Imagina que tienes 75 años y vives en una nación de idólatras cuando, de repente, oyes a Dios hablar. ¿Cómo responderías?
Dios le dijo a Abraham: “Vete de tu tierra, de entre tus parientes y de la casa de tu padre, a la tierra que Yo te mostraré” (Génesis 12:1). “¡Deja todo y sígueme!”. Dios no le dijo a Abraham adónde lo llevaría. Simplemente le dijo: “Sígueme”.
[1]Abraham creyó en Dios y lo siguió desde Ur hasta Harán, y desde Harán hasta Canaán. Abraham recorrió más de 1600 kilómetros en obediencia al mandato de Dios.
Abraham confió en promesas que parecían imposibles. Creyó que Dios le daría un hijo, aunque Sara ya había pasado la edad de tener hijos. Creyó que Dios le daría la tierra prometida, aunque no poseía ninguna tierra en Canaán. Creyó que Dios haría de él una gran nación, aunque no tenía hijos.
Abraham, un hombre de una sociedad pagana, fue llamado amigo de Dios (Santiago 2:23). Caminó con Dios.
► Pida a tres miembros de su clase que den un testimonio de su caminar con Dios hasta este momento. ¿Cómo comenzó este caminar? ¿Qué lecciones han aprendido durante su caminar?
[1]Una oración por santidad
“Señor, renuncio a mis propios planes y propósitos,
todos mis deseos y esperanzas
y acepto tu voluntad para mi vida.
Me entrego a ti, mi vida, todo lo que soy,
por completo a Ti para ser Tuyo para siempre.
Lléname y séllame con Tu Espíritu Santo,
Úsame como Tú quieras,
Envíame donde Tú quieras,
Cumple toda tu voluntad en mi vida
A cualquier precio, ahora y para siempre”. - Betty Stam (Mártir en China)
La santidad en el Pentateuco: Caminar con Dios
Las personas santas caminan con Dios; pasan tiempo con Él. A medida que caminan con Dios, se vuelven más como Él. Ser santo significa caminar con Dios, construir una relación profunda con Él.
Dios caminó con Adán y Eva en el Jardín del Edén. Después de que el pecado rompió esa relación ideal, Adán y Eva se escondieron de Dios. El pecado separó al hombre de Dios.
El pecado rompe la relación con Dios; el pecado rompe las relaciones entre las personas; Adán culpó a Eva. Adán y Eva compartieron el pecado, pero el pecado dañó su relación mutua. El objetivo de Dios es que sus hijos caminen en paz con Él y entre ellos. El objetivo de Satanás es destruir nuestra relación con Dios y con los demás.
El pecado dañó la relación entre Dios y el hombre, pero Dios proporcionó una manera de restaurar esta relación. Los sacrificios proporcionaron una manera de mantener la relación con un Dios santo. No podemos llegar a ser santos por medio del esfuerzo humano; llegamos a ser santos por medio de la relación con un Dios santo.
A lo largo del Antiguo Testamento, encontramos ejemplos de personas santas que caminaron con Dios. Ya no caminaban con Dios en un hermoso jardín. Debido al pecado, los hombres ahora caminaban con Dios en un mundo oscuro y pecaminoso. Pero incluso en un mundo pecaminoso, es posible caminar con Dios. Esto es la santidad.
Caminar con Dios requiere autodisciplina
Caminar cerca de Dios requiere la autodisciplina para decir “no” a los deseos pecaminosos (Tito 2:12). José era supervisor de una importante casa en un país extranjero. Fue en ese momento cuando José se enfrentó a la tentación sexual. La relación de José con Dios determinó su respuesta a la tentación. Otras personas podrían haber dicho: “Este placer parece bueno; voy a disfrutarlo”. Pero José dijo: “¿Cómo entonces podría yo hacer esta gran maldad y pecar contra Dios?” (Génesis 39:9). José no estaba dispuesto a dañar su relación con Dios por satisfacer sus deseos físicos.
No ganamos la santidad mediante la autodisciplina. Solo la gracia de Dios nos hace santos. Somos salvos por gracia; somos santificados por gracia. Sin embargo, la gracia no significa que la autodisciplina sea innecesaria.
Dallas Willard escribió: “La gracia no se opone al esfuerzo; la gracia se opone a ganarse las cosas”.[1] Caminar requiere esfuerzo, pero incluso el esfuerzo es resultado de la gracia de Dios. Nuestro esfuerzo no nos hace merecedores de la gracia de Dios; nuestro esfuerzo es una respuesta gozosa a su gracia. Como hijos de Dios, no nos ganamos el favor de Dios con nuestros esfuerzos, pero reconocemos la necesidad de la autodisciplina (1 Corintios 9:25-27).
