El pueblo de Israel estaba listo para entrar en Canaán. Dios los había guiado a través del desierto y solo les quedaba un corto trayecto para llegar a la Tierra Prometida. Moisés envió a doce espías para explorar la tierra. Después de cuarenta días, los espías regresaron con hermosas uvas y relatos de las maravillas de Canaán. Pero dijeron que los cananeos eran fuertes y vivían en grandes ciudades. ¡Junto a ellos, parecíamos langostas!
Solo dos espías, Josué y Caleb, creyeron en la promesa de victoria de Dios. Caleb dijo: “Debemos ciertamente subir y tomar posesión de ella, porque sin duda la conquistaremos” (Números 13:30). Josué y Caleb vieron la misma tierra que los otros espías. Vieron ciudades con murallas enormes. Vieron guerreros poderosos.
Pero Josué y Caleb vieron algo que los otros espías no vieron: vieron que el Dios que sacó a Israel de Egipto llevaría a Israel a Canaán. Vieron que el Dios que destruyó el ejército del faraón destruiría los muros de Jericó. Vieron que el Dios de Abraham era el Dios de Moisés. Dios dijo de Caleb que “ha habido en él un espíritu distinto y me ha seguido plenamente” (Números 14:24).
Como no le creyeron, Dios condenó a la generación adulta a morir en el desierto. Cuarenta años después, Israel entró en Canaán y llegó el momento de dividir la tierra. Caleb tenía más de 80 años. Le dijo a Josué: “Todavía estoy tan fuerte como el día en que Moisés me envió... Ahora pues, dame esta región montañosa”. Sí, había ciudades fuertes y guerreros poderosos. Pero Caleb tenía confianza en las promesas de Dios. “Los expulsaré como el Señor ha dicho” (Josué 14:11-12).
¿Qué le daba a Caleb tanta confianza? Un corazón indiviso. Caleb dijo: “Yo seguí plenamente al Señor mi Dios” (Josué 14:8). Caleb confiaba en Dios con todo su corazón. Caleb era un hombre con un corazón indiviso.
Un corazón perfecto es un corazón indiviso
Los libros históricos de la Biblia[1] narran el trágico fracaso de Israel en ser lo que Dios quería que su pueblo fuera. Los libros históricos muestran cómo Israel se apartó del plan de Dios. Israel fue llamado a representar a Dios ante otras naciones. En cambio, se volvió hacia dioses falsos. Debido a su fracaso, Israel fue derrotado y llevado al exilio. Su gloria se convirtió en vergüenza.
Junto a las trágicas imágenes de infidelidad, los mismos libros históricos muestran a personas santas que sirvieron fielmente a Dios. Mientras que muchos en Israel fueron infieles a Dios (Jueces), una joven viuda moabita fue fiel (Rut). Incluso en el exilio (2 Reyes), una joven judía obedeció el llamado de Dios y salvó a su pueblo (Esther). Estas personas obedecieron a Dios con todo su corazón. Eran santos en el sentido de estar completamente dedicados a Dios.
Los Libros Históricos enseñan que ser santo significa servir a Dios con lealtad absoluta. La santidad no significa un comportamiento perfecto. La santidad significa servir a Dios con un corazón indiviso.
Algunas traducciones del Antiguo Testamento al español utilizan la palabra perfecto para traducir la palabra hebrea shalem. Shalem tiene la idea de “ser completo”. Ser perfecto es ser completo. Ser santo significa pertenecer completamente a Dios.
Shalem está relacionado con la palabra hebrea para paz, shalom. Ser íntegro ante Dios significa estar en paz con él (“enteramente dedicados al Señor”, 1 Reyes 8:61). Tener un corazón íntegro es tener un corazón completo o indiviso, un corazón que solo tiene una lealtad. Veamos algunos ejemplos de la palabra íntegro o indiviso en los libros históricos.
Un ejército con un propósito indiviso
Tras la muerte de Saúl, las tribus del norte coronaron rey a Isboset, mientras que Judá siguió a David. Hubo dos años de guerra civil en los que David lideró a Judá contra las tribus del norte. Al cabo de dos años, Isboset fue asesinado por sus propios capitanes. El ejército se unió para coronar a David como rey de todo Israel. La nación estaba ahora unida bajo un solo rey.
Todos estos, hombres de guerra, que podían ponerse en orden de batalla, vinieron con corazón perfecto a Hebrón, para hacer rey a David sobre todo Israel; también todos los demás de Israel eran de un mismo parecer para hacer rey a David (1 Crónicas 12:38).
