Imagina una conversación con Saulo de Tarso en el año 34 d.C. Pregúntale: “¿Eres una persona santa?”. Saulo respondería: “¡Sí, soy santo! Fui circuncidado según la ley. Soy fariseo. Observo cada detalle de la ley. Soy justo”. Saulo se consideraba santo por su cuidadosa obediencia a la ley. Intentaba ganarse el favor de Dios mediante buenas obras (Filipenses 3:4-6).
Pero en el camino a Damasco, Saulo se encontró cara a cara con el Señor resucitado. Aprendió que su justicia era como trapos de inmundicia (Isaías 64:6). No se había opuesto a un falso maestro, sino al verdadero Mesías. Había fallado en obedecer la ley perfecta del amor a Dios y al prójimo. En el camino a Damasco, Saulo encontró un nuevo camino hacia la santidad: “... no teniendo mi propia justicia derivada de la ley, sino la que es por la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios sobre la base de la fe” (Filipenses 3:9).
Imagina una conversación con Pablo en el año 60 d. C. “Pablo, ahora sabes que el único camino hacia la verdadera justicia es la fe en Cristo. ¿Significa esto que no puedes ser santo? ¿Significa esto que Cristo te considerará santo aunque estés lleno de pecado?”.
Pablo reaccionaría con sorpresa. “¡Eso es incorrecto! La justicia solo se obtiene por la fe en Cristo, pero Dios no nos deja en la condición pecaminosa en la que nos encontró. Lee mi testimonio. Mi objetivo es “conocerlo a Él, el poder de Su resurrección y la participación en Sus padecimientos, llegando a ser como Él en Su muerte”. Mi objetivo es llegar a ser como Cristo. La salvación por la fe no nos da permiso para vivir una vida pecaminosa; la salvación por la fe nos da el poder para ser como Cristo. ¡Un Dios amoroso da a sus hijos el poder para vivir una vida santa a través del Espíritu que mora en ellos! (Filipenses 3:10).
► Repasa lo que has aprendido sobre la santidad. ¿Tienes una imagen de la belleza de la santidad? ¿Crees que esta vida santa está prometida al pueblo de Dios?
¿Es posible una vida santa?
En este curso, hemos visto que Dios ordena a su pueblo que sea santo. Pero muchas personas leen el mandato de Dios y responden: “Eso es imposible. No puedo ser santo”. ¿Deben los cristianos conformarse con una vida de derrotas diarias y esperanzas frustradas? ¿Debemos dejar de disfrutar de la provisión de Dios para una vida santa? ¿O podemos disfrutar del gran propósito de Dios para su pueblo?
La Palabra de Dios testifica que una vida santa es posible
Desde Enoc hasta los gentiles convertidos en Tesalónica, la Biblia enseña que una vida santa es posible.
En Levítico y nuevamente en 1 Pedro, Dios ordenó: “Sean santos, porque Yo soy santo” (Levítico 19:2; 1 Pedro 1:15-16). Dios nunca da una orden sin proporcionar los medios para obedecerla. Dios es un Padre amoroso que no frustra a sus hijos con mandamientos imposibles. Aunque no podemos obedecer sus mandamientos por nuestra propia fuerza, la gracia de Dios nos da el poder para obedecer los mandamientos de Dios.
El profesor Bill Ury dice: “Un mandamiento es una imagen de quién es Dios y una promesa de lo que podemos llegar a ser”.[1] El mandamiento “Sean santos, porque Yo soy santo” muestra quién es Dios: es un Dios santo. Este mandamiento también muestra lo que podemos llegar a ser: podemos ser santos.
Los cristianos a lo largo de la historia han demostrado que es posible llevar una vida santa
Los cristianos de todas las generaciones han descubierto que una vida santa es un privilegio de los hijos de Dios. Personas de todos los ámbitos de la vida han encontrado la alegría de descansar en el poder del Espíritu Santo. Han encontrado la paz que proviene de amar a Dios con un corazón indiviso y amar a su prójimo como a sí mismos.
Nuestro anhelo de santidad, dado por Dios, testifica que una vida santa es posible
Todo creyente anhela una relación más cercana con Dios. Los verdaderos cristianos quieren ser como Cristo. Dios ha plantado en el corazón de sus hijos un anhelo de profundizar su relación con Él. Podemos estar seguros de que un Padre celestial amoroso no nos dará este anhelo sin proporcionarnos una manera de satisfacerlo. La santidad es el gozoso privilegio de todo creyente.
[1]Correspondencia por correo electrónico, 27 de junio de 2016
¿Es un corazón santo para ti?