Caminar con Dios requiere obediencia
Dios llamó a Abraham a un lugar que nunca había visto. “Y Entonces Abram se fue tal como el Señor le había dicho...” (Génesis 12:4). Abraham caminó con Dios en una vida de obediencia. Un corazón santo es un corazón obediente:
Por la fe Abraham, al ser llamado, obedeció, saliendo para un lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber adónde iba (Hebreos 11:8).
[2]Dios no le dio a Abraham un mapa para llegar a Canaán. No le dio detalles del viaje. Simplemente llamó a Abraham para que lo siguiera, y Abraham obedeció. Caminar con Dios requiere obediencia. Una vida de santidad requiere obediencia (1 Pedro 1:2; Romanos 6:16, 22).
Caminar con Dios implica crecer en la fe
Cuando Abraham abandonó su hogar, no había pruebas de las promesas de Dios. Abraham caminó con Dios en una vida de fe. A medida que caminamos con Dios, aprendemos a confiar plenamente en él. Nuestra fe se profundiza a medida que pasamos tiempo con él. Esto era importante para Abraham porque se enfrentaba a una prueba aún mayor que abandonar su tierra natal.
En Canaán, Dios llamó a Abraham para que sacrificara a su hijo Isaac. Dios le había prometido a Abraham que sería el padre de una gran nación. Después de muchos años, Abraham y Sara tuvieron un hijo. Ahora, Dios le pedía a Abraham que entregara a su hijo Isaac como sacrificio. El autor de Hebreos dice: “Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac” (Hebreos 11:17).
Como Abraham caminaba con Dios, confiaba en Él. Abraham había caminado con Dios, por lo que podía confiar en Él incluso cuando no comprendía plenamente sus mandamientos. Abraham caminaba con Dios en una relación de fe creciente.
Caminar con Dios requiere que confiemos en él. Cuando caminamos con Dios, confiamos en él incluso en situaciones difíciles. Permitimos que Dios haga lo que considera mejor para nuestra vida.
Este principio se ve a lo largo de toda la Escritura. En pruebas inimaginables, Job aprendió que podía confiar en Dios. En el exilio, Jeremías trajo la promesa de Dios de traer bien de la tragedia (Jeremías 29:10-14). Sufriendo de una dolorosa espina en la carne, Pablo aprendió que la gracia de Dios era suficiente para él, porque el poder de Dios se perfecciona en la debilidad (2 Corintios 12:9).
La historia de Abraham y las historias del pueblo de Dios a lo largo de la historia nos enseñan que caminar con Dios implica obedecer completamente sus mandamientos y confiar plenamente en sus promesas. A medida que caminamos con él, nuestra confianza en él se hace más profunda.
Caminar con Dios es una relación exclusiva
La imagen de caminar es común en las Escrituras. Lamentablemente, Israel a menudo caminó con el pecado en lugar de caminar con Dios. Muchos de los reyes de Israel caminaron en el pecado. Construyeron una relación con el pecado. Abiam, caminó en todos los pecados que su padre había cometido antes que él (1 Reyes 15:3). Otros reyes caminaron en los caminos de sus padres en lugar de caminar con Dios. Construyeron una relación con el pecado; no caminaron con Dios.
[3]Caminar con Dios es una relación exclusiva. Dios es un Dios celoso (Éxodo 34:14; Deuteronomio 4:24; Josué 24:19). No se puede caminar al mismo tiempo con Dios y con el pecado. El salmista preguntó cuáles eran los requisitos para vivir en la presencia de Dios (Salmo 15:1). ¿Cuáles son los requisitos para vivir en la presencia de Dios?
El que anda en integridad y obra justicia, y habla verdad en su corazón. El que no calumnia con su lengua, no hace mal a su prójimo, ni toma reproche contra su amigo (Salmo 15:2-3).
Malaquías dijo: “Ustedes han cansado al Señor con sus palabras”. Israel preguntó: “¿En qué lo hemos cansado?”. Malaquías respondió: “Cuando dicen: ‘Todo el que hace mal es bueno a los ojos del Señor, y en ellos Él se complace; o: ¿Dónde está el Dios de la justicia?’” (Malaquías 2:17). Israel quería ser amigo de Dios mientras continuaba en el pecado deliberado. En cambio, Malaquías advirtió que se acercaba un día de juicio como un fuego ardiente. En ese día, los que hacen el mal serán como la hierba seca (Malaquías 4:1). Un Dios santo no puede pasar por alto el pecado.
