Tomás tenía el deseo de ser santo. Desafortunadamente, el concepto que tenía Tomás de la santidad estaba basado más en emociones y sentimientos que en la Biblia. Por esa razón, Tomás iba de una enseñanza extrema a otra.

Durante un tiempo, Tomás ayunó con frecuencia, dedicó varias horas a la oración, y trató de disciplinarse a sí mismo para vivir en santidad. Estaba convencido de que es posible llegar a ser santo a través de la autodisciplina.

Sin embargo, Tomás rápidamente se desanimó y dejó de esforzarse. Descuidó completamente las disciplinas espirituales y empezó a ceder a la tentación. Cuando le pregunté si había un área de pecado con la que estuviera luchando, Tomás me respondió, “Yo vivo por gracia y no necesito disciplina. Dios me hará santo cuando él lo decida.”

En otra ocasión, Tomás oró fervientemente para recibir cierto don espiritual. Se había convencido de que la santidad se trata de dones espirituales y poder externo.

La búsqueda de santidad de Tomás estaba basada en emociones más que en una lectura cuidadosa de la Biblia. Él no estudiaba la Biblia para entender cómo se vive la santidad día a día en la práctica.

Las Epístolas enseñan verdades importantes acerca de la vida santa. Si olvidamos estos principios, vamos a tener un desequilibrio en nuestra comprensión de la santidad. Los apóstoles escribieron para enseñarnos cómo vivir la vida santa a la que Dios nos ha llamado.

Ustedes Han Sido Santificados; Ustedes Están Siendo Santificados

Cuando Pablo les escribió a los “santos,” él estaba diciendo, “Ustedes son santos.” Una persona santa ya ha sido santificada, pero Pablo les escribió diciendo, “Ustedes deben ser santos.” Ustedes son santos; deben continuar creciendo en santidad.

Este equilibrio se observa repetidamente en las Epístolas. Como creyentes, ya somos santos, pero seguimos creciendo en santidad a medida que caminamos en obediencia a Dios.

El autor de Hebreos enseña que hemos sido santificados por la muerte de Cristo. “En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.”[1] Somos santificados a través de la muerte de Cristo.

El autor continúa, “Porque con un solo sacrificio ha hecho perfectos para siempre a los que está santificando.”[2] Esta afirmación incluye dos palabras relacionadas con el tema de la santidad. A través de su muerte, Cristo ha hecho “perfectos” (teleios) a “los que está santificando” (hagiazo). Este versículo nos dice que:

(1) Hemos sido santificados: “Ha hecho perfectos para siempre…”

Cristo murió para que podamos ser libres del poder del pecado. Jesús, “para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta.”[3] El propósito de Dios de hacer santo a su pueblo se cumplió a través de la muerte de Jesús. Hemos sido hechos perfectos.

(2) Estamos siendo santificados: “…a los que está santificando.”

La muerte de Cristo cumplió el propósito de santificación de Dios para siempre, pero nuestro crecimiento en santidad se extiende a lo largo de nuestra vida. Es un proceso continuo. A través de la muerte de Cristo hemos sido santificados; a través de la muerte de Cristo, estamos siendo santificados.

El propio testimonio de Pablo ilustra este principio. En Filipenses 3, Pablo escribe que aún no es perfecto, pero pocos versículos después, se refiere a sí mismo como uno que ya es perfecto (“todos los que somos perfectos”). Las dos palabras subrayadas en el siguiente pasaje se derivan del término teleios. Ambas se traducen como “perfecto.”

“No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto (teleios); sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús… Así que, todos los que somos perfectos (teleios), esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios.”[4]

Pablo dice, “No que ya sea perfecto.” Y continúa, “Todos los que somos perfectos...” Pablo aún no había llegado a la meta; seguía creciendo en santidad. En ese sentido, aún no era perfecto. Pero estaba esforzándose al máximo para lograr este objetivo. Estaba determinado a terminar la carrera. En ese sentido, Pablo ya era perfecto. Pablo podía decir “Aún no soy perfecto” y “Soy perfecto” en el mismo párrafo.