Hace muchos años, había un hombre pobre que soñaba con cruzar el océano en barco. Ahorró dinero durante años hasta que pudo comprar un boleto. Después de pagar el boleto, le quedaba muy poco dinero. Había oído hablar de las deliciosas comidas que se servían en los transatlánticos, pero sabía que serían caras. Para ahorrar dinero, este hombre llevó pan y queso en su maleta.
Cada día, cuando los pasajeros iban al comedor, este hombre se retiraba a su camarote y comía pan y queso. Estaba feliz de estar en el barco, pero a menudo deseaba poder disfrutar de las deliciosas comidas del comedor. El último día del viaje, el hombre decidió comer una comida en el comedor. Llevó consigo todo el dinero que tenía, esperando que fuera suficiente para comprar una comida. Para su sorpresa, el camarero le preguntó: “¿Dónde ha estado? ¡Hemos tenido su mesa preparada toda la semana! El precio de las comidas está incluido en el precio del boleto. Ya está pagado”.[1]
Muchos cristianos son como este pobre hombre. El gozo de una vida santa, la paz de vivir en total entrega a Dios y la victoria de vivir en el poder del Espíritu Santo: todo ello nos ha sido dado por la muerte de Cristo en la cruz. Cristo pagó el precio completo, pero nosotros vivimos por debajo de nuestros privilegios.
Si todo creyente puede tener un corazón santo, ¿por qué debería un cristiano privarse de disfrutar este privilegio? A menudo permitimos que Satanás nos engañe y nos haga malinterpretar las enseñanzas de la Biblia. Las mentiras de Satanás nos impiden disfrutar del privilegio que Dios quiere para sus hijos.
“Un corazón santo es imposible”
Muchos cristianos piensan que un corazón santo es imposible. Leen los mandamientos y las promesas de las Escrituras, pero piensan: “Eso está bien para Abraham, pero yo nunca podría ser un ‘amigo de Dios’”.
Algunos de los que dicen que “un corazón santo es imposible” hablan desde una experiencia dolorosa. Han intentado vivir una vida santa y han fracasado. Quizás siguieron reglas externas que asociaban con la santidad; quizás intentaron controlar las actitudes y acciones pecaminosas mediante una rígida autodisciplina; quizás incluso dieron testimonio de un corazón puro. Hoy han decidido que es imposible ser santo como el Señor nuestro Dios es santo.
Imagina a un hombre que aprende a imitar el canto de los pájaros. Practica hasta que es capaz de silbar las mismas notas que un petirrojo. Es tan bueno que un vecino podría pensar que es un petirrojo el que está cantando. ¡Pero este hombre no es un pájaro! Puede imitar los sonidos, pero no sabe lo que significan. Puede imitar a un pájaro, pero no sabe lo que siente un pájaro cuando canta. Tiene las acciones externas, pero no tiene la realidad interna.
Muchos cristianos han aprendido el lenguaje e incluso las acciones de una persona santa. Dicen las palabras, pero no tienen la experiencia en su corazón. Han sustituido la realidad interior por acciones externas. Esto pronto conduce a la decepción y la frustración.
¿Cuál es la respuesta a la mentira de Satanás: “Es imposible tener un corazón santo”? Debemos tener fe en las promesas de Dios. Debemos creer que nuestro Padre amoroso nos dará el poder para obedecer su mandato.
Sí, tú y yo somos criaturas falibles que nunca alcanzaremos la perfección divina de Dios. Pero Dios nos mandó: “Sean santos”. A pesar de nuestra naturaleza caída, podemos confiar en que un Dios bueno nos proporcionará la gracia y el poder que nos permiten obedecer su mandato.
“No tengo hambre de un corazón santo”
Lamentablemente, algunos que se profesan cristianos no tienen hambre de santidad. Profesan ser cristianos, pero tienen poco o ningún deseo de crecer a imagen de Cristo.
Isaí profesa ser cristiano, pero muestra poco interés en una vida santa. Continúa practicando pecados deliberados; vive igual que antes de profesar a Cristo. Durante nuestra visita, Isaí mencionó a algunas personas que eran mucho más cuidadosas con su forma de vivir. Sus actitudes eran amorosas; sus acciones mostraban su deseo de agradar a Dios. Tenían corazones santos y manos santas.
Isaí comentó sobre su hambre de santidad y luego dijo: “No me importa ser santo. Mi pastor me dijo que si me arrepiento de mis pecados y creo en Jesús como mi Salvador, iré al cielo. Ir al cielo es lo único que me importa. ¡No necesito nada más!”.