El ejército llegó a Hebrón con un corazón perfecto (shalem) para hacer rey a David. La mayoría de traducciones utilizan la expresión “con corazón perfecto”. “Perfecto” no significa que nadie en el ejército hubiera pecado. Significa que la nación era completamente leal a David. Estaban unidos bajo un solo rey. En este versículo, shalem no es un término religioso, sino político. Shalem significa tener lealtad inquebrantable al rey.
Un altar con piedras sin labrar
Cuando Israel llegó a la Tierra Prometida, Josué construyó un altar en el monte Ebal. Josué construyó el altar “de piedras sin labrar (shalem), sobre las cuales nadie había alzado herramienta de hierro” (Josué 8:31). “Sin labrar” es la misma palabra que íntegro o perfecto. Ser shalem es ser indiviso.
Un corazón indiviso
En la dedicación del Templo, Salomón llamó al pueblo de Israel a servir a Dios con corazones indiviso.
Estén, pues, los corazones de ustedes enteramente dedicados (shalem) al Señor nuestro Dios, para que andemos en Sus estatutos y guardemos Sus mandamientos, como en este día (1 Reyes 8:61).
Esta es la misma palabra que se utiliza para describir al ejército unido bajo el mando de David. Es la misma palabra que se utiliza para describir las piedras sin labrar. Salomón llamó a Israel a la fidelidad indivisa a Dios. Si el pueblo de Israel tuviera este corazón indiviso, caminaría en sus estatutos y guardaría sus mandamientos. Una persona con un corazón indiviso obedece voluntariamente a Dios.
[1]Los libros de Josué, Jueces, Rut, 1 y 2 Samuel, 1 y 2 Reyes, 1 y 2 Crónicas, Esdras, Nehemías y Ester son los doce libros históricos de la Biblia.
Corazones divididos y corazones indivisos
La historia de los reyes de Israel muestra que Dios llama a su pueblo a servirle con corazones indivisos. Dios busca personas santas. Dios busca corazones indivisos.
El rey Salomón: un corazón dividido
En la dedicación del templo, Salomón llamó a Israel a servir a Dios con corazones indivisos. Lamentablemente, Salomón no siguió su propio consejo. “Porque cuando Salomón ya era viejo, sus mujeres desviaron su corazón tras otros dioses, y su corazón no estuvo dedicado por completo (shalem) al Señor su Dios, como había estado el corazón de David su padre” (1 Reyes 11:4).
El corazón de Salomón estaba dividido. Quería adorar al Dios de Israel y al mismo tiempo adorar a otros dioses. No se puede ser leal a Jehová y a otros dioses. El autor de 1 Reyes no dice que Salomón abandonara la adoración a Jehová. Salomón siguió ofreciendo sacrificios en el templo, pero su corazón estaba dividido. Intentó servir a Dios con un corazón dividido.
El rey David: un corazón indiviso
En 1 Reyes 11:4, leemos la perspectiva de Dios sobre los corazones de David y Salomón. El corazón de David era indiviso; el corazón de Salomón estaba dividido. Desde una [1]perspectiva humana, podríamos considerar el adulterio y el asesinato de David mucho peores que la apostasía de Salomón. ¿Por qué el autor de Reyes dice que el corazón de David era totalmente fiel al Señor?
La diferencia está en la respuesta de David al pecado. Cuando el profeta confrontó a David, este se arrepintió inmediatamente. David no se defendió. En cambio, confesó a Dios: “Contra Ti, contra Ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de Tus ojos” (Salmo 51:4). David sirvió a Dios con un corazón indiviso. Su corazón era shalem. Su corazón era indiviso.
El Salmo 86 ilustra el anhelo de David por un corazón indiviso. En el Salmo 86, David ora por la liberación de los enemigos que intentan matarlo. En medio de esta oración, David clama: “Unifica mi corazón para que tema Tu nombre” (Salmo 86:11). David está orando por un corazón indiviso. David buscaba servir a Dios con un corazón perfecto.
El rey Asa: un corazón dividido
Asa subió al trono de Judá en el año 910 a. C. Estaba comprometido con Jehová; destruyó los altares de los dioses falsos; derribó los lugares altos que se utilizaban para adorar ídolos. Cuando el general etíope Zera atacó Judá con un gran ejército, Asa clamó a Dios pidiendo liberación:
Señor, no hay nadie más que Tú para ayudar en la batalla entre el poderoso y los que no tienen fuerza. Ayúdanos, oh Señor Dios nuestro, porque en Ti nos apoyamos y en Tu nombre hemos venido contra esta multitud. Oh Señor, Tú eres nuestro Dios; que no prevalezca ningún hombre contra Ti (2 Crónicas 14:11).
