvieran de acuerdo en todo. Cuestiones graves amenazaban con dividir a la iglesia. Los creyentes judíos y gentiles discrepaban sobre las leyes de Moisés (Hechos 15:1-29). Pablo y Bernabé discrepaban sobre Juan Marcos (Hechos 15:39-40). Pero, independientemente de las diferencias, la iglesia estaba unida por el poder del Espíritu Santo. A medida que los creyentes seguían la dirección del Espíritu Santo, la iglesia se unía en un solo acuerdo.
Si tú y yo hubiéramos visto a los discípulos en los días previos al arresto de Jesús, no hubiéramos podido imaginar que esos hombres llegarían a ser eficaces en el ministerio. Eran temerosos, celosos unos de otros y llenos de dudas. Unos meses más tarde, esos hombres habían sido transformados por completo. ¿Qué había sucedido?
Antes de Pentecostés, los discípulos intentaban vivir una vida cristiana con sus propias fuerzas, y fracasaban repetidamente. Después de Pentecostés, los discípulos vivían en el poder del Espíritu Santo. Este es el secreto de una vida santa y un ministerio eficaz.
[1]“No estamos llenos del Espíritu Santo para hacer ninguna obra especial, sino simplemente para dejar que Dios obre a través de nosotros”. - Oswald Chambers
La santidad hoy: solo somos santos cuando estamos llenos del Espíritu
Muchos cristianos han intentado vivir una vida santa por sus propios esfuerzos, y han fracasado. A través de nuestra propia autodisciplina, puede que sea posible mantener la victoria sobre el pecado exterior durante un tiempo. Con nuestras propias fuerzas, puede que sea posible amar a nuestro prójimo durante un tiempo. Sin embargo, pronto fracasaremos a pesar de nuestros mejores esfuerzos.
¿Por qué batallamos? Porque estamos intentando vivir una vida santa con nuestras propias fuerzas. Es agotador intentar vivir la vida cristiana con nuestras propias fuerzas. Batallamos contra actitudes pecaminosas; batallamos contra la falta de amor perfecto; batallamos contra un corazón dividido. Por el contrario, la vida en el Espíritu es una vida abundante de victoria.
Dios nunca quiso que viviéramos una vida santa por nuestros propios esfuerzos. Él nos creó para vivir en el poder del Espíritu Santo. En la iglesia primitiva, una vida santa solo era posible en el poder del Espíritu Santo. En la iglesia actual, una vida santa solo es posible en el poder del Espíritu Santo. Las características que marcaron a la iglesia primitiva marcarán a la iglesia actual si vivimos en la plenitud del Espíritu Santo. A través del poder del Espíritu Santo, podemos tener un corazón santo y unas manos santas.
El poder en el ministerio, la valentía espiritual, la victoria sobre el pecado y la unidad entre los creyentes provienen de la presencia del Espíritu Santo. Cuando estamos llenos del Espíritu, recibimos el poder para vivir la vida cristiana abundante que Dios desea para su pueblo.
Las epístolas de Pablo muestran que ser santo es ser como Cristo. Ser santo es pensar, hablar y actuar como lo haría Cristo. Este es un ideal hermoso, pero rápidamente descubrimos que con nuestro propio poder somos incapaces de pensar, hablar o actuar como Cristo.
[1]Algunos cristianos visten el símbolo QHJ en su ropa. QHJ significa “¿Qué haría Jesús?”. Nos recuerda que estamos llamados a vivir como vivió Jesús; somos imitadores de Cristo. Sin embargo, es mucho más fácil llevar el símbolo QHJ que vivir según el ejemplo de Jesús. Sin el poder del Espíritu Santo, no tenemos la capacidad de hacer de manera constante lo que haría Jesús.
Imagina que le dices a alguien que no es atlético: “Para ser mejor jugador de baloncesto, debes jugar como Michael Jordan. Antes de cada tiro, pregúntate: ‘¿Qué haría Michael Jordan?’”. Este consejo no serviría de nada, porque esa persona no tiene las habilidades de Michael Jordan.