¿Cuál es el problema de Isaí? No tiene hambre de santidad. Parece que Isaí tiene poca comprensión de lo que significa ser cristiano. Una persona que ha nacido de nuevo debería querer ser como Cristo. Un verdadero cristiano debería tener hambre de un corazón santo.
¿Cuál es la respuesta si no tienes hambre de un corazón santo? Quizás hayas nacido de nuevo, pero te han decepcionado las experiencias pasadas, te han desilusionado los hipócritas que decían ser santos o quizás jamás habías visto en las Escrituras el mensaje de un corazón santo. Si es así, pídele a Dios que te dé hambre de un corazón santo.
“Soy lo suficientemente santo”
Quizás la mentira más peligrosa que podemos decirnos a nosotros mismos es: “Soy lo suficientemente santo”. Algunas personas creen que son santas por la forma en que se visten, por ser miembros de una iglesia o por un don espiritual que poseen. Una vez que nos convencemos de que “somos lo suficientemente santos”, no habrá más crecimiento en la santidad.
Una señal inequívoca de una persona santa es el deseo de crecer en santidad. No hay ejemplos en las Escrituras ni en la historia de la iglesia de una persona santa que haya dicho: “Soy lo suficientemente santo”. Cuanto más crece una persona en la semejanza de Cristo, más ansía un mayor crecimiento.
Las personas que caminan cerca de Dios dicen: “Soy feliz en mi caminar con Dios, ¡pero quiero caminar aún más cerca de él!”. Las personas santas se regocijan en la comunión con Dios, pero buscan más intimidad en su relación con Él. Se regocijan al crecer en la semejanza de Cristo, pero también oran para que Dios los haga aún más semejantes a Él.
¿Cuál es la respuesta a una profesión superficial de santidad? Si te has engañado a ti mismo con una falsa satisfacción, la respuesta es la humildad ante la santidad perfecta de Dios. Si ves su santidad perfecta, nunca te satisfará una profesión superficial de santidad. Cuando Isaías vio al Señor sentado en un trono, alto y exaltado, reconoció su propia necesidad de santidad:
¡Ay de mí! Porque perdido estoy, pues soy hombre de labios inmundos y en medio de un pueblo de labios inmundos habito, porque mis ojos han visto al Rey, el Señor de los ejércitos (Isaías 6:1, 5).
Cuando Isaías vio la santidad perfecta de Dios, se dio cuenta de su propia necesidad de pureza. La cura para una profesión superficial de santidad es un entendimiento más profundo de Dios. Cuando vemos a Dios, obtenemos un mayor deseo de tener un corazón santo. Cuanto más vemos a Dios, más deseamos ser como él.
[1]Esta historia es una adaptación de John N. Oswalt, Called to be Holy: A Biblical Perspective (Nappanee: Evangel Publishing House, 1999), 149-150
El camino hacia la santidad
¿Cómo podemos ser como Cristo? ¿Cómo puedes tú, un creyente que desea ser lleno de toda la plenitud de Dios, recibir este maravilloso regalo? ¿Cuál es el camino hacia un corazón santo?
No necesitamos luchar para encontrar el camino hacia la santidad. La Palabra de Dios nos muestra el camino hacia una vida santa.
Santificación inicial
Desde el momento de tu nuevo nacimiento, el Espíritu Santo ha estado viviendo en ti (Romanos 8:1-2, 9-11). En un instante, pasaste de la oscuridad a la luz. A partir de ese momento, el Nuevo Testamento te describe como un santo.
Aunque todavía puedas luchar contra la tentación, el Espíritu Santo te da la victoria sobre el pecado deliberado. Las personas que te rodean han visto la transformación al vivir tu nueva vida en Cristo. ¡Alégrate por lo que Dios ha hecho!
Crecimiento en la santificación
A medida que sigues a Cristo, el Espíritu Santo está transformando tu espíritu interior. Al caminar según el Espíritu, ya no satisfaces los deseos de la carne (Gálatas 5:16). Las viejas tentaciones pierden su control sobre ti. La obediencia a Dios te trae un gozo duradero.
Sin embargo, ves áreas de lucha. Obedeces a Dios, pero a veces hay una lucha entre los mandamientos de Dios y tus deseos internos. Hay una lucha entre lo que Dios manda y tu voluntad egoísta. Te resulta difícil amar a Dios completamente y amar a tu prójimo. Empiezas a darte cuenta de que tienes un corazón dividido.