Ser perfectos no significa que hemos escalado todos los peldaños de una escalera de obras que nos hace perfectos. Más bien, significa que nos hemos rendido por completo a la gracia de Dios en nuestra vida. Esta perfección es instantánea en el sentido de que hay un momento específico en el que Dios reorienta nuestro corazón en su dirección. Y es un proceso en el sentido de que nuestro movimiento hacia él continúa por el resto de nuestra vida.[5]

Piense en un golfista que de un solo golpe envía la bola al hoyo; es un tiro perfecto. El tiro no se vuelve perfecto en el momento en que la bola cae en el hoyo. Mientras la bola avanza en el aire, el tiro ya es perfecto; va en camino hacia el hoyo. Es perfecto desde el momento en que el golfista golpea la bola.[6]

Del mismo modo, Pablo iba en camino hacia la meta final. Su curso ya estaba establecido y estaba avanzando hacia la meta con un corazón íntegro. Aún no había llegado a la meta, pero estaba en el camino que lo llevaría a la meta. Aún no era perfecto. Y ya era perfecto.

Como creyentes, somos “santos” que hemos sido aceptados por Dios por medio de Cristo, pero somos llamados a entregarnos como “sacrificios vivos” que continúan creciendo en obediencia y entrega día con día.[7] Ya hemos sido santificados. Y estamos siendo santificados.

Ustedes Son Santos; Deben Vivir como Santos

Pablo les escribió a los “santos” que vivían en Corinto. 1 Corintios es una carta dirigida a personas santas, “a los santificados en Cristo Jesús.”[8] 2 Corintios está dirigida “a la iglesia de Dios que está en Corinto, con todos los santos que están en toda Acaya.”[9] Estos creyentes eran santos – pero tenían mucho que aprender acerca de cómo vivir como santos.

Hay dos formas en que los cristianos malinterpretan esta verdad. Primero, algunos cristianos dicen, “Soy llamado a ser santo porque Dios ve la justicia de Cristo en lugar de mi pecado. Mi santidad es una ‘ficción legal.’ Jamás voy a ser santo mientras viva en este mundo, pero aun así Dios me llama santo.” Romanos 6 deja claro que esta posición no es aceptable para Pablo. Las personas santas deben vivir vidas santas.

Segundo, otros cristianos dicen, “Yo soy santo. Nunca me aparto del estándar absoluto de perfección de Dios. Jamás me arrepiento porque nunca hago nada malo. ¡Soy santo!” Pablo rechaza este error de un modo tan contundente como rechaza el primer error. Pablo les enseñó a los “santos” de Corinto cómo vivir vidas santas. A estos creyentes les faltaba conocimiento y madurez, por lo que Pablo les enseñó cómo vivir como santos. Las personas santas deben vivir vidas santas.

La ciudad de Corinto era famosa por la conducta impía de sus ciudadanos. Pablo llamó a los creyentes que vivían en esta ciudad llena de maldad a tener una conducta santa. Debían evitar la inmoralidad sexual porque sus “cuerpos son miembros de Cristo.”[10] Pablo menciona una serie de comportamientos que están prohibidos en el reino de Dios:

“No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios.”[11]

Después de esta lista de pecados, Pablo señala, “Y esto erais algunos.” Pablo le estaba escribiendo a una audiencia que había practicado esos pecados. Como creyentes, Pablo esperaba que abandonaran su antiguo estilo de vida. Dado su pasado pecaminoso, ¿cómo podían estas personas vivir vidas puras? Pablo da la respuesta:

“Mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios.”[12]

Los pecados de 1 Corintios 6:9-10 han sido borrados por la transformación de 1 Corintios 6:11. Esta transformación no es sólo una transacción legal; en ninguna parte dice Pablo, “Ustedes van a seguir cometiendo estos pecados, pero Dios los va a contar como justos a pesar de su conducta pecaminosa.” ¡No! Pablo dice, “Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados.” Los creyentes corintios no debían volver a los pecados de su pasado. Pablo les dice, “Ustedes son santos; ¡actúen como santos!” Habían sido lavados; habían sido santificados. Eran santos; debían vivir como santos.

