(1) Apreciar la belleza de la santidad de Dios y su plan para hacernos santos.
(2) Rechazar conceptos falsos de la santidad y reconocer los conceptos bíblicos de la santidad.
(3) Estar preparado para explicar a un nuevo creyente lo que significa ser santo.
(4) Memorizar 1 Pedro 1:14-16.
Introducción al curso
La santidad es uno de los temas centrales de la Biblia. En las Escrituras, Dios nos mostró quién es él: es un Dios santo (Levítico 19:2). Luego, Dios nos mostró en quién podemos convertirnos por su gracia: podemos ser un pueblo santo (1 Pedro 1:15-16).
En todo creyente verdadero hay un anhelo de santidad. Como hijos de Dios, anhelamos ser como Él. Lamentablemente, gran parte de la iglesia moderna ha aceptado la idea falsa de que la santidad es imposible. Muchos cristianos viven esclavizados al pecado voluntario. No creen que sea posible tener una vida victoriosa, libre del poder controlador del pecado, en esta vida.
Hace más de 100 años, John Hyde, el gran misionero a la India, dijo: “Lo que necesitamos hoy es un avivamiento de la santidad”. Si eso era cierto en aquel entonces, sin duda lo es en el mundo pecaminoso del siglo XXI.
Si la santidad es tan importante para Dios, debemos preguntarnos: “¿Qué significa ser santo?”. Si la santidad es un mandamiento de las Escrituras, debemos preguntarnos: “¿Es posible vivir una vida santa?”.
En este curso, aprenderemos lo que Dios quiere decir cuando dice: “Sean santos, porque Yo soy santo”. A medida que comprendamos el mensaje de la santidad en la Biblia, veremos que una vida santa es posible para todo cristiano. Cada lección incluirá tres elementos:
1. Estudiaremos el significado de palabras bíblicas como santo, santificación y perfecto. Esta sección es una teología bíblica de la santidad.
2. Estudiaremos aspectos prácticos de la vida santa. Aprenderemos lo que enseña la Biblia sobre una vida santa, un corazón puro y un espíritu semejante al de Cristo.
3. Veremos la vida de un cristiano que demuestra lo que significa ser santo. Veremos cómo actúa una persona santa en la vida cotidiana.
Escrituras para leer y discutir
Antes de continuar con esta lección, lee atentamente cada uno de los siguientes pasajes bíblicos y discute las preguntas. Esto introducirá algunos de los temas que estudiaremos en estas lecciones.[1]
► Lee Levítico 19:2. Según este pasaje, ¿por qué debía ser santo Israel?
► Lee 1 Pedro 1:15-16. ¿Qué tipo de conducta deben tener los creyentes?
► Lee Hebreos 12:14. Según este pasaje, ¿qué dos cualidades deben buscar los cristianos si quieren ver al Señor?
► Lee 1 Tesalonicenses 4:3-8. ¿De qué pecados llama Dios a cada creyente a abstenerse? ¿A qué ha llamado Dios a su pueblo?
► Lee Apocalipsis 20:6. ¿Cuál es la característica espiritual de aquellos que participarán en la primera resurrección?
[1]Estas preguntas fueron recopiladas por el Rev. Timothy Keep.
La belleza de la santidad
► Cuando oyes describir a una persona como “santa”, ¿qué imagen te viene a la mente? ¿Es positiva o negativa? ¿Por qué?
Un misionero visitó una vez a un viejo jefe africano. El jefe le preguntó: “¿Qué es un cristiano?”. El misionero respondió: “Un cristiano no roba el ganado de su enemigo. Un cristiano no se fuga con la mujer de su enemigo. Un cristiano no asesina a su enemigo”.
El jefe dijo: “Entiendo. ¡Ser cristiano es lo mismo que ser viejo! Cuando era joven, atacaba a mis enemigos y les robaba sus mujeres y su ganado. Ahora soy demasiado viejo para atacar a mis enemigos, ¡soy cristiano!”.
Lamentablemente, así es como mucha gente entiende el mensaje de una vida santa. Piensan que la santidad no es más que una lista de pecados que hay que evitar. No ven la belleza de la santidad tal y como se enseña en la Palabra de Dios.
Ideas falsas sobre la santidad
Dios es un Dios santo. El pueblo de Dios debe ser santo. Este mensaje es central en la Biblia. Sin embargo, hay muchas creencias erróneas sobre la santidad.