Dios respondió a la oración de Asa. “Y el Señor derrotó a los etíopes delante de Asa y delante de Judá” (2 Crónicas 14:12). Asa puso toda su confianza en Dios, y Dios le concedió una gran victoria.
Pasaron veinte años y Asa se enfrentó a una nueva prueba. Esta vez, Baasa, rey de las tribus del norte, amenazó a Judá. Asustado, Asa decidió formar una alianza militar con otra nación. Firmó un tratado con Ben Adad, gobernante de Siria. En lugar de confiar solo en Dios, Asa puso su confianza en un gobernante pagano.
En respuesta, el profeta Hananí le recordó a Asa su victoria pasada sobre el enorme ejército de los etíopes. Le recordó a Asa que cuando “te apoyaste en el Señor, Él los entregó en tu mano”. ¿Por qué hizo Dios esto? Porque “Porque los ojos del Señor recorren toda la tierra para fortalecer a aquellos cuyo corazón es completamente (shalem) Suyo” (2 Crónicas 16:8-9).
Cuando Asa confió plenamente en Dios, Dios le dio una gran victoria. Pero ahora Asa confiaba en un gobernante sirio. Como Asa ya no confiaba solo en Dios, Dios ya no lo libraría del peligro. Hananí advirtió que Asa tendría guerras durante el resto de su reinado.
Los últimos años del reinado de Asa son una mera sombra de la brillante promesa de sus primeros años. Al final de su vida, Asa enfermó, pero ni siquiera en su enfermedad buscó al Señor (2 Crónicas 16:12).
El reinado de Asa fue mejor que el de muchos otros reyes. Asa nunca abandonó la adoración a Jehová, pero su corazón no estaba totalmente dedicado a Dios. No confió plenamente en Dios. Por eso, Asa no alcanzó lo mejor de Dios.
La vida de Asa es un poderoso ejemplo del peligro de tener un corazón dividido. En la primera historia, Asa confiaba plenamente en Dios. En la segunda historia, continuó sirviendo como líder del pueblo de Dios, pero su corazón no era perfecto. En lugar de confiar plenamente en Dios, firmó un tratado con el enemigo de Dios. Asa tenía un corazón dividido.
El rey Amasías: un corazón dividido
Amasías muestra el peligro de un corazón dividido. El reinado de Amasías comenzó con grandes promesas: hizo lo que era recto ante los ojos del Señor (2 Reyes 14:3; 2 Crónicas 25:2). Al igual que Asa, Amasías comenzó bien.
Sin embargo, tanto Reyes como Crónicas advierten del peligro. El autor de Reyes dice que Amasías hizo lo que era recto, pero no como su padre David. El autor de Crónicas dice que Amasías hizo lo que era recto, aunque no de todo corazón. No quitó los lugares altos. Por eso, el pueblo siguió sacrificando a dioses falsos. Un líder con un corazón dividido llevó a la nación a la desgracia.
Al igual que Asa, Amasías descubrió que servir a Dios con un corazón dividido trae problemas. Aunque el reinado de Amasías comenzó bien, más tarde adoró a los dioses de Edom. En juicio, Dios permitió que el reino del norte derrotara a Amasías. La promesa del reinado inicial de Amasías nunca se cumplió porque tenía un corazón dividido. El corazón de Amasías no era perfecto.
“Que muera yo mismo
para vivir en ti;
que sea vaciado de mí mismo para abundar en ti;
que yo no sea nada para mí mismo para ser todo para ti”.
- Erasmo
La santidad en la práctica: la santidad comienza en el corazón
Jesús habló a los líderes religiosos que eran muy cuidadosos con la apariencia exterior, pero descuidados con el corazón.
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas que pagan el diezmo de la menta, del anís y del comino, y han descuidado los preceptos más importantes de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Estas son las cosas que debían haber hecho, sin descuidar aquellas. ¡Guías ciegos, que cuelan el mosquito y se tragan el camello! (Mateo 23:23-24).