Sin embargo, imagina que a esa persona se le concedieran los dones que posee Michael Jordan. Imagina que pudiera, a través del espíritu de Michael Jordan, hacer todo lo que hace Michael Jordan. ¡Ahora sí que podría imitar a ese gran jugador de baloncesto!
QHJ (¿Qué haría Jesús?) no es suficiente. Por nosotros mismos, no tenemos el poder de imitar a Jesús. Sin embargo, el Espíritu Santo que dio poder al ministerio de Jesús está a nuestra disposición. A través de la plenitud del Espíritu, tú y yo podemos ser como Cristo. Este es el impacto del Espíritu Santo en la vida de un creyente.
El Espíritu Santo dio poder a Jesús para una vida victoriosa y un ministerio fructífero; la plenitud del Espíritu Santo fue el secreto de las vidas victoriosas y los ministerios fructíferos de los apóstoles; la plenitud del Espíritu Santo es el secreto para una vida victoriosa y un ministerio fructífero hoy en día.
Pablo escribió: “Digo, pues: anden por el Espíritu, y no cumplirán el deseo de la carne” (Gálatas 5:16). Solo hay dos opciones: andar en el Espíritu o satisfacer los deseos de la carne. No podemos vencer los deseos de la carne con nuestras propias fuerzas. Sí, podemos ser victoriosos por un día o una semana, pero la única manera de obtener una victoria a largo plazo sobre los deseos carnales es rendirnos al Espíritu Santo.
► Lee Romanos 8:1-17.
En su gran resumen de la vida llena del Espíritu en Romanos 8, Pablo contrastó dos formas de vivir: la vida según la carne y la vida según el Espíritu.
Porque si ustedes viven conforme a la carne, habrán de morir; pero si por el Espíritu hacen morir las obras de la carne, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios (Romanos 8:13-14).
En Romanos 7, Pablo muestra sus esfuerzos pasados por cumplir la ley de Dios con sus propias fuerzas. Esos esfuerzos fracasaron. ¿Por qué? Porque con su carne servía a la ley del pecado (Romanos 7:25).
En Romanos 8, Pablo se regocija diciendo: “Por tanto, ahora no hay condenación para los que están en Cristo Jesús”. Somos libres de la condenación, no porque Dios haya decidido ignorar nuestro pecado, sino porque la ley del Espíritu de vida nos ha liberado en Cristo Jesús de la ley del pecado y de la muerte. Somos libres de la condenación porque ahora vivimos en el Espíritu.
Pablo muestra que hay dos maneras de vivir. La primera manera de vivir es en la carne. Esta es la mente carnal. Esta mente carnal es hostil a Dios. Es imposible que la persona que vive en la carne complazca a Dios. Esta forma de vida carnal solo conduce a la muerte: “Porque la mente puesta en la carne es muerte” (Romanos 8:6).
La segunda forma de vivir es con una mente puesta en el Espíritu. Una persona que vive según el Espíritu cumple el justo requisito de la ley. Tenemos vida y paz porque el Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios (Romanos 8:16).
En Romanos 6, Pablo enseñó que debemos vivir por encima del pecado deliberado. “Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?” (Romanos 6:2). Por nuestra propia fuerza, es imposible vivir una vida por encima del pecado deliberado. Nacemos inclinados hacia el pecado y alejados de Dios. ¿Cómo podemos cumplir las exigencias de Romanos 6? La respuesta se encuentra en Romanos 8. A través del poder del Espíritu Santo, podemos dar muerte a las obras del cuerpo. Podemos vivir una vida santa gracias al Espíritu de Dios que obra en nosotros.
Robert Coleman escribió:
Vivir en la plenitud del Espíritu Santo es un privilegio tanto para los seguidores de Cristo hoy en día como para aquellos primeros discípulos que permanecieron en el aposento alto... La realidad de la santidad del Espíritu, que lo abarca todo y que posee a Cristo, es la base del cristianismo del Nuevo Testamento.[2]
El poder del Espíritu Santo en una persona que ha rendido completamente su voluntad a Dios hace posible una vida santa. Sin el Espíritu Santo, es imposible ser como Cristo. El Espíritu Santo nos permite vivir una vida santa.