1. Algunas personas creen que solo unos pocos pueden ser santos. Dividen a los cristianos en dos grupos. El primer grupo es cristiano en sus creencias y ha aceptado a Cristo como su Salvador, pero no obedece fielmente a Dios en sus acciones y actitudes. El segundo grupo está formado por cristianos que han alcanzado un nivel superior: sacerdotes, pastores o santos. Según esta idea, solo unos pocos cristianos son santos.
2. Algunas personas creen que nos hacemos santos viviendo apartados de los demás. Hace muchos años, algunos “santos” se fueron a vivir al desierto. Un hombre pasó 37 años en una plataforma elevada sobre el suelo. Creía que nos hacemos santos evitando a los demás.
3. Algunas personas creen que solo nos hacemos santos cuando morimos. Creen que nunca cumpliremos el propósito de Dios en esta vida, pero que seremos santificados cuando muramos. Con esta creencia, la muerte no es nuestra enemiga, sino nuestra amiga. En la muerte, finalmente alcanzamos el propósito de Dios para su pueblo.
4. Algunas personas creen que nos hacemos santos siguiendo reglas. Creen que nos hacemos santos vistiendo de cierta manera o siguiendo una lista de “cosas que se deben y no se deben hacer”. Creen que la santidad tiene que ver con las apariencias externas, no con la transformación del corazón.
5. Algunas personas creen que la prueba de que una persona es santa es un don especial de lenguas o milagros. Miden la santidad no por una vida santa, sino por señales y prodigios.
6. Por último, muchas personas creen que la santidad es imposible. Creen que la santidad es un ideal que Dios nos dio para desafiarnos a dar lo mejor de nosotros mismos, pero que no es realista en este mundo. Con esta creencia, nadie puede cumplir el mandato de Dios de “ser santos”.
Sin embargo, el mandato de Dios de ser santos es un mandato que Él espera que obedezcamos. Dios es un buen Padre; nunca nos ordena hacer algo que sea imposible por medio de su gracia. Ser santos es ser lo que Dios nos creó para ser. Con nuestras propias fuerzas, un corazón santo es imposible, pero con el poder de Dios, un corazón santo es posible para todo creyente. La santidad proviene de la gracia de Dios, no de nuestros esfuerzos.
► ¿Cuál de estas ideas falsas sobre la santidad es más común en el área donde ministras? ¿Se ve la santidad como algo hermoso entre los cristianos de tu comunidad?
La imagen de la santidad en la Biblia
A diferencia de las ideas negativas sobre la santidad mencionadas anteriormente, la Biblia muestra la santidad como una hermosa posibilidad para los hijos de Dios. Piensa en las cosas que se llaman santas en la Biblia. Ninguna de ellas es fea ni repulsiva; todas son hermosas y atractivas.
La naturaleza santa de Dios es hermosa y gloriosa (Isaías 6:1, 3; Salmo 105:3).
El templo de Dios y los utencilios sagrados utilizados para el culto eran hermosos (Lucas 21:5, Isaías 64:11, Éxodo 28:2).
Israel fue llamado a ser una nación santa que atraería a otros pueblos a Dios (Isaías 49:3). Su santidad atraía a las personas (1 Reyes 8:41-43); no las ahuyentaba.[1]
La iglesia está llamada a ser un pueblo santo (1 Corintios 1:2, 1 Pedro 2:9). Debe ser una novia hermosa preparada para su Esposo (Efesios 5:27, Apocalipsis 19:7, Apocalipsis 21:2).
Cada una de estas imágenes es atractiva. La Biblia muestra que la verdadera santidad no es abusiva ni atemorizante. Más bien, es el regalo amoroso de nuestro Padre celestial. Si vemos la santidad por lo que realmente es, deberíamos anhelar un corazón y una vida santos. Si predicamos la santidad como la enseña la Biblia, nuestro pueblo debería anhelar un corazón y una vida santos. La santidad es un hermoso regalo de un Padre amoroso.
[1]Usted podría decir: “Pero, ¿qué hay de los fariseos? Se les consideraba personas "santas", pero alejaban a los demás”. En estas lecciones veremos que la “santidad” de los fariseos no era auténtica. Su rectitud era una profesión exterior, no verdadera santidad.