Cuando un joven se enlista en el ejército, recibe un uniforme que lo identifica como soldado. Al mismo tiempo, recibe un manual que contiene el Código de Conducta del Ejército. Usar el uniforme no es suficiente; debe vivir de acuerdo con el Código de Conducta.

Toma más tiempo aprender el Código de Conducta que ponerse el uniforme. El nuevo soldado debe aprender a vivir de manera adecuada a su condición. Debe madurar como soldado. Muchas veces, este nuevo soldado va a necesitar que le recuerden las reglas de la milicia. ¿Es perfecto su desempeño? No. ¿Es completo su compromiso con su decisión de ser soldado? Sí. Es un soldado a partir de su primer día en el ejército; pero pasará mucho tiempo aprendiendo a vivir como un soldado.

Imagine a un joven que dice, “Quiero ser un soldado, pero no quiero seguir el Código de Conducta.” Se compra un uniforme de soldado, pero no vive de acuerdo con el Código de Conducta. ¿Es un verdadero soldado? No. Sólo finge ser un soldado.

Las Epístolas fueron escritas para creyentes que se habían “revestido de Cristo.” Pero estaban aprendiendo cómo vivir vidas santas. En Efesios 4-6, aprendemos cómo se vive una vida santa en las relaciones familiares, en las relaciones dentro de la iglesia, y en la ética de los negocios. En Gálatas 5, aprendemos cuál es el fruto de una vida controlada por el Espíritu. En 1 Pedro, aprendemos cómo vivir una vida santa en medio de la persecución. Cuando leemos Santiago, aprendemos cómo una persona santa controla su lengua.

Pablo les escribió a los creyentes en Colosas, “Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios.” Estos creyentes habían muerto al pecado; vivían para Cristo. Ya no eran prisioneros del pecado; eran santos. Pero Pablo continúa, “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros.”[13] Ustedes están muertos al pecado; hagan morir el pecado. Ustedes son santos; deben vivir como santos.[30]

Este principio se plasma en el inicio del capítulo:

“Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.”[14]

Pablo dice, “Día tras día, deben seguir buscando las cosas celestiales. Día tras día, deben seguir poniendo su mirada en las cosas de Dios.” La clave para una vida santa es poner la mirada en las cosas de Dios. Ustedes han sido santificados (“habéis resucitado con Cristo”), por lo tanto, sean santos (“poned la mira en las cosas de arriba”).

¿Cuál es el resultado de esta vida santa? “Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria.”[15] Una vida santa nos prepara para pasar la eternidad con el Dios santo. Enoc “caminó… con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios.”[16] Caminar con Dios en este mundo preparó a Enoc para una eternidad con Dios. Caminar con Dios en este mundo nos prepara para ser “manifestados con él en gloria.”

Las Epístolas fueron escritas para creyentes santos. Hemos sido santificados por medio de la sangre de Jesucristo. Nos hemos despojado del viejo hombre y nos hemos vestido del nuevo hombre. Ahora, estamos aprendiendo día con día lo que significa ser santos. Estamos siendo transformados día con día a la imagen de Dios. ¿Es perfecto nuestro desempeño? No. ¿Es completo nuestro compromiso con el llamado a ser santos? Sí. Somos santos; estamos aprendiendo a vivir como santos.

Dios los Ha Santificado; Deben Buscar la Santidad

En Levítico, Dios dijo, “Santificaos, pues, y sed santos.” Este era un mandato que el pueblo debía obedecer. En el siguiente versículo, Dios prometió, “Yo Jehová que os santifico.”[17] Esta es la promesa de lo que Dios haría. Para entender la santidad, debemos hacer un balance entre dos verdades:

(1) La santidad es un don de Dios; Dios santifica a su pueblo.

(2) La santidad es un mandato de Dios; Dios manda que su pueblo busque la santidad.