El profeta Zacarías tuvo una visión de un candelabro de oro con dos olivos. Un recipiente proporcionaba aceite constantemente a las siete lámparas. Un ángel le explicó el significado de la visión. A Zorobabel, gobernador de Judá, se le encomendó la reconstrucción del Templo. Esta enorme tarea parecía una montaña. Dios prometió que la tarea se llevaría a cabo “No por el poder ni por la fuerza, sino por Mi Espíritu”. A través del Espíritu, el gran monte se convertiría en una llanura (Zacarías 4:6-7).
De la misma manera, los cristianos de hoy deben estar continuamente llenos del Espíritu Santo. Pablo ordenó a los cristianos de Éfeso que fueran llenos del Espíritu (Efesios 5:18). La orden está en tiempo presente; este debe ser nuestro patrón habitual de vida. Nuestra vida diaria debe estar controlada por él. Experimentamos el gozo de una vida santa cuando vivimos en la plenitud del Espíritu.
“Espíritu Santo, lléname hasta que rebose. No puedo contener mucho, pero puedo derramar mucho”.- Citado por el Dr. David Bubb
[2]Robert E. Coleman, The Mind of the Master (CO: Waterbrook Press, 1977), 35-36
La santidad en la práctica: características de la vida santa
Imagina que pudieras deshacerte de todos los pecados de tu vida. Imagina que estuvieras libre de todas las acciones y actitudes pecaminosas. Nadie podría señalar nada malo en ti. ¿Cumpliría esto el objetivo de Dios de una vida santa?
¡No! La santidad es más que evitar el pecado. La santidad es producir fruto. La santidad no es un enfoque legalista y negativo de la vida. La santidad es una relación gozosa con Dios. La santidad se ve cuando el Espíritu Santo produce su fruto en nuestra vida.
El fruto del Espíritu
► Lee Gálatas 5:13-26.
En Gálatas 5, Pablo contrasta la vida en el Espíritu con la vida en la carne. Hasta este punto de Gálatas, Pablo ha estado advirtiendo a los creyentes de Galacia sobre el peligro de abandonar su libertad cristiana y volver a la esclavitud de los rituales y la ley judaicos. Han sido liberados de sus esfuerzos por ganar la salvación mediante buenas obras y no deben volver a la esclavitud.
Sin embargo, Pablo reconoce otro peligro. Cuando una persona es liberada de la esclavitud, puede verse tentada a utilizar su nueva libertad para satisfacer sus propios apetitos. Por eso Pablo advierte a los creyentes de Galacia: “Porque ustedes, hermanos, a libertad fueron llamados; solo que no usen la libertad como pretexto para la carne, sino sírvanse por amor los unos a los otros”.
Pablo contrasta dos formas de vivir. Un modelo de vida consiste en satisfacer los deseos de la carne; el otro es caminar según el Espíritu. Pablo contrasta estos dos modelos mostrando el fruto de cada uno de ellos.
En primer lugar, Pablo muestra las obras de la carne. Estas son el producto de la naturaleza humana que no está bajo el control del Espíritu Santo. Las obras de la carne incluyen:
Y concluye: “les advierto, como ya se lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”.
Pablo muestra entonces el fruto del Espíritu. Este es el producto de una vida vivida bajo el control y con el poder del Espíritu Santo. Este fruto es uno solo, no un grupo de frutos. En 1 Corintios 12, Pablo enumera un grupo de dones y dice que cada creyente recibirá uno de los dones por medio del Espíritu, quien los reparte a cada uno individualmente como él quiere (1 Corintios 12:5-11). Sin embargo, en Gálatas solo hay un fruto, que crece naturalmente en el corazón de todos los que caminan en el Espíritu.