La belleza de la santidad se ve en la creación original de Dios
Dios creó un mundo perfecto
Comienza en Edén, un jardín hermoso. Piensa en la fruta más dulce que hayas comido; la fruta en Edén era más dulce. Piensa en la flor más hermosa que hayas visto; las flores en Edén eran más hermosas. Dios creó un mundo perfecto, un mundo sin los efectos del pecado. Creó un mundo sin dolor, sin lágrimas y sin muerte.
Lo más importante es que Dios creó un mundo de íntima amistad entre Dios y el hombre. Nada separaba al hombre de su Creador. Cada día, Dios visitaba a Adán y Eva. Ninguna otra criatura tenía este privilegio. Dios creó al hombre para tener una relación especial con él. En el jardín del Edén, había una paz perfecta entre Dios y el hombre.
Satanás corrompió el mundo perfecto de Dios
Satanás quería destruir este mundo perfecto. Satanás odiaba todo lo que Dios había creado. Por encima de todo, Satanás odiaba la estrecha amistad entre Dios y el hombre. Estaba decidido a destruir esta relación de amor y confianza.
Satanás no podía destruir al hombre directamente, así que decidió destruir la relación entre Dios y el hombre. Satanás sabía que Dios es santo y que creó al hombre a su imagen. Satanás quería destruir la imagen santa de Dios en el hombre. El Dios santo y el hombre santo tendrían una relación inquebrantable, pero Satanás podía destruir esta relación tentando al hombre al pecado.
Satanás se presentó ante Eva en forma de serpiente. La serpiente cuestionó el mandato de Dios. Preguntó: “¿Conque Dios les ha dicho: ‘No comerán de ningún árbol del huerto’?”. Quería hacer que Eva dudara de la bondad de Dios. Eva respondió: “Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto, Dios ha dicho: ‘No comerán de él, ni lo tocarán, para que no mueran’” (Génesis 3:1-6).
La serpiente acusó a Dios de negarles lo bueno a Adán y Eva. La serpiente dijo: “Ciertamente no morirán. Pues Dios sabe que el día que de él coman, se les abrirán los ojos y ustedes serán como Dios, conociendo el bien y el mal”. La serpiente tentó a Eva con el orgullo: “Serán como Dios” (Génesis 3:4-5).
Eva comió el fruto, se lo dio a Adán y él también comió. Adán y Eva sabían que habían quebrantado la ley de Dios. Cuando Dios vino al jardín, se avergonzaron y se escondieron de él. La estrecha amistad entre Dios y el hombre se rompió.
Dios no renunció a su creación
Debido a su pecado, Dios expulsó a Adán y Eva del jardín del Edén. El pecado rompió la relación entre Dios y el hombre. El pecado dañó la imagen de Dios en el hombre. Pero debido a su amor, Dios no dejó al hombre en esta horrible condición. Dios podría haber dicho: “Adán, tú causaste este desastre. ¡Es tu problema! Me voy”. En cambio, un Dios amoroso se hizo parte de nuestro mundo y proporcionó un remedio para nuestro pecado.
Este remedio incluía un camino hacia el perdón. Dios proporcionó una forma de restaurar la relación entre un Dios santo y el hombre caído. La iglesia siempre ha predicado: “Los pecadores pueden ser reconciliados con Dios”. A través de la cruz, podemos ser perdonados de nuestros pecados.
¡Esta es una noticia maravillosa! Pero a veces la iglesia ha olvidado la otra parte del remedio de Dios. El remedio de Dios para el pecado no solo incluía un camino hacia el perdón, sino también un camino hacia la restauración. Dios proporcionó una forma de restaurar su imagen en el hombre.
Dios no se conformó con decir: “Puedes ser libre del castigo del pecado, pero nunca serás libre del poder del pecado”. ¡No! Dios proporcionó un camino por el cual el hombre podía ser santificado. Dios caminaba en el jardín con un pueblo santo; no puede caminar con un pueblo pecador. Dios quiere tener una relación con su pueblo, por lo que proporcionó un camino para hacernos santos.
A lo largo de las Escrituras, vemos a Dios trabajando para crear un pueblo santo con el que pueda tener una relación. Dios no dice: “Sé que eres pecador, pero cerraré los ojos a tu pecado y fingiré que eres justo”. En cambio, Dios promete santificar a su pueblo.
Te establecerá el Señor como pueblo santo para sí, como te juró, si guardas los mandamientos del Señor tu Dios y andas en Sus caminos (Deuteronomio 28:9).