Pureza de corazón
A medida que Dios te revele las áreas en las que necesitas una limpieza más profunda, comenzarás a anhelar la promesa de 1 Tesalonicenses 5:23. Buscarás conocer la realidad de la oración de Pablo: “Que el mismo Dios de paz los santifique por completo”. Comenzarás a preguntarle a Dios: “¿Hay algo más que quieras hacer en mi vida? ¿Puedo ser purificado? ¿Pueden mis deseos internos ser transformados hasta el punto de que ya no tenga que luchar para obedecerte completamente?”.
A lo largo de la historia, los cristianos han orado para que Dios les diera un corazón puro. Basándose en 1 Tesalonicenses 5:23, algunos han utilizado el nombre de “entera santificación” para referirse a esta experiencia.[1] Otros la han llamado “vida más profunda”. Algunos han identificado esto como la llenura del Espíritu. John Wesley utilizó el término “amor perfecto”. Independientemente de la terminología, se trata del hambre natural de un hijo de Dios que quiere crecer a semejanza de Cristo.
Mientras oras por esta relación más profunda, es posible que encuentres tres áreas en las que Dios te guiará. No se trata de la condenación que sentías como incrédulo; ¡ahora eres hijo de Dios! En cambio, estas son áreas en las que Dios te llama a tener un corazón santo.
Dios te llamará a la obediencia completa
Algunos creyentes luchan por encontrar un corazón santo porque todavía están luchando con alguna área de desobediencia. No podemos caminar en una relación íntima con Dios a menos que caminemos en obediencia.
Ningún cristiano verdadero vive en rebelión deliberada contra los mandamientos de Dios. Sin embargo, muchos cristianos han encontrado una manera de excusar o negar (incluso ante sí mismos) algún área de descuido. Nunca dirían: “Dios, no te obedeceré”, pero dicen: “Dios, no creo que esto sea lo suficientemente importante como para tenerlo en cuenta”. Simplemente ignoran algunas áreas de desobediencia. Si queremos ser el pueblo santo que Dios llama a ser su pueblo, debemos obedecer a Dios en todos los aspectos.
Como personas caídas, nos engañamos incluso a nosotros mismos sobre la profundidad de nuestro pecado. Por eso, el salmista oró:
Escudríñame, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis inquietudes. Y ve si hay en mí camino malo, Y guíame en el camino eterno (Salmo 139:23-24).
El salmista oró para que Dios escudriñara y revelara su corazón. Sabía que somos incapaces de conocer plenamente nuestro propio corazón. Pero al buscar ser llenos de toda la plenitud de Dios, oraremos para que Dios revele cada aspecto de nuestra naturaleza pecaminosa.
David oró: “Absuélveme de los que me son ocultos” (Salmo 19:12). Él sabía que podemos ocultar la realidad de nuestro pecado incluso a nosotros mismos. Solo Dios puede iluminar los rincones secretos de nuestro corazón.
Al buscar un corazón puro, descubrirás que Dios te revelará áreas en las que tus actitudes y acciones no reflejan su imagen. Como deseas ser como Cristo, confesarás voluntariamente estas áreas y obedecerás el llamado de Dios a la obediencia plena.
Dios te llamará a un corazón rendido
Mientras buscas un corazón puro, Dios te llamará a rendir todos los aspectos de tu vida. Esto es más que decir “no” a las tentaciones externas. Es una consagración total de ti mismo a Dios. Es una rendición total de tu voluntad a la voluntad de Dios.
Pablo llamó a los cristianos de Roma a entregarse como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios (Romanos 12:1). Estos eran cristianos que vivían en obediencia a Dios, pero Pablo los llamó a una entrega más profunda a Dios. Pablo los llamó a decir un sí eterno a Dios. Los llamó a la entrega total.
Oswald Chambers mostró la importancia de rendirse completamente al propósito de Dios.
Para ser uno con Jesucristo, una persona debe estar dispuesta no solo a renunciar al pecado, sino también a rendir toda su forma de ver las cosas. Nacer de nuevo por el Espíritu de Dios significa que primero debemos estar dispuestos a soltar antes de poder agarrar algo más...
[2]A lo largo de cada paso de este proceso, tendremos que renunciar a nuestros derechos sobre nosotros mismos. ¿Estamos dispuestos a renunciar a todo lo que poseemos, a nuestros deseos y a todo lo demás en nuestras vidas? ¿Estamos preparados para identificarnos con la muerte de Jesucristo?