Este fruto del Espíritu no es una lista de cualidades que podemos desarrollar con nuestro propio poder. Es un fruto que crece naturalmente cuando estamos llenos del Espíritu. Así es como se ve una vida santa. Es el subproducto natural de un corazón santo.
Pablo enumeró quince obras de la carne. Él enumera nueve aspectos del fruto del Espíritu:
Frutos relacionados con Dios: amor, gozo, paz
Frutos relacionados con las personas: paciencia, benignidad, bondad
Frutos relacionados con nuestro carácter interior: fidelidad, mansedumbre, dominio propio
La raíz de todas estas cualidades es el amor. El amor vincula todo en perfecta armonía (Colosenses 3:14). El amor cumple la ley y proporciona el terreno en el que crece y florece este fruto.
Manténgase en sintonía con el Espíritu
El fruto del Espíritu es el resultado natural de la vida cuando estamos llenos del Espíritu. Este es el énfasis principal de Pablo en Gálatas, donde se dirige a personas que pueden intentar producir este fruto mediante su cuidadosa obediencia a la ley. Pablo quiere que comprendan que no pueden ganar este fruto; es el resultado de la vida en el Espíritu.
Pablo siempre equilibra esta verdad con el recordatorio de que la vida santa se vive con intención. La santidad no es accidental; debemos seguir adelante hacia la meta (Filipenses 3:12-14). En Colosas, parece que muchos nuevos creyentes pensaban que podían continuar con su antiguo estilo de vida. Allí, Pablo enfatiza el esfuerzo que implica vivir una vida santa. En Colosenses, Pablo escribe sobre revestirse de las cualidades de la vida santa. Esto sugiere la disciplina continua que implica la santidad:
Entonces, ustedes como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de tierna compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia; soportándose unos a otros y perdonándose unos a otros, si alguien tiene queja contra otro. Como Cristo los perdonó, así también háganlo ustedes. Sobre todas estas cosas, vístanse de amor, que es el vínculo de la unidad (Colosenses 3:12-14).
De la misma manera, Pablo no quiere que los cristianos de Galacia simplemente asuman que la vida santa se puede vivir sin autodisciplina y esfuerzo. En su reacción al legalismo, no deben volverse descuidados. En Gálatas 5:16-25, Pablo dice:
“Anden por el Espíritu” (versículo 16). Andar es una acción que requiere esfuerzo.
“Guiados por el Espíritu” (versículo 18). Para ser guiado, debo seguir. Esto requiere esfuerzo.
“Vivimos por el Espíritu” (versículo 25). Vivir es una elección y una acción. Esto requiere esfuerzo.
“Andemos también por el Espíritu” (versículo 25). El verbo que utiliza Pablo aquí es más enfático que los anteriores. Es un término militar que se refiere a los soldados que marchan en una fila. Marchar en fila con el Espíritu requiere esfuerzo y disciplina.
Como cristianos llenos del Espíritu, nunca debemos pensar que somos tan maduros espiritualmente que nunca podemos caer en los deseos de la carne (Gálatas 5:17). Sin embargo, nunca debemos permitir que Satanás nos convenza de que no podemos liberarnos del control de los deseos de la carne por medio del poder del Espíritu. A medida que seguimos el paso del Espíritu, producimos el fruto del Espíritu en nuestras vidas.
► Después de estudiar el impacto de Pentecostés en los primeros discípulos y de repasar los frutos del Espíritu, discutan cómo sería una vida llena del Espíritu hoy en día. ¿Cómo debería afectar la llenura del Espíritu a nuestras actitudes, a nuestro caminar cristiano diario y a nuestros esfuerzos ministeriales?
Ellos encontraron el secreto: Jonathan y Rosalind Goforth
Jonathan y Rosalind Goforth fueron misioneros presbiterianos canadienses en China entre 1888 y 1933. La Sra. Goforth intentó seguir el ejemplo de Jesús en su vida, pero fracasó repetidamente. Después de veinte años de lucha, Rosalind Goforth aprendió que el secreto de una vida cristiana victoriosa es que el Espíritu Santo viva a través de nosotros y produzca el carácter de Cristo en nuestra vida. La Sra. Goforth testificó que su vida después de ese tiempo podía resumirse en una sola palabra: “Descanso”.