Dios quiere hacer santo a su pueblo. Este es el propósito de Dios para su pueblo. Dios promete que su pueblo será llamado “Pueblo Santo. Redimidos del Señor” (Isaías 62:12).
La belleza de la santidad se ve en la naturaleza de Dios.
A causa de la caída, el ser humano dejó de ser santo. Muy pronto olvidamos la naturaleza santa de Dios. Dios nos había creado a su imagen. Ahora, nosotros creamos dioses a nuestra imagen: celosos, llenos de odio y orgullosos.
Los babilonios contaban la historia de Marduk, que se convirtió en el dios principal al matar a su madre. Los griegos contaban la historia de Zeus, que tenía muchas amantes. Los romanos contaban la historia de Baco, el dios de la embriaguez y la sensualidad.
Estos dioses no eran santos. Las personas que adoraban a estos dioses eran como sus dioses. La gente mentía, robaba y engañaba, tal como sus dioses mentían, robaban y engañaban. El hombre pecador creó dioses pecadores. A su vez, estos dioses permitieron que el hombre continuara en su pecado. Nos convertimos en los dioses que adorábamos.
Jehová no es como estos dioses falsos. Dios es santo. Las Escrituras dan testimonio repetidamente de la santidad de Dios. Después de cruzar el Mar Rojo, el pueblo de Israel alabó a su Dios santo. Cantaron: “¿Quién como Tú entre los dioses, oh Señor? ¿Quién como Tú, majestuoso en santidad...?” (Éxodo 15:11).
El salmista cantó: “Sin embargo, Tú eres santo, que habitas entre las alabanzas de Israel” (Salmo 22:3). Israel alabó a Dios por su santidad. El salmista llamó a Dios “Santo de Israel” (Salmo 71:22; Salmo 78:41; Salmo 89:18).
Los profetas testificaron que Dios es santo. Al igual que el salmista, llamaron a Dios “Santo de Israel”.[1] Isaías honró al “Alto y Sublime, que vive para siempre, cuyo nombre es Santo” (Isaías 57:15). La santidad es una parte tan importante del carácter de Dios que jurar por su santidad era lo mismo que jurar por sí mismo (Amós 4:2; Amós 6:8). Habacuc testificó que Dios es tan puro de ojos que no puede ver el mal (Habacuc 1:13). Los profetas sabían que Dios es santo.
En el cielo, la adoración a Dios celebra su santidad. Los serafines cantaban: “Santo, Santo, Santo es el Señor de los ejércitos” (Isaías 6:3). Juan el Revelador vio cuatro seres vivientes que alababan a Dios. Cantaban: “Santo, Santo, Santo es el Señor Dios, el Todopoderoso, el que era, el que es y el que ha de venir” (Apocalipsis 4:8). Dios es un Dios santo.
La belleza de la santidad se ve en el plan de Dios para su pueblo
Un Dios santo creó a la humanidad para tener una relación con él, pero nuestro pecado nos separó de Dios. Sin embargo, Dios estaba decidido a restaurar la relación con su pueblo. Dado que solo las personas santas pueden vivir en la presencia de un Dios santo, él proporcionó una manera de hacernos santos. Dios enseñó el significado de la santidad a las personas que no eran santas. Este proceso tiene dos partes:
1. Dios enseñó al hombre la naturaleza de un Dios santo. Marduk, Zeus y Baco eran poderosos, pero inmorales. Dios se reveló a sí mismo como poderoso y santo.
2. Dios enseñó al hombre la naturaleza de las personas santas. Dios dijo: “Santos serán porque Yo, el Señor su Dios, soy santo” (Levítico 19:2). Puesto que Dios es santo, su pueblo debe ser santo.
Isaías predicó a una nación pecadora. El pecado había destruido la belleza del pueblo de Dios. De ser el pueblo elegido de Dios, Israel había caído a la vergonzosa condición de pueblo conquistado y llevado al cautiverio. Ya no era hermosa, sino una esclava deshonrada. Pero Isaías previó un día en que la justicia de Israel resplandecería como la luz. En ese día, Israel sería una corona de hermosura en la mano del Señor (Isaías 62:1-3).