... toma la determinación de atravesar la crisis, entrégalo todo y Dios te hará apto para todo lo que exige de ti.[3]
George Matheson era un pastor presbiteriano escocés que encontró en su corazón una resistencia a la voluntad de Dios. Anhelaba un corazón indiviso que se sometiera voluntariamente a Dios. Oro esta oración de entrega:
Hazme tu prisionero, Señor, y seré libre. Llévame a la rendición, y seré un vencedor. Tómame en tus brazos y seré fuerte.[4]
Matheson comprendió que en la rendición total encontramos la verdadera victoria. Cuando nos entregamos como cautivos a Dios, él nos libera de la esclavitud del pecado. Cuando somos débiles, él nos hace fuertes. Encontramos nuestra mayor victoria cuando llegamos al punto de la rendición total a Dios.
Dios te llamará a confiar en Él con fe
Si te has rendido completamente a Dios, puedes confiar en que él te hará santo por gracia mediante la fe (Hechos 15:9).
Como pecador, viniste a Cristo sin nada. Te entregaste a su misericordia. Por la fe, aceptaste su oferta gratuita de salvación, y él te hizo una nueva criatura.
De la misma manera, así como anhelas un corazón santo, debes acudir a Cristo con fe. Dios, que te llamó a la santidad, te hará santo. Puedes creer que su promesa es para ti. La oración de Pablo: “que el mismo Dios de paz los santifique por completo”, puede ser una realidad en tu vida. Puedes creer en las promesas de Dios. “Fiel es Aquel que los llama, el cual también lo hará” (1 Tesalonicenses 5:23-24).
Isaías 6: Una historia de purificación
“¡Santo, santo, santo!”, gritaban los ángeles, mientras Isaías temblaba (Isaías 6:3-4). Isaías necesitaba verse a sí mismo como impuro antes de que un Dios santo pudiera confiarle el alma de la nación.
Cuando Isaías vio su propio corazón, gritó: “¡Ay de mí! Porque perdido estoy, pues soy hombre de labios inmundos…” (Isaías 6:5). Vio la profundidad de su propia naturaleza pecaminosa. Pero Dios no lo dejó en esa terrible situación.
Entonces voló hacia mí uno de los serafines con un carbón encendido en su mano, que había tomado del altar con las tenazas. Con él tocó mi boca, y me dijo: “Esto ha tocado tus labios, y es quitada tu iniquidad y perdonado tu pecado” (Isaías 6:6-7).
La purificación suele ser dolorosa. ¿Oyes cómo arde la carne cuando el ángel toca los labios de Isaías con el carbón encendido? No se trataba de gracia barata; la purificación no es indolora.
Sin embargo, esta historia enseña una verdad maravillosa y alentadora. Si se lo permitimos, Dios nos hará santos. El propósito de Dios no era atormentar a Isaías; el propósito de Dios era limpiar a Isaías. El propósito de Dios para su pueblo puede cumplirse. Podemos ser limpiados.
Crecimiento continuo en la santidad
Pablo oró: “que el mismo Dios de paz los santifique por completo”. Y continuó: “Que todo su ser, espíritu, alma y cuerpo, sea preservado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1 Tesalonicenses 5:23). Tu crecimiento en la semejanza de Cristo continuará hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo. A medida que camines con Dios, continuarás siendo transformado a la imagen de Dios (2 Corintios 3:18). Madurarás en santidad. Continuarás rindiéndote gozosamente a la voluntad de Dios. Caminarás en una rendición continua y deliberada a Dios.
Piensa en el día de tu boda. En tu matrimonio, hiciste un compromiso para toda la vida. No te preguntas cada mañana: “¿Estoy casado hoy? ¿Sigue vigente el pacto matrimonial?”. Hiciste un compromiso definitivo. La única forma de romper el pacto es dando la espalda a los votos que hiciste en tu boda.
Cada día de tu matrimonio, vives de acuerdo con el compromiso que hiciste en tu boda. Cuando te enfrentas a una decisión, eliges actuar con amor hacia tu cónyuge. El compromiso definitivo se vive en la vida cotidiana.
De la misma manera, tu entrega a Dios es un compromiso definitivo. No necesitas preguntarte cada día: “¿Sigo entregado a Dios?”. En lugar de eso, cada día vives de acuerdo con el compromiso que hiciste cuando te entregaste por completo a Dios.
Un gran predicador escocés, Horatius Bonar, escribió sobre el crecimiento continuo de una persona santa.