Dios condenó a Israel por cometer los pecados de las otras naciones en lugar de vivir en obediencia a la ley de Dios. “porque no han andado en Mis estatutos ni han cumplido Mis ordenanzas, sino que han obrado conforme a las costumbres de las naciones que los rodean” (Ezequiel 11:12). Israel no podía caminar con Dios mientras caminaba con el pecado. Israel no podía caminar en el camino de Dios y en el camino del pecado al mismo tiempo. Aunque eran el pueblo elegido de Dios, Dios los castigó por su pecado. No podían caminar con Dios mientras caminaban con el pecado.
[1]Dallas Willard, Hearing God (Westmont: InterVarsity Press, 2012), 254
[2]“La regla para comprender los asuntos espirituales no es el intelecto, sino la obediencia”.- Oswald Chambers
[3]“Si camino con el mundo, no puedo caminar con Dios”.- Dwight L. Moody
La santidad en la práctica: caminar con Dios es una relación continua
A medida que caminamos con Dios, crecemos en nuestra relación con él. En Deuteronomio 6, Moisés dio una imagen de lo que significa caminar con Dios. Dijo que el pueblo de Israel debía enseñar la ley de Dios a sus hijos. ¿Cuándo? En todo momento:
Las enseñarás diligentemente a tus hijos, y hablarás de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes (Deuteronomio 6:7).
Una persona que camina con Dios mantiene una relación constante con él. No hay distinción entre “vida normal” y “vida de iglesia”. Las personas santas no son “cristianos de domingo” que solo sirven a Dios en la iglesia. Las personas santas desean una relación constante y creciente con Dios.
Cuando Israel no cultivó una relación diaria y creciente con Dios, pronto se sintió atraído por otros dioses. Cuando Salomón se descuidó en su relación con Dios, pronto se sintió atraído por los dioses falsos de sus esposas.
Incluso la iglesia primitiva se enfrentó a este peligro. La iglesia de Éfeso fue fundada por Pablo en un avivamiento dramático. El apóstol Juan fue su pastor durante un tiempo. María, la madre de Jesús, vivía en Éfeso. Tenían un maravilloso conocimiento de primera mano de la realidad del evangelio. Pero en el plazo de una generación, Juan traería esta advertencia:
Pero tengo esto contra ti: que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído y arrepiéntete, y haz las obras que hiciste al principio (Apocalipsis 2:4-5).
¿Qué sucedió? Debido a que no mantuvieron la pasión de su amor inicial y no continuaron creciendo en su relación con Dios, su amor se enfrió.
Vemos esto en las relaciones humanas. ¿Te imaginas a un hombre que se casa con una mujer hermosa, cuelga el certificado de matrimonio en la pared, pero nunca pasa tiempo con ella? ¿Es saludable su matrimonio? ¡No! Se necesita más que un certificado de matrimonio para construir un matrimonio saludable. Un matrimonio saludable crece a lo largo de los años a medida que dos personas continúan creciendo en su amor mutuo.
De la misma manera, estamos llamados a seguir creciendo en nuestro amor por Dios. Caminar con Dios significa seguir pasando tiempo con él. Caminar con Dios significa seguir creciendo en nuestra relación con él. Esto es lo que significa ser santo.
Caminar es una acción continua. Implica una relación continua y constante. Una persona santa sigue creciendo en su relación con Dios. Un momento de entrega a Dios no es el final del proceso. Una vida santa implica un caminar continuo con Dios. Nuestro caminar con Dios comienza con el nuevo nacimiento y continúa hasta que vemos a Dios cara a cara. La vida de santidad es una relación continua.
Jesús enseñó a sus discípulos que la vida espiritual depende totalmente de mantener una relación con él.
Permanezcan en Mí, y Yo en ustedes. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco ustedes si no permanecen en Mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en Mí y Yo en él, ese da mucho fruto, porque separados de Mí nada pueden hacer (Juan 15:4-5).
Algunos cristianos piensan que su relación con Dios es una “oración del pecador” seguida de una vida que cambia muy poco. La imagen bíblica de una relación con Dios es muy diferente. La vida cristiana está conectada a la vid (Juan 15:1-17). Nuestra vida espiritual se mantiene a través de la relación diaria con la vid. Una rama que se desconecta de la vid pronto muere; un cristiano que se desconecta de la vid pronto muere.