Las personas que malinterpretan el mensaje de santidad en la Biblia a menudo describen la santidad en términos de legalismo, reglas rígidas y rostros serios. Esta no es una visión bíblica de la santidad. Por el contrario, ser santo es mostrar la belleza de la santidad misma de Dios. Ser santo da la alegre libertad de vivir en una relación íntima con un Dios santo. En la Biblia, la santidad nunca es un término sombrío; ¡es un término de alegría y belleza!
En la Biblia, Dios revela su naturaleza santa. Luego, Dios enseña a su pueblo cómo vivir una vida santa. Y lo que es aún más importante, Dios muestra que le dará a su pueblo el poder para ser lo que Él nos ha llamado a ser. A través de su gracia, Dios puede hacer un pueblo santo. Dios no ignora el pecado en sus hijos; en cambio, nos hace santos. Un Dios santo desea tener una relación con un pueblo santo.
¿Qué significa ser santo?
A través de su Palabra, Dios enseñó a su pueblo lo que significa ser santo. Cuando Dios comenzó a enseñar a su pueblo, ellos no sabían nada sobre la santidad. Nunca habían visto a un Dios santo ni a un pueblo santo. Dios enseñó el significado de la santidad de manera muy similar a como enseñamos el lenguaje a un niño.
Cuando enseñamos a un niño pequeño, señalamos una silla y decimos: “Silla”. Señalamos un coche y decimos: “Coche”. Paso a paso, el niño aprende el significado de las palabras. El niño aprende el significado de la palabra “amor” al experimentar el amor de su madre. El niño aprende el significado de la palabra “justicia” cuando un padre le da un castigo justo por desobedecer.
Dios enseñó el significado de la santidad de la misma manera. Como personas caídas, no sabíamos lo que significaba ser santo. Dios reveló gradualmente el significado de la santidad a su pueblo a través de imágenes verbales que ilustran lo que significa ser santo. Al rastrear el significado de la palabra santidad a lo largo de la Biblia, veremos lo siguiente:
1. Ser santo es mantener una relación cercana con Dios (2 Corintios 6:16-18). Los hombres santos en Génesis (hombres como Enoc y Abraham) eran hombres que tenían una relación cercana con Dios. Caminaban con Dios. Al mostrar la vida de los hombres santos, Dios reveló que una persona santa es una persona que tiene una relación cercana con Dios.
2. Ser santo es reflejar la imagen de Dios (Colosenses 3:10, 2 Corintios 3:18). La santidad no es una característica natural del hombre. La santidad es un atributo exclusivo de Dios. Israel fue llamado a ser santo, porque Dios es santo (Levítico 19:2). Ser santo significa reflejar la imagen de Dios en nuestras vidas. Ser santo significa ser como Dios.
3. Ser santo es estar apartado para Dios (Éxodo 29:44, Levítico 20:26). La primera vez que se utiliza la palabra santo en la Biblia, se refiere a un día que ha sido apartado para los propósitos especiales de Dios (Génesis 2:3). El día del sabbat era santo; estaba separado, o apartado, de los otros seis días. Al igual que un niño que aprende el significado de “silla”, Dios señaló el séptimo día y dijo: “Es santo”.
4. Ser santo es tener un corazón indiviso (1 Reyes 8:61). En los libros históricos, Dios utilizó la palabra perfecto para describir a las personas que tenían un corazón sin división. Ser santo significa tener un compromiso inquebrantable con Dios. Un corazón santo ama a Dios sin división.
5. Ser santo es vivir una vida justa (Colosenses 1:22, Tito 2:12, 14). Los profetas predicaban a un pueblo que pensaba: “Adoramos en el templo y ofrecemos sacrificios. Somos santos”. Los profetas mostraron que no basta con seguir los rituales. Ser santo significa vivir en justicia hacia Dios y hacia los demás. Las personas santas practican la justicia, aman la misericordia y caminan humildemente con Dios (Miqueas 6:8).
6. Ser santo es tener un amor perfecto por Dios y por nuestro prójimo (Mateo 22:36-40). Los Evangelios muestran la revelación más completa de la santidad de Dios en la vida de Jesucristo. Jesús tenía un corazón santo que estaba totalmente sometido a la voluntad del Padre. Jesús tenía manos santas que actuaban con amor perfecto hacia los demás. Jesús mostró que ser santo significa amar a Dios y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos.