Estos líderes religiosos seguían cuidadosamente las leyes rituales, pero no seguían la ley interior, que es más importante. Jesús condenó su religión falsa. “Cuelan el mosquito (son cuidadosos con las cosas pequeñas) y se tragan el camello (ignoran los problemas grandes)”. La santidad comienza en el corazón.
Si solo pensamos en la apariencia exterior, podemos decir:
“Soy santo porque no visto _______________”.
“Soy santo porque no voy a _______________”.
“Soy santo porque no veo _______________”.
Cuando afirmamos ser santos por lo que hacemos o dejamos de hacer, podemos llegar a ser como los fariseos. Jesús habló de un fariseo que oraba: “Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: estafadores, injustos, adúlteros; ni aun como este recaudador de impuestos. Yo ayuno dos veces por semana; doy el diezmo de todo lo que gano” (Lucas 18:11-12). Este fariseo definía la santidad por sus acciones: “No engaño; no soy injusto; ayuno; doy el diezmo”. Afirmaba ser santo, pero su corazón no era santo.
Los fariseos estaban orgullosos de su separación del mundo, pero sus corazones no eran santos. Jesús dijo: “Son semejantes a sepulcros blanqueados! Por fuera lucen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia” (Mateo 23:27). Por fuera, los fariseos estaban separados; por dentro, eran pecadores.
► ¿Qué parece más fácil de medir: la apariencia exterior o la santidad interior? ¿Qué es más fácil de fingir: la apariencia exterior o la santidad interior? ¿Qué tendemos a enfatizar más: la apariencia exterior o la santidad interior?
Un ejemplo de Ezequías
Las leyes de separación eran importantes para enseñar que Dios exige un pueblo santo. Pero Dios siempre se preocupó más por el corazón de su pueblo que por los rituales.
Una historia del avivamiento de Ezequías ilustra este principio. Después de que el templo fuera purificado, Ezequías reinstauró la Pascua. Invitó a la nación a “que vinieran a la casa del Señor en Jerusalén a fin de celebrar la Pascua al Señor, Dios de Israel”. Mensajeros de Ezequías recorrieron Israel invitando a la nación a esta ceremonia. En muchos lugares, la gente “los escarnecían y se burlaban de ellos. No obstante, algunos hombres de Aser, de Manasés y de Zabulón se humillaron y vinieron a Jerusalén” (2 Crónicas 30:1, 10-11).
Cuando comenzaron a matar los corderos pascuales, había muchos en la asamblea que no se habían consagrado (2 Crónicas 30:17). Debido a que la nación había pasado tanto tiempo sin adorar en el templo, el pueblo estaba impuro y no estaba preparado para celebrar la Pascua. ¿Qué debían hacer los sacerdotes? Dios permitió al pueblo celebrar la Pascua porque sus corazones buscaban a Dios, aunque aún no estaban ritualmente puros.
Pues una gran multitud del pueblo, es decir, muchos de Efraín y de Manasés, de Isacar y de Zabulón, no se habían purificado; no obstante, comieron la Pascua contrario a lo escrito. Porque Ezequías oró por ellos, diciendo: “Que el buen Señor perdone a todo el que prepare su corazón para buscar a Dios el Señor, Dios de sus padres, aunque no lo haga conforme a los ritos de purificación del santuario”. Y oyó el Señor a Ezequías y sanó al pueblo (2 Crónicas 30:18-20).
Dios buscaba corazones indivisos. Incluso cuando el pueblo no podía seguir los rituales de separación, Dios buscaba corazones que estuvieran apartados para buscar a Dios.
El pueblo santo consagra su corazón a Dios
La santidad siempre comienza con Dios. Todo lo santo le pertenece a él. Dios santificó el sabbat, la tierra donde estaba la zarza ardiente, los primogénitos de Israel, el tabernáculo, el altar y los levitas. Dios los reclamó para sí mismo. Fueron santificados por la presencia de Dios.
La santidad comienza con Dios, pero Dios nos llama a consagrar nuestra vida a él. Si leemos solo los versículos en los que Dios dice “Yo los santificaré”, podríamos decidir que la santificación es solo un acto de Dios. Sin embargo, la Biblia muestra que la santidad requiere una respuesta del hombre.
Éxodo 19 nos da un ejemplo. Dios ordenó a Moisés: “Ve al pueblo y conságralos”. “Y Moisés... santificó al pueblo”. Moisés apartó al pueblo para los propósitos de Dios. Más tarde, Dios dijo: “que se santifiquen los sacerdotes que se acercan al Señor” (Éxodo 19:10-22). Se ordenó a los sacerdotes que se apartaran para los propósitos de Dios. Debían ser santos; debían separarse para Dios.