Caminar con Dios requiere que pasemos tiempo con él. ¡No se puede caminar con alguien sin pasar tiempo con él! Las personas santas pasan tiempo con Dios. A veces sacrifican oportunidades de negocios y entretenimiento para poder pasar tiempo con Dios. Entienden que nada es más importante que su relación con Dios. Al igual que María, sentada a los pies de Jesús, las personas santas saben que lo único necesario es pasar tiempo con Dios (Lucas 10:41-42).
Las personas santas dan prioridad al tiempo con Dios. Saben que la oración y las Escrituras son más importantes que otras actividades, incluso que las actividades ministeriales. Recuerdan que Jesús se levantaba a menudo temprano para orar a su Padre, por lo que tienen el hábito de pasar tiempo en oración.
Las personas santas entienden que caminar con Dios significa seguir su dirección. Son sensibles a su liderazgo. No se limitan a preguntar: “¿Es pecaminosa esta actividad?”. Se preguntan: “¿Me acercará esto a Dios?”. Quieren complacer a Dios en cada decisión. Como las personas santas tienen un corazón santo, se cuidan de mantener sus manos alejadas del pecado. Entienden que la relación con Dios requiere que nos separemos de todo lo que le desagrada.
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Ella encontró el secreto - Frances Ridley Havergal
El padre de Frances Havergal[1] era ministro de la Iglesia de Inglaterra. A los 14 años, Frances dio testimonio de su fe en Cristo.[2] Durante el resto de su vida, Havergal (1836-1879) anheló caminar cerca de Dios. Escribió: “¡Oh, que Él me haga una vasija santificada y (lista) para el uso del Maestro! Hay momentos en que siento tal amor por Él que no tengo palabras para describirlo... pero quiero acercarme aún más. No es conocer la doctrina, sino estar con Él, lo que me dará esto”. A medida que caminaba con Dios, se acercaba más a Él.
En 1873, Havergal testificó que había sido “limpiada de todo pecado y santificada por el poder santificador continuo del Espíritu de Dios”. No había nada que le impidiera caminar con Dios. Su oración de entrega a Dios se convirtió en un famoso himno: “Que mi vida entera esté”.
Havergal se entregó por completo a Dios. Esto es lo que significa caminar con Dios. Es estar tan cerca de Él que todo le pertenece. Después de toda una vida caminando con Dios, las últimas palabras de Havergal fueron: “¡Qué hermoso! ¡Qué espléndido es estar tan cerca de las puertas del cielo! ¡Bendito descanso!”. Su hermano escribió que su rostro “estaba tan alegre, como si ya estuviera hablando con Él”.
La Srta. Havergal caminó con Dios; era una persona santa. Caminar con Dios no es solo para las personas que vivieron en los tiempos bíblicos. Tú puedes caminar con Dios hoy; tú puedes ser santo.
[2]La historia de Frances Havergal está adaptada de Wesley L. Duewel, Heroes of the Holy Life (Grand Rapids: Zondervan, 2002), 80-89.
Repaso de la lección 2
(1) Ser santo significa mantener una relación con Dios. La santidad es caminar con Dios.
(2) Caminar con Dios requiere la autodisciplina de decir “no” a los deseos equivocados.
(3) La autodisciplina no niega el poder de la gracia. Somos salvos por la gracia; somos santificados por gracia.
(4) Caminar con Dios requiere obediencia completa a sus mandamientos. No podemos caminar con Dios y caminar con el pecado al mismo tiempo.
(5) Caminar con Dios requiere una confianza total en las promesas de Dios.
(6) Caminar con Dios significa construir una relación constante y diaria con Él.
(7) Una vida santa requiere una relación diaria con la Vid. Nuestra vida espiritual depende completamente de nuestra relación con Dios.
Tareas de la lección 2
(1) Imagina que un nuevo cristiano te dice: “Quiero tener una relación más profunda con Dios. Amo a Dios, pero me cuesta saber cómo crecer en mi relación con Él. No puedo ver a Dios, por lo que me parece muy lejano. ¿Qué puedo hacer?”. Escribe una carta de una página en la que ayudes a este creyente a comprender cómo crecer en su relación con Dios. En la siguiente clase, cada alumno deberá leer su respuesta y habrá tiempo para discutir las respuestas.
(2) Comienza la siguiente sesión de clase citando 1 Juan 1:6-7.
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