7. Ser santo es vivir en la plenitud del Espíritu Santo (Ezequiel 36:27, Efesios 5:18). En Hechos, vemos el ejemplo de cristianos que estaban llenos del Espíritu de Dios. A través del poder del Espíritu Santo, vivieron vidas santas. Solo somos santos cuando vivimos en la plenitud del Espíritu Santo.
[1]8. Ser santo es ser como Cristo (Romanos 8:29). Jesús fue el ejemplo perfecto de un corazón santo y manos santas. Las Epístolas muestran que es posible para los cristianos comunes seguir el ejemplo de Jesucristo. Las Epístolas proporcionan pautas prácticas para vivir una vida santa diariamente. Estas cartas nos enseñan cómo vivir como personas semejantes a Cristo.
9. La santidad nos prepara para ver a Dios (1 Juan 3:2-3, Hebreos 12:14). En el Edén, Dios preparó un jardín donde un pueblo santo pudiera vivir en perfecta relación con nuestro Padre. Debido al pecado, fuimos expulsados del jardín. Pero Dios no renunció a su plan. En Apocalipsis, vemos que el pueblo de Dios algún día verá su rostro. Ninguna persona pecadora puede mirarlo, pero Dios está preparando un pueblo santo que pasará la eternidad en su presencia. Este es el propósito de Dios para su pueblo.
[1]“Debemos ser santos, porque este es el gran propósito por el que Cristo vino al mundo.
Hablar de que los hombres son salvos de la culpa del pecado sin ser salvos de su dominio en sus corazones es contradecir el testimonio de toda la Escritura.
Jesús es un Salvador completo. No se limita a quitar la culpa del pecado, sino que rompe su poder”.
- Parafraseado de Obispo J. C. Ryle
Conclusión: Un Dios santo llama a su pueblo a ser santo
El Dr. John Stott fue uno de los grandes líderes cristianos del siglo XX. En uno de sus últimos sermones, el Dr. Stott habló sobre el propósito de Dios para su pueblo.[1] Hemos sido salvados por gracia mediante la fe; hemos sido traídos de la muerte a la vida. ¿Por qué? El propósito de Dios al salvarnos es hacernos como Cristo. El Dr. Stott dijo: “Ser como Cristo es la voluntad de Dios para el pueblo de Dios”.
Tres textos del Nuevo Testamento muestran cómo nuestro crecimiento en la semejanza a Cristo en la tierra nos prepara para vivir con Dios. Estos textos muestran la importancia de la santidad en la vida del creyente.
Romanos 8:29 mira al pasado y muestra el propósito eterno de Dios para sus hijos:
Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de Su Hijo, para que Él sea el primogénito entre muchos hermanos.
[2]El propósito eterno de Dios es que seamos conformados a la imagen de su Hijo. Desde el principio, el propósito de Dios fue hacernos como Cristo. Romanos 8:28 promete que para los que aman a Dios, todas las cosas trabajan para bien. Esta promesa es para los que son llamados según su propósito. ¿Cuál es su propósito? El propósito predestinado de Dios es hacer a sus hijos a imagen de su Hijo. Dios nos salvó para hacernos santos.
Pablo recordó a los cristianos colosenses el maravilloso cambio que Dios había obrado en sus vidas: “Y aunque ustedes antes estaban alejados y eran de ánimo hostil, ocupados en malas obras, sin embargo, ahora Dios los ha reconciliado en Cristo en Su cuerpo de carne, mediante Su muerte”. A través de la muerte de Cristo, estas personas que habían sido hostiles a Dios ahora estaban reconciliadas con él. Pablo luego recordó a estos creyentes el propósito de Dios al reconciliarlos consigo mismo: Él los reconcilió para presentarlos santos, sin mancha e irreprensibles delante de Él (Colosenses 1:21-22).
Pablo no dice simplemente: “Han sido reconciliados con Dios para que puedan pasar la eternidad en el cielo”. ¡Es una noticia maravillosa! Pero no es la Buena Nueva completa. Pablo dice: “Han sido reconciliados con Dios para que puedan ser santos”. El propósito de Dios es hacer santos e irreprensibles a sus hijos.
2 Corintios 3:18 mira al presente y muestra cómo se está cumpliendo este propósito en la vida del creyente hoy:
Pero todos nosotros, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu.
Por el poder del Espíritu Santo, estamos siendo transformados de gloria en gloria. El propósito de Dios se cumple en la transformación de sus hijos por el poder del Espíritu Santo. Día a día, nos hacemos más semejantes a Cristo.