Los fariseos sólo recordaban el mandato, “Ustedes deben buscar la santidad.” Ellos creían que podían ser santos a través de su propio esfuerzo. Las Epístolas responden, “Dios los santifica.”

Algunos cristianos en la iglesia primitiva se fueron al extremo opuesto. Ellos decían, “Si Dios quiere hacernos santos, él lo hará. No tenemos que hacer nada.” Las Epístolas responden, “Deben procurar la santidad.”

Tanto la rendición como la búsqueda juegan un papel importante en la santificación. Dios nos santifica, pero debemos procurar la santidad. Nos rendimos a Dios y permitimos que él nos transforme, pero también nos esforzamos para alcanzar el objetivo que Dios tiene para nosotros.[18] Pablo sabía que confiar en las promesas de Dios no significa que no debamos esforzarnos por llegar a la meta. Recibimos el poder para procurar la santidad porque Dios nos santifica.

Cuando mis hijos estaban pequeños, muchas veces leían la Biblia en voz alta en nuestros devocionales familiares. Un día, nuestra hija leyó Filipenses 2:12. Con gran fervor, Stacey gritó, “¡Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor!” Estaba muy impresionada por este mandato de “Ocupaos en vuestra salvación.” Pero Pablo continúa, “porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer.” Nuestro trabajo es posible gracias a la obra de Dios.

Contrario a la creencia de muchos cristianos, la obra de Dios se cumple a medida que nos “ocupamos en nuestra salvación.” ¿Significa esto que la santidad se obtiene por medio de obras? ¡Absolutamente no! Pablo continua, “Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.”[19] Es Dios quien da el deseo; es Dios quien empodera la acción. Sin esta obra de Dios, nuestros esfuerzos son infructuosos. No podemos ser santos por nuestra propia cuenta, pero Dios no nos hace santos si no hay una búsqueda de la santidad de nuestra parte.

Pablo les recordó a los corintios la maravillosa promesa de Dios: “Seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas.”[20] Entonces les ordenó vivir vidas santas. “Puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.”[21] Por causa de las promesas de Dios, “limpiémonos de toda contaminación.” La promesa de Dios de hacernos santos nos da confianza para buscar la santidad.

Al escribir su carta a los cristianos de Tesalónica, Pablo oró por estos creyentes, “para que sean afirmados vuestros corazones, irreprensibles en santidad.”[22] Esta es la obra de Dios. Entonces, Pablo empezó a enseñarles “cómo os conviene conduciros y agradar a Dios.” ¿Por qué? Porque “la voluntad de Dios es vuestra santificación.”[23] Dios estaba santificando a los creyentes de Tesalónica; por eso debían procurar una vida santa.

La Epístola a los Gálatas fue escrita a creyentes que estaban siendo tentados a volver a la salvación “por las obras de la ley.” Pablo les recuerda que fueron “justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado.”[24] Si la justificación por la fe fuera el punto final del evangelio, esta carta sería la ocasión perfecta para que Pablo dijera, “Ustedes han sido justificados por la fe. Ahora pueden vivir como deseen y al morir irán al cielo. Su lugar en el cielo está asegurado.” ¡Pero Pablo no dice eso! Por el contrario, él dice:

“Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.”[25]

“Andar por el Espíritu” significa “caminar en fila detrás de un líder.” Implica disciplina y auto-control. Implica vivir bajo la guía del Espíritu, no según nuestros propios deseos. Dios había santificado a los gálatas, pero ellos debían seguir procurando la santidad.

El autor de Hebreos escribió que Dios nos disciplina “para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad.” ¡Qué verdad tan asombrosa! El ser humano caído tiene la posibilidad de participar de la santidad de Dios. Esto no es ningún tipo de unión mística como en los cultos paganos. Esta es una enseñanza muy práctica sobre la disciplina espiritual. Él está hablando del “fruto apacible de justicia,” de vivir en paz con los demás, y de pecados como la amargura y la inmoralidad sexual.[26] Esto no es misticismo; esto es Cristianismo verdadero. Dios llama a sus hijos a ser santos; él desea que sus hijos participen de su santidad.