Una vida santa se compone de una multitud de pequeñas cosas. Pequeñas palabras, no discursos elocuentes ni sermones; pequeñas acciones, no milagros, ni batallas, ni un gran acto heroico o un martirio poderoso, conforman la verdadera vida cristiana. Es de pequeñas cosas de las que se compone una gran vida.[5]
Esta es la vida cotidiana de la santidad. No vives una vida santa por tu propio poder, sino en la plenitud del Espíritu Santo. Una vida santa consiste en una relación de amor indiviso por Dios. Se trata de una pasión por él. Es desearlo por encima de todo lo demás. Esta pasión te llevará a una relación cada vez más profunda con Dios.
A lo largo de la historia de la humanidad, el hombre ha intentado vivir independientemente de Dios. Satanás tentó a Eva con la promesa: “Serán como Dios” (Génesis 3:5). En Babel, el pueblo decidió construir por sí mismo una ciudad y una torre cuya cúspide llegara al cielo, y hacerse famosos (Génesis 11:4). En su egocentrismo, el hombre quiere vivir independientemente de Dios. Por el contrario, una vida santa se vive en completa dependencia de Dios.
La santidad pertenece a Dios; tú y yo solo somos santos si vivimos en relación continua con él. Nunca llegarás al punto en el que puedas decir: “Soy santo por mi propia fuerza”. En cambio, debes decir: “Hoy, el Espíritu Santo me da el poder para vivir una vida santa”. Hoy estoy siendo transformado a su imagen. Hoy estoy obedeciendo a Dios con un corazón que lo ama completamente. Hoy estoy amando a mi prójimo a través de la gracia de Dios. Hoy, el Espíritu Santo me está haciendo lo que Dios me ha llamado a ser”. Esta es la vida de santidad.
[1]“Entera” es otro término para “por completo”, la palabra utilizada en 1 Tesalonicenses 5:23. No significa “madurez completa”, sino pureza y limpieza completas.
[2]“La mayor crisis en la vida del cristiano es la entrega total de nuestra voluntad”. - Oswald Chambers
[5]Horatius Bonar, God’s Way of Holiness (Chicago: Moody Press, 1970), 125-126
Diez maneras prácticas de cultivar una vida diaria de santidad
Una vida de santidad coherente y fructífera requiere toda una vida de cultivo y nutrición.[1] La purificación del corazón no es el final de nuestra búsqueda de santidad. Somos como pilotos que han alineado su avión con la pista, pero que tendrán que hacer muchas correcciones antes de que el avión aterrice.
La muerte espiritual del cristiano a sí mismo es una muerte viva, una muerte constante. Nuestro sacrificio es un sacrificio vivo, un sacrificio constante. Las imágenes verbales como “muerte a uno mismo” solo pretenden enseñarnos realidades espirituales, pero debemos tener cuidado de no desviarnos de la Palabra de Dios. Un corazón puro no es el final de nuestra búsqueda de la santidad. Un corazón puro y una voluntad rendida nos equipan mejor para el viaje, ¡ pero tenemos por delante toda una vida para seguir escalando!
La vida llena del Espíritu es una vida de crecimiento y santificación progresiva. Por el Espíritu de Dios, estamos siendo transformados de gloria en gloria (2 Corintios 3:18). He aquí un consejo práctico para aquellos que desean una vida más profunda en santidad (1 Corintios 6:11).
(1) Permanece espiritualmente quebrantado.
Una vida verdaderamente santa será una vida de arrepentimiento constante (Mateo 6:12), ya que Dios continúa sanando nuestras deformidades y conformándonos a la imagen perfecta de Cristo. La manera de mantener la sonrisa de Dios en nuestras vidas es reconocer rápidamente nuestras faltas y caminar en la luz que Dios ilumina en nuestro camino (1 Juan 1:7).
(2) Recibe la disciplina de Dios.
El autor de Hebreos deja claro que recibir, en lugar de despreciar, la disciplina de nuestro Padre celestial nos permitirá participar de su santidad (Hebreos 12:10). Nadie disfruta de la reprensión divina, especialmente porque a menudo viene a través de personas comunes que tienen sus propios defectos con los que lidiar. Todos tenemos la tendencia a rechazar la corrección dolorosa, especialmente cuando proviene de un cónyuge imperfecto o de líderes espirituales imperfectos que Dios ha puesto en autoridad sobre nosotros. Pero la disciplina es una de las herramientas más poderosas de Dios para eliminar nuestras asperezas y moldearnos a la imagen de Cristo.
Si alguna vez llegamos al punto en que no podemos recibir corrección, ni siquiera de personas menos maduras espiritualmente, hemos abandonado el camino ascendente de la santidad.
(3) Preséntate diariamente a Dios como un sacrificio.