1 Juan 3:2 mira hacia el futuro y muestra el cumplimiento definitivo del propósito de Dios:
Amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que habremos de ser. Pero sabemos que cuando Cristo se manifieste, seremos semejantes a Él, porque lo veremos como Él es.
El libro del Apocalipsis mira hacia el día en que veremos a Dios cara a cara. En ese día, seremos como él. El propósito de Dios se cumplirá completa y eternamente. John Stott concluyó: “Estaremos con Cristo, como Cristo, para siempre”.
Como cristianos, nuestra búsqueda de una vida santa nos prepara para el día en que veamos a Dios y se cumpla el propósito de su vida. Esto debería hacernos más fervientes en nuestro crecimiento en la santidad. Cada día nos transformamos más y más a su imagen.
La santidad no es una idea humana; la santidad es el carácter de Dios. Nuestra comprensión de la santidad se basa en el carácter de Dios revelado en la Biblia. Al buscar ser cada vez más como él, estamos cooperando con el propósito eterno de Dios. La santidad es el propósito eterno de Dios para cada creyente. Como hijos de Dios, debemos tener un deseo apasionado de ver este propósito cumplido en nuestros corazones y en nuestras vidas.
[2]“Dios tiene un fin destinado para la humanidad: la santidad. Su único objetivo es la producción de santos. Él vino a salvar a los hombres porque los había creado para ser santos”.- Oswald Chambers
Él encontró el secreto: Samuel Kaboo Morris
En 1873, Samuel Morris[1] nació en Liberia, África Occidental, como el príncipe Kaboo, hijo de un jefe tribal. Cuando su padre fue derrotado en batalla, Kaboo fue retenido como rehén. Un día, Kaboo vio una luz brillante y oyó una voz del cielo que le decía que corriera. Las cuerdas que lo ataban cayeron al suelo y Kaboo corrió hacia la selva.
Caminó por la selva durante días hasta que llegó a la ciudad de Monrovia. En la ciudad, un niño invitó a Kaboo a la iglesia. Cuando Kaboo visitó la iglesia, una misionera estaba contando la historia de la conversión de Pablo. ¡Cuando ella habló de la luz brillante y la voz del cielo, Kaboo reconoció que era la voz que había oído en la selva! Pronto aceptó a Cristo como su Salvador y fue bautizado con el nombre de Samuel Morris.
Durante los dos años siguientes, Samuel Morris pintó casas para ganarse la vida mientras estudiaba la Biblia. Le interesaba especialmente aprender sobre el Espíritu Santo y la vida en el poder del Espíritu. Después de que una misionera le dijo que le había enseñado todo lo que sabía, Morris le preguntó: “¿Quién fue tu maestro?”. Ella le habló de un predicador en Estados Unidos llamado Stephen Merritt. Sin dinero ni medio de transporte, Morris caminó hasta el puerto más cercano para encontrar un barco que lo llevara a Estados Unidos. Estaba decidido a aprender más sobre cómo vivir en el Espíritu.
Dormía en la playa esperando un barco. Cuando llegó uno, Morris le pidió al capitán que lo llevara a Estados Unidos. El capitán se negó, pero poco después, dos de los tripulantes huyeron. El capitán le dijo entonces a Morris que podía trabajar a cambio del pasaje a Nueva York. Durante el viaje, fue maltratado por la tripulación y se le asignaron las tareas más peligrosas a bordo. Sin embargo, Samuel mostró el amor de Cristo a sus compañeros de viaje hasta que, cuando el barco llegó a Nueva York, el capitán y la mayoría de la tripulación se habían convertido.
Cuando Morris llegó a Nueva York, encontró la misión de Stephen Merritt y le habló de su deseo de aprender más sobre el Espíritu Santo. El Sr. Merritt tenía que ir a una reunión, pero dejó a Morris en la misión durante la noche. Cuando regresó, encontró a Samuel dirigiendo una reunión de oración. En su primera noche en Estados Unidos, Samuel Morris llevó a casi 20 personas a Cristo.
Stephen Merritt ayudó a Samuel Morris a matricularse en la Universidad Taylor para que pudiera prepararse para evangelizar en Liberia. Morris llegó al campus de Indiana sin dinero, pero con una fe total en la providencia de Dios. Le dijo al rector: “Por favor, deme una habitación que nadie más quiera”. A altas horas de la noche, sus compañeros de estudios le oían hablar con su Padre. Su confianza absoluta en Dios influyó tanto en el campus como en las iglesias de los alrededores.