Un corazón indiviso implica dos aspectos:
1. Dios promete apartar a su pueblo: “Yo soy el Señor que los santifico” (Éxodo 31:13). Dios hace santo a su pueblo.
2. Dios ordena a su pueblo que se aparte: “Por tanto, conságrense y sean santos, porque Yo soy santo” (Levítico 11:44; Levítico 20:7).
[1]Nos consagramos en respuesta a la gracia de Dios. Las personas santas se consagran voluntariamente a Dios. Se entregan sin reservas a Dios.
En Levítico 20, el mandato “Santifíquense” va seguido de la promesa: “Yo soy el Señor que los santifico”. Es la misma palabra hebrea en ambos versículos. Se puede traducir así: “Apártense... Yo soy el Señor que los aparta” (Levítico 20:7-8).
La santificación implica tanto la obra de Dios como nuestra respuesta. No nos hacemos santos por nuestros propios esfuerzos, pero tampoco decimos: “Si Dios quiere que sea santo, me hará santo sin mi respuesta”. Respondemos a la gracia de Dios consagrándonos a él. Un corazón indiviso requiere una consagración total.
La santidad solo proviene de Dios. Sin embargo, Dios nos llama a entregarnos a él. Somos santificados al rendirnos al llamado de Dios. Pablo escribió: “Por tanto, hermanos, les ruego por las misericordias de Dios que presenten sus cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es el culto racional de ustedes” (Romanos 12:1). Pablo nos llamó a entregarnos plenamente a los propósitos de Dios. Debido a que Dios promete que nos hará santos, debemos entregarnos. La santidad es tanto un mandato (“Santifíquense”) como una promesa (“yo los santifico”).
Los santos dicen un “sí” rotundo a Dios
Las vidas de Salomón, Asa y Amasías muestran los peligros de un corazón dividido. Un corazón dividido no es el propósito de Dios para su pueblo. Un corazón santo es un corazón indiviso. Entonces, ¿qué significa tener un corazón indiviso? ¿Qué significa tener un corazón que es shalem o perfecto?
Los cristianos están llamados a ser siervos de Dios. El trabajo de un siervo es hacer todo lo que su amo le pide. Un buen siervo no pregunta: “¿Es esto lo que yo quiero?”. Un buen siervo hace con disposición lo que su amo le ordena. El trabajo de un siervo es decir un “sí” completo y sin reservas.
De la misma manera, una persona que sirve a Dios con un corazón indiviso responde “sí” al llamado de Dios con disposición. Esto es un corazón indiviso. Moisés llamó a Israel a servir a Dios con corazones indivisos:
Y ahora, Israel, ¿qué requiere de ti el Señor tu Dios, sino que temas al Señor tu Dios, que andes en todos Sus caminos, que lo ames y que sirvas al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, y que guardes los mandamientos del Señor y Sus estatutos que yo te ordeno hoy para tu bien? (Deuteronomio 10:12-13).
Cuando era estudiante universitaria, Elisabeth Elliot escribió en su diario: “Señor, he dicho el "sí" eterno. No permitas que, habiendo puesto mi mano en el arado, mire atrás. Endereza el camino de la cruz delante de mí. Dame amor, para que no haya lugar para un pensamiento o un paso descarriado”.[2] Elliot tenía un corazón indiviso; era perfecta a los ojos de Dios.
En los años que siguieron a esta oración, Elisabeth Elliot se enfrentó a muchos retos. Su marido, Jim Elliot, fue asesinado en 1956 mientras intentaba evangelizar a la tribu Huaorani en Ecuador. Elisabeth se convirtió más tarde en misionera entre las personas que mataron a su marido. Solo una persona que ha dicho el “sí eterno” podría ir como misionera entre los asesinos de su marido.
Una persona santa sirve a Dios con un corazón indiviso. Una persona santa dice el “sí eterno” a Dios. Esto significa una entrega completa a Dios. Cuando una persona santa conoce la voluntad de Dios, obedece con disposición. Su corazón no está dividido; pertenece por completo a Dios. Una persona santa dice “sí” a Dios en un momento de entrega total.