Pablo nos recuerda que debemos presentar nuestros cuerpos, incluyendo todos nuestros apetitos y deseos, a Dios como un sacrificio vivo (Romanos 12:1). Nuestros cuerpos, que antes eran instrumentos de iniquidad, son transformados por la gracia de Dios en instrumentos de justicia (Romanos 6:13).
Pablo mostró este proceso continuo de rendirse a Dios en una imagen gráfica de la vida cristiana. Dijo: “Porque ustedes han muerto, y su vida está escondida con Cristo en Dios”. Continuó ordenando: “Consideren los miembros de su cuerpo terrenal como muertos” (Colosenses 3:3, 5). Haz esto y experimentarás cada vez más la gracia.
(4) Medita en las Escrituras diariamente.
El carácter santificado y semejante al de Cristo no es el resultado de un momento, sino de toda una vida de meditación y obediencia a la Palabra de Dios. Jesús dijo a sus discípulos que habían sido purificados por medio de la Palabra. “Ustedes ya están limpios por la palabra que les he hablado” (Juan 15:3). Luego, Jesús oró para que continuaran siendo santificados por medio de la Palabra. “Santifícalos en la verdad; Tu palabra es verdad” (Juan 17:17). Dios lleva a cabo su obra purificadora y limpiadora a través de su Palabra, cuando se obedece de manera constante.
(5) Vístete diariamente de Jesús.
Una vida santa se recibe al vestirnos conscientemente de las actitudes y virtudes de Cristo. “Vístanse del Señor Jesucristo...” (Romanos 13:14). La frase “vístanse” significa pensar como Jesús, imitar su espíritu y comportarse como él. Los creyentes deben elegir cada día ser como Jesús en su amor santo, alegría, paz, perdón, mansedumbre, paciencia, bondad y dominio propio.
(6) No satisfagas los deseos de la carne.
Después de revestirnos de Jesús, debemos tener cuidado de no satisfacer los deseos de la carne (Romanos 13:14). ¿Es posible que el interés propio resurja en un corazón lleno del Espíritu? Si no fuera posible, Pablo no habría dado esta advertencia. Mientras estemos vivos, debemos elegir la humildad. Todo hombre y mujer controlados por el Espíritu han aprendido que la piedad solo se mantiene mediante un cultivo cuidadoso, una atención constante y una oración vigilante. Si la carne no permanece crucificada, se levantará y causará la derrota espiritual, como el hombre africano que no podía evitar que los perros le mordieran las piernas ¡porque caminaba cerca de ellos con carne en sus bolsillos!
(7) Renueva tu mente cada día.
Tu mente es el centro de mando de tu vida y el secreto de su transformación. Tu mente tiene tal autoridad sobre tu vida que serás moldeado por aquello en lo que decidas fijar tu mente. Pablo enseñó: “Y no se adapten a este mundo, sino transfórmense mediante la renovación de su mente, para que verifiquen cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno y aceptable y perfecto” (Romanos 12:2).
(8) Ponte toda la armadura de Dios.
El plan perfecto de Dios para cada creyente es que nos mantengamos firmes contra las insidias del diablo (Efesios 6:11). Lo hacemos vistiendo diariamente la armadura de Dios: la verdad, la justicia, la preparación, la fe, la seguridad de la salvación y la Palabra de Dios. ¡Mantén tu armadura puesta porque solos no somos rivales para el enemigo!
(9) Cultiva una conciencia continua del Espíritu Santo.
Si quieres ser santo, debes invitar al Espíritu Santo a llenar y limpiar cada habitación de tu vida: tu sala (la habitación de tu vida social y entretenimiento), tu dormitorio (la habitación de tu vida moral y sexualidad), tu cocina (la habitación de tus apetitos y deseos) y tu oficina (la habitación de tus decisiones financieras y comerciales). Con demasiada frecuencia, luchamos por ser santos porque no cultivamos una conciencia constante del Espíritu Santo y no pedimos sinceramente la promesa del Padre, que Jesús se complace en dar. Quizás el miedo es parte de nuestra renuencia a pedir. No debemos tener miedo. Jesús nos hizo esta maravillosa promesa: “Pues si ustedes siendo malos, saben dar buenas dádivas a sus hijos, ¿cuánto más su Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (Lucas 11:13).
(10) Vive en la gracia.
Jesús dijo: “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en Mí y Yo en él, ese da mucho fruto, porque separados de Mí nada pueden hacer” (Juan 15:5). Somos santificados porque pertenecemos a la vid. Es la vid la que produce el fruto. Nos volvemos cada vez más fructíferos no por tratar de ser buenos, sino por aferrarnos a Jesús.