Aunque Morris tenía previsto regresar a Liberia, Dios tenía otros planes. A los dos años de llegar a la Universidad Taylor, Samuel Morris murió de neumonía. Solo tenía 20 años, pero estaba en paz con el plan de Dios. Samuel le dijo al rector de la universidad: “No es mi obra. Es la suya. Yo he terminado mi trabajo. Él enviará a otros mejores que yo para hacer la obra en África”.
La vida de Morris impactó a tantas personas que cientos de personas se alinearon en las calles para el cortejo fúnebre. Varios compañeros de estudios fueron a África como misioneros, sirviendo “en memoria del príncipe Kaboo”. El presidente de la Universidad Taylor dijo: “Samuel Morris fue el mensajero de Dios en la Universidad Taylor. Él pensaba que había venido aquí para prepararse para su misión. En cambio, Dios lo envió para preparar a la Universidad Taylor para su misión en todo el mundo. Todos los que lo conocieron quedaron impresionados por su fe sublime, pero sencilla, en Dios”.
Hoy, una placa conmemorativa en la tumba de Samuel Morris en Fort Wayne, Indiana, dice:
Samuel Morris
1873-1893
Príncipe Kaboo
Nativo de África Occidental
Famoso místico cristiano
Apóstol de la fe sencilla
Exponente de la vida llena del Espíritu
La corta vida de Samuel Morris demuestra que todo creyente puede vivir en el poder del Espíritu Santo. Un corazón santo y una vida santa son el propósito de Dios para todo creyente.
(1) La belleza de la santidad se ve en la creación original de Dios. Dios creó un mundo perfecto sin pecado.
(2) La belleza de la santidad se ve en la naturaleza de Dios. Dios es un Dios santo.
(3) La belleza de la santidad se ve en el plan de Dios para su pueblo. Aunque el pecado corrompió la naturaleza del hombre, Dios no renunció a su plan de tener un pueblo santo. Para restaurar la relación entre un Dios santo y la humanidad caída, Dios enseñó:
Cómo es un Dios santo
Cómo es una persona santa
(4) Hay muchas ideas falsas sobre la santidad. Entre ellas se incluyen:
Solo unas pocas personas pueden ser santas.
Nos hacemos santos viviendo apartados de los demás.
Solo nos hacemos santos cuando morimos.
Nos hacemos santos siguiendo las reglas.
La prueba de que una persona es santa es un don especial, como hablar en lenguas o hacer milagros.
La santidad es imposible.
(5) La verdad sobre la santidad es simple. Esto es lo que significa ser santo:
Ser santo es mantener una relación cercana con Dios.
Ser santo es reflejar la imagen de Dios.
Ser santo es estar apartado para Dios.
Ser santo es tener un corazón indiviso.
Ser santo es vivir una vida justa.
Ser santo es tener un amor perfecto por Dios y por nuestro prójimo.
Ser santo es vivir en la plenitud del Espíritu Santo.
Ser santo es ser como Cristo.
La santidad nos prepara para ver a Dios.
(6) Tres textos del Nuevo Testamento muestran la importancia de la santidad en la vida del creyente.
Romanos 8:29 muestra el propósito eterno de Dios de formarnos a imagen de su Hijo.
2 Corintios 3:18 muestra que el propósito de Dios se está cumpliendo a medida que somos transformados diariamente a la imagen de Cristo.
1 Juan 3:2 muestra el cumplimiento del propósito de Dios: cuando veamos a Dios, seremos como él.
Tareas de la lección 1
(1) Imagina que un nuevo cristiano te dice: “He leído en la Biblia que Dios nos llama a ser santos como él es santo. ¡Eso parece imposible! ¿Qué significa ser santo?”. Escribe una respuesta de una página a este nuevo creyente. En la próxima clase, cada alumno deberá leer su respuesta. Dedica tiempo a discutir las respuestas en clase.
(2) Comienza la siguiente sesión de clase citando 1 Pedro 1:14-16.
(3) Este curso incluye un proyecto final que debe entregarse el último día de clase. Debes empezar a trabajar en este proyecto ahora. Consulta el apéndice en la aplicación o los archivos adicionales en el sitio web para obtener más detalles sobre este proyecto.
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