Una persona santa continúa diciendo “sí” cada día. Después de que Elisabeth Elliot “dijo el sí eterno”, siguió enfrentándose a decisiones. Hubo muchas ocasiones en las que volvió a decir: “Sí, Señor”. Algunos cristianos creen que un “sí” definitivo eliminará todas las pruebas futuras de su compromiso. Una entrega definitiva es importante, pero Satanás seguirá poniendo a prueba su compromiso. Una y otra vez, seguirá diciendo: “Sí, Señor. Mi vida te pertenece”. Este es el “sí” continuo de la vida santa.
[1]“Solo podemos ser utilizados por Dios después de permitirle que nos muestre las áreas profundas y ocultas de nuestro carácter. Ni siquiera reconocemos la envidia, la pereza o el orgullo que hay en nosotros cuando los vemos. Pero Jesús nos revelará todo lo que hemos guardado dentro de nosotros antes de que su gracia comenzara a obrar”. - Oswald Chambers
[2] Elisabeth Elliot, Passion and Purity (Old Tappan: Fleming H. Revell Co., 1984), 25
Él encontró el secreto: George Muller
George Muller[1] fue un gran cristiano del siglo XIX.[2] Construyó cinco grandes orfanatos y cuidó de más de 10,000 huérfanos. Muller recaudó millones de dólares para mantener sus orfanatos y ayudar a otros misioneros. Cuando murió, Muller había proporcionado educación a 122,000 niños, había distribuido casi 2 millones de Biblias y más de 100 millones de libros y folletos. Lo hizo sin pedir dinero a nadie. Decidió pedir ayuda solo a Dios.
Cuando Dios llamó a Muller para que construyera sus orfanatos, ¡Muller tenía 50 centavos en el bolsillo! Muller respondió al llamado de Dios con total dependencia de la provisión divina. Muller solo tenía 50 centavos, pero se los entregó a Dios y confió en Él para todo lo demás. Más tarde, Muller testificó que los huérfanos nunca se quedaron sin comer; Dios proveyó todas sus necesidades.
Muller llevó una vida malvada cuando era joven, e incluso pasó un tiempo en la cárcel a los 16 años. Sin embargo, a los 20 años, George Muller entregó su vida a Cristo. Durante los años siguientes, Muller experimentó períodos de victoria espiritual, pero también reconoció áreas de lucha. Finalmente, a los 24 años, Muller llegó a “una entrega total y completa de su corazón. Me entregué por completo al Señor”.
A los 70 años, Muller comenzó a viajar al extranjero para predicar. Entre los 70 y los 87 años, viajó a 42 países y predicó a más de 3 millones de personas.
Al final de su vida, le preguntaron a George Muller cuál era el secreto de su vida de servicio. Él respondió: “Hubo un día en que morí a mí mismo (a mis opiniones y deseos), a la aprobación o desaprobación del mundo, e incluso a la aprobación o reprobación de mis amigos. Desde entonces, solo me ha importado la aprobación de Dios”. George Muller tenía un corazón indiviso. Era perfecto a los ojos de Dios.
[2]Adaptado de Roger Steer, Spiritual Secrets of George Muller (PA: OMF Books, 1985) y J. Gilchrist Lawson, Deeper Experiences of Famous Christians (Anderson: Warner Press, 1911).
Repaso de la lección 5
(1) Ser santo significa tener un corazón indiviso.
(2) La palabra hebrea shalem significa “indiviso”. Esta palabra está relacionada con shalom, que significa “paz”. Tener un corazón “perfecto” o “indiviso” es tener un corazón con una sola lealtad.
(3) Salomón, Asa y Amasías muestran el peligro de un corazón dividido. Cada uno de ellos fracasó en complacer plenamente a Dios porque sus corazones estaban divididos.
(4) La santidad comienza en el corazón. Jesús condenó a aquellos que se preocupan por los rituales externos sin tener un corazón puro.
(5) Debemos consagrar nuestra vida por completo a Dios. Dios santifica a su pueblo. Dios llama a su pueblo a consagrarse en respuesta a su gracia.
(6) Las personas santas dicen un “sí” completo a Dios. Como un siervo devoto, dicen “sí” a su amo con disposición.
(7) Después de haber dicho el “sí eterno”, debemos seguir diciendo “sí” cada día.
Tareas de la lección 5
(1) Prepara un sermón sobre “Vivir con un corazón indiviso”. Puedes desarrollar tu propio esquema o utilizar el siguiente:
A. Un ejemplo bíblico de un corazón dividido
B. Los peligros de vivir con un corazón dividido
C. La cura para un corazón dividido
(2) Comienza la siguiente sesión de clase citando el Salmo 86:11-12.
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