¿Cómo podemos participar de la santidad de Dios? Participamos de la santidad de Dios cuando llegamos a ser “participantes de la naturaleza divina.”[27] Pedro señala tanto el poder de Dios para hacernos a su imagen como nuestro esfuerzo para crecer en semejanza a él.

Primero, Pedro promete que podemos ser participantes de la naturaleza de Dios:

“Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia.”[28]

Dios nos santifica. Todas las cosas necesarias para la vida espiritual y la piedad “nos han sido dadas por su divino poder.” La piedad no es un sueño imposible; Dios “nos ha dado preciosas y grandísimas promesas.” Una de esas promesas es que podemos llegar a ser “participantes de la naturaleza divina.” La promesa de que podemos ser como nuestro Padre celestial es para cada hijo de Dios. Esto no se logra a través de nuestros esfuerzos; la piedad es un don de la gracia de Dios. Por medio del poder de Dios, podemos vivir en armonía con el carácter de Dios. Dios nos santifica.

Entonces, Pedro continúa:

“Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.”[29]

Puesto que el divino poder de Dios nos ha hecho participantes de la naturaleza divina, debemos poner “toda diligencia” para crecer en virtud, conocimiento, dominio propio, paciencia, piedad, afecto fraternal y amor. Por lo que Dios ha hecho, debemos procurar la santidad.

Pedro nunca insinúa que llegamos a ser santos por poner “toda diligencia.” No está enseñando legalismo. No obtenemos el favor de Dios a través de nuestros esfuerzos. Sin embargo, Pedro quiere que entendamos que no podemos vivir una vida santa sin autodisciplina.

Procuramos la santidad por la gracia de Dios. Su gracia empodera nuestra búsqueda de una vida santa. Por causa del divino poder de Dios (versículos 3-4), ponemos “toda diligencia” para crecer (versículos 5-8). Nuestra búsqueda de santidad no es legalismo; es el deseo natural de un corazón transformado. Si en verdad somos hijos de Dios, vamos a querer crecer en santidad. Si en verdad somos hijos de Dios, queremos ver el propósito de Dios cumplido en nuestra vida.

[1] Hebreos 10:10

[2] Hebreos 10:14

[3] Hebreos 13:12

[4] Filipenses 3:12-15

[5] Timothy C. Tennent. El Llamado a la Santidad (Franklin, TN: Seedbed Publishing), 2016), 54-55

[6] Ilustración tomada de T.A. Noble, Holy Trinity: Holy People (Santa Trinidad: Pueblo Santo). Eugene, OR: Cascade Books, 2013, 23.

[7] Romanos 12:1

[8] 1 Corintios 1:2

[9] 2 Corintios 1:1

[10] 1 Corintios 6:15

[11] 1 Corintios 6:9-10

[12] 1 Corintios 6:11

[13] Colosenses 3:3-5

[14] Colosenses 3:1-2

[15] Colosenses 3:4

[16] Génesis 5:24

[17] Levítico 20:7-8

[18] Filipenses 3:13

[19] Filipenses 2:13

[20] 2 Corintios 6:18

[21] 2 Corintios 7:1

[22] 1 Tesalonicenses 3:13

[23] 1 Tesalonicenses 4:1, 3

[24] Gálatas 2:16

[25] Gálatas 5:24-25

[26] Hebreos 12:10-16

[27] Este material está basado en un artículo inédito del Dr. A. Philip Brown, “Divine Holiness and Sanctifying God: A Proposal (La Santidad Divina y el Dios que Santifica; Una Propuesta).

[28] 2 Pedro 1:3-4

[29] 2 Pedro 1:5-8

[30]“Pablo afirmó: ‘Con Cristo estoy juntamente crucificado…’ No dijo: ‘Estoy decidido a imitar a Jesucristo,’ ni: ‘Realmente me esforzaré para seguirlo,’ sino: ‘me he identificado con Él en su muerte."
- Oswald Chambers