Muchos cristianos sufren una ansiedad tremenda con respecto a su caminar con Dios. Algunos, a quienes se les ha enseñado a hacer un profundo examen de conciencia, se vuelven demasiado introspectivos. Independientemente de su nivel de crecimiento espiritual, temen no estar a la altura de las exigencias de Dios.
A otros cristianos se les ha enseñado a esperar una experiencia emocional especial después de que Dios haya purificado su corazón y los haya santificado. Se centran en sí mismos y en sus propias emociones en lugar de en Dios. Sin embargo, la Biblia enseña que la santidad es el fruto de permanecer en Cristo. A medida que caminamos en el Espíritu, oramos, nos alimentamos de la Palabra, participamos en la adoración cristiana y en la comunidad, confesamos nuestras faltas y caminamos en la luz, Dios nos forma a imagen de Cristo. Puede que no veamos tanto progreso como nos gustaría en una semana o un mes, pero si miramos atrás, a donde estábamos hace un año o cinco años, ¡definitivamente veremos progreso!
Pablo animó a todos los creyentes a saber que el mismo Dios que comienza la obra de santificarnos la completará: “Que el que comenzó en ustedes la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús” (Filipenses 1:6).
La santidad del corazón y de la vida es un viaje. Estos 10 principios bíblicos preservarán nuestra alma a través de los turbulentos vientos de la adversidad y la tentación, y nos mantendrán alineados con nuestro hogar celestial.
[1]Esta sección es una adaptación de una lección del rev. Timothy Keep.
¿Has encontrado el secreto?
En cada lección, hemos leído sobre alguien de la historia de la iglesia que es un modelo de corazón santo. Algunos han sido cristianos famosos. Otros han sido personas poco conocidas que vivieron en silencio una vida santa.
Ahora es tu turno. ¿Anhelas un corazón santo? ¿Deseas intimidad con Dios? ¿Quieres parecerte a tu Padre celestial? Tú puedes ser santo.
¿Anhelas la plenitud del Espíritu? ¿Quieres servir a Dios con un corazón indiviso? Puedes ser perfecto como tu Padre celestial es perfecto. Puedes amar a Dios y a tu prójimo a través del poder del Espíritu Santo en tu vida.
La elección es tuya. ¿Te entregarás por completo a Dios? Si es así, encontrarás una rica satisfacción al acercarte a él. Encontrarás alegría cuando Dios te forme a su imagen. Encontrarás la paz de un corazón que pertenece por completo a Dios. Caminarás en la victoria diaria a través de la plenitud del Espíritu Santo. Por la gracia de Dios, puedes vivir una vida santa.
Repaso de la lección 12
(1) Una vida santa es posible para todo verdadero hijo de Dios.
La Palabra de Dios nos muestra que una vida santa es posible.
Los cristianos a lo largo de la historia han demostrado que una vida santa es posible.
Nuestro anhelo de santidad, dado por Dios, da testimonio de que una vida santa es posible.
(2) La Palabra de Dios nos muestra el camino hacia una vida santa.
En el momento de nuestro nuevo nacimiento, Dios comienza a hacernos santos. Esta es la santificación inicial.
A medida que seguimos a Cristo, crecemos en santificación.
Dios quiere darnos un corazón puro. El llamado a la pureza del corazón incluye:
Un llamado a la obediencia completa
Un llamado a un corazón rendido
Un llamado a la confianza total
Una vez que nuestro corazón es puro, continuamos creciendo en la semejanza de Cristo.
(3) Algunas formas en las que podemos seguir cultivando una vida diaria de santidad son:
Permanecer espiritualmente quebrantados.
Recibir la disciplina de Dios.
Presentarse diariamente a Dios como un sacrificio.
Meditar en las Escrituras diariamente.
Vestirse diariamente de Jesús.
No satisfacer los deseos de la carne.
Renovar la mente cada día.
Ponerse toda la armadura de Dios.
Cultivar una conciencia continua del Espíritu Santo.
Vivir en la gracia.
Tareas de la lección 12
(1) Recita 1 Tesalonicenses 5:23-24.
(2) En cada lección, hemos hecho una oración por santidad. Al final de esta lección, escribe tu propia oración por santidad. Escribe tu oración pidiendo a Dios que te guíe para seguir creciendo a su imagen. Entrégate completamente a su control y a su voluntad en tu vida. Ora con fe para que el Dios que te salvó complete su propósito de transformarte a su imagen.
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