Al permitir que el Espíritu Santo obrara a través de ellos, los Goforth vieron a Dios hacer cosas maravillosas. Jonathan Goforth luchó durante meses para aprender el idioma chino. Cuando intentaba predicar en chino, pocos oyentes lo entendían. Un día, mientras predicaba, de repente comenzó a comunicarse con claridad, utilizando frases que nunca había dominado. Más tarde se enteró de que un grupo de estudiantes en Canadá había pasado ese día orando por su ministerio. A partir de ese día, Jonathan Goforth dominó con fluidez el idioma chino. Lo que Goforth no podía hacer, el Espíritu Santo lo hizo a través de un siervo rendido.
Dios guió a los Goforth a zonas de China que nunca habían sido tocadas por el evangelio. Miles de personas se convirtieron a través del ministerio de los Goforth. La clave de su éxito no fue una gran habilidad, sino vivir en la plenitud del Espíritu Santo.
En su funeral, el pastor de la Iglesia Presbiteriana Knox reveló el secreto del éxito de Jonathan Goforth. “Era un hombre empapado de Dios, totalmente entregado y consagrado. Fue bautizado con el Espíritu Santo y con fuego. Estaba lleno del Espíritu porque estaba vacío de sí mismo”.[1]
Jonathan y Rosalind Goforth comprendieron la importancia de caminar en el Espíritu día tras día. Comprendieron la oración del autor de himnos Edwin Hatch: “Sopla sobre mí, aliento de Dios, hasta que mi corazón sea puro”. Cuando nuestro corazón es puro, queremos lo que Dios quiere.
[1]Adaptado de Wesley L. Duewel, Heroes of the Holy Life (Grand Rapids: Zondervan, 2002), 52-64.
Repaso de la lección 9
(1) Ser santo significa vivir en la plenitud del Espíritu Santo.
(2) En su vida terrenal, Jesús ministró en el poder del Espíritu Santo. Jesús prometió este mismo poder a sus seguidores. Debido a esa promesa, aseguró a sus discípulos que “les conviene que Yo me vaya”.
(3) Cuando los discípulos fueron llenos del Espíritu Santo en Pentecostés, sus vidas fueron transformadas. Tres señales marcaron esta nueva actividad del Espíritu Santo:
El sonido como de una ráfaga de viento impetuoso indicaba el poder de la venida del Espíritu.
Las lenguas de fuego que se repartieron sobre cada uno de ellos representaban la pureza asociada al Espíritu Santo.
La capacidad de hablar en otras lenguas equipó a los discípulos para dar testimonio a todas las naciones.
(4) Mientras la iglesia primitiva vivía en el poder del Espíritu Santo, experimentó:
Mayor poder para el ministerio
Valentía para proclamar el evangelio
Valentía ante la persecución
Vidas victoriosas
Dirección para el ministerio
Unidad entre los creyentes
(5) Así como los discípulos eran santos solo por medio del Espíritu Santo, nosotros somos santos solo cuando vivimos en el poder del Espíritu Santo. Sin la llenura del Espíritu Santo, somos incapaces de seguir el ejemplo de Jesucristo. Solo en el poder del Espíritu podemos vivir vidas semejantes a la de Cristo.
(6) A medida que vivimos en el Espíritu, nuestras vidas mostrarán el fruto del Espíritu como el producto natural de una vida santa.
Tareas de la lección 9
(1) Escribe una carta a un joven cristiano que te ha dicho: “Sé que soy cristiano, pero sigo luchando con actitudes carnales y áreas en las que soy débil ante la tentación”. Ayuda a este joven cristiano a comprender la importancia de estar lleno del Espíritu.
(2) Comienza la siguiente sesión de clase citando Gálatas 5:22